UN SOLDADO SIN MEMORIA
Publicado en May 19, 2014
En un grupo de soldados alemanes con ametralladoras listas para disparar frente a un grupo de aldeanos apoyados a una pared, se encontraba un joven soldado con una una nariz aguileña dispuesto a descargar sus tiros. En el grupo contrario, o sea, en los futuros ejecutados, había una mujer con un vestido estampado con flores. De repente él sintió un escalafio. ¨¡Dios mío, como se parece a mi madre!¨, pensó y, automáticamente, retiró su dedo del disparador de su arma, mientras los otros habían obedecido la orden del comandante. Después de esa agresiva ráfaga de metralleta, abrió los ojos con miedo. La mujer había caído sobre el lodo lleno de costras de sangre de otras personas que ya habían sido aniquiladas. No había tenido tiempo de proteger a un niño que cayó muerto al lado de ella. Seguramente, su hijo, un sobrino o, simplemente, un desconocido a quien con instinto femenino quería protegerlo. En verdad, eso sólo lo supo Dios, sí en esos tiempo existía. Pero, esa tarde, la cual escondió el sol, el soldado se quedó por un par de años sin memoria como si la lluvia hubiera llenado su cerebro con unas pesadas gotas de mercurio en frente del paredón de piedra carcomidas por los miles de disparos. Luego patrulló a pie muchos lugares donde también olvidó su cultura acompañado de los nazis. Un día, después de que se acostumbró a matar para defenderse del enemigo, observó las facciones agresivas de su cara en el reflejo de una corriente cristalina. De repente con un natural impulso de culpabilidad, se golpeó con una piedra la frente sentado sobre la arena de un río que se llevó parte de su sangre. Antes de que se suicidara, un suceso, logró salvar su vida, en su tiempo de estudiante donde él no quemó los libros que él tenía en su biblioteca, que estaban prohibidos por el ministro de cultura. Aturdido, escapó de su regimiento y, mientras bajaba entre arbustos, enormes pinos y hermosos ríos con colores parecido a sus ojos, una montaña lo acompañó con el hambre, que el viento frío y transparente le trajó otro recuerdo: el sabroso olor de los platos de comida que le preparaba su madre. Además, el sol que le calentaba hasta los huesos le hizo recordar las limonadas que hacían esas manos que de niño le acariciaron sus mejillas en el pueblo que buscó durante varios días entre truenos, días acalorados por las radiaciones del sol y noches románticas por el brillo de la luna, hasta que lo encontró cuando vio en un cementerio un ramo de rosas parecido al vestido que quedó medio acribillado en el cuerpo que lo había colocado enfrente de la lápida de su hijo, antes de que el soldado fugitivo, que se había enrolado en la filas de un regimiento nazi para salvar su vida, leyara un epitafio: Benjamín Edelstein, hijo mío, ni los disparos de los cuales no pude defenderte me quitarán tu recuerdo. El fugitivo había recordado el nombre de su hemano, mientras en otro lado de Alemania, quemaban el bigote más famoso, que existe todavía,,,
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Carlos Campos Serna