Justicia [Capitulo 4]
Publicado en Dec 29, 2013
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CAPITULO 4.
 
 
Miranda dormía profundamente cuando era trasladada en una camioneta acompañada del Doctor Alphonse, que revisaba sus signos vitales, además del jefe que se preocupaba por la vida de ahora su subordinada. En otra camioneta viajaban 7 personas, las personas a las que lideraría Miranda, el silencio dominaba a excepción de un hombre rubio de ojos plateados, que a la vista era alto y muy fuerte, vestido con una camisa sin mangas y un pantaloncillo que le llegaba a las rodillas.
 
*Conversación en ingles*
 
-¿¡A dónde nos llevan!?- Parecía incomodo de estar sentado en un solo lugar, y su rostro se volvía rojo cada vez que gritaba, golpeaba fuertemente hacia el metal llamando la atención de los conductores, que lo ignoraban.
-¡¿Podrías callarte?!- Gruño uno de los hombres, el que parecía el mayor de todos ellos.- Esperemos a ver. Se paciente.- Dijo como si le hablara a un niño.
-¡¡¡NO TIENES DERECHO A HABLARME ASÍ!!.- Discutían Ted Cameron, “el australiano” y Nikolay Petrov “el ruso”. Ardiendo en vigor masculino Ted afirmaba que incluso podían matarlos, que no se fiaba de nadie, Nikolay decía que estaban en manos confiables que había designado el jefe, que debían confiar en él.
 
En los demás asientos se encontraban Maya Smith, limpiando y repuliendo una y otra vez un rifle, lo hacia con los ojos cerrados, en algún momento de la pelea Maya, alzo el rifle en dirección a Ted y lo miro con una furia vivaz.
 
-Cállate. O te vuelo la cabeza.- De repente todos parecieron estar bajo una presión increíblemente grande, Ferdinand Curie “el francés” y el menor de todos ellos se quito los audífonos y alejo la vista de la laptop, los demás vieron de reojo la escena y o simplemente la ignoraron.- ¡Ya me tienes harta! - Gruño Maya
-Por favor todos cálmense.- Agrego “el Argentino” Lucas Fray, aún con la Biblia en mano.
-¡¡Tu cállate!! - Grito desesperado Ted. En algún momento todos los que estaban unidos a la pelea comenzaron a discutir entre ellos, unos amigablemente, y otros explotando en furia.
-Maya. Basta. Los demás, silencio.- La voz no se escucho entre todas las demás, pero aún así todos obedecieron la orden. Menos Ted.
-Tu no eres el líder.- Escupió.
-Soy el segundo al mando, mientras la líder no este, yo estoy a cargo.- La masculina y severa voz de Teo, fue rotunda, y todos parecieron bajar la cabeza ante su presencia.
-¿La has visto? - Pregunto en un tono joven y normal, una voz suave que parecía de un niño, aunque provenía de un adulto. Él japonés Kouchi Tsubaki, vestía de blanco en algo que parecía un uniforme de artes marciales, llevaba una larga y delgada trenza bajando sobre su espalda, de improviso las miradas se dirigieron a él y luego a Teo, esperando una respuesta.
-Si. Esta inconciente, por ahora.
-Así que la chica rubia que nos reunió aquí, ella esta inconciente.- Casi afirmo Ferdinand, con el rostro firme en Teo.
-No, ella falleció.- Dijo cerrando los ojos. Todos parecieron lamentar su perdida.- La nueva líder es alguien, recomendada por ella, según el jefe es la mejor.
-Si es tan buena… ¿por qué esta inconsciente? - Ted, preguntó con una voz soberbia y alzada de tono. Teo se puso rígido en su asiento, y miró con rabia a Ted, mientras lo hacia hacerse pequeño.
-Todos nosotros, venimos aquí directamente y a salvo, porque ninguna familia se había enterado de la existencia de nuestro grupo.- Continuo.- Pero la última en ser notificada, fue la líder, para ese entonces medio mundo de la mafia, ya lo sabía, ella fue perseguida desde México hasta aquí. Recibió dos impactos de bala en México, peleo, y viajo hasta llegar, ¡Y! - Por un momento pareció enfadado de no ser tan fuerte.- ¿¡tu dices que no es tan buena!?- Las últimas palabras las escupió con ira.
 
Ted se sentó con cara asustadiza, y cerro la boca automáticamente.
 
-Recibió, dos impactos de balas, y aun así ¿llego viva acá? - Nikolay, estaba entre sorprendido y asustado
-Esa es nuestra líder. Pronto la conocerán.- Dijo dándole cierre a la conversación y volviendo a su posición anterior.
-¿Qué clase de humana es? - Fue un susurro aventado por Ferdinand y nadie contesto, porque nadie sabía la respuesta.
 
* *  *  *  *
 
La sangre no dejaba de correr por el rostro de Tami, era como si, del pequeño hoyo que tenía en la frente, saliera un río carmesí, su rostro paralizado por el miedo, las lagrimas mojando sus adorables mejillas, y después Miranda recordó la vez que conoció a Al, fue una tarde hacia años, cuando tenían apenas 17 años, Tamara lo había llevado a México, solo para que Miranda lo conociera, a un hombre alto y delgado, de cabello rubio y ojos violetas, de cara delgada y afilada, recordaba que siempre hacia reír a Tamara, recordaba que, al principio pensó que era un hombre más, pero no lo fue, una vez que lo conoció.
Sintió, que lo aceptó como su hermano, como la persona a la que su amiga y confidente, había elegido para pasar el resto de su vida. Ese era del tipo de hombres, que ya no existían. Repentinamente vio el rostro del que ahora era su jefe, y el escudo de la familia Giglio… ¿Cuál era el apellido de Albert?... Miranda redondeo los ojos como platos, y observo detenidamente el techo amarillo que se mostraba ante ella, pardeo dos veces, antes de querer incorporarse, debajo de la puerta se colaba el olor a tocino y huevos fritos, y debajo de las gruesas cortinas, la luz del amanecer, se rasco la cabeza, descubriendo su cabello grasoso y desordenado, miro su ropa, que por supuesto no era la misma con la que había partido de México, no se molesto en descubrir quien la había cambiado, se mareo cuando trato de ponerse sobre sus codos, pero se fue, ya se sentía mucho mejor de lo que se sentía cuando llego con Francesco Giglio, y ahora las imágenes de antes, regresaban a su mente como un flash, si, había llegado a Venecia, y había formado un contrato con el jefe de la mafia, soltó una sonrisa débil, se volteo a los lados, había una maquina que tomaba sus latidos, que no estaba conectada, y también un par de bolsas de suero que colgaban sobre ella, pero tampoco estaba conectada a ellas, sintió un desmesurado dolor en el brazo, que poco a poco se calmo, movió la pierna, pero esta ya no le dolía, tenía hambre, mucha hambre, la hizo pensar cuanto tiempo, había estado así.
 
A lado de ella alcanzo a ver su mochila y se estiro con un poco de dolor en los huesos y articulaciones, hasta que la tomo en su puño, reviso si estaban todas sus cosas, ahora desconfiando de todos, vio su celular entre todas sus cosas, y lo tomo, observo la fecha sobre la pantalla táctil. 10 días. Había estado inconciente 10 días, desde aquella noche en la que el dolor la despertó, esa noche, cuando escucho al jefe y alguien más habar, sobre quien había asesinado a su mejor amiga, y su novio. Miranda se tomo de los hombros, como abrazándose a ella misma, sobre una mesita de centro observo ropas limpias, y se levanto, viendo que la herida de la pierna ya no le dolía tanto, gracias al cielo. Se vio la pierna vendada y decidió no arriesgarse a mirar. Dejaba volando su brazo derecho mientras se vestía gracias a la ayuda del izquierdo, dejando su mochila justo a lado de ella, y mirando el arma que sobresalía entre la negra tela, a la mano, por si ella se sentía en peligro. Cuando termino de subir el pantalón que le quedaba algo grande de la cadera pero perfecto de lo largo, escucho el pomo de la puerta abrirse, escuchando a alguien tararear, tomó el arma y en solo sostén y pantalón, apunto al hombre que estaba frente a ella, lo reconocía de alguna parte, pero… ¿de donde?, no lograba recordarlo. Hablo en ingles.
 
-Tranquila, no dispares.- El hombre lo dijo calmado, y alzando los brazos.- Soy Alphonse Regio, el médico que te atendió las heridas. Soy parte de la familia, no te preocupes, no te haré daño.- Miranda se sintió enfadada de que le hablara como a una niña. Pero lo vio a los ojos, y supo que el hombre decía la verdad, bajo poco a poco el arma, y después despreocupadamente dejo el arma donde estaba.
-¿Y qué está esperando? - Dijo Miranda, pero el hombre pareció confundido.- ¡Hay una dama aquí vistiéndose, largo! - Alzo la voz y el hombre cerró la puerta tras el. El doctor, se sintió como si su madre le hubiese regañado, no recordaba que la chiquilla que había atendido, y tenía un rostro tan dulce cuando dormía, y susurraba el nombre “Tamara” entre sueños, fuera tan agresiva, o pudiese contorsionar su rostro en una mueca tan salvaje, decidió bajar a donde todos estaban desayunando, y decirle al oído a Francesco que la líder había despertado.
 
Miranda, se puso la camisa de vestir blanca que le quedaba a la par de su cuerpo, y sobre esta el sweater amarillo claro, de mangas largas y cuello “V”. Vio un par de botas cafés, y se las puso con sus viejos calcetines, dejo sobre el pantalón la café y tibia tela. Y colocó el arma entre la cinturilla del pantalón y su cadera, miró por la ventana y vio un gran jardín verde, con una fuente en el centro, salió al balcón, sintiendo el viento de húmedo de verano, y sus pulmones asimilaron este. Vio hacia abajo y un escalofrió recorrió su espalda, dejándola sin el deseo de mirar los 50 metros que había entre el piso y ella, se volvió a la habitación y salio de ella, muy despacio pegándose a la pared, y viendo a todos lados desconfiada, ya no estaba en Venecia, no veía ninguno de los bonitos ríos, ya todo era bosque, se sacudió la cabeza con la esperanza de sacar esas imágenes de la mente. Por el pasillo llego a una escalera y bajo una por una con extremo cuidado, hasta que bajo dos piso, y llego hasta el olor de huevos fritos y tocino, el estomago le gruño, y asomo su cabeza a una habitación con un gran comedor y unas 16 personas en él, todas comiendo, algunas hablando entre ellas, y otras en total silencio, como fieras esperando una pelea, cuando entro a la sala, vio al extremo de la mesa, a Francesco Giglio, pero no aligero el ceño. Vio a todos en una enorme incógnita, algunos le sonreían, y otros la miraban con incredulidad, otros se secreteaban entre ellos. Pero Francesco fue el primero en hablar.
 
*Conversación en ingles*
 
-Bienvenida de vuelta, Miranda.- La espesa voz del hombre contrajo los músculos de ella, respondiendo.
-Que amable.- Dijo, con voz seca y severa.
-Siéntate, estamos desayunando.- Una bucama abrió la silla del otro extremo y la señalo. Pero Miranda no se movió.
-Has dormido por 10 días, sospecho que estarás hambrienta.- Francesco le dirigió una larga mirada, llena de encanto masculino.
Miranda parpadeo dos veces antes de moverse.
-HEY! Idiota, preséntala, si vas a invitarla a desayunar.- Una voz femenina se abrió paso entre el silencio. 16 pares de ojos seguían los movimientos de Miranda hacia la silla, y mientras se sentaba, la mujer que había hablado era hermosa, de negro cabello largo y lacio, de ojos pequeños y pómulos alzados, que le dirigió una dulce y enorme sonrisa a Miranda, ella estaba sentada a lado izquierdo de Francesco.
-OH! Si!, discúlpenme.- Hizo una mueca de dolor.- Ella es la líder del escuadrón de Justicia. Miranda Santiago.
Los ojos la voltearon a ver con un rostro lleno de amargura, mientras una mano ponía dos huevos fritos con tocino, frente a ella, el olor hizo un nudo en su estomago, tenia mucha hambre.
-Una chica…- Escupió Ted, con aires de grandeza.
-Cállate Ted.- Dijo una voz áspera que Miranda no reconoció. No reconocía a nadie allí más que al jefe, Stephan y a su recién conocido médico, Alphonse.
-¿Cuál es tu problema? ¿Una chica te hace sentir menos macho? - Dijo una chica de apariencia hermosa, que mostraba una verde mirada, entre rizos pelirrojos, en el respaldo de su silla había un rifle colgando ¿Es que aquí todos son prietos? Miranda sintió el metal entre la tela y su piel, se sintió segura con el arma allí. Maya y Ted se echaban miradas de odio.
-Cuidado Ted, tiene un arma y no dudara en apuntarte con ella.- Dijo Alphonse señalando a Miranda con un tenedor, otra mano ponía un cuenco con Lechuga y otro con papaya y miel frente a ella. Todos volvieron a Miranda el rostro, pero nadie dio un visto de desaprobación, Miranda reconoció a los gemelos que la habían cuidado mientras caminaban en las estrechas calles de aquella hermosa ciudad, eran castaños claros y con ojos ámbar, comían mientras los demás no dejaban de hablar.
 
Una vez que todos se concentraron en lo que hacían antes de que ella llegara, puso el tenedor y el cuchillo sobre los huevos y el tocino, partiéndolos eficazmente. Alguien se rió en el comedor, pero no sabia de quien, así que lo ignoro.
 
Después de que ella terminara todo lo que estaba frente a ella, se lleno, y supo que no estaba tan hambrienta como hubiese pensado, nadie se levanto de la mesa, mientras los sirvientes recogían, Miranda no había esperado a que le recogieran el plato, ni una vez desde que había cumplido 18 y se había largado de esa casa. Espero mirando atentamente al frente, y observando los ojos que la miraban fijamente, los de Francesco Giglio, sus ojos verdes aceituna brillando, y no moviendo ni un pequeño músculo del rostro, Miranda no quitaba el ceño fruncido de ninguna manera, se recargo a totalidad en el respaldo, sintiendo el metal deslizarse conforme ella se movía, se miraban intensamente, cada uno descifrando la mirada, y los demás en la mesa, parecían estar tensos de saber que iba a pasar entre el jefe y la líder, Miranda cruzo los brazos sobre su pecho, y él sostuvo sus manos sobre la mesa.
 
-¿Cómo están tus heridas? - Pregunto Francesco esperando la respuesta más grosera de parte de ella. Pero Miranda relajo el rostro pero no la mirada.
- Mucho mejor.- Miro al jefe y cambio su mirada a Alphonse.- Gracias por haber atendido mis heridas, y perdón por haberle apuntado con un arma, no fue mi intención.- En la mesa hubo murmullos, y Francesco libero una gran carcajada, que aunque no sonaba sincera si era divertida.
- Por nada.- Contesto el doctor con una relajada sonrisa. Miranda inclino un poco el rostro, y luego alzo los oscuros ojos, como puñales hacia el jefe, pero el no se sorprendió.
- Espero te sientas mejor para poder conocer a tu escuadrón.- Dijo con un poco de amabilidad.
-Será un placer.- Miro hacia ambos lados, ¿Quién sería su Escuadrón? ¿Estarían allí presentes?
-Si mostraras un ceño menos horrible, creería que lo dices amablemente.- Dijo Francesco con voz seca.
-Si no fuera usted, la persona que ordeno salvar mi vida, yo no trataría de ser amable.- Rió durante un instante, y relajo su ceño, pero su mirada era inmaculada. Sus oscuros ojos, parecían tragarse a todos los presentes.- Así que ya no solo estoy aquí por una promesa, si no también por una deuda. No soy ingrata, y tengo principios, si usted y el doctor salvaron mi vida, entonces esta vida le servirá a usted, hasta que yo pagué mi deuda, y cumpla mi promesa.
-Tengo curiosidad ¿Qué clase de promesa le has hecho a Tami? - Francesco inclino su cara, como si no viera lo suficiente cerca a Miranda.
-Le prometí que la ayudaría.- Miranda pensó en no decirle de la libreta, pero siendo él, tal vez ya había esculcado en sus cosas, y no había porque ocultarlo.- Me dejo una libreta con sus deseos explícitos. Tamara era mi hermana.- Fue lo último que dijo, porque sintió la boca seca y los ojos le ardieron. Francesco pidió con la mano un montón de papeles que le dieron.
-He visto tu historial, es algo… interesante.- Miranda se sintió transparente, como si ese hombre supiera todo lo que su infancia se había manchado.
-Si, bueno, cuando asesinan a tu familia frente a ti, queda un gran hueco que llenar.- Dijo sin miedo y sin ganas de llorar, su familia estaba en un mejor lugar.
-Estoy impresionado, de cuanto has cambiado en 15 años.- Sonrió con malicia, seguro y había visto una foto de ella cuando mataron a sus padres.
-Pasan muchas cosas en 15 años.- Sonrió.
 
Lucharon con la mirada algunos segundos hasta que él cedió, rompiendo el silencio nuevamente, y apartando la mirada.
 
-Espero nos entendamos.- Dijo con un rostro algo compasivo.
-Por supuesto.- Miranda se despego del respaldo, y lo miro matándolo.
-En fin, estoy emocionado de tener una líder tan capaz como tú, Mira.- La había llamado Mira, ninguna vez en toda su vida la habían llamado así.- ¿O prefieres que te diga Miri? - Lo hizo con todas las ganas de verla enfadada y talvez quebrándose.
-Mira esta bien.- Sonrió
-Llámame Fran. Así me llaman mis amigos.- Hubo un lento desaliento de parte de todos. Nadie, a excepción de tres personas en esa casa, le llamaba Fran.- Y deja de hablarme de usted.- El hecho que el digiera eso, asustaba a la multitud.
-De acuerdo, Fran.- Lo miró esperando alguna reacción de asco. Había chispas entre ellos, como si realmente no se fueran a llevar bien. Miranda descubrió a alguien mirándola fijamente, un pelirrojo de ojos cafés, el que estaba en la oficina cuando ella llego, pero lo ignoro.
-Dejándonos de juegos, te presentaré a todos.- Miranda relajo la mirada y la gente la miró curiosa.
-Mis colegas, son ellos, Marie.- Señalo a la mujer hermosa de cabello negro, ella le dedico una gran sonrisa a Miranda.- Stephan, que ya lo conoces.- El hombre hizo un gesto con la cara, en señal de saludo.- Marco.- Vio al pelirrojo y el se levanto como si le hubiesen clavado un alfiler en el trasero, Miranda lo miro sin aprecio, y algunos rieron desordenados, poniendo a Marco de un color rojo igual al de su cabello.- Es mi mano derecha, y técnico en computación.- Francesco lo miro casi orgulloso. Como es que ese debilucho es la mano derecha de un jefe de la mafia, pensó, y el jefe continuo las presentaciones.- Álvaro y Ángelo.- Los gemelos saludaron con la mano y la cabeza, como si estuvieran coordinados.- Y recientemente perdí a dos, Albert y Tamara.- Mostró dos asientos a lado de los gemelos, asientos vacíos, y llenos de nostalgia, Miranda se imagino a ambos sentados a su lado, tomados de la mano, y sonriéndose el uno al otro, por primera vez en su estancia allí, puso una tierna expresión. –Tu escuadrón. Tu segundo al mando Teo, mexicano como tu.- El la miro y la saludo en castellano.
-Mucho gusto, capitalina.- Encontró un acento veracruzano en su hablar.
- Nikolay.- El hombre la miro solemne, y con los ojos llenos de experiencia.
-Por favor, llámeme Kolai.- El hombre fue amable.
-Maya.-La chica la miro durante unos segundos, e hizo un gesto con el rostro.- Kouchi.- Miranda admiro a un hombre apuesto, con la piel lisa, y los ojos rasgados.
-Mucho gusto, Miranda-san.- Hizo una reverencia, y Miranda le respondió con una sonrisa suave.
-Ted.- El no le dirigió ni una mirada, y a ella no le importo.- Lucas.- El hombre parecía musculoso bajo una capa de ropa. Le mando una sonrisa llena de amabilidad, a la que Miranda respondió con una mirada suave.- Y Ferdinand.- El chico comía helado y el no se veía de más de 17 años, el le mando una mirada insignificante y sin sentido alguno.- Stephan, muéstrales el camino al nuevo escuadrón de justicia. Estoy ansioso de que se conozcan.- Miranda vio atenta a Francesco y el volteo la mirada para ver a sus “colegas” como los había llamado, comenzaron a hablar de algo, pero Miranda no escuchaba bien, mientras se levantaba junto a su equipo, y Stephan les mostraba el camino, iban en fila india, como por jerarquía observo, ella hasta el frente, y el que Francesco dijo que era el segundo al mando, detrás de ella, después todos, y hasta el final Ferdinand, con una laptop en manos.
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Descripción

Captulo 4

Palabras Clave: Justicia

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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