Free for All Captulo 1. 3 de 4
Publicado en Sep 01, 2013
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Mac intentó hablar, pero sentía su garganta cerrada. Deseo por un momento que alguno de sus compañeros dijera algo, lo que sea. Al ver que ninguno de los dos dijo nada, entendió que ellos esperaban que fuera él el que hable.
Pasaron unos segundos en completo silencio. Nadie se movía, ni siquiera las criaturas frente a ellos. Se oyó el sonido de una brisa por el césped rosado acompañado por el zumbido que producía el extremo brillante del bastón. Aunque le hubiera gustado que la brisa cortara el silencio para siempre, ésta cesó y aunque Fild y T estaban a su espalda, podía sentir sus miradas, a la espera de que hable.
Finalmente reunió el valor necesario, tragó con dificultad y se obligó a abrir la boca. Lo primero que salió de ella fueron unos balbuceos inentendibles y el ser giró la cabeza para un costado en gesto de desentendimiento.
–Venimos en paz –consiguió decir con la voz entrecortada.
El bastón brilló apenas más fuerte y Mac tuvo una sensación extraña, como si alguien le susurrara palabras directamente al cerebro, o más bien, como si alguien le extrajera las mismas.
–Paz –repitió el que creyó que era el líder–. Sí. Paz es bueno.
–No queremos problemas, solo necesitamos comida. –Las últimas palabras del ser calmaron un poco a Mac.
–Sí. Comida. Comida para ustedes. Nosotros –se detuvo y se agarró el mentón con la mano libre en un gesto casi humano. Cerró los ojos y el bastón volvió a brillar. Por alguna razón, Mac ya sabía que palabras iba a decir–.Nosotros podemos ofrecer comida. Sí.
–¿Quiénes son ustedes? –Dijo T desde atrás.
–Somos Halish. Y este es nuestro… ¿Pueblo? Sí. Pueblo.
–¿Cómo sabían que veníamos? –Esta vez fue el Sargento el que habló.
–La naturaleza habla. –En ese momento, una esfera de púas se acercó a los pies de la criatura y ésta lo recogió con su mano libre. La esfera se abrió y Mac reconoció al espécimen que había visto de camino a la aldea–. Sí. Habla –continuó–. Y uno escucha.
El pequeño ser miró al Halish y soltó dos breves silbidos agudos. El bastón brilló nuevamente y luego el líder lo miró y respondió con un silbido largo, de tono mucho más grave, acompañado de dos más cortos. El delator respondió con un último sonido y luego se enrolló, saltó de la palma de su amigo y rodó por el césped hasta desaparecer de la vista.
<<Entonces así funciona –pensó Mac mirando el bastón–. Es un artefacto usado para hablar con otras especies>>
De repente sintió como los últimos rastros de temor se desvanecían y le dejaban paso a la curiosidad, luego ansiedad y felicidad.
El Halish apuntó a los tres con un dedo largo y comenzó a buscar las palabras en las cabezas de ellos. Aunque le parecía algo genial, Mac no pudo evitar sentir violada su privacidad.
–¿Cuántos? –Preguntó finalmente arrastrando la S por un tiempo largo.
Mac miró a Fild, esperando la aprobación de responder, pero éste se adelantó.
–Cinco en total. Dos más en la colina. –pronunció despacio cada palaba y la acompañó con señas para que la criatura entendiera.
 
***
 
Un rato más tarde, Mac se encontraba recostado en una cama creada por grandes y gruesas hojas suspendidas a un metro del suelo, agarradas a la pared por lianas y troncos. Les habían permitido estar en dos de las chozas más cercanas al centro.
–Eso les facilitará atacarnos en una emboscada por ambos lados. –Había bromeado el Sargento en cuanto habían entrado a una de ellas. A Mac no le pareció para nada gracioso, pero Willow le respondió la risa y concluyeron con el tema.
El lugar era grande y amplio. Se dividía al medio, separado por una pared de troncos con una abertura que estaba tapada por una vieja tela. Mac se encontraba en la primera habitación, la cual no tenía nada más que dos camas, una al lado de la otra, un círculo de piedras en el centro usado para encender fuego y algunas repisas apoyadas contra la pared.
Junto a él, estaba Willow, recostado en la cama siguiente y en la habitación de al lado sabía que estaba T. Le emocionó el hecho de que al repartir los lugares, ella y Willow hayan quedado en la misma cabaña, mientras que el Sargento y Max se decidieron por ir a la otra. Le agradaba Fild, pero a veces le infundía algo de terror y no estaba convencido de querer pasar su primera noche en un planeta extraño con el sujeto. Max, por otro lado, no le agradaba en ningún sentido y estaba seguro de que el sentimiento era mutuo.
Estiró su cuello hasta una abertura en la unión entre el tronco del techo y la viga de la pared para mirar al cielo. Éste ya era un manto de color violeta oscuro y cubría toda la vista que el pequeño espacio le permitía ver. El Halish del báculo, que se había presentado así mismo como el Chamán, les dijo que les daría comida en cuanto el cielo se oscureciera y aunque le costara creerlo, Mac estaba hambriento. Con todo lo ocurrido hasta el momento, no se había parado a pensar en ello, pero luego de instalarse en la aldea, recordó que no había comido nada desde que llegó a ese extraño lugar.
Volvió a apoyar la cabeza en la suave y resistente hoja y fijó su mirada en Willow. El hombre estaba mirando el techo de madera, tela y vegetación. No había dicho una palabra desde que bajó de la colina, más que asentir a los chistes de humor negro del Sargento.
Mac chasqueó la lengua y el sujeto cruzó su mirada con la de él. Una mirada fría y distante, totalmente diferente a la del hombre simpático que había conocido en la jungla.
–Lo siento, no quise distraerte de tus pensamientos –se disculpó Mac.
–No. Está bien –el hombre sonrió y su mirada se volvió cálida y amigable nuevamente–.  Creo que me desconecté de la realidad por un segundo.
–Así parecía –sintió que sus músculos se relajaban. Por alguna razón, sentía que Willow era una persona de confianza y rápidamente lo consideró como un amigo.
–Me imagino que tendrás miles de preguntas ahora mismo.
Mac asintió con la cabeza. Era cierto, pero no sabía por dónde comenzar y comenzó a balbucear palabras sin sentido.
–Tranquilo, hombre –rio Willow–. Ya tendrás tiempo de hacer las preguntas que quieras. Luego de cenar tendremos lo que llamamos “la iniciación”.
–¿Iniciación?
–Es cuando nos reunimos todos y ayudamos al nuevo a entender qué es lo que pasa. Bueno, en realidad, lo poco que sabemos. Será divertido estar en una, ya que yo era el nuevo hasta tu llegada.
–¿Y cuánto tiempo llevas en este lugar?
–Cerca de dos meses. Quizás un poco más, no lo sé.
Dos meses viviendo entre tiroteos y criaturas salvajes. Y él había sido el último en llegar, quién sabe cuánto tiempo llevaba el primero de todos ellos. Entonces se le ocurrió hacer la pregunta, pero el Sargento interrumpió en el lugar.
–El Halish dice que podemos comer ahora –dijo rápidamente y se retiró.
Willow fue el primero en incorporarse de la cama y se acercó a la abertura que servía como puerta.
–Antes de salir llama a T –dijo antes de salir del lugar.
Al escuchar las palabras, Mac se levantó de un salto. Estaba ansioso por volver a ver a la chica, ya que desde que entraron a la cabaña, ella ingresó en la habitación de al lado y cerró la cortina y no volvió a verla desde entonces.
Cruzó la habitación rápidamente y llegó hasta la entrada, pero antes de poder mover un paso más, la cortina se abrió y Max apareció del otro lado. Mac se quedó paralizado y con los ojos bien abiertos, mirando al muchacho de torso desnudo al otro lado del umbral. Se preguntó en qué momento había ingresado a la choza y como podía ser que no lo haya visto ni escuchado y lo más importante, ¿Qué estaba haciendo en la habitación de T?
La respuesta no tardó mucho en llegarle y sintió que su mundo se derrumbaba a pedazos. Realmente le gustaba la chica, y era obvio que no tendría posibilidad contra Max.
–Olvídate, novato –le dijo con una sonrisa, mientras señalaba al interior de la habitación–. Está totalmente agotada.
–Agotada de tus intentos baratos de meterte en la cama conmigo –se escuchó la voz de T detrás de la cortina y pronto apareció empujando a Max y golpeándolo en el pecho con su campera en la mano. No parecía enojada, más bien divertida, de todas formas, a Mac le agradó saber que no pasaba nada entre ellos.
–Algún día dirás que sí. Puedo sentir como cada nervio de tu cuerpo me desea –hablaba con un tono exagerado y no dejaba de sonreír.
–Lo único que mis nervios desean, es ver como una manada de Hunts se devora tu miembro lentamente –miró a Mac y le compartió una sonrisa. Curiosa forma de bromear tenían estas personas.
–Tenes las fantasías más extrañas que escuché en mi vida y tengo que admitir que eso me da cierta curiosidad –extendió su brazo y acarició con un dedo el brazo descubierto de T que salía por debajo de la remera.
Mac sintió que le hervía la sangre y quiso, por un momento, arrancarle el brazo del cuerpo, pero T se corrió y le separó el brazo con un golpe, lo que volvió a agradarle.
–Además, llevamos mucho tiempo en este lugar –agregó Max–, y sabes tan bien como yo que el cuerpo humano tiene. Bueno, digámosle “necesidades”.
–No necesito de tu ayuda para satisfacer mis “necesidades” y en cuanto a las tuyas, bueno. Quizás puedas pedirle ayuda a los Flisks –volvió a reírse. Tenía una risa dulce y divertida que hacia feliz a Mac.
–Por  favor. No me digas que no sentís la necesidad de tener a un hombre de verdad junto a vos, ¿o acaso vas a hacerlo con el novato? –Miró a Mac y su sonrisa se desvaneció– Ni se te ocurra novato –gruñó.
–¿Sabes algo? Es una muy buena idea –siguió T aún entre risas, aunque la conversación había perdido todo rastro de diversión para él–. Quizás me lleve a Mac a la cama esta noche y hagamos el amor durante horas y horas.
Mac sintió en ese momento que el corazón le volaba en mil pedazos dentro de él y dejó de importarle la mirada asesina de Max. Aunque sabía que solo lo decía en broma para molestarlo, no pudo evitar un extraño shock de energía que le recorrió el cuerpo. Entonces sintió la mano de T tomando la de él y arrastrándolo hacia afuera, dejando a Max entre las dos habitaciones con su campera en la mano.
Afuera estaba totalmente oscuro, excepto por la iluminación que ofrecían las antorchas y la gran fogata. Sobre ésta había un caldero de metal sostenido por varios troncos, ramas y lianas que salían del alcance del fuego y juntó a éste había pequeños cuerpos de extraños seres despellejados y abiertos, clavados en ramas para que se cocinen.
Alrededor no había nadie más que el Sargento y Willow que estaban frente al fuego, un par de Halish en cada punta de la aldea, junto a las últimas chozas y el Chamán que caminaba desde la dirección de sus compañeros hacia ellos. Todavía llevaba el bastón en la mano y sus puntas brillaban cada vez más por cada paso que daba hacia ellos.
–Por favor –dijo con su voz de serpiente–. Coman lo que deseen.
Luego se movió a un lado y señaló a la fogata. Junto a ella había unos recipientes de madera ahuecada, que seguramente funcionaban como platos. Ambos asintieron y comenzaron a caminar hacia ellos, que estaban a varios metros de distancia, lo que les dio tiempo de hablar.
–No te preocupes por Max –dijo T–. Es buena onda cuando llegas a conocerlo.
–Parece que me odia y quisiera asesinarme –respondió Mac con tono frío, tratando ocultar el miedo de su voz.
Llegaron a los recipientes y los introdujeron en el interior del caldero, ya que no había nada para usar como utensillos. T agarró una de las ramas con el animal ensartado en ella y se sentaron del lado contrario al Sargento y Willow, que parecían muy concentrados en una charla y apenas se distrajeron para saludarlos con las cabeza.
–No es que quiera asesinarte. Es solo que no le gusta tener competencia –dijo ella mientras mordisqueaba con hambre un pedazo de carne blanca y crujiente.
–¿Competencia? –Preguntó Mac aturdido mientras miraba el interior de su cazuela: Era un caldo espeso de color oscuro y había trozos de algo blanco flotando junto a unas bolitas amarillas.
–Es un caldo con frutas y legumbres y eso de ahí puede que sea uno de estos roedores –dijo señalando su pedazo de carne al ver la cara de asco que había puesto–. Es más delicioso de lo que parece. Estuvimos alimentándonos de esto desde que llegamos a la jungla, aunque nunca se nos ocurrió juntarlo todo. Admito que es un platillo interesante.
Mac solo la miraba directamente a los ojos verdes, que parecían más oscuros y profundos con cada lengua de fuego que se elevaba y desaparecía para darle paso a la siguiente. Esperaba una respuesta a su pregunta y ella pareció percibirlo en su mirada.
–Me doy cuenta de la forma en que me miras desde que nos conocimos –respondió finalmente–. Él intenta acostarse conmigo desde que llegué a este lugar, pero lo tuyo es diferente. No estas interesado en mí de esa forma.
Mac tragó saliva. ¿Tan obvio había sido? Se sintió sumamente estúpido y quiso decir algo, pero solo consiguió mover la boca como si fuera un pez ahogándose afuera del agua. Afortunadamente T no pareció notarlo y siguió hablando.
–Antes de aparecer en este lugar, era policía. Bueno, algo así. El asunto es que dedicaba tanto tiempo a mi trabajo que no me quedaba nada para relaciones sociales. Ahora estoy en quién sabe dónde tratando de sobrevivir a cada segundo, escapando de seres salvajes con armas de destrucción masiva que intentan matarnos y buscando la forma de volver a casa.
–No entiendo a dónde va todo esto –interrumpió Mac. En realidad lo imaginaba, pero no quería saberlo.
–Todo esto va a que no pienso entregarme a nadie mientras esté en este lugar, de ninguna forma.
Eso era todo. Algo dentro de Mac se desgarró y sintió que alguien dentro de su cerebro gritaba con fuerza.
–Eso no significa que no me parezcas lindo –agregó ella con una sonrisa y miró rápidamente a su plato casi pareciendo avergonzada y todo el dolor que sintió se desvaneció.
–¿Entonces nunca encontraron la forma de volver? –se sentía feliz con el final que había tenido la conversación anterior y quiso dejarlo ahí sin agregar nada más.
–Nunca. Sabemos que los Cyborgs tienen naves, pero nunca conseguimos una y no sabemos si podemos llegar a usarlas para irnos de acá.
¿Cyborgs? No era la primera vez que escuchaba hablar de ellos, pero ya tendría tiempo para preguntar por eso durante la iniciación. Ahora mismo estaba más interesado en saber sobre T.
–¿Hace cuánto tiempo estas en este lugar?
–Ocho meses que yo sepa –miró fijamente al fuego como si estuviera reviviendo el momento–. Estaba perdida y desorientada. Con miedo. Todos tenemos miedo al principio –volvió la cabeza hacia él con mirada de comprensión–. Al salir de la caja, estaba en una especie de montaña. El viento soplaba con fuerza y hacía frío. En ese momento no tenía el chaleco ni armas, ni comida. Pasé la primera noche en la cueva en donde encontré mi primera cápsula.
–¿Qué es una cápsula?
–Es el lugar de donde proviene todo lo útil para sobrevivir. Armas y municiones generalmente, pero otras veces hemos encontrado ropa y comida, con mucho menos frecuencia. Aunque últimamente no encontramos ninguna y nos vendría muy bien hallar alguna. Ya casi no tenemos nada.
–En el mejor de los casos podremos cazar para la comida –Mac y T se giraron. Ninguno había notado que Fild y Willow se habían acercado. Max estaba detrás de ellos, comiendo un pedazo de carne sin prestar atención a nada más.
–Pero en cuanto a la munición, estamos jodidos –agregó T.
–Aun así no es complemente necesario, ¿verdad? Digo, los Halish no poseen nada más que lanzas y parecen sobrevivir muy bien –mencionó Mac tratando de convencerse a sí mismo que tenía razón.
–Los Halish no tienen amenazas, más que algún Hunt perdido que llegue a esta zona de casualidad –dijo Willow–. No podemos usar lanzas en caso de que los Cyborgs vuelvas a encontrarnos.
–¿Qué son estos Cyborgs? –Preguntó finalmente Mac.
–Es hora de que tengas tus respuestas –dijo el Sargento–. Es hora de tu iniciación.
 
***
 
Los cinco entraron en la cabaña de Willow, Mac y T y se acomodaron alrededor del círculo de piedras. Fild encendió el fuego y el ambiente no tardó en calentarse. Luego, silencio. El fuego chisporroteaba y las chispas se perdían en un agujero abierto en el techo para que escapara el humo.
–Bueno –habló finalmente Fild–. Como ya sabrás, esta no es la Tierra. Ninguno de nosotros sabe cómo llegamos, ni de qué forma volver. Esa es nuestra misión. Volver a casa. ¿Alguna pregunta?
–¿Qué son los Cyborgs y los Flisks?
El Sargento miró a Willow y éste comenzó a hablar.
–No estamos seguros de donde provienen. Tenemos algunas hipótesis. Una de ellas es que fueron traídos a este lugar como lo fuimos nosotros y no sean más que otros “jugadores” en este juego. La otra hipótesis es que fueron ellos los que nos trajeron a este lugar, y que sean los dueños del juego.
El silencio volvió a invadir la sala por un segundo y luego fue T la que habló.
–Los Cyborgs son otra raza. Mitad biológicos, mitad máquinas. Son asesinos innatos con una puntería perfecta. Nos superan en armas y tecnología por mucho. Los Flisks son aún más salvajes que ello.
–Sí. Willow me habló del asunto –recordó Mac.
Luego el silencio nuevamente. Las chispas volaban por el aire y el Sargento comenzó a hablar.
–Hay unas preguntas más que quisiera hacerte. Ahora que eres parte del equipo me gustaría saber un poco más sobre vos.
–Por supuesto, lo que sea –se sentía emocionado por ser parte del grupo de sobrevivientes, después de todo, si quería seguir con vida le convenía estar con ellos.
–Para empezar, ¿A qué te dedicabas antes de llegar a este lugar? Como ya sabes, yo era militar, Willow era profesor de ciencias físicas en una universidad, T era policía especial y Max… –se detuvo y compartieron una mirada unos segundos–. Max se dedicaba a trabajos de mayor acción.
<<”Trabajos de mayor acción” ¿Qué quiere decir eso? ¿Acaso era ladrón de bancos o asesino?>>
–Yo era operador de servicio en una compañía de ventas telefónicas.
Los cuatro se miraron bastante tiempo sin decir nada. Sintió que estaba totalmente fuera de lugar. Policía, científico, militar, trabajo de acción y un operador telefónico.
–¿Es decir que nunca en tu vida usaste un arma? –Preguntó bruscamente Max.
–No realmente. Nunca tuve la posibilidad.
–¿De qué nos sirve alguien como él con nosotros?
Mac se dio cuenta que Max ya no hablaba con él, aunque no le quitaba los ojos de encima.
–No importa que no tenga habilidades con armas –agregó T–, es parte de nosotros ahora y nos puede ser de ayuda de cualquier forma.
Definitivamente T era una buena amiga.
–¿De ayuda? Sí. Propongo que lo lancemos a los Hunts como carnada para poder escapar la próxima vez que tengamos una manada de ellos persiguiéndonos.
–Nadie va a usar a nadie como carnada –la voz gruesa del Sargento resonó por toda la habitación–. Mientras que esté vivo, prometí encargarme de que todo aquel que este bajo mi protección, estaría a salvo. Eso incluye a un operador telefónico. Además, si no fuera por él, hubiéramos gastado municiones en estos Halish, en vez de tratar de hablar con ellos. Eso a mi parecer es algo de gran utilidad.
–Como sea, si me hubieran dado la posibilidad, ahora mismo…
La explosión de una de las cabañas de afuera cortó la reunión.
–¿Dónde están las armas? –se apuró el Sargento.
–Una ametralladora en mi habitación –respondió T.
–La mía está bajo la cama –dijo Willow mientras corría a buscarla.
–Las nuestras están en la cabaña de al lado, pero tengo a esta pequeña encima –Max le mostró a Fild la pistola que llevaba en el cinturón.
La chica sacó una igual que llevaba en el mismo lugar y se la pasó a Mac. Éste reconoció enseguida el arma que había tenido antes en sus manos, la cual al instalarse en la idea había dado a Fild y aparentemente él se la había dado a T.
El Sargento se incorporó rápidamente y tomó a Mac para que hiciera lo mismo.
–Ustedes dos –dijo apuntando a Willow y a T–, agarren sus armas y nos vemos afuera en 30 segundos. Mac. Tú, Max y yo vamos por las armas de al lado.
Dicho esto sacó un gran cuchillo que llevaba enganchado en el cinturón y salió del lugar.
Mac no tuvo tiempo de reaccionar a lo que estaba haciendo y antes de darse cuenta ya estaba afuera de su choza, viendo como los Halish corrían de un lado al otro, entre el humo y los escombros de la cabaña se mezclaban con los cadáveres de las criaturas que habitaban el lugar en el momento en que explotó. Había sido una choza a dos lugares a la derecha de la de Max y el Sargento. El fuego ya había atrapado a los pabellones siguientes y se extendía cada vez más y más.
Corrió algunos pasos hasta llegar a la abertura de la cabaña y enseguida los dos hombres salieron con sus respectivas armas en sus manos.
Un grupo de Halish corría frente a ellos, cuando oyeron el sonido de balas en el aire y dos de las criaturas se desplomaron frente a ellos.
De entre los escombros se aproximaron tres criaturas que caminaban sobre el fuego. Eran delgadas y altas. Su cabeza era pequeña, pero alargada y tenían dos pares de cuernos sobre ellas. Dos grandes adelante y dos más pequeños detrás. Su pecho era pequeño y se veían los huesos sobresalirle del mismo. Su cintura era diminuta y de su vientre sobresalía un hueso por encima de cada pierna équida, que parecían de cabra, hasta terminar en grandes patas divididas en dos enormes garras. Todos llevaban una máscara de metal sobre la boca y tenían largos brazos que llegaban hasta la rodilla y terminaban en filosas garras. En una de las manos llevaban armas parecidas a las ametralladoras que Mac había visto que tenían sus amigos.
–Mierda –soltó el Sargento–. Son Flisks.
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Descripción

Palabras Clave: Free for All

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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