Free for All Capítulo 1. 2 de 4
Publicado en Aug 11, 2013
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Mac apenas asintió con la cabeza, pero el extraño recibió la respuesta.
Lentamente, comenzó a levantar el arma y apuntó a una de las criaturas, pero antes volvió la mirada a él.
–En cuanto te diga, te tiras al suelo ¿Entendiste?
No llegó a responder, cuando el sujeto silbó y los 3 depredadores corrieron rápidamente hacia él.
–¡Ahora! –Gritó, pero Mac no tuvo tiempo de reaccionar y uno de ellos lo golpeó en el costado, arrojándolo al suelo.
                Su primer reflejo fue apoyar su nariz en la fría hierba en la que estaba tirado y presionar su cabeza contra ella. Sintió la ráfaga de las balas pasando por sobre él, y el sonido de los proyectiles atravesando la carne y los huesos de las salvajes criaturas. Sintió un cuerpo desplomándose a su lado y al girar la cabeza, vio unos pequeños ojos amarillos que lo miraban fijamente desde un cuerpo son vida. Se alejó de un salto mientras un agudo grito se escapó de su boca.
                –Vaya, vaya. Parece que el nuevo se dejó las bolas en casa –dijo la voz de un hombre mayor entre risas. Fue entonces cuando levantó la mirada y descubrió que el tiroteo había terminado. Frente a él, ahora estaba un hombre de cabello blanco y corto, que bajaba por un rostro cuadrado hasta terminar en una barba que cubría una barbilla angulosa. Su piel parecía más amarilla que blanca y tenía el rostro lleno de arrugas. Vestía un chaleco beige que cubría una campera camuflada y pantalones de montaña negros y gastados. A su espalda llevaba la misma ametralladora que todos parecían tener, pero a diferencia de los demás, esta era sostenida por una correa hecha con unas lianas de color claro, trenzadas entre ellas.
                –Sargento Harrison Fild, a su servicio –se presentó el hombre–, aunque acá todos me llaman Sargento Fild. –Concluyó mientras le extendía una mano para ayudarlo a incorporarse.
                –Mac –respondió éste–, Mac Thompson.
                –Es un placer, Mac Thompson. Tienes suerte de que mi compañero te haya visto a tiempo –dijo señalando al hombre negro que peleaba con los arbustos–, si no hubiéramos aparecido, esos Hunts te hubieran destrozado cada extremidad de tu cuerpo y arrancado hasta el último gramo de carne de tu piel.
                El hombre seguía riendo. Mac no entendía como, sus tripas se revolvieron en su interior con la última frase del hombre de voz rasposa.
                –¿Qué son los Hunts? –Preguntó una vez que dejo de sentir nauseas.
                –Esto es un Hunt –dijo dándole una patada al cadáver de la criatura–. Seres salvajes de la zona de la jungla. Depredadores. No los culpo. Están sobre nosotros en la cadena alimentaria, pero nosotros –respiró profundo para recuperar el aire y señaló su cabeza con el dedo índice–, nosotros tenemos cerebro. Y éstas –giró su ametralladora y se la mostró a Mac como si fuera un trofeo, el cual estaba orgulloso de haber ganado.
                –Estas cosas son totalmente ciegas –escuchó decir al sujeto de color que se adentraba al claro, hasta llegar junto a su compañero. Era un sujeto ancho, con una cara que iba perfecta con el cuerpo y una nariz aplastada y gruesa en el centro. Sobre la misma, tenía un cabello negro muy corto, de cientos de rulos que hacían que permaneciera suspendido en el aire y un arete en la oreja izquierda–. La única forma de que te atrapen –continuó–, es que hagas el más ligero de los ruidos, o que tu esencia sea tan fuerte como para que lleguen a olerla. Afortunadamente, parece que el aroma de los humanos no es tan poderoso como para que su olfato lo pueda percibir.
                –Este joven es Willow –lo presentó Fild. A Mac le sorprendió que lo llamara “joven”, cuando el hombre tendría por lo menos diez años más que él, pero no le pareció raro cuando adivinó que el Sargento tenía muchos más. Cualquiera le parecería “joven” a esa edad–. Es nuestro gran genio científico. Y era el más nuevo aquí hasta que llegaste.
                –¿Cuántos más son?
                Fild y Willow compartieron una mirada antes de responder. ¿Qué podrían esconderle? Aunque tomando en cuenta el lugar en donde estaba y lo poco que entendía de la situación ¿Qué no podrían esconderle?
                –Cuatro –dijo finalmente el Sargento–. Conocerás a los demás en breve.
                –En realidad, creo que ya nos hemos conocido.
                Mac recordó a T y a Max, y a lo que éste último había mencionado en un murmullo.
                “Primero Willow y ahora esto”
                <<¿Quiénes son estas personas?¿Y qué es este lugar?>>
                –Será mejor que comencemos a caminar si queremos llegar con los demás antes de que caiga la noche. Y créeme, no quieres estar en este lugar de noche. –Había algo en su voz. Algo sombrío. Aunque la sonrisa seguía dibujada en su rostro, Mac supo que no venía de bromas.
 
***
 
El camino fue silencioso y tranquilo. Ya no había ruido de disparos ni explosiones. La jungla volvía a ser un lugar lleno de naturaleza, con sonidos de extraños animales que pasaban por las copas de los enormes árboles o correteaban por entre los arbustos.
                Willow le explicó a Max como habían pasado las últimas 3 horas luchando contra lo que llamó como “la manada de Hunts más grande de la historia”, y por un momento, sintió ganas de preguntarle cuántas había visto en toda su vida, pero el sujeto parecía muy satisfecho contando su historia y no quiso interrumpirlo.
                –Pudieron haber sido cien, o doscientos. No estoy seguro –decía sin dejar de caminar–. Nunca habíamos visto tantos juntos, pero de repente estaban ahí, frente a nosotros. Corriendo con espuma en sus bocas, deseando atraparnos. Fue muy extraño.
–¿Qué fue extraño?
–Que hayan sido tantos, y de día. Los Hunts se limitan a cazar de noche. Son criaturas carnívoras, sí, pero su ceguera no les permite ver nada de día. Se orientan solo con el olfato y el oído.
–Es increíble. ¿Dónde aprendiste todo eso sobre estos Hunts?
–Uno lo va aprendiendo con el tiempo.
<<¿Cuánto tiempo llevan en este lugar? –Pensó primero, pero luego no quiso saber la respuesta. Si llevaban el tiempo suficiente como para aprender sobre esas cosas,  era obvio que aún no habían conseguido la forma de irse de allí.>>
Llegaron a un claro que Mac reconoció. Era donde había perdido a los otros dos, antes de que el primer Hunt lo persiguiera.
El Sargento miró a su alrededor, como si no estuviera seguro que camino tomar, pero finalmente llevo sus dedos a la boca y sopló con fuerza. El silbido sonó fuerte y agudo, causando un eco que se perdía entre la espesura de la jungla.
Mac tragó saliva, preocupado de que el ruido pudiera atraer a más de esos Hunts.
–Tranquilo soldado –habló Fild como si hubiera leído su mente–. No he visto un rastro fresco de esas cosas durante kilómetros. Y si por casualidad uno de ellos llegara a aparecer, no podrá hacernos nada mientras estemos armados. –El hombre inspeccionó a Mac de arriba abajo–. ¿Acaso no tienes ningún arma encima?
–No. Ninguna –Recordaba la pistola que Max le había dado, antes de que se separaran, pero no estaba seguro si le convenía decirle que la había perdido mientras corría.
–Descuida, estoy seguro de que conseguiremos algo para ti.
La sonrisa de seguridad que ofrecía el Sargento calmaba a Mac. No sabía quién era ninguna de estas personas, pero ése hombre en particular parecía saber lo que hacía.
Por un momento sintió que el hombre parecía de suficiente confianza como para preguntarle que era lo que pasaba ahí. ¿Qué era ese lugar? ¿Cómo llegaron a él? ¿Por qué estaba él ahí? Pero por una extraña razón, cada vez que estas preguntas se le venían a la cabeza, la primera persona que le venía a la cabeza era T.
<<Ni siquiera sé quién es esa chica. ¿Por qué debería confiar en ella?>>
Un ruido proveniente de la jungla lo hizo olvidarse de esas preguntas. Era el murmullo de una persona y una risa que lo acompañaba. Max y T aparecieron de entre las hojas y entraron al claro.
–¿Qué te parece eso? –Comenzó a reír el sujeto de cabello oscuro mientras se acercaba a él–. El nuevito consiguió sobrevivir a su primer día de aventura.
Mac deseaba que hubiera sido la chica quién se acercara a él primero, pero ella se limitó a ir con Willow y mostrarle una herida en la pierna, la cual le atendió en el instante. Parecía que no había notado que seguía vivo, ni que tampoco le preocupara mucho.
–¿Primer día? –Preguntó sorprendido el sargento–. Eso explica muchas cosas.
–Encontramos su caja a unos cuantos kilómetros, mientras escapábamos de una manada de criaturas.
<<¿Caja? –Pensó. Que forma tan divertida de llamar a la prisión en la que había llegado a ese lugar. Por un momento se sintió como un juguete al cual habían enviado por correo a alguna parte desconocida>>
–¿Algo que valiera la pena? –Preguntó Fild.
–Nada –la sonrisa de alegría de Max desapareció y volvió la mirada a Mac–. Lo que me recuerda, que dejaste caer esto mientras corrías –le extendió el brazo y le entregó la pistola que había dejado caer unas horas antes.
Éste aceptó el arma con vergüenza y la dejó en su cinturón, el cual ajustó exageradamente para asegurarse que esta vez de que no se caería.
–Estamos quedándonos sin munición ni alimentos –escuchó decir al Sargento–. Si no conseguimos nada rápido –se detuvo y soltó un largo suspiro–. Bueno. Va a ser mejor que consigamos algo rápido.
–En realidad hay algo –Mac no se había dado cuenta, pero T ya estaba parada detrás de Fild, con una venda rodeándole la pierna izquierda, desde tobillo, hasta el gemelo. Willow seguía en donde estaba antes, guardando lo que había usado nuevamente en su mochila–. Encontramos algo que podría ser de ayuda. Quizás haya algo de comida.
–¿Y qué estamos esperando para ir hasta ahí?
–El problema es que…–La voz de T pareció cortarse en seco y titubeó unos segundos antes de continuar–. El problema son los Flisks.
–¿Flisks? En este lugar. Maldición. Si algo faltaba para que esto sea peor, es que esos malditos aparezcan ahora.
–No estamos seguros. Digo, no vimos ninguno por suerte, pero todo indica que están por la zona.
–¿Qué son los Flisks? –Mac preguntó y todos se giraron a él como si fuera un intruso que no debería haber estado en la conversación–. ¿Es algo como los Hunts o algo así? –La voz se le quebraba por los nervios y el miedo que le surgió al pensar en esas criaturas nuevamente.
–Los Flisks no son nada como los Hunts –dijo seriamente el Sargento–. Son mucho peores, hijo. Si pensabas que los Hunts son una raza despiadada, pues los Flisks son mucho más viles. Una cosa es un ser salvaje, que solo mata para comer, pero éstos no son así. Estas criaturas matan por diversión, como si fuera un juego para ellos.
Mac se paralizó. ¿Qué eran estas criaturas llamadas Flisks? La más minúscula sensación de curiosidad se desvaneció ente lo que Fild había dicho.
–Como sea –continuó el hombre mientras se giraba hacía la chica–, sean o no ellos, debemos ir a esto que descubrieron. Puede ser nuestra única oportunidad de sobrevivir.
 
***
 
Después de unas horas, el cielo comenzó a tornarse de un color más oscuro. Mac se preguntó cómo podría haber día y noche si en ningún momento había visto el sol, pero por sentido común, sabía que en algún lugar del cielo violáceo se encontraba alguna estrella que ilumine el lugar.
Subieron una colina y a medida que subían, los árboles perdían altura. Las hojas gruesas se tornaban de colores más azulados y violáceos. Era como si la jungla cambiara de colores según el sector. Era hermoso por una parte, pero no dejaba de preocupar a Mac, sabiendo que ya no estaba en la Tierra.
–Es acá –anunció T mientras rodeaba una enorme piedra llena de musgo y grietas, que anunciaba el final del cerro.
Max se escondió junto a un arbusto que estaba al lado de la roca y Fild se acercó a la posición de T, mientras que Willow seguía en su lugar, varios pasos atrás. Cada uno tenía una posición obvia en el asunto. El Sargento era el líder, obviamente por su experiencia en combates durante su servicio. El hombre de color era el científico o el médico, y no parecía tomar gran parte del grupo. Finalmente, T y Max eran los soldados. Rápidos y astutos y con habilidades en armas. En ese momento Mac se preguntó qué lugar le correspondería a todo esto.
Antes de que su mente reaccionara, ya se estaba acercando a los otros tres. Quizás su subconsciente creyó que le sería más fácil aprender a usar un arma que aprender medicina. Después de todo odiaba la sangre y en un caso extremo, como podría ser una fractura expuesta, tardaría más tiempo en vomitar y en desmayarse que en encargarse de la herida.
<<Usar una ametralladora no puede ser peor que eso. –Se dijo a si mismo>>
Se agachó junto a donde estaba Max y estiró el cuello hasta poder ver que había del otro lado del arbusto.
La colina terminaba en un risco de piedras y enredaderas que bajaban hasta llegar a un valle. El mismo estaba cubierto de un césped rosado y verde y muchos menos árboles de los que había en la jungla. Un pequeño arroyo lo cruzaba horizontalmente, perdiéndose en una cueva del tamaño suficiente para que pase el agua. Más allá, se veían unas chozas ordenadas en forma de semicírculo cerrado por un gran árbol de color plateado con hojas tan verdes que a simple vista parecían negras. En el centro del mismo había una gran fogata encendida. Todo el lugar estaba rodeado por una muralla de un metro de altura, formando un cuadrado alrededor del círculo. De repente vio unos puntos negros que se movían por el lugar, pero pronto se dio cuenta de que eran los habitantes. Mac estaba muy alejado como para poder ver que se trataban esos seres, pero sean lo que sean, no eran humanos.
–Ahí esta –dijo T–. ¿Qué hacemos ahora?
–Ahora bajamos y nos encargamos de ellos –Max giró su arma hasta quedar en posición y apuntó uno por uno a los habitantes, simulando disparos entre cada uno.
–¿Es necesario que hagamos eso? –Preguntó Mac–. Ni siquiera sabemos si son peligrosos.
Max le clavó los ojos y por un segundo, pensó que lo iba a devorar por hablarle.
–Escucha, nuevito, no sé qué estará pasando por tu cabeza, pero te puedo decir que todo lo que hay en este lugar es peligroso. ¿Acaso no viste a esos Hunts que nos persiguieron allá atrás?
–Lo sé, pero tengo entendido que esas criaturas son salvajes. ¿Qué tipo de salvajes construye un pueblo como el que estás viendo allá abajo? –Su voz sonó más desafiante de lo que hubiera querido y sentía que cada palabra que decía le daba a Max una nueva razón para matarlo en ese mismo momento.
–Mac tiene razón –Interrumpió Fild–. No tengo idea de que puede haber allá abajo, pero no son salvajes. Además, no perdemos nada con el intento.
–¿Estás loco? –Estalló Max–. No pienso tratar con seres de otro planeta, que podrían llegar a ser incluso peores que los Flisks.
En ese momento el Sargento se acercó al hombre y lo agarró del brazo acercándolo a su cara.
–Escúchame. No tenemos suficiente munición como para realizar un golpe, ni sabemos exactamente cuántas criaturas puede haber ahí abajo Si intentamos atacar, no saldríamos con vida de ninguna manera. Además, necesitamos comida y si hay vida allá abajo, es porque hay comida suficiente como para ellos. Quizás consigamos algo para nosotros también.
–Perfecto. Pero yo no pienso involucrarme con su plan de “paz y amor para todos”. Si el nuevo quiere ir a una misión suicida para dar su mensaje hippie, que vaya solo.
<<¿Solo? –A Mac le pareció graciosa la idea de que el líder del grupo permitiría que sea él el que vaya a hablar con una raza desconocida. Después de todo, era apenas su primer día en ese lugar. Ni de broma lo mandarían a él>>
–Estoy de acuerdo –Respondió el hombre. En ese momento, sintió como si alguien lo hubiera golpeado en el estómago con toda la fuerza del mundo. Entonces se dio cuenta de que el Sargento lo miraba a él–. Mac. Tu irás allá abajo, pero no iras solo. T y yo iremos contigo. Si algo sale mal, volvemos corriendo lo más rápido que podamos. Willow y Max nos cubrirán las espaldas.
–A menos que uno de nosotros te mate por accidente –Agregó el muchacho mientras le sonreía. Quizás fuera en forma de chiste, pero Mac sabía que Max los odiaba y que no le molestaba si los demás lo sabían.
Aun así, el Sargento continuó hablando sin darle importancia.
–Una vez abajo, quiero que tengas los ojos bien abiertos. No sabemos que puedan a llegar a ser esas criaturas. Solo espero que tengas razón, pero en caso de que no lo tengas, intenta agarrar cualquier cosa que te pueda parecer útil antes de correr. Alimento, armas, lo que sea. Vámonos.
El hombre empezó a caminar, bajando por un pequeño sendero que se separaba a solo un metro del risco. Detrás de él fue la chica, quién antes de comenzar a bajar lo miró fijamente a los ojos y le compartió una ligera sonrisa. Fue suficiente como para que la valentía lo invadiera por un segundo y se sintiera capaz de lo que sea. Había algo en esa chica que lo hipnotizaba. Lo llenaba de energía y esperanza. Ella comenzó a bajar caminando de costado y vio a Max detrás de ella.
–Bueno novato. “Bienvenido a Free for All. Tu guerra comienza ahora. Es mejor que estés preparado” –Dicho esto volvió a mirar al pueblo y esbozó una sonrisa.
Es todo. Toda la valentía y energía que la sonrisa de T le había dado, se esfumó en un segundo.
 
***
 
Consiguieron llegar hasta la base del valle y comenzaron a caminar directo al poblado.
El cielo ya comenzaba a ser un violeta oscuro y solo se veía el contorno de las lunas a lo lejos. Los pastos verdes y rosados que cubrían los tobillos de los tres crujían, mientras seguían su paso hasta su destino.  Mac vio una criaturita posada sobre una roca junto a ellos. Ésta era del tamaño de un puño cerrado, delgada y con un rostro casi humano, con dos ojos negros que ocupaban casi todo el lugar de la nariz y boca faltantes. El ser tenía unos brazos cortos que terminaban en unas manitos peludas. Parecía silbar una canción con un ritmo pegajoso, mientras sacudía sus patitas iguales a sus manos. Era como un muñeco de peluche extraterrestre, pero no perdía su ternura. Sacudía la cabeza hacia todos lados mientras continuaba con la canción, hasta que sus ojos se encontraron con los de Mac. Entonces la criaturita abrió unas aletas de detrás del cuello que temblaron rápidamente. El silbido cambió a ser un ruido rápido, como el sonido un grillo, pero mucho más rápido y antes de que el muchacho pudiera hacer un movimiento, el espécimen se enrolló formando una esfera de púas y rodó por la hierba hasta perderse de vista.
–¿Qué era es cosa? –Preguntó divertido después de ver a la criatura.
–No lo sé –Respondió T mientras se acercaba a él. Esto hizo que el corazón de Mac se acelerar–. Willow es el curioso en especímenes. Nosotros somos los encargados de matar a los que sean peligrosos.
–Parecen un grupo muy unido –agregó con una sonrisa.
–Te conviene serlo cuando tu vida está en juego. Lo mejor en estos casos es encontrar un grupo y sobrevivir lo más que puedas.
–¿Alguna vez vieron otros humanos?
–No. Nunca. Pero no hay forma de saber si en algún lugar haya más. Sea lo que sea este lugar, es enorme y no somos los únicos que llegan a él.
Mac sintió ganas de preguntar cientos de cosas más, pero Fild se adelantó y habló primero.
–Silencio. Ya estamos cerca.
No se había dado cuenta, pero era verdad. A menos de cincuenta metros, ya se podía ver la muralla de piedras, la cual parecía estar a kilómetros desde la colina. No estaba seguro si habían estado caminando más de lo que sintió, o si la vista le había jugado en contra. Sea como sea ahí estaban y Mac volvió a sentir el nerviosismo que se le había desvanecido durante su charla con T.
–¿Te acuerdas del plan? –Preguntó el hombre.
–Si todo sale mal tomar lo que pueda y correr.
–Bien. Vamos.
Al llegar, uno por uno saltaron la muralla y entraron al poblado, desde la parte de las chozas. Eran sin duda más grandes de lo que parecían desde lejos. Tendrían tres metros de altura y estaban armadas con una madera de color rojizo. Ninguna tenía ventanas ni puertas. Mac imaginó que éstas últimas deberían estar del otro lado, apuntando hacia la fogata. Todas ellas eran bastante amplias además de la altura y separadas por un callejón muy pequeño unas de otras. Entraron por uno de los callejones y vieron el centro del lugar. La hoguera estaba apagada y un humo pálido salía de ella. El lugar estaba vacío, como si todo el movimiento que habían visto antes hubiera desaparecido.
Mac tomó la pistola de su cinturón y la acomodó en su mano hasta que se sintió seguro.
–Va a ser mejor que guardes eso –Le recomendó el Sargento en un susurro–. Se supone que venimos en diplomacia. ¿Qué tan diplomáticos podemos ser si venimos armados?
Aunque le hubiera gustado poder tener el arma, el hombre tenía razón y no tuvo más remedio que volver el arma a su lugar y esconderla bajo su camiseta.
Cruzaron el lugar hasta llegar junto al fuego apagado, donde ahora solo había carbones y cenizas. En efecto, las cabañas tenían aberturas que daban de frente a donde estaban ellos. En su interior no se veía más que la negra oscuridad que poco a poco también tomaba el control de afuera.
–Yo no veo a nadie –dijo Mac.
–Quizás escaparon al ver que nos acercábamos –agregó T.
–Tal vez –Fild no parecía confiado de esa opción–. O tal vez sea una trampa.
Al decir esto los tres escucharon un sonido detrás de ellos y se giraron en dirección a la hoguera. Entre el lugar y ellos había una hilera de sombras negras. Decenas de ellas. T hizo un ademán de levantar el arma, pero Fild se lo prohibió con una seña. Entonces, rápidamente la fogata apagada ardió en llamas nuevamente iluminando a los seres. Eran tan parecidos a los Hunts que Mac los confundió por un segundo, pero pronto vio las diferencias. Aunque su piel y su rostro eran similares, estos seres caminaban erguidos, y llegaban a tener hasta dos metros y medio de altura. Estaban vestidos con trapos de colores oscuros y llevaban grandes lanzas en sus manos. En medio de todos ellos se encontraba el que parecía ser el líder. Llevaba una tira de hojas y plumas que se enganchaban en una trenza que colgaba de su cabeza. Sus ojos eran igual de pequeños, pero de color rojo y bajo sus orificios nasales se abría paso un fino bigote que colgaba hasta pasar el mentón. Su ropa estaba decorada con las mismas hojas y plumas que tenía en la trenza y en su cuello colgaba un collar con una gema del mismo color que sus ojos. En la mano llevaba una gruesa rama llena de nudos que terminaba en cinco puntas cada una con un extremo brillante.
Las puntas comenzaron a brillar y el líder levantó la cabeza como si mirara hacia el cielo.
–Bienvenidos –siseó, alargando la S del final como si fuera una gran serpiente–. Los estábamos esperando.
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Foto del autor lucas peccetto
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Descripción

Después de llegar al mundo de Free for All. Mac se alía con otros seres humanos y juntos encuentran un poblado en ese extraño lugar, pero quién sabe qué nuevos peligros pueden encontrar ahí.

Palabras Clave: free for all guerra ciencia ficción espacio torneo armas criaturas monstruos batalla parte 2

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficción



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