TERCILIO (Biografía de un hombre sencillo) Parte XIII - La agonía
Publicado en Sep 03, 2009
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LA AGONIA
 
Las cosas se pusieron difíciles para el matrimonio de Tercilio y Lita. El primero como era lógico no podía trabajar, mientras su esposa ocupaba todo el tiempo en los cuidados del enfermo.
Nosotros, sus hijos, estábamos desparramados por distintos lugares, yo seguía viviendo en casa de la Tía Mufla, Chipi vivía en Casa de la Tía Neni y Catita con la Tía Verónica.
La salud de Tercilio se agravaba, dado lo delicado de la salud de mi abuela, quien sufría del corazón, mi padre debió alojarse en otra vivienda, lo hizo en casa del Tío Virgilio, hasta allí yo me llegaba casi diariamente a visitarlo.
Pero un día, hubo una discusión entre mi madre y la Tía Verónica, esto hizo que decidieran alquilar un gran habitación en la Casa de la Familia Rotta, al costado de la Avenida Belgrano, según decían allí se facilitaba la atención del enfermo, había cierta intimidad en la pareja, para hablar si de esta manera podría señalarse el dialogo que mantenía mi madre con mi padre, quien en una libreta le escribía consejos y mensajes para cuando el ya no estuviera.
Esta pieza, quedaba cerca de la Casa de mi Tía Mufla, y yo diariamente asistía a ver a mi padre. Cada día más demacrado, triste, nervioso. Como un hoja de afeitar caló en mi alma aquella visión de este espectro que había sido un hombre fuerte y sano: el caño de la sonda enrollada en la frente, el agujero de la respiración traquial, tapado con un barbijo para que no se viera. Yo hablaba con mi madre lo poco que podía hablar un niño de 8 años.
Varias veces supe que mi padre durante la noche o la mañana "casi murió", siempre un médico amigo lo sacaba de las crisis para revivirlo y sostenerlo en su agónica situación algunos días más.
Aquella mañana de otoño, fue clara y soleada, Tercilio tenía cerca de la ventana una mesa donde estaba su libreta de anotaciones, que era casi como un diario de sus últimos días, él mismo limpiaba los utensilios de la respiración traquial, unos tubos de aluminio o metal parecido. Se afeitó, desayunó lo habitual, jugo de compota colada, para que no se obstruyera la sonda, luego se afeitó.
Volvió a acostarse, la enfermera vino a colocarle la dosis de morfina que lo mantenía al margen del dolor. Fue cuando sufrió una nueva descompostura, se apoyó en la cama, reclinó la cabeza totalmente cana a pesar de tener tan solo 41 años, y exhaló sus últimos tres suspiros, con la mano izquierda hacía señas a mi madre para que se tranquilizara, quien dándose cuenta que le llegaba el fin, lloraba a gritos y con la otra se aferró a la sábana como queriendo sujetarse a la vida y su último pensamiento fue para pedirle a Dios que sus hijos no quedasen desamparados, que tuvieran un destino mejor. Sus ojos se cerraron, su cuerpo se crispó en la dureza de la muerte y su alma voló para siempre. Afuera la vida era cotidiana y continuaba como siempre, solo rompía la monotonía del día, el canto alegre de los gorriones en la vereda. Era el 16 de Mayo de 1967, había muerto mi padre.
Yo estaba en la escuela 62, donde cursaba el 3er. Grado, el Tío Chichito vino a buscarme, me dijo que daríamos un paseo, lo raro era que andaba en el automóvil del abuelo un Valiant III, me comentó secamente, como era él, directo, sincero, si vueltas: - tu papá murió. Recuerdo que quise abrir la puerta del auto, tirarme afuera. Pero el tío me expresó que tendría que ser fuerte, ser hombre, cuidar a mi madre, ser bueno. Envecejí tanto aquel día, tal vez una década en el alma, lo que me haría permanentemente distinto, comenzaba mi vida de huérfano.
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Foto del autor Diego Luján Sartori
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Descripción

Yo estaba en la escuela 62, donde cursaba el 3er. Grado, el Tío Chichito vino a buscarme, me dijo que daríamos un paseo, lo raro era que andaba en el automóvil del abuelo un Valiant III, me comentó secamente, como era él, directo, sincero, si vueltas: - tu papá murió. Recuerdo que quise abrir la puerta del auto, tirarme afuera. Pero el tío me expresó que tendría que ser fuerte, ser hombre, cuidar a mi madre, ser bueno. Envecejí tanto aquel día, tal vez una década en el alma, lo que me haría permanentemente distinto, comenzaba mi vida de huérfano.

Palabras Clave: Escuela agonía madre padre muerte

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Moraleja & Fábula


Derechos de Autor: Diego Luján Sartori

Enlace: dielusa@hotmail.com


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