TERCILIO (Biografía de un hombre sencillo) Parte XII - El Viaje a Buenos Aires
Publicado en Sep 03, 2009
Prev
Next
Image
EL VIAJE A BUENOS AIRES
Chichito y Tercilio se embarcaron para Buenos Aires, en el Hospital Italiano, el primero recibiría unos importantes estudios para conocer su dolencia.
El viaje se hizo en tren, como era habitual en aquella época. La marcha era tediosa, demoraba por lo menos una noche y dos días, cuando no más. Además había que utilizar el ferry que aumentaba aún más la demora.
En el viaje los compadres conversaron amenamente. Tercilio disfrutaba del paisaje diferente al misionero y todo lo registraba con su inteligencia e imaginación.
En aquella época, para trascender el Paraná había que usar el ferry, varias horas entre la espera, el embarque y desembarque de vagones y máquinas. Y la charla siempre amena entre los compadres.
Allá por la Capital los amigos recorrieron los lugares habituales para gente del interior: el Luna Park, el Zoológico, el Ital Park, la costanera, Aeroparque y Ezeiza, el Puerto, la Boca, la Casa Rosada, la Plaza de Mayo y el Cabildo. El obelisco, la Avenida 9 de Julio, la Catedral.
Hasta que Tercilio fue atendido por los especialistas, no le tenían buenas noticias, un tumor canceroso maligno en la laringe lo afectaba y estaba en estado muy avanzado.
Yo estaba hospedado con mi madre y mi hermana Chipy en casa de mis abuelos, en tanto que la pequeña Luli vivía con el Tío Virgilio. Sonó el teléfono, hubo un revuelo de gente, el abuelo hablaba fuerte y gesticulaba, mamá lloraba y todos tenían un aspecto sombrío.
Lo único que pude entender antes de dormirme era que mi madre debería viajar a Buenos Aires, que papá estaba muy mal y debería ser operado.
En el interior de la habitación de la casa del abuelo, la que no podré olvidar nunca, fijaba mi vista en los detalles más pequeños y llamativos: la instalación eléctrica sobre la pared, las tasitas de baquelita aislantes, los contactos, los enchufes, el foco pálido y amarillento, las persianas y las ventanas. El cielorraso de machimbre con adornos, en fin un mundo personal y propio. Mamá rezaba sollozando en silencio un rosario, puertas adentro de su habitación aislada de la gran casa donde vivían además la Tía Dora, el Tío Nene y sus tres hijos.
Mamá me preguntó dónde quería quedarme, durante su ausencia. Yo elegí vivir con la Tía Mufla, esposa de Chichito, la casa era grande y linda y ella buena y comprensiva y sobre todo había revistas y libros que me permitían mirar y leer. Allí permanecí hasta luego del fallecimiento de mi padre.
Mamá marchó a Buenos Aires, todo estaba listo para la gran operación, era la década del 60, los avances de la ciencia eran promisorios, pero no tanto.
La operación en sí fue buena. Realizada con maestría, por profesionales idóneos. Papá y mamá albergaron una esperanza. Volvieron de Buenos Aires, papá aunque había perdido la voz, no perdió el buen ánimo y talante. Escribía en una extraña pizarra de auto borrado sus ideas, con un lápiz. A veces me gustaba garabatear en ella, sentado en las escaleras del fondo de la casa del abuelo, en silencio, solitario.
Diariamente los Tíos Chichitos, Mufla, Papi (Hermano de mi madre), Chicho (esposo de la hermana menor de mi madre, Neni) los propios tíos que vivían en la casa del abuelo: Nene y Dora, el Tío Virgilio, la Tía Verónica, en fin una constante filas de parientes y amigos visitaban la casa del abuelo para ver a mi padre. Las charlas eran alegres y  triviales para levantar el ánimo del enfermo.
Un día supe que papá haría un viaje hasta 25 de mayo, localidad donde ahora vivían muchos de sus parientes, incluso sus padres, su hermano Aníbal y Cuinto, su hermana Odila. Lo hizo en compañía del Tío Virgilio en un vehículo de la Tienda la Europea, donde trabajaba el último. A su modo habló con todos, pero en lo íntimo él sabía que se estaba muriendo, y era ese viaje una despedida de sus seres queridos.
Al volver sufrió un recaída, lo más que recuerdo de su enfermedad, eran la inmensa cicatriz que atravesaba su cuello de oreja a oreja, su mudez y el orificio de la respiración traquial.
Volvieron a Buenos Aires. En comparación con la primera vez, el viaje fue relámpago, recuerdo cuando mi padre y mi madre bajaron del colectivo Singer, frente a la casa de la Tía Neni, yo estaba allí, corrí con desesperación y alegría a abrazar a mi padre, mi madre me alejó del él, no podía siquiera tocarle el cuello hinchado y dolorido, su cara había envejecido mucho, tanto que no parecía ser el mismo. Y lo que más me impresionó fue el caño de la sonda para alimentarse, envuelta en caracol y pegada con una cinta a la frente. Aunque no lo demostré, en silencio mi corazón lloró, lágrimas de grande y sentido dolor.
Página 1 / 1
Foto del autor Diego Luján Sartori
Textos Publicados: 209
Miembro desde: Jun 30, 2009
0 Comentarios 712 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Un día supe que papá haría un viaje hasta 25 de mayo, localidad donde ahora vivían muchos de sus parientes, incluso sus padres, su hermano Aníbal y Cuinto, su hermana Odila. Lo hizo en compañía del Tío Virgilio en un vehículo de la Tienda la Europea, donde trabajaba el último. A su modo habló con todos, pero en lo íntimo él sabía que se estaba muriendo, y era ese viaje una despedida de sus seres queridos.

Palabras Clave: Buenos Aires tren enfermedad tristeza

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales


Derechos de Autor: Diego Luján Sartori

Enlace: dielusa@hotmail.com


Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy