CÓMO CONOCÍ A GARCÍA MÁRQUEZ
Publicado en Oct 14, 2013
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Cuando tenía, no sé, veintícuatro o veintíseis años; de verdad no lo sé, no lo recuerdo, como tampoco, seguramente, recordará ese encuentro el gran escritor cuando le dí la misma mano que me tapé en la ducha con una bolsa de plástico durante dos semanas para que no se fueran la vibraciones entregadas por Pelé en el campo de fútbol que visitó en una de las zonas de Acapulco, que en los setentas fue una de las más bravas: la colonia Progreso donde nací y crecí.
En uno de esos días nacionales de los ochentas, me fui solo, como muchas veces lo hice, a conocer ciudades de México. Agarré mi mochila y mi saco de dormir, que todavía lo tengo, y me lancé a otra aventura más. San Miguel Allende me esperaba para dar el Grito de Independencia. Pero, con lo que yo no contaba era que muchos de mis paisanos también se querían sentir Miguel Hidalgo y Costilla. Caminando por las calles de ese pueblo colonial, no encontré ningún alojamiento que le diera descanso a mis costillas. Pero no me importó, yo llevaba mi saco, o sea, mi sleeping -¨me siento muy intelectual cuando escribo en inglés¨- como los chavos de hoy, que se creen ¨muy muy¨ porque lo hablan y que no quieren dormir como ¨pordioseros¨ en un parque como lo pensé yo en esas vacaciones. Así que mirando las obras arquitectónicas -no olviden que, primeramente fui arquitecto y, ahora un intento de escritor-, estuve buscando mi banca. Naturalmente ¨Edubiges¨; mi solitaria, ya estaba hambrienta, en consecuencia hice una pausa y entré a un restaurante, naturalmente, lleno de ¨Morelos¨ y ¨Leonas Vicarios¨. En una de las mesas observé unos paisanos del que fuera asesinado por Benito Juaréz, porque carajo; ¨"Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz¨ -parace ser que esta gran frase no la han entendido los norteamericanos-. El ¨presidente indio¨ quería que no nos quitaran la libertad después de que nuestra Independencia costó muchas vidas. Ahora hay un ¨indio presidente¨ con cara de ¨actorcito¨ que quiere vender todo México con sus reformas -otra vez, aunque no lo quiera, hablando de política-. Asi que, para no salirme de tema, sencillamente me senté a comer en la mesa con esta pareja de austríacos, o serían franceses. En realidad, eso, de las nacionalidades, tampoco importa, sino lo que después vino, sin acento porque también tomamos vino... 
Él ¨austríaco francés¨ era periodista y la ¨austríaca francesa¨ era bailarina y yo un arquitecto mexicano sin cuarto de hotel. Así que cuando escucharon mi historia, se miraron a los ojos y se pusieron de acuerdo para que yo durmiera con ellos. Bueno, tampoco con ellos, no sean mal pensados, sino en su casa de San Miguel -aunque hablando de tríos, algunas veces si he pensado en eso de las ¨trilogías¨, naturalmente con dos mujeres-. En esa ocasión, realmente, me faltaba ¨cariño femenino¨. Dejé mi mochila y mi saco de dormir en la sala de danza donde la bailarina daba clases de ballet, que en esos días estaba vacante.
Con la tranquilidad de poder dormir bajo un techo me fui, ahora sí, a conocer tranquilamente ese pueblicito colonial con sus calles empedradas. Luego de un cafecito con leche y un pan, regresé a dormir solito a esa sala fría. Cuando abrí la puerta, ellos también salían -sí, aunque ustedes no lo crean, los ¨güeritos¨ me dieron una llave de su casa-. Él no me dejó entrar porque me invitó a una cita que tenían. En la ¨pizzería¨ un escritor ya nos estaba esperando, para decirlo mejor, los estaba esperando. Luego de que la pareja lo saludó, tocó mi turno de dar la la mano al que ya había ganado el Premio Nobel de Literatura. Después del saludo, yo me quedé durante toda esa velada bien calladito y con la boca llena de baba escuchando todas las anécdotas del gran narrador. Una de ellas que es bastante conocida y que yo nunca olvidé, luego de que el escritor se regresará de la carretera México- Acapulco a su casa a escribir su gran novela, se las voy a contar como la escribí en mi libro ¨Cama Democrática¨:

EL EDITOR

Esa noche no solamente platicamos sobre nuestros traumas o sobre la cloaca apestosa existente en todos los partidos políticos, así como nuestro infinito problema económico, sino de otros temas más agradables. El Editor, otro de mis invitados, nos deleitó con anécdotas de escritores consagrados. Dos de ellas se me han quedado grabadas en mi memoria, porque cuando las iba contando le brillaban los ojos como si fueran parte de su vida, sobre todo, la de García Márquez que tuvo que dividir el manuscrito de ¨Cien Años de Soledad¨ en dos partes desde México porque no tenía dinero para mandarlo completo por el correo postal a una editorial en Argentina. El Editor también dijo que su mujer pidió prestado dinero para mandar la otra mitad. Creo que esto último, El Editor lo inventó, porque hasta la fecha sobre este préstamo no he escuchado nada...
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Foto del autor Carlos Campos Serna
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2 Comentarios 359 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Un encuentro inesperado con García Márquez

Palabras Clave: Premio Nobel escritor casualidad

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales


Creditos: Carlos Campos Serna

Derechos de Autor: Carlos Campos Serna


Comentarios (2)add comment
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ADRIANA HORMINOGUEZ

MUY BUENOOOOOOOO
Responder
October 14, 2013
 

Carlos Campos Serna

Gracias adriana por tu comentario...
Responder
October 14, 2013

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