TERCILIO (Biografa de un hombre sencillo) Parte IX - La nona
Publicado en Sep 03, 2009
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LA NONA
La "Nona", madre de Tercilio, era un matrona de sangre italiana, fuerte, habladora, hacendosa. Cada mañana con Diego preparaban una olla grande de quirera (Maíz molido) en una máquina para los pollitos y desgranaban maíz para los pavos, patos, gallinetas y gallinas. Un fiel perro, llamado Chino, blanco, lanudo, los seguía a todas partes. Luego ordeñaba la vaca, en esta ocasión Chipy y Diego se servían de la propia teta, un suculento vaso de leche cruda, con una base de azucar o miel de abeja: ¡Qué delicia!. Así pasaban los días en jugar por el gran predio, que a los ojos de la infancia parecía tan inmenso.
La pieza de la "Nona" encerraba un baúl de misterios, siempre limpia y ordenada, tenía una puerta-ventana de acceso, la parte de arriba casi siempre abierta para que se ventilara, la de abajo para cortar el acceso a los niños. Pero a veces se rompía la rutina, era cuando Diego y Chipy podían hurgar en el viejo baúl, les llamaba la atención una antigua revista de iniciación religiosa donde predominaba e impresionaba un dibujo alegórico del Diablo peleando con Dios. Un cuchillito de aluminio y otras cosas que la abuela guardaba con cierto primor. Como así unas fotos añejas. Eran motivo de risa y curiosidad ver a la Nona coser, con tres dedales.
Afuera, el terraplén era tentador y cada tanto se convertía en un tobogán natural, que para alegría de los niños a veces mejoraban la aventura mojando el terreno y deslizándose cuesta abajo, quedando la ropa a la miseria, lo que generaba grandes disgustos tanto de la Nona, como de Lita.
Días hermosos, de gran alegría, el padre, la madre, los niños, los amigos, los parientes.
Por las noches Tercilio leía a sus hijos historias y cuentos, especialmente un relato que promocionaba un tónico brasileño y la historia de Seu Yeca Tatú Monteiro Lobato, que tras tomar el tónico él y su familia recuperaron fuerzas trabajaron y progresaron, especialmente se recomendaba el uso de zapatos, a tal punto el personaje quedó satisfecho con la recomendación que decidió poner zapatos a los chanchos, vacas, gallinas y todo ser vivo de la estancia.
Diego ya iba a la escuela, tras haber pasado por una maestra de pre escolar particular, sabía leer y junto a su padre descifraba los titulares del Diario "EL TERRITORIO", único medio escrito que por entonces llegaba a Aristóbulo del Valle, de mano del distribuidor amigo de Tercilio "Tongo" Krieger.
Por entonces, Tercilio protagonizó algunos incidentes que son de anécdotas familiares, siempre relacionados con su particular modo de ser.
Una noche iba al baile con su esposa Lita, cuando policías pistola en mano lo detienen a la vera del camino, pidiendo que lo lleven. Surge este diálogo:
Tercilio: - Buenas noches. ¿Qué pasa, por que me detienen y con armas en la mano?
Policías: - Porque tenemos ganas y queremos que nos lleve al baile.
Tercilio: - Yo en mi auto llevo a quien quiero y a ustedes, por prevalecidos no les pienso llevar.
Policías: - Ud. Tiene la costumbre de andar armado, puede entregarnos su revólver.
Tercilio: - Mis revólveres, querrán decir, por tengo dos 44, y son míos, los adquirí con mi dinero.
Policías apuntando a la pareja: - Arriba las manos, entregue las armas.
Tercilio se baja del auto - ¿No conocen ustedes, un librito, que tiene pocas hojas, pero mucho contenido, la constitución de la Provincia de Misiones, allí hay un artículo que autoriza a los ciudadanos a portar armas y nada tiene más valor que esa ley. ¡Guarden las armas! Les increpó autoritario. Los policías dudaron, guardaron sus armas. Tercilio sube a su auto y sigue camino al baile con su esposa, los policías debieron esperar otra conducción. Al rato vuelve, y los busca. Es una lección de vida, que los hombres públicos asimilan, se disculpan y nace entre ellos una sincera amistad.
En otra oportunidad tras ir a visitar a su hermano Cuinto, y pasar el día en alegre algarabía, degustando de un asado de lechón, un guiso de arroz, haber tomado unas cañas y unos vino, volvía Tercilio en su automóvil con su esposa y sus dos hijos. ¡De pronto divisa a lo lejos un caballo conocido! De inmediato reconoce que es "Mancha" su pingo preferido, detiene el vehículo y ve a su peón, un correntino ataviado con traje típico, picado por el alcohol y que había sacado el caballo sin permiso, aunque la bella montura era de su propiedad. Al plantearle, mi padre, que lo que había echo estaba mal, el mozo, tanteó el mango de su cuchillo, Tercilio corrió la camisa, el 44 pudo más y convenció al díscolo empleado. Le sacó el freno, fue a la policía hizo la denuncia y sanseacabó. Al otro día el peón tras salir del calabozo armó sus cosas y se fue, el recuerdo más grave que tuve era que llevaba la montura al hombro y una valija en la mano.
La casa grande, estaba arriba sobre la ruta, la casa de servicios abajo, en un terreno perpendicular al anterior, allí pasaba Tercilio y su familia las horas del descanso nocturno. Allí preparaban en un gran tacho comida para los cerdos, en un determinado momento cuando se decidieron con un peón bajar la comida del fuego, el asa del tacho cedió y el caldo hirviente le cayó sobre la pierna, provocándole una gran quemadura que lo dejó en cama muchos días.
Otra anécdota que lo pinta de cuerpo entero en cuanto a sus actitudes fue una noche cuando fue al Club Social y había una mesa de juego de cartas con fuertes apuestas, el pidió un lugar; los ricos del pueblo le dijeron que no había lugar para puados, volvió a su casa, tomó todo el dinero guardado durante varios días para la compra de ganado vacuno en pie, se colocó el 44 en la cintura y volvió a pedir un lugar en la mesa. Lo esquilmaron. Al amanecer Lita lo esperaba ansiosa lista para tomar el colectivo y llevar el dinero a Don Dinarte para que le mandara más ganado. El solo se limitó a hacer un comentario: - Vieja, no vas a viajar. Luego le contó lo sucedido, fue tal vez una de las pocas discusiones que escuché de mis padres. Luego el silencio y las faenas diarias. Fue un muy mal paso, que inició el camino hacia la banca rota.
Bajo un parral inmenso, donde me enseñaba a leer un texto que hablaba de un hombre que podaba las parras, mi padre me daba consejos de aplicación y contracción en el estudio. Desde entonces me devino un gran amor por la lectura y los libros.
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Foto del autor Diego Lujn Sartori
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Descripción

Bajo un parral inmenso, donde me enseaba a leer un texto que hablaba de un hombre que podaba las parras, mi padre me daba consejos de aplicacin y contraccin en el estudio. Desde entonces me devino un gran amor por la lectura y los libros.

Palabras Clave: Nona gallinas pavos conejos perros padre hijo parral libros estudio policas baile incidente

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales


Derechos de Autor: Diego Lujn Sartori

Enlace: dielusa@hotmail.com


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