[...] a cuantos pudo, abrió heridas agripadas con las tijeras que Dios le dió por brazos. quitó el gatillo acurrucado en sus labios, y disparó a cuantos quizo. 
y lloró.
deshiló su alma al amor del fuego. se acurrucó.
y en su fuero interno disoció su apetito perturbado, amonestó a su razonamiento oscuro, abofeteó su sentimiento osmótico y aisló su ajardinado pecado.
la amó con sus vísceras amotinadas, con su obsecion desnutrida y su demencia asintomática.
 
la amó en sus endemoniadas letras.
 
                                     fild