Me doy cuenta del hecho de estar respirando diésel. Mi nariz ya se esta acostumbrando y hasta me parece agradable. Al igual que soportar las rodillas de la persona del asiento de atrás, que traspasan los cojines que nos separan, para hacerme un leve masajeo en la espalda.O que me cierren la ventana, haciendo que mi nariz confraternice con los olores de mi entorno, generalmente a patas, sazonado con sudor corporal y un dejo de pedo flotando por ahí, aparte de soportar el ameno calor a 25 a 30 grados que hace esta noche de verano por estas regiones.Sin contar que mi pelo se encuentra con un peinado bastante ochentero, fijado por la tierra y mi propio sudor. Mezcla, al parecer, bastante usada por estos lares. El asiento era incómodo igual. Pero mi cuerpo se fue amoldando a su forma, al parecer debido a que estamos compuestos en un 70% de agua.El chillido de aquel bebe en las filas de atrás podría ser tomado como una inspiración, ya que tiene toda una vida por delante y sus pulmones parecen funcionarle bien.Podría decir lo mismo de mi compañero de asiento, por sus ronquidos. Su corpulento cuerpo emana vida. En forma de calor. En forma líquida. En sonido y en presencia. Especialmente en presencia.El camino es como si representara a la gente de este departamento:Áspero y sinuoso, ya que aceptémoslo... La mayoría de la gente aquí esta gorda y no se cuida la piel. Bipolar, ya que en cuanto decide ir a la izquierda, cambia de rumbo a la derecha, y cuando quiere ir hacia abajo, sube.Orgulloso, ya que no quiere cambiar solo por, perdonen la expresión, joder al resto.Y claro, cuando esta de mal humor, lo riega por todo lado, haciendo que otros suframos sus improperios.Siento como se mofa de este bus  por cada kilómetro que avanzamos. Luego de estos manjares existenciales, me doy cuenta la increíble capacidad de adaptación del ser humano. La estoy viviendo en tiempo real. Y aún no llego a destino...