El extraño del campo agrícola parte I
Publicado en Dec 08, 2013
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Capítulo I: Morgan York
La madre se estacionó en el último espacio que quedaba de todo el sector de aparcamientos del hospital, no entró en dudas, antes lo hacía cuando llovía, su hijo no sabía por qué, pero esta vez no dudó. El hospital había sido inaugurado hace tres semanas y los enfermos llegaban por montones. Madre e hijo bajaron del auto y raudamente se dirigieron a la consulta a la cual estaban llegando tarde. “Hospital de Laguna Verde” decía el letrero a la entrada, dándole la bienvenida a la humilde familia al bello hospital. Las letras se podían divisar a kilómetros a pesar de la gran cantidad de flora que rodeaba este refugio de enfermos.
Ya adentro se dieron cuenta que el Dr. Gonzales aún no llegaba producto de las fuertes lluvias que maltrataban al pueblo como todos los fríos inviernos. La Srta. York sintió un gran alivio cuando una de las secretarias que se encontraba de turno le informó que el doctor no llegaba hasta en veinte minutos más.
Se relajó junto con su hijo en los asientos que quedaban a sólo metros de la consulta. El muchacho seguía callado, en el auto no le contestó ninguna pregunta a su madre, sólo se dignaba a ver por la ventana como los árboles se movían violentamente sobre el auto producto de los fuertes vientos, las ramas de los árboles eran como brazos que rasgaban las ventanas empapadas. El muchacho se reía, las ramas se resbalaban al tocar la ventana.
La mayoría de los pacientes del hospital eran pescadores, Laguna Verde se caracterizaba por ser un pueblo aledaño a la ciudad Valparaíso, además la mayoría de sus habitantes eran pescadores de agua salada, por ende se compartía gran parte de la ganancia pesquera además de los puertos; “hombres de esfuerzo, tierra de humildes” era el lema de los que iban a las tabernas a tomar un poco de whisky o vino tinto para los poseedores de más autoridad dentro del trabajo pesquero. La mayor parte de los productos venían de la mano de aquellos hombres de esfuerzo.
El silencio y la poca comunicación entre ambos era incómodo, a pesar de que la Srta. York sabía que su pequeño siempre fue así de sumiso y callado, nunca se pudo acostumbrar al escaso intercambio de palabras. Pasaba gran parte del tiempo con la cabeza gacha y las manos en el bolsillo, en ocasiones murmuraba y a veces tarareaba canciones de las películas antiguas que veía su padre; Charles Chaplin, era su actor preferido, le gustaba el ritmo acelerado de las canciones, era lo único que provocaba una sonrisa dibujada en su rostro joven, por lo menos curvaba su boca cuando nadie lo veía.
El doctor al fin había llegado y haciéndole un gesto con la mano a la Srta. York la hizo pasar a la consulta tan esperada.
-Disculpe la tardanza Srta. York, la secretaria me informó que había llegado hace veinte minutos.
-No se preocupe Dr. Se entiende que aún no se acostumbra al clima de este pueblo.
-Lamentablemente aun no-dijo el doctor dejando escapar una sonrisa-Bueno Srta. York, he traído las pruebas que le hice la semana pasada a su hijo. Déjeme decirle que los exámenes no arrojaron ninguna enfermedad corporal u orgánica en Elías, así que no tiene de que preocuparse por ese lado.
-Pero sigue teniendo pesadillas y alucinaciones por las noches-replicó la madre angustiada, mientras le tomaba fuertemente la mano a su hijo por debajo de la mesa.
-¿Elías ha sufrido algún trauma sicológico durante su infancia? Me refiero…divorcio de sus padres, la muerte de algún pariente, maltrato o algo parecido.
-Hemos tenido que lidiar con la hospitalización de nuestro hijo mayor. Morgan York…tiene veintiocho años, le diagnosticaron cáncer pulmonar-respondió la madre con los ojos llorosos.
-¿En qué hospital está internado su hijo?
-En el Hospital de Valparaíso, está en las afueras del pueblo.
-Lo siento mucho Srta. York-dijo el doctor con los dedos entrelazados-cualquier noticia de su hijo se la haré saber, todo hospital fuera del pueblo tiene contacto directo con éste, son las reglas del director y parte del sindicato.
-Gracias-dijo secamente la mujer.
-Bueno, volviendo al tema de su hijo, la mayoría de los jóvenes que están entre los quince años de edad, como Elías, no buscan refugio en sus padres como debería ser siempre. Existe en ellos un grado de desconfianza por el solo hecho de que la autoridad son ustedes, por ende cualquier cosa que pase, como un accidente, los culpables siempre serán los padres, ya que son vistos como los dueños de las decisiones en este caso. Ahora, este grado de desconfianza se ve reflejado en las alucinaciones o pesadillas por el solo hecho de que no tiene a nadie acorde a su edad con quien conversar. Déjeme decirle Srta. York, que por una parte pierda cuidado, hay muchos casos en el mundo con respecto a estos problemas en este ámbito de la psicología. Ahora, le voy a dar un par de muestras de algunas pastillas que podrían ser de mucha ayuda, el efecto será solo por dos meses y le recomiendo que el muchacho salga más seguido de la casa, necesita sociabilizar con su entorno, necesita aceptar el entorno, así que espero que sea parte de un círculo social bastante amplio, sería maravilloso que usted lo ayudara a integrarse más.
-Bueno doctor, estoy aquí porque quiero conversar de otra cosa que me está preocupando mucho de Elías.
-¿Qué sucede?-pregunto el doctor frunciendo el ceño.
-Estos últimos días Elías ha estado durmiendo bastante y se me hace muy difícil despertarlo para que asista al colegio. En un principio pensé que era por el exceso de tareas que traía desde la escuela, pero un día se me acerco y me dijo el motivo por el cual dormía bastante.
-¿Y cuál es ese motivo? Por favor Srta. York.
-Elías me dijo que podía entrar en los cuerpos de niños muertos hace un par de años.
El doctor González con un suspiro intento ocultar su asombro fingido, ya que era bastante escéptico en una reacción por ordenar las cosas de su escritorio. Buscando las palabras adecuadas para dar alguna explicación a la historia de la devastada mujer, no encontró nada mejor que hacerle una pregunta directa a Elías.
¿Cuándo te diste cuenta de esta extraña capacidad, Elías?
-Cuando desperté a un costado de una tumba a medianoche, leí la lápida con dificultad, estaba muy oscuro. Braulio Godoy. Al parecer estaba en su cuerpo. Recorrí todo el cementerio, no sentía miedo, porque era como algo mágico. Leí todas las lapidas posibles antes de sentir una fuerte presión en el pecho y volví a mi habitación.
-¿Hace cuánto puedes hacer esto?
-Desde que mi hermano fue hospitalizado por cáncer pulmonar-dijo Elías mientras jugaba con su dedo índice sobre el escritorio.
-¿En cuántos cuerpos has entrado?
-Trece-respondió con un hilo de voz-una vez estuve en cinco cuerpos en una sola noche.
-¿Tú crees que entrar en otros cuerpos está bien?
-No lo sé, solo tengo quince años, no le tomo el peso a esta habilidad sobrenatural…por favor no me haga ese tipo de preguntas, soy solo un niño.
 
 
-Debo admitir que es una historia increíble, y por como la relatas parece que fuera real.
-Es real-interrumpió el joven.
-No puedo cuestionar mi carrera a esta altura, llevo años en el ámbito de la psicología juvenil y para serte sincero aún sigo escéptico a todo esto, lo siento.
-Dejare pasar un par de años-dijo el joven entre dientes.
-Bueno, creo que sería todo por hoy, tengo a otros pacientes que atender, Elías necesita descansar. Organizare otra cita para unas semanas más, esto necesita un tratamiento largo.
Las palabras caían sobre la mente virgen de Elías, por otro lado su madre tiene la capacidad de aguantar la desgracia y el dolor que sentía por su hijo, guardando cada palabra entre sus ojos serios y brillosos. Elías seguía pensando en silencio y su miraba estaba atenta a sus pies que los balanceaba producto del nerviosismo.
El silencio incómodo volvió cuando ambos regresaban al auto, la madre estaba desesperada, prendió un cigarrillo mientras que su mano temblaba sin poder controlarla, los nervios y la desgracia la invadía son poder evitarla, Elías la miraba como deseando a su propia madre, pero su intención era observarla fumar. La mirada infantil seca como un desierto en el medio de un diluvio que dominaba el entorno.
-Le prometiste a mi hermano que ibas a dejar de fumar-dijo Elías mientras que su voz se apegaba a todas las ventanas del auto.
-Lo que haya prometido ya no vale-respondió conmocionada la madre-no creo que entiendas lo que estoy sintiendo ahora, aun eres muy pequeño para asimilar el problema de un adulto.
-Pero se lo prometiste a mi hermano-repitió el muchacho.
-¡Lo se Elías!-gritó la madre.
El muchacho se sorprendió producto de la reacción de su madre ante su pregunta, se dio cuenta de las lágrimas que acariciaban las mejillas de su madre completamente destruida. La hospitalización de Morgan le había pasado la cuenta, ya hace bastante tiempo que había admitido que no podía lidiar con aquello. Debido a los doce años de Elías, la muerte de su hermano mayor le hizo mal, pero supo comprimir el recuerdo y silenciar los llantos hundiéndolos en su fuente imaginativa.
Por otro lado las peleas en la casa eran constantes, el costo de los medicamentos de Morgan y ahora las pastillas de Elías que había que comprar en dos meses más eran demasiado costo para un simple trabajador de agricultura. El trabajo en ese ámbito era bastante pero, la paga era muy poca para trabajar días y noches.
El silencio muerto en el auto dejaba caer en un pozo ficticio los pensamientos tanto de la madre como del hijo convirtiendo la secuencia de miradas en una verdadera tortura incomprensible. El cigarrillo se consumió entre sus dedos mientras que su cabeza seguía apoyada en el manubrio del auto. Dejó las lágrimas secas en la manga de su chaqueta, respiró profundo al mismo momento en que Elías apoyaba su cara en la ventana, el ruido lo distraía, la madre observando a su hijo volvió la mirada al volante, prendió el auto y se marcharon.
A la mitad de la carretera donde los árboles más grandes de todo el bosque se cruzaban en lo alto formando una especie de techo de hojas frescas, la mayoría de las personas no tomaban ese camino con el miedo a que los árboles cedieran por el clima y los años y que provocaran cualquier accidente automovilístico, justo a esa altura del recorrido la madre miraba de reojos a Elías con la intención de estallar una conversación necesaria, pero por un lado sabía que su hijo no mostraba el más mínimo interés por conversar con su madre, aun sabiendo tal información Michelle York se arriesgó.
 -Me habías contado que te encontraste un perro en la casa abandonada, la que está a metros de la bencinera.
-Si-respondió en voz baja Elías
-¿Y qué nombre le pusiste?
-Laico-respondió Elías volviendo la mirada a sus pies.
-Bonito nombre ¿no crees?
-Sí. Es bonito nombre.
-Con tu padre estábamos pensando en ir al lago que tanto te gusta, ese que está rodeado de naranjos.
-No quiero ir mamá. Quiero quedarme con Laico. Debo confesarte algo mamá.
-¿Qué cosa hijo?-pregunto la madre despegando los ojos de la carretera.
-Solo puedo entrar en los cuerpos de personas que han muerto de cáncer.
La madre intentó procesar la confesión de su hijo mientras masticaba la fría comunicación entre ambos, entendía por lo que estaba pasando Elías, no quería seguir presionándolo.
El silencio los beso en la frente y les regalo el resto de la carretera.
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Foto del autor Sebastian Sick Pereira
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Descripción

Palabras Clave: El extraño del campo agrícola

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción



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