Libre
Publicado en Sep 07, 2009
Tengo preparada la valija. Miro a mi alrededor, ya nada me pertenece.
Objetos que estuvieron junto a mi durante tantos años, los que en algún momento concentraron mi atención y en los que invertí tiempo y dinero. Muebles, tapices, alfombras, colecciones de monedas, estampillas, libros, discos....... Miro por la ventana el jardín, bastante descuidado ahora, ocupó muchas horas de mi vida, pero me brindó grandes satisfacciones. Era difícil encontrar flores tan bellas y lozanas como las cultivadas por mi mano, y plantas de adorno con follaje saludable, de un verde resplandeciente. Puedo decir con orgullo que fue el resultado de aprendizajes, investigaciones y experimentos. No siempre obtuve el fin buscado pero la tenacidad me llevó muy cerca. En la pared, sobre la chimenea, desde una foto que tiene muchos años, sonríen mis cuatro hijos. Recuerdo ese día, como si fuera hoy, después de cortar el pasto, los acomodé sobre una manta, Román, el mayor, atrás, sostiene entre sus brazos a Eva, la más pequeña, adelante, Sergio y Pilar, con su muñeca de piernas largas. Centré la imagen y apreté el disparador. La llevé a revelar y nos gustó tanto que la hice ampliar y enmarcar. Elegimos para ubicarla, el lugar más importante de la casa. Los cuatro partieron, Román a Holanda, Sergio y Pilar a Australia, Eva a Sudáfrica. Cada uno en busca de un mejor destino. Aunque el corazón trató de retenerlos, la razón dejó las puertas abiertas de par en par. Eva, la menor, intentó de todo para no irse, dio clases de música, hizo arreglos y adaptaciones para orquestas y conjuntos populares y hasta formó parte de uno como tecladista, le insumió tiempo, energía y obtuvo disgustos sin compensaciones, eso la decidió a buscar nuevos horizontes. Hace tres años, se radicó en Johannesburgo, allí trabaja y continúa sus estudios con sacrificio pero con buenas posibilidades. Estoy en paz. Di todo lo que tenía. Para que cumplan su sueño: hipotequé mi casa, uno a uno vendí lo adquirido a través de muchos años, incluso la computadora con la que diariamente nos comunicábamos. No estoy arrepentida, el hecho de saber que ya nada poseo, me llena de sosiego, me siento liviana, etérea...... ¡Ahora puedo decir que soy libre!. ¡He cortado las ataduras que me sujetaban a los bienes terrenales.! El auto que viene por mi, se detiene frente a la casa y se anuncia con dos bocinazos. Estiro mi brazo y desprendo el retrato de mis hijos. Lo llevo conmigo. Es personal No está incluído en el inventario. Llaman a la puerta. Es la asistente del geriátrico. Me saluda y levanta la valija con mis pertenencias.-¿ Sólo esto?- Me pregunta compungida -Claro, -le respondo.- De ahora en adelante voy a ser libre.
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