Amo vestirte y desvertirte con listones y corolas
y colocarte al cuello algas ultramarinas.
Tienes el aroma generoso de la casa y del hogar
y alrededor de la boca residuos de azúcar.
Me gusta que andemos de la mano por los amplios vergeles
y llenarte del olor milenario de la leña y del sándalo
mientras tatuo nuestros nombres en electricos nogales
que se echan a dormir entre soplos silentes.
Me gusta entrar contigo en los argentes laberintos
donde he encontrado refugio para mí y para mis letras.
Me encanta besarte hasta sentirme embriagado
y madurar mis besos en tus labios lozanos.
Amo tocar tus lomos y acariciar el arco de tu pie.
A veces nos movemos a ritmo de otros mundos:
Criaturas instantáneas hijas de mis versos
y compartimos panales de mieles silvestres.
Otras veces somos más rápidos y violentos
que las luces de las lámparas y el girar de las particulas.
Por más que te niego eres real y sincera.
Tú, que en otros tiempos fuiste inaccesible
y dejaste moretones agudos en mi alma inmortal
hoy regresas desde las sempiternas atalayas,
escoltada por cien caballeros funestos
para pagar con creces el amor que me adeudas
y hacer del reencuentro un punto de partida.