Después quedó ... el silencio
engarzado en las ramas de lo tuyo y lo mío
que ya no era lo nuestro.
En el transcurso breve de unos breves minutos
el castillo de naípes que habíamos levantado
se nos cayó hacia dentro.
Una lumbre de espinas
laceró nuestra carne, un amargo sabor
un sabor inconcreto
enmudeció las lenguas,
les echó como un freno.
La esperanza hizo mutis,
después de aquel epílogo
solo quedó el silencio. 
 
s.m.c.