10-A la sombra del alero
Publicado en Sep 12, 2009
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-Despertate que Manu ya llegó. Recién lo trajo Mami y te quiere saludar.
Vani me rascó la cabeza, me besó el pecho y me saludó con un sonriente "buen día".
Contesté simétricas palabras, más sin mueca de sonrisa. Sin abrir un ojo y me vi desnudo en el somier de Vani.
-¿durmió bien, señor?
-hujm... si.
-¿te gusta el kanikama?
-Vani, me voy a casa.- dije, cortante, con ojos todavía pegados en lagañas para evitar mirarla. (¿que será el kanikama?)
-¿a qué te vas a ir a tu casa? Estoy cocinando. Vienen a almorzar Dani y Corina. Dale, quedate a comer y después te vas.
-mmm ...okay.
-usá el cepillo de dientes azul. -recomendó Vani desde la puerta de la habitación y volvió a la cocina.
En la tele la barra brava de Racing volcaba el coche ya en llamas de algún dirigente del club, antes de que Vani pusiera en pantalla, sin quererlo, el videoclip de "Bones" de The Killers ya empezado.
(¿No querés venir conmigo, no querés sentir mis huesos?)
De mil maravillas se perfumaba el ambiente con los vapores de las ollas. Manu jugaba en el patio con la perra y los cachorros. Yo volvía a sentir esa angustia proactiva, la ligera taquicardia que se somatiza en una leve, muda y constante desesperación y que termina siempre en fuga.
Llegaron Dani y Corina con el helado que fue al freezer en aquel mediodía de luz cegadora; bromearon con mi estado lisérgico de la noche anterior, me incomodaron a sabiendas, tratándome  de "novio" de Vani mientras almorzábamos y, ya a la hora del postre, empeoraron por culpa del trato preferencial que me brindaba Manu.
 En mi mente, en la sobremesa, alarmas sonaban (y me abrumaban).
Salí a fumar un Lucky en cuclillas a la sombra del alero. Manu vino conmigo y se puso a saltar emulando a los Power Rangers: una rama azotaba a los pobres cachorros, que insistían en volver al juego moviendo la cola (entre esos bóxer felices andaba uno sin llamarse todavía Mirko; mi bonsái aún retozaba su verde lozanía en la repisa, al lado del I Ching, ignorando su destino cruel).
 Sonó el timbre.
Vani salió raudamente y ya atravesando el jardín soltaba un:
-ya vengo, Ino... ¡Manuuu!... Buscá tu mochila que está arriba de la mesa. Dale.-
La nueva casa de Vani está construida al fondo de otra casa, la de su mamá, así que para volver a la entrada de calle hay que atravesar un pasillo a un flanco de la casa principal, o ir por el garaje del lado opuesto y allí esquivar el Clío verde estacionado.
Por el mismo lado por el que salió, casi un minuto después, volvió y se asomó Vani, alterada, golpeteando las palmas y frunciendo el ceño.
-¡Emmanuel! ¡¿Y la mochila?! ¡Vamos! ¡que te espera tu papá!. 
Por el lado del garage y habiendo esquivado el Clío verde, emergió Tato, a quien reconocí por esa foto en la que están, Manu y él, disfrazados de indios en algún carnaval pasado.
-¿donde esta la mochila, Vani?- preguntó Manu.
-¡Arriba de la mesa!. ¡Apurate, Manu!
Tato me miró con expresión asesina tras sus lentes de Elvis Costello; la perra y los cachorros movían la cola y lo olfateaban.
-Vani. Yo me quiero quedar.-
Oh no.
 -¡no te vas a quedar! ¡Te vas a ir con tu papá que te vino a buscar!-
Tato se acercó mirándome fijo y criminal. Vani, a punto saltar en un ataque de nervios de esos que se hospitalizan, decidió entrar y buscar ella misma la mochila de su hijo.
-¿Qué tal?- saludé a Tato con una mueca de simpatía.
No me saludó ni dejó de mirarme con ojos homicidas, aún cuando Manu, con mochila Power Ranger y rodeado por unos cachorros bóxer que agitaban su inmensa alegría con lo que les quedaba de cola, le agarró la mano.
Toda la secuencia duró poco menos que el cigarrillo que fumé, en cuclillas, a la sombra del alero. 
Cuando Dani y Corina se levantaron de la mesa me dije y dije:
 -Yo también me voy.
Volví a recibir miradas asesinas. Con ojos infernales y una mueca desdeñosa, Vani contestó:
-como quieras.
Desconcertada, Corina volvió a sentarse, y  miró a Dani buscando enrolar a su cómplice; embanderada en la causa de su mejor amiga, le pidió a Daniel que me llevara a buscar facturas para el mate, ah, y que de paso que trajéramos una película en DVD: Diario de una Pasión.

Saludé tirando un beso mezquino y me fui, cargando mis fantasmas en aquel penoso silencio de domingo. 
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Foto del autor inocencio rex
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Descripción

Palabras Clave: domingo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Inocencio Rex

Derechos de Autor: si


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