- ... así que el humano para mi no es más que una máquina moldeada por carne, hueso y líquidos químicos, causado por una batalla de adaptación tan grande y tan antigua, que no nos dimos el tiempo de analizar la nimiedad de tiempo que existimos como raza. Seguiremos adelante, evolucionando. Como raza. Como animales. Como sociedad. ¡Y como máquinas!
 
El hombre que dijo estas palabras era nuestro querido protagonista Joaquín Orquídea, Gran Catarri de la zona sur del país.
Luego de que la gente reconociera su "sabiduría", y de que le ofrecieran dinero y propiedades, las cuales negó educadamente y pidió a cambio una botella de whisky y un jugo de durazno para acompañar, comenzó una campaña de concientización continua, y sin querer, por los medios de comunicación en boga de la época.
Lo que nadie previó fue lo inamovible.
Lo inamovible era la costumbre de la cultura. Es fácil, al fin y al cabo, el seguir antes del preguntarse "¿Por qué sigo?" está escrito en nuestros genes. Cuestionarse, por ejemplo, el porqué tenemos que usar pantalones simplemente no se nos cruza por la cabeza. O tal vez porqué nos sacamos el sombrero al entrar a un lugar cerrado con mucha gente. Seguimos lo que nos enseñó la sociedad que son las "buenas costumbres", las cuales van cambiando por generación, país y sociedad. Generalmente estas conductas del buen ser son representadas por los sectores más conservadores de una sociedad, generalmente por los jefes religiosos, las personas importantes, y por la gente vieja. Son las costumbres que dejaron cientos de años de pruebas y errores que tuvimos que sufrir los humanos como para darnos cuenta, por ejemplo, que matar es malo.
 
- Debemos parar a este pagano anarquista. - Dijo una silueta sentada frente a un televisor, con esa voz gruesa y seca que sólo te puede dejar el haber fumado por 30 años.
- Pero si sólo es un parroquiano inofensivo. - Dijo la voz con una melodía que sólo le puede quedar bien a una mujer.
- Pregona libertades que van en contra de una sociedad educada. ¿Que deberíamos crear centros para que críen a nuestros hijos? Patrañas. - La silueta pertenecía a un hombre viejo, de aspecto cansado. La barba le comenzaba a crecer, coloreando con un suave color gris su mentón.
- Bueno... dicen que así nos libraríamos de ese tal complejo de Edipo, y de paso nos libraría de traumas y nosequés. - Dijo la mujer, la cual sorprendía al tener una voz tan suave comparado con su enorme cuerpo. Con esa caja torácica, la gente, incluida mi persona, siempre se preguntaba si no era cantante de ópera o algo así. Cruda llegaba la verdad cuando los que la escuchaban cantar comparaban, en vez de con una diva, con una ardilla cuya cola era aplastada por un auto.
- Todas esas teorías son sólo fanfarria creada por más paganos y anarquistas. Tardamos más de diez mil años en crear esta sociedad moderna, y dos mil años más en darle costumbres acordes a una persona civilizada. ¿Ilegalizar las armas? ¿Y cómo nos protegeremos de nosotros mismos? ¿Reemplazar la religión por filosofía de vida? ¿Y cómo frenar la promiscuidad, las malas costumbres, y el mal vivir? ¡¡La sociedad es el resultado de múltiples determinaciones!! - dijo levantándose, enojado y cansado, de su asiento.
- Ay querido, ¡no se ni de qué te alteras! - intervino la vos de la regordeta mujer, mientras agarraba un par de agujas, y se ponía a tejer algo con el afán de borrar de su mente algún vestigio de pensamiento (meditaba como sólo las mujeres saben hacerlo al tejer).
-¿Que no me altere? ¡Un ebrio quiere cambiar nuestra forma de vida! - Dijo con un énfasis forzado.
- No cambiará nada, ya que te olvidas de lo inamovible! - Dijo la mujer.
- ¿Lo inamovible?
- Claro. Te olvidas de la apatía de la gente, querido.