Sentado en la tripa de un día lluvioso
comía naranjas el carcómedo luboloso
sobre piedras de marmol armonioso
junto al río tierno, seco y primoroso.
 
Ladraban los pétalos grahuala nerviosa
no se entendía ni fuerte, opaca y furiosa
inventaba hilos de miel de dulce membrillar
en la sombra del botón sin hebilla y sin mirar.
 
Vuelan los paraguas en el sol de manzana
cuando trinos se elevan jugando la tarzana
grita, escurre lo insensato de lo benovento
en la escuálida meta del nuevo invento.
 
Salen de las nueces viscosas, melosas y a veces dendrosas
cuando ampolletas implosivas se posan en micas de rosas
y de veces en tres de tiempo se ha  muerto el temperoso
un día la noche y santo ha vuelto el carcómedo luboloso.