GRACIAS A LA VIDA...Y NO ES LA CANCIN
Publicado en Oct 06, 2013
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      Llegué a la una de la madrugada al último país comunista de Europa, no para ser un turista, sino para pasar tres años de vida en Albania, quizás hasta seis. Las calles eran tranquilas, casi sin autos, casi sin personas. Camino al hotel, observé como arquitecto, museos, mezquitas, teatros y edificios iluminados como recién restaurados. Pasando por una de las calles principales de Tirana me llamó la atención un edificio que parecía una sombra muerta sin iluminar.
      Luego de dormir en un cuarto de hotel el cansancio de un viaje en avión de veintícuatro horas, me levanté muy temprano para ver la ciudad desde lo alto del hotel. Cuando abrí la cortina, lo primero que se me apareció enfrente de mis ojos fue ese edificio demacrado y sin maquillaje. Con la tripa hambrienta, bajé a desayunar al restaurante. Luego del desayuno intenté leer el periódico, sin ningún resultado. El curso de albanés no funcionado, comprobando, una vez más, que no soy un genio en idiomas extranjeros. Salí a caminar en los alrededores del hotel, acompañado con el frío de la mañana, esperando la cita que tenía con una persona que me ayudará a buscar una vivienda. Algunos minutos después de ese corto paseo, estuve con él en su auto.
     Con mi mocho inglés le pregunté por qué no reparan esa pirámide, cuya sombra me había intrigado la noche anterior, pues esta obra arquitectónica podría ser un atractivo para la ciudad. Él me contestó que nadie tiene el deseo de restaurar es negro edificio lleno de moho, es más, me dijo que si quiero, podría pisotearlo y aventar piedras sobre los vidrios ya rotos, sin tener miedo ni a los policias, pues ese edificio es la máxima representación de una dictadura. Después salimos a buscar una vivienda para vivir en un país donde se respira libertad.
     Al otro día, toda la mañana buscando casa, por ahí hay un departamento que nos gusta, quizás para el primero de noviembre ya estemos  en lo que será nuestra vivienda en Albania pues, aunque la rentemos la sentiremos, seguramente, como nuestro hogar.
      En la tarde, luego de una siestecita mi mujer y yo nos dirijimos a un evento donde se presentó un autor que en la época del comunismo perdió su libertad por el simple hecho de escribir en contra de la dictadura. Lo privaron de ver el meditérraneo durante veinte años. En la cárcel él deshacía los cigarros para quedarse con los trocitos de papel sobre lo que escribió sus anécdotas -un diario y una novela-.
     Como yo viví libre en Acapulco. A mí nunca se me hubiera ocurrido asociar la libertad con el que, cuando fui niño, casi me lleva a la otra vida porque nunca le tuve miedo. Una vez sin saber nadar me metí al poderío de sus olas que me empezaron a jalar a sus profundidades. Sin poder respirar luché con todas las fuerzas de mis brazos para salir a la orilla. En un momento que ya no sentí oxígeno y me abandoné con resignación a la muerte, vi la presencia de Moisés que me abría un camino como en la película de los sietes mandamientos. De repente, todo revolcado, acostado sobre la arena vi el cielo azul y algunos rayos solares los cuales también me molestaban cuando iba a practicar fútbol a la playa donde algunas veces salí con las rodillas y las nalgas raspadas, que también me las curaba el agua de mar porque todavía tenía más yodo que caca. Pero lo que más me gustaba era cuando los fines de semana iba a observar esos biquines que mostraban en toda su plenitud los cuerpos esculturales de algunas turistas que despertaban en mí una calentura, la cual, algunas veces también contaminó el agua del mar que el escritor extrañó en la cárcel por no poder observar su inmensidad sin fronteras, antes de que el dictador sembrara miles de ¨bunkers¨ a lo largo de la playa porque tenía fobia de ser invadido.
        Luego de la lectura de este ¨anarquista¨pasamos al ladito del famoso edificio abandonado. A pesar de que observé algunas personas sobre él, yo me quedé con las ganas de pisotearlo pues no había tiempo de subirme, ni tampoco de echarle, mínimo, una salibita. Mi mujer, como se sentía cansada, me jaló hacia la avenida para tomar un taxi. Esperamos varios minutos sin que pasara ninguno. Antes, yo me había burlado del anuncio que estaba pegado al lado de los números de las butacas del teatro. Éste tenía el teléfono de una compañía de taxis. Así que, sin conocer este detalle de la cultura albanesa, no tuvimos otra alternativa que meternos al cafe más cercano para descansar para después continuar caminando hacia el hotel donde estamos hospedados. Ahí pedí un café con leche. Primeramente el mesero me trajo un café macciato el cual quise cambiar con señas porque el mesero no hablaba inglés: mostrándole un vaso  parecido de donde iba a tomar agua, quisé que me sirviera en otro mi café con leche. Mi error fue enseñar su transparencia con hielo, por lo tanto recibí un cafe helado, el cual, agradeciendo a la vida por estas experiencias, me lo tomé diciendo: ¨Falamenderi¨ que significa gracias...  
  
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Foto del autor Carlos Campos Serna
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Descripción

Una semana en albania

Palabras Clave: vida experiencias libertad

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales


Creditos: Carlos Campos Serna

Derechos de Autor: Carlos Campos Serna


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