TERCILIO (Biofrafa de un hombre sencillo) PARTE II La vendimia
Publicado en Sep 01, 2009
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LA VENDIMIA
A las cuatro de la mañana de un día martes del mes de diciembre de 1935 la casa de Juan Sartori vivía un bullicio diferente mientras doña Catalina encendía el fuego para dar el desayuno a Lucía, Primo, Segundo,Tercilio, Aníbal, Quinto y Virgilio, Juan con sus dos hijos más grandes se encaminó hacia el galpón donde daba el último toque a más de veinte tijeras para cortar los cachos de uva; encendió un fuego grande sobre el que puso una olla negra de grandes dimensiones para cocer un guiso para unas cien personas. En tal día en su casa sería el "ayutorio" todos sus vecinos unas 10 familias completas vendrían a cosechar las uvas y pisarlas en una gran tina para hacer luego el vino.
Salió al chiquero con Primo y Segundo escogió un cerdo grande y gordo al que sacrificaron y comenzaron a limpiarlo. No había amanecido aún cuando varios paisanos suyos, dos alemanes y un criollo lo estaban ayudando en todo. En tanto que en la cocina Doña Catalina y sus comadres comenzaban a servir un rico desayuno consistente en te con leche, pan casero, manteca, ricota, crema de leche, dulce de caña con duraznos, uvas, naranjas...
El bullicio iba en aumento las chanzas entre los hombres, el cuchicheo entre las matronas y el juego de los niños y los adolescentes algunos que se miraban ya con ojos de hallar durante el día el amor de su vida.
La caña áspera y fuerte el vino "patero" (pisado con los pies) era la bebida de los hombres.
Apenas el sol despuntaba alegre y fuerte en el horizonte decembrino todos: hombres, mujeres, jóvenes, viejos, adolescentes y niños... Tomaron sus canastas y tijeras yendo al parral.
Mientras tanto en plena tarea, allí en medio de la plantación las tarantelas que salían de un acordeón y una guitarra; que de cuando en cuando todos coreaban en italiano alguna canción familiar le ponía ritmo de alegría.
Como hormigas fueron llevando las canastas a una gran tina redonda de madera... Cuando el sol comenzaba a quemar el semblante hacia media mañana las mujeres salieron a ver los detalles de la comida que compartirían.
Promediando el día volvían todos bajo la acogedora sombra de los grandes árboles: a tomar un trago de caña, vino, mate o un jarro de agua recién sacada del pozo. La mesa estaba servida, pulcra, limpia, tablas sobre caballetes: lechón asado, guiso de pollo, pan salado y dulce, jugo dulce de uva como refresco para las mujeres y niños, limonadas, mandioca, batatas era la comida sencilla y abundante de los trabajadores de la tierra.
Antes de comer se lavaban las manos, la cara y cada cual se sentó donde quiso la charla era amena y divertida alentada por el alcohol que ya hacía efecto en algunos. Antes de comer se levantó al cielo una plegaria por la buena siembra para que no falte el pan por la salud, la familia y la amistad.
Apenas terminaron de comer Tercilio con 9 años se acerca a su padre y en portugués le da cuenta de sus anotaciones en una libreta: cantidad de canastas, peso aproximado del producto y posible rinde, Juan lo escuchó atentamente y daba cuenta a sus amigos de las cualidades de su tercer hijo en cuanto a escribir y calcular.
Terminado el almuerzo hecha una sobremesa que incluyó el relato de alegres anécdotas, chistes, canciones, algún baile y eventuales cantores, el emotivo recitado de otro; la condolencia por la muerte de algún vecino, hacia las 16:00 hs. cuando el sol comenzaba su descenso hacia el ocaso daba inicio a la segunda parte del trabajo que era pisar las uvas, recoger el mosto; los jóvenes hombres y mujeres entraban a la tina y al ritmo de alegres tarantelas pisaban la vid que generosa sangraba en el espeso jugo negro que sería  el vino alegre. Los niños entraban a la tina solo con camisa sin pantalones y saltaban contentos. Tercilio no se deshizo de su pantalón corto de bolsa de harina, hecho a mano por su madre y teñido de azul. Alegre, saltó hasta el cansancio. Salió cuando era casi de noche y buscó el lecho de una adolescente para el descanso escuchando un cuento. Algunas familias recogían sus hijos subían sus herramientas sobre los carros enganchaban caballos o bueyes y comenzaban a retirarse a sus casas alborzados por la jornada de labor, el vino o la caña.
Primo, Lucía y Segundo salieron a tratar los animales, Catalina y sus amigas ultimaban detalles para limpiar la vajilla se cebaban los últimos mates, se daban  las invitaciones para el próximo ayutorio. Lentamente la gente se fue yendo y las voces apagando en los montes que señoreaban casi impenetrable. La finca de Juan Sartori fue apagando las luces del patio y se recogían hacia la casa. Mientras todos sus hermanos menores dormían y los mayores cenaban Tercilio preparaba sus útiles para ir a la escuela preocupado por haber faltado, el día del ayutorio.
Antes de apagar el lampión de la mesa de luz de su dormitorio Juan Sartori realizó un cigarro y lo encendió, para fumarlo con la mirada clavada en el techo sin cielorraso y le comentó a Catalina sus expectativas de producción de vino. Apagó las luces, la casa quedó en silencio; una luna grande de verano señoreó en la noche; un búho dejó oír su canto nocturno; un murciélago sobrevoló los árboles frondosos y desde el monte cercano un puma rugió su voz potente. Desde el cielo Dios tuvo una sonrisa para la gente laboriosa que se entregaba al descanso...
Como era habitual por aquellas épocas, Tercilio,  fue al servicio militar; a sus superiores no les costó ver sus cualidades de joven disciplinado y destacado en entender y cumplir consignas; de inmediato le dieron tareas de oficinista las que cumplió muy bien por su gran ascendencia también en ese ámbito se ganó el afecto y el aprecio de sus pares y superiores; capaz, disciplinado, atento, vio y asimiló todo lo que pudo de la experiencia del servicio militar; volvió hecho un hombre completo.
Bicho raro entre los suyos salió en busca del pueblo; Leandro N. Alem por aquellos años ya brillaba como una ciudad promisoria, a la sazón, Tercilio estudiaba por correspondencia para ser "Perito Tenedor de Libros"; las ansias de crecer lo dominaban pero junto a esta pasión lo encendían otras dos: el vino, costumbre que le vino de sus ancestros de mojar en vino las alegrías y las tristezas, pero no en pocas dosis de satisfacción sino en torrentes que luego no conocerían otro límite que el de la cruda borrachera y las mujeres. Fueron las cosas que embriagaron sus sentimientos. Cada mañana a escondidas o con el consentimiento de sus eventuales patrones leía el diario.
El adolescente creció en gracia, simpatía, cordialidad y masculinidad, elegante, sobrio, bello, alto, rubio de ademanes caballerescos, conquistó voluntades y tuvo amigos, muchos amigos en el truco, la parranda y la borrachera; muchas mujeres cayeron al embrujo de don de gente y de sus artilugios de amor. A pesar de que trabajaba en una caballeriza poseía dos cualidades de ascendencia social para la época: su caballerosidad y su elegancia. Su ropa era siempre limpia y bien planchada, su sombrero bien armado y sus zapatos negros, con un brillo permanente, en las tertulias y bailes o la vuelta del perro por calles del pueblo lo veían lucir un traje oscuro que acentuaba su elegancia.
Como si fuera poco hablaba castellano, portugués e italiano. Sabía leer y escribir tenía empleo y aún más sabía conducir automóviles ¡Qué perfecto!
Pasaron los años y el joven Tercilio Sartori comenzaba a ser nombrado en la ascendiente clase media de la década del 50. Era dependiente primero de la tienda y almacenes "La Capital" y luego de "La Europea"; empresas de prestigio para la época, en consecuencia se había convertido en uno de los solteros más codiciados de la ciudad en crecimiento.
Pero audaz anhelaba algo más para sí mismo y comenzó a ahorrar primero de su sueldo para adquirir una propiedad y habilitar un negocio, su hermano menor Adolfo Salvador "Nene" se vino al pueblo a vivir con él y a terminar sus estudios primarios.
Ya casi rumbeaba la soltería para la tercer década de su existir cuando una morena de ojos negros se le cruzó en su camino y fue cuando tejió su mejor empresa: el matrimonio-
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Foto del autor Diego Lujn Sartori
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Descripción

Ya casi rumbeaba la soltera para la tercer dcada de su existir cuando una morena de ojos negros se le cruz en su camino y fue cuando teji su mejor empresa: el matrimonio.

Palabras Clave: Vendimia ayutorio cooperacin chacra uvas tarantelas comidas

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales


Derechos de Autor: Diego Lujn Sartori

Enlace: dielusa@hotmail.com


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