TERCILIO (Biografía de un hombre sencillo) Parte X - Segundo Santos Sartori
Publicado en Sep 03, 2009
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SEGUNDO SANTOS SARTORI
 
Segundo Santo Sartori era el segundo hijo (como queda dicho) de Juan Sartori. Agricultor, padre prolífico, hablador, tomador de vino y de cuando en cuando bochinchero.
Tenía en Aristóbulo del Valle Chico una finca donde trabajaba con tabaco criollo, criaba chanchos, sembraba maíz porque era adicto a la polenta de choclo y carne de pollo; la que solía comer con cuchara porque la ingesta le resultaba más abundante; ya que degustaba con gula este plato y como no ser de otra manera el parral con cepas cuidadas y elegidas, que sangrarían luego en apetitoso y etílico vino patero.
Una tarde una comisión policial, formada por un veterano Sargento, un cabo y un agente llegaron hasta la chacra del Tío Segundo para detenerlo, porque había protagonizado un desorden en un almacén de la zona, rompiendo vitrinas y botellas.
Llega la policía, el Sargento algo prepotente grita desde el patio:
- Acá vive Santo Segundo Sartori, y espera confiado una respuesta sumisa, mientras el Cabo apresta las esposas.
Su Seguro Servidor, le responde con voz potente, desde adentro. Aclarando - preguntan por las 3 S, yo les responde con las 3 S. Si Señor Soy Santo Segundo Sartori, Su Seguro Servidor.
Los policías quedan algo sorprendido, pero mi tío les invita con amabilidad y vos potente
- Pasen, Sres., pasen, están Ustedes en la casa de un agricultor.
De inmediato lo hijos traen sillas. Segundo Sartori solicita al jefe de la partida:
- Mi Sargento, me imagino que Ud. que es un hombre educado permitirá que este humilde trabajador de la tierra se bañe y cambie de ropa, tome una manta y un bolso para marchar con dignidad al calabozo.
El suboficial asiente, es cuando Segundo despliega toda su gracia, verborragia y personalidad atractiva y atrapante: - mientras me baño, permítanme invitarles un vino casero, hecho por mi mismo. Sus hijos acercan con diligencia una mesa, una damajuana de vino y dos copas de vidrio grueso de capacidad generosa y con mango. Mientras los cansados policías beben el vino, Segundo cuchichea algo a su mujer y sus hijos mayores, hay un cacareo de gallinas en el gallinero, y chilla un chancho en el chiquero, por una picadita Rubén el hijo mayor sale al trote a buscar a un vecino acordeonista.
Al cabo de una hora Segundo se presenta, bañado, afeitado, peinado a la gomina, con una manta en el brazo y un bolsón, deja las pertenencias sobre una silla se sienta con los policías, llega el acordeonista, se enciende un fuego y se hace un asado suculento. Tres Días dura la jarana, hasta que el propio comisario sale en busca de la partida... Terminada la fiesta, por suerte nadie fue preso, ni mi tío, ni los policías.
Cuando quería visitar a mi padre, enganchaba cuatro caballos a un carro al que solían ponerle, incluso una estructura de lona como techo, lo que permitía que viajara aún con lluvia.
Al trote o galope con los nobles brutos al tiro emprendía el viaje hacia nuestra casa, a su lado su esposa en la caja entre mantas, como llamaba mi tío a las frazadas llegaba al amplio patio con un ruido de atalajes, bufidos de caballos y el estentóreo saludo:
- Hola comadre; va el alegre saludo a viva voz "cómo e que va mai" (en portuñol), a su madre; y los saludos en diminutivo a los hijos de Tercilio: Hola Dieguito, Hola Chipita.
Él bajaba lo que traía de la chacra mandioca, choclo, naranjas, un cerdo limpio y se armaba la comilona.
El choclo se molía en la máquina de hacer maíz pisado para que rindiera más y un tacho lleno de la jugosa pasta era la base de abundante y suculenta polenta
- Comadre tiene que hacer ñoquis, pedía a Lita, y las idas y venidas, largas charlas en torno del mate o la jarra de vino.
No faltaba algún otro pariente que se sumaba a la alegre reunión con una guitarra o con un acordeón. Todo esto pasaba en la casa grande, mientras que los chicos en el patio del terreno de abajo jugaban; allí aprovechando el declive del terreno y la ausencia de inoportunas miradas de los mayores, jugaban los primos.
Una de las travesuras más festejadas era la de largar el carro por la pendiente, y conducirlo a través de sendas cuerdas colocadas a la lanza, cuando se llegaba al lugar de peligro se recurría al sistema mecánico de frenado del carro. En medio de las idas y vueltas, con alborozadas risas. ¡Valía la pena empujar entre todos el carro hacia la loma y desde allí largarlo cuesta abajo! En lo mejor de las idas y venidas ocurre un percance, a uno de los hijos de Segundo se le escapa la soga con la lanza y el eje delantero de dirección gira 90 grados, las ruedas delanteras se bloquean y el carro da un tumbo espectacular, quedando las cuatro ruedas para arriba
Por suerte nadie sufre lastimaduras de consideración. En ese momento el tío Segundo ya había descubierto la picardía y venía encolerizado con el rebenque en la mano, Tercilio lo apaciguaba y tras convencerlo de fabricar chorizos juntos, el incidente no tuvo mayor represión. Eso si, a cada rato los pillos niños recordaban el incidente, se reprochaban el error y luego echaban a reír a carcajadas.
Una madrugada cualquiera, ya sea porque se había aburrido, o había estallado algún incidente, tan ruidosamente como había venido, el Tío Segundo partía a su hogar. Dejando detrás suyo toda la mística que tenía, de un ser un hombre pintoresco.
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Foto del autor Diego Luján Sartori
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Descripción

No faltaba algún otro pariente que se sumaba a la alegre reunión con una guitarra o con un acordeón. Todo esto pasaba en la casa grande, mientras que los chicos en el patio del terreno de abajo jugaban; allí aprovechando el declive del terreno y la ausencia de inoportunas miradas de los mayores, jugaban los primos.

Palabras Clave: Guitarra acordeón riñas policía carro comida polenta maíz

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Moraleja & Fábula


Derechos de Autor: Diego Luján Sartori

Enlace: dielusa@hotmail.com


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