EL ORO DE LA YUNGA
Publicado en Aug 08, 2013
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El Oro de la Yunga
 
         
                DANIEL GUIDO FERRARIS
 

COPYRIGHT 2013
ISBN 978-1-304-24086-6
  
  
  
DEDICATORIA
                                                                                                                              
            Para   Roberto Eduardo Alba, hermano, amigo, con el que la vida me  premió y con el que hemos compartido el amor por las letras y la rima, en amaneceres  bohemios,   de la  Córdoba de  ayer.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                              
PRÓLOGO
 
El autor de esta novela vuelve a tocar los temas que atrapan al lector  con el manejo del suspenso, algo que ya se ha hecho carne, en esa manera de narrar lo que produce su imaginación, que por momentos, se vuelve impactante.
Crímenes, búsquedas, tramas sobre hechos policiales y de investigación, que resultan  muy originales y que son muy difíciles de lograr y de explicar con la simpleza y habilidad que lo hace este escritor, avezado en temas criminales y de misterio, que son siempre de la preferencia de la gran mayoría de los lectores, de cualquier edad.
Daniel Guido Ferraris, como abogado penalista, conoce los pormenores de toda investigación relacionada con hechos como los que aquí relata y  por ello demuestra  tanta soltura en el desempeño de la escritura, como lo ha hecho en su labor profesional,  con la oralidad.
Una muy buena propuesta, para elegir, es esta excelente historia, intricada, compleja y muy rica en cuanto lo creativo, que atrapa desde el inicio hasta el final.
                                        Norma Estela Ferreyra
        I
    Hacía algunos años que se había retirado. No lo hizo con placer, como suelen los que han llegado a la edad del descanso. Él sentía aun esa fuerza, ese fuego interior moviéndose, irradiando su calor. Su mente, alerta, observando, analizando hechos o circunstancias que a otra persona le pasarían desapercibidos, pero a él no. Fue preparado para ello en la Escuela de Policía. La institución era exigente, más que ahora, en la que muchos obtienen rango de Oficial, sin demasiado mérito, como comentaban días pasados en una reunión de ex compañeros. Antes se valoraban en mucho, la inteligencia del aspirante y su instinto para resolver los problemas, que hábilmente los entrenadores  ponían a consideración del estudiante, con el fin no solo de Instruirlo, sino para poder apreciar, si estaban en presencia de un policía completo, dado que este debía reunir muchas cualidades, aparte del estudio y la disciplina, siendo una de las principales el olfato. Un buen elemento, debía poseerlo en grado superior, y otra cosa, la lealtad y el sentido de pertenencia, para ser considerado un elemento valioso dentro de la fuerza. Debió haber poseído estas "virtudes policiales" de manera significativa dado que hizo una carrera pareja y rápida dentro del escalafón, llegando a ser considerado como maestro de policías, y apreciado por sus subalternos, porque si bien era exigente con el trabajo, nunca pidió algo que él no estuviera dispuesto a realizar. Alcanzó reputación de Superior justo y ecuánime, lo que se traducía en un orden natural y una disciplina fácil y respetuosa en las dependencias a su cargo, y la seguridad de que se valoraba a las personas por el mérito y no por sus influencias. Todo ello había creado a su alrededor un halo de prestigio y autoridad que se derramaba sobre la institución, por lo que su palabra tuvo peso entre sus pares y superiores.
Una enfermedad triste lo dejó sin la compañera. La había querido lo bastante, pero no la había amado con locura ni pasión. Quizá por eso se entendían.  Su señora, era mujer de costumbres recoletas, práctica que heredó de su madre y la abuela que vivía en su casa, por lo que al sexo lo utilizaba más que nada para procrear, encontrando poca utilidad  en los placeres que le podía deparar. Al principio sufrió por esta causa, pero después encontró maneras de lograr esparcimiento fuera del lecho conyugal. Por último, este asunto no constituyó un escollo insoslayable, y la vida familiar no sufrió mengua por ello.  Su mujer consagrada a los deberes del hogar, les depositó toda la energía que no usó en otros menesteres. Con las hijas siempre fue una excelente madre, confidente y compañera, virtudes que compensaban  a juicio de su marido, la poca fogosidad que la caracterizaba. Por otro lado, el siempre valoró el caudal de ternura casi inagotable que poseía la finada. Lo esparcía sobre la familia en todo momento, suavizando de esta manera el funcionamiento de los miembros, logrando un ambiente distendido en el seno del hogar.
Como vecino, era considerado por todos. Vivía en un tradicional  barrio de clase media, en una casa si no lujosa, muy confortable. Pertenecía al Centro Vecinal desde siempre. Su presencia era requerida, no solo porque tenía habilidad en el trato con las personas y el manejo de los trámites, además de muchas relaciones, siempre útiles en una Institución; pero por sobre todo sospechaba,  que la gente se sentía más segura si él estaba entre los guardianes de los intereses barriales.  Su presencia y la autoridad que emanaba de ella, tranquilizaban a los vecinos y comerciantes del lugar y eran una barrera para los infractores, que conocían de su celo y profesionalidad.
Una de sus hijas, viuda, desde muy joven y con tres hijos a cargo, vivía con él, desde la tragedia. Su esposa no hubiera permitido otra cosa. Cuando su yerno se desbarrancó en aquel socavón de una mina Andina, donde trabajaba como Ingeniero, llevaron a la joven viuda a la casa y le ayudaron a sobrellevar la pérdida y a criar a los hijos. Ella nunca se fue, pese a que ganaba lo suficiente para afrontar los gastos que demandaba una familia, porque en realidad se sentía bien en el hogar de siempre. Allí había nacido, se llevaba perfecto con sus padres y además no podía deshacer ni olvidar la memoria de su jovencísimo marido, lamentablemente desaparecido de este mundo, pero siempre presente en el planeta íntimo de su ser, en donde la viuda había construido altares recordatorios y archivos privados de los momentos pasados juntos, a los que nadie tenía acceso. Siempre fue muy prudente en el hablar, porque presentía que su actitud, si fuera de conocimiento público, generaría críticas o intentarían que cambiara sus emociones dirigiéndolas en otra dirección, lo que no estaba dispuesta a hacer. Así que entre colaborar con sus padres en el hogar, sobre todo cuando se fueron haciendo mayores, y la tarea que demandan tres hijos, más el trabajo, tenía el día muy ocupado, siendo las noches y la intimidad de su cuarto, los cómplices de sus desvaríos amorosos, de los que nadie sospechaba.
A tal punto se había aficionado a esa situación de intimidad idílica, que pese a haber tenido oportunidades, dado que era una mujer bien puesta, jamás quiso concretar una relación con otro hombre, poniendo todo tipo de excusas y sobre todo esgrimiendo una que clausuraba cualquier discusión, y era que ella no podía reemplazar por otro hombre al padre de sus hijos, que el daño podía ser enorme, y en fin, que si le había tocado en suerte la muerte prematura de su esposo, Dios sabría porqué, pero ella no iba a sacrificar a los hijos, imponiéndoles una presencia extraña, para remediar su situación. Lo cierto, es que en su interior ella sabía, que el muerto era irremplazable, por lo que dedicó su vida a honrar su memoria, de la forma más discreta posible.
Sus otras hermanas, también casadas y con niños, siempre concurrían a la casa, que se había convertido en el centro de reunión familiar por excelencia, no solo por la presencia de los padres, sino también porque la hermana viuda era un elemento convocante para todos, por su carácter bonachón y familiero, en resumidas cuentas, se había consolidado como un lugar cálido y acogedor para los integrantes del clan, que al Comisario, sobre todo ahora que peinaba canas y era viudo, lo contenía emocionalmente y mitigaba su soledad, cuando le daba por sentirla.
Últimamente  había estado un tanto melancólico, quizás por eso decidió anotarse con un grupo de jubilados, socios del Centro, en un viaje por el norte, en una de las típicas excursiones de la tercera edad. El paquete lo habían negociado con una Empresa que si bien les cobró un plus mayor que otras del rubro, incluyó dos días más en una pujante ciudad de la región, lo que conformó a todos, dado que estos paseos además de mostrar las bellezas naturales,  brindan la posibilidad de hacer un alto y descansar, lo que en una persona mayor, siempre es placentero, sobre todo si la alegría viajera se acompaña de sabrosas comidas típicas. En el grupo eran todos conocidos o amigos del centro vecinal, donde se programó la aventura, así que el ambiente era cómodo y distendido, reinando un sano alboroto al momento de la partida.
- Chau, mi hijitas, dijo el Comisario.
- Adiós Tata, que lo pase lindo, -le contestaron las hijas-
Lo habían ido a despedir con alguno de los nietos.
- Diviértase Nono.
- Gracias chicos, hasta pronto, y subió al colectivo.
Este partió, y la algarabía de la gente hacía divertido y cómodo el recorrido. Se contaron cuentos, se tomó mate. Comieron toda variedad de bocaditos y a toda hora, como se acostumbra en este tipo de salida. El rodar uniforme del vehículo lo sumió en sus acostumbradas cavilaciones;  él era así, un hombre dado a la reflexión y al análisis, no de índole filosófico o literario, esos géneros no eran de su preferencia, aunque sabía comprender lo importante, lo bello o lo profundo si se ponía en contacto con él; de lo contrario  prefería otro ámbito para el transcurrir de su pensamiento, era más bien afecto a prestar atención a los detalles, a los puntos distintivos entre las cosas, a las originalidades, a lo nuevo, a lo diverso. El comprendía a la primer mirada, el escenario general que estaba ante su vista, distinguía de inmediato la similitud con algo o alguien o su contracara, en fin era un hábil analista de la realidad, virtud que seguramente influyó en su ascendente carrera policial, a la que dedicó lo mejor de sus esfuerzos a lo largo de la vida profesional.
 A modo de práctica -siempre lo hacía como manera de no perder su velocidad o  lucidez- fue anotando mentalmente una especie de crónica del viaje y de sus integrantes. Quienes eran los más generosos, en el sentido de compartir con otros sus  golosinas, quienes los más dispuestos a servir al resto, por ej.: los que repartían o se encargaban de ofrecer alguna bebida o cebar mate, quienes eran los más informados; nunca faltan los que explican al resto los lugares que están recorriendo, o sus hitos históricos o geográficos, quienes los más reservados o distraídos, en suma se esmeraba en clasificar, sin juzgar, los comportamientos de sus compañeros; igualmente lo hacía con los lugares por donde pasaban, si eran agradables, más o menos hermosos, más o menos acogedores, con mejor o peor servicio. Lo mismo con los choferes, quien era el más confiable, el más responsable, el más respetado por los pasajeros, etc. En realidad esto lo hacen las personas de forma inconsciente, pero él lo hacía de manera consciente y con riguroso sistema,  que le servía para tener un cuadro de situación en cualquier lugar o circunstancia en que se encontrare, lo que además de distraerlo, le permitía alimentar  todas sus obsesiones de perfección y orden.
La Empresa cumplió con holgura lo prometido para el viaje. El vehículo cómodo y confortable rodó kilómetros y kilómetros sin desperfecto alguno, los choferes asignados a la unidad eran competentes y dispuestos, los lugares visitados dejaron la mejor impresión y un caudal de recuerdos importantes para estos viajeros, que luego contarían sus aventuras a los nietos y vecinos,  adornando las mismas con toda la imaginación que el turista despliega cuando relata el itinerario a los que escuchan. El Micro entró la ciudad elegida para ser el último destino del viaje, carreteando despacio y avisando por los altavoces a los turistas donde se hallaban y que ahora se dirigían hacia el Hotel que tenían reservado, noticia que produjo gran alegría, sobre todo cuando al arribar se encontraron con un hospedaje muy agradable y con una vista estupenda de la montaña y cerca del centro comercial del lugar, que como es lógico siempre importa para pasear de noche, ir a los bares o comprar regalos. Fueron recibidos por el personal del establecimiento con mucha calidez, y cada cual fue a su habitación para dejar el equipaje y asearse para el almuerzo, que sería servido en el comedor dentro de la hora siguiente. El comisario enderezó a la que le habían asignado junto con dos compañeros de jornada, con los que compartía la excursión. Ordenó rápidamente su ropa y su maleta, se lavó las manos y la cara y les dejó el baño a los otros, luego bajó rumbo al bar del hotel con la intención de tomar un café antes de pasar al comedor. Primero se bebió el vaso de soda y luego lentamente se concentró en el pocillo y la oscura infusión que tanto le agradaba. Por entre el humito podía observar el movimiento. El bar, estaba entre la recepción, con su mostrador forrado en símil cuero blanco, y los juegos de sillones típicos de los ingresos, y el comedor, grande, iluminado y confortable, que invitaba a los paseantes a gozar de una buena comida y una mejor charla de sobremesa. Definitivamente pensó, es un lugar muy acogedor.  Suerte que me decidí a hacer este viaje, me hacía falta y la estoy pasando muy bien, pensó. En ese momento ingresaron al hotel dos personas que pese a estar vestidas con ropa de calle, tenían todo el aspecto de ser Policías. Seguro vienen a controlar la lista de turistas como es de rigor, pensó, pero uno de los rostros le resultó conocido y su mente se activó automáticamente, yo conozco a este hombre se dijo, me parece que ha sido subalterno mío en la fuerza, años atrás, sí se trata de Gutiérrez, no hay duda. Está más gordo pero es él y casi sin pensarlo levantó el brazo haciendo señas y dijo como preguntando, Gutiérrez..? El aludido miró hacia el bar y entrecerrando los ojos como para distinguir mejor clavó la vista en el hombre del brazo alzado y lo reconoció al instante, Comisario..?  este se levantó de la mesa y Gutiérrez ya caminaba hacia él.
- Como le va Comisario, que gusto verlo otra vez...!
- Que tal Gutiérrez, venga siéntese conmigo.
- Con todo gusto, Señor, hace tanto que no lo veo...!
- Realmente;  me habían dicho que la Gobernación de esta Provincia lo había sumado a su Fuerza, pero nunca supe donde estaba destinado y además el tiempo pasa y uno se olvida los detalles, sin embargo tenía la noción que prestaba Servicio en el Norte y  realmente me alegro de verlo.
- Yo también Señor, la verdad es que ya hace más de tres años que estoy aquí, el tiempo pasa tan rápido que parece que fuera ayer que me ofrecieron el puesto. A propósito en gran medida esta posición se la debo a Ud.
- Y cómo es eso..?
- bueno, buscaban un Oficial bien entrenado y entre otras cosas - después me enteré - que hubiese sido formado por un Jefe con prestigio, de esta manera y en gran parte gracias a su reputación como formador de Policías, es que me nombraron para esta responsabilidad, de la que estoy muy orgulloso, no solo por ser el jefe, sino además por la jerarquía social que conlleva el cargo.
- Así es Gutiérrez, y créame que me alegro por Ud.  Pienso que se lo merece, ya que siempre se desempeñó como un Oficial competente y dedicado, así que felicitaciones.
- Gracias, y dígame Señor, hasta cuando se queda en la ciudad?
- Dos días.
- ¿Supongo que tendrán alguna excursión programada?
- Así es, después de almuerzo vamos a conocer un antiguo asentamiento indio, del cual quedan unas ruinas al parecer muy interesantes.
- Y dígame Señor, cuando regresen no querría conocer la Dependencia a mi cargo, para mí sería un honor y aprovecharía a presentarle mis subalternos que lo conocen  sin haberlo visto,  porque siempre les hablo de Ud. También me gustaría que visite nuestra casa, mi mujer estaría feliz de volverlo a ver.
- Con todo gusto Gutiérrez, cuando vuelva del paseo, me voy para la Jefatura.
- No faltaba más, yo le digo al encargado del hotel que cuando lleguen me avise y lo vengo a buscar.
- Bueno así quedamos, y será hasta luego porque ya están  llamando los guías al comedor.
- Hasta luego Señor, le va a gustar la excursión,  es en un lugar interesante y está enclavado en un lugar para recordar.
                                              
            II
Efectivamente así fue, luego del almuerzo partió la tropa, contenta y desordenada como es habitual cuando un grupo está liberado de su  quehacer cotidiano  y se distiende. Fueron admirando el paisaje  que era majestuoso, pese al precario camino de tierra que se había construido para poder llegar. La altitud siempre creciente, sus riscos y silencios, el vuelo ocasional de un ave de gallardo porte, el reflejo del Sol sobre el mineral incrustado, habitando en la intimidad de la piedra y el constante trepar del vehículo, ascendiendo lenta pero tesoneramente hacia el azul, crearon un clima de maravillosa expectación entre estas personas sencillas y bien dispuestas. Lo mejor los esperaba cuando llegaron, ante su vista se desplegaban unas ruinas de piedra que aún conservaban la personalidad y el arte de sus constructores. Eran de líneas simples y fuertes. Miraban hacia donde nace el Sol, creador de estos habitantes, a quien reverenciaban desde la luz primera del amanecer,  plenos de misticismo, como primera ocupación, antes de iniciar su día. Lo más elocuente en esa  civilización eran los vestigios de los templos; se apreciaba a simple vista toda la importancia que estos antiguos daban a sus sacerdotes, quienes regulaban la vida religiosa, y  junto a los príncipes gobernantes, la civil y militar de la época, en síntesis, detentaban gran parte del poder y la responsabilidad de orientar su pueblo. Aportaban lo que desde siempre necesita el hombre: guía espiritual y organización social, para realizar su vida y cumplir con  el destino que cósmicamente, los astros le  asignaron como pueblo.
El Municipio local había aportado un Guía para los excursionistas. El Intendente era consciente del enorme valor histórico - cultural y antropológico del lugar, y en consecuencia colaboraba con una organización formada  por algunos jóvenes estudiosos del pasado, y además entendidos en los pormenores del turismo, actividad que estaba volviendo conocida su comarca, que desde siempre fue reputada solamente por su actividad ferroviaria. Los viajeros preguntaban curiosos y el muchacho contestaba con soltura y simpatía, por lo que el clima era de entretenimiento y a la vez  instructivo. Los puso al tanto de los ancestros que habitaron esas regiones, tributarios de Los Incas, que les inculcaron su organización político-social y también la religiosa, la que a su vez había receptado algunos misterios de otras civilizaciones anteriores extinguidas, como la Maya e incluso algunas anteriores a esta, todo lo cual se estaba investigando en estos momentos, dado que en estas ruinas y sus alrededores se encontraban enormes tesoros arqueológicos que con el tiempo y la ayuda de especialistas se irían develando. Por el momento todo estaba como quien dice en pañales, y solo se había tirado de la punta del ovillo, pero él estaba seguro que a medida que se profundizaran los estudios, irían saliendo a la luz muchos e importantes acontecimientos históricos del pasado, y las pautas y costumbres de estos hombres, que nos ayudarían a entender la cadena civilizatoria que une a los pueblos andinos y pre cordilleranos. Pidió encarecidamente a los viajeros que no alcen nada del piso, dado que inadvertidamente una persona inexperta, puede llevarse o destruir una pieza, en un lugar que es cercano y vecino de un yacimiento arqueológico. Dicho elemento, podría si es importante, ayudar a comprender el nacimiento, el devenir o el ocaso que sufrieron como nación, esta cultura ya desaparecida, de allí su importancia y la pretensión de conservarlos.
Les explicó, que muchos vestigios que eran objeto de los estudios que se estaban realizando, permanecían semienterrados en la selva circundante. La vegetación había cubierto lo que antes eran los perímetros exteriores de la antigua ciudad, así que uno de los trabajos a realizar, era desmontar con  cuidado y selectivamente para ir descubriendo y compaginando de manera científica la organización social y cultural del pueblo desaparecido, tarea en la que el Municipio local, con la ayuda de organismos especializados, se había propuesto llevar adelante, aunando esfuerzos con la Provincia, principal interesada en este tesoro histórico. El emprendimiento  contaba con el asesoramiento de los estudiosos de Las Yungas, nuestras selvas de montañas, a la que los pobladores viejos denominaban Las Selvas Nubladas, dado que estas serranías con abundantes precipitaciones y una rica y variada cubierta vegetal, contienen nieblas en el ambiente. Los visitantes quedaron extasiados ante la vista de este bosque natural, formado de orco molles, cedros y laureles y una enorme variedad de especies,  y presentían la diversa fauna que la habitaba, aunque su presencia impedía que se les acerquen. El guía abundó en detalles de los ríos de montaña que surcan el territorio, y les habló de hermosos parajes dignos de película y de cuevas escondidas por la tupida vegetación, muchas de las cuales aun no fueron descubiertas por ninguna de las expediciones que cruzaron esta dilatada geografía, que abarca desde Bolivia al norte, hasta Catamarca al sur, y desde Salta y Jujuy hasta bien entrada la pre-cordillera. Con estas conversaciones y otras tan interesantes como la anterior, fueron regresando al Micro que los había transportado y con él viajaron rumbo al Hotel, al que llegarían con tiempo suficiente para descansar y aprontarse para la cena, la que prometía no solo una sabrosa comida típica, sino un par de artistas locales que con su música pondrían divertimento a la reunión.
Estaba terminando de vestirse, luego de asearse después de la excursión, cuando le avisaron que el Jefe Gutiérrez lo esperaba.  En seguida bajo, le dijo al conserje, y se despidió de sus compañeros de habitación;
- Hasta luego muchachos me voy a cenar con un colega.
- Que lo pase bien, lástima que no va a compartir con nosotros, le dijeron. 
- Es que no puedo decirle que no a un antiguo subordinado, y tampoco quiero, a decir verdad; me interesa ver el funcionamiento actual de la Institución y además hace años que no saludo a su esposa, en fin, nos vemos luego. Y diciendo esto bajó al salón en donde esperaba Gutiérrez, quien al verlo le salió al encuentro.
- Vamos Comisario?
- Vamos nomás.
Y partieron en la camioneta del Jefe que los llevó directo a la Dependencia Policial. Era una  unidad moderna, con amplios ventanales y comodidades adecuadas a la función para la que estaba destinada. El personal estaba alerta a la llegada, así que cuando ingresaron se fueron presentando y saludando amablemente al veterano Comisario. Sirvieron café para todos  ubicándose como podían en el despacho del Jefe, donde una amable conversación se dio entre estos hombres, que eligieron servir a la comunidad, unidos por la idea que la salvaguarda del orden y la ley es vital para la salud de un país. El Comisario tuvo una buena impresión del personal y del equipo, que le mostraron junto con todas las instalaciones, y así lo expresó con palabras sencillas pero que llegaron a todos, máximo que sabían de la integridad y profesionalidad del visitante.
Después de eso, los dos Policías se marcharon a cenar a la casa del Jefe. Allí los esperaba María José, la esposa, con la sonrisa en la boca y unos refrescantes tragos en la cocina.
- Está cada vez más joven Comisario, cual es la receta?, preguntó al recién llegado.
 -Tener un montón de nietos que te obligan a estar en todas, y unas hijas que no te dejan en paz, se rió, mientras daba el primer sorbo al gin- tonic  que preparó la mujer.  No en serio, creo que heredé la buena salud de mi padre. Era un toro el viejo, fíjense que tenía como 90 años y a las seis de la mañana ya andaba haciendo ruido y cebando mate, cosas de la gente de antes, no...? Con estos amistosos temas, fueron avanzando la cena mientras recordaban anécdotas de cuando el Jefe trabajaba con el Comisario. Cuando estaban con el café de sobremesa, sonó el teléfono. Es Su Señoría, anunció María José. El Jefe se puso al habla. 
-Buenas noches Doctora.
-Buenas Comisario, lo hablo porque ya le firmé el allanamiento que me solicitaron por el asunto de la Profesora.
- Gracias Doctora, entonces mañana por la mañana entraremos a la vivienda. Me parece la mejor hora, dado que con la luz del día se puede tener mejor idea del lugar y observar con más detalle lo que se busca.
- De acuerdo, téngame al tanto porque este caso además de extraño se ha vuelto público, y no quiero sorpresas en la medida de lo posible.
- Ok, Doctora, mañana hablamos.
- Hasta luego.
- Hasta luego Doctora.
- Querido, que cosa rara la de la Profe, no, comentó la esposa a Gutiérrez, ha desaparecido sin que nadie la haya visto desde hace varios días. 
- Así es, y todas las averiguaciones conducen a la nada. Salvo la denuncia del taxista, que nos informa que no regresa de la incursión que hizo a la selva, al lugar donde este la esperaba, como siempre, para llevarla a su casa, no tenemos otra cosa. Ya comenzamos su búsqueda, pero todavía sin resultados.
- Quien desapareció, Gutiérrez..?, preguntó el Comisario.       
- Disculpe Señor, ahora le cuento, ha desaparecido una profesora de historia que hace un año que vive en esta ciudad. Ella trabajaba en Buenos Aires pero solicitó Cátedras aquí y como tenía una Currícula excelente, consiguió nombramientos para distintas horas.
- Qué cambio tan radical...!
- Cuando le preguntaron que porqué dejaba La Capital, para vivir en el Interior, adujo que la gran ciudad la tenía cansada y prefería una vida más simple que le dejara incluso tiempo extra para estudiar y para hacer vida al aire libre, a tal punto que siempre salía a recorrer parajes de La Yunga, para lo cual tenía un moderno equipo de campamento. Era fanática de remontar los ríos y arroyos hasta su nacimiento, sacando fotografías medio profesionales, de bien tomadas que estaban. Para llevar el equipo, la trasladaba un taxi hasta la orilla del Río Perico y el mismo la retiraba el día que ella le indicaba.
-Tenía alguna relación sentimental?, preguntó el Comisario.
-No que se sepa, apuntó María José. Según dijo alguna vez que salió el tema, en una charla con sus compañeras del Colegio, que había tenido una decepción grande, y que hasta que no conociera un hombre con mayúscula, prefería estar sola.
- Bueno Gutiérrez, la reunión está macanuda, pero Ud. mañana tiene que hacer temprano y yo también, así que me voy retirando.
- Porqué tiene que madrugar..?, preguntó la señora.
- Se ha organizado un campeonato de bochas, para mañana, así que las primeras rondas comenzarán no muy tarde, y a mí siempre me gusta desayunar tranquilo y dar un paseíto antes de comenzar cualquier actividad, así que mejor me acercan al Hotel, y de paso aprovechan para dar una vuelta.
- Vamos, Señor, lo acompañamos con gusto.   
                III
 Estaba amaneciendo cuando despertó. Era un hábito que pasó a formar parte constitutiva de su carácter, pese a que ya hacía algunos años que estaba retirado de la actividad policial. En la habitación que compartía con sus compañeros de excursión, se colaban las primeras luces del día. Tomó unos tragos de agua mineral y se dispuso a usar el baño ya que los demás dormían. Se duchó rápidamente y se afeitó y aprovechando la intimidad del lugar hizo algunas flexiones, movimientos y elongaciones. Esos ejercicios, aunque simples, como los repetía  diariamente lo mantenían, pese a ser un hombre mayor, en un aceptable estado físico. Mientras se vestía, masculló un par de oraciones, pidió por los suyos, pidió por la Patria, y por último le rogó a Dios que le conserve la salud y la claridad mental, hecho lo cual bajó al comedor para ver si ya estaban sirviendo el desayuno. Comió con apetito, cambió algunas palabras con el mozo que lo atendía y luego se fue a caminar un rato. Era una rutina que de no ser por un imponderable, jamás dejaba de hacer, dado que le ocasionaba placer el hecho de moverse  ritmicamente y al mismo tiempo ir sumido en sus pensamientos; sostenía que las mejores ideas le surgían sobre la marcha. Además mantenía su cuerpo tonificado y ágil, que es lo deseable en una profesión como la suya, en que a veces la diferencia entre vivir o morir depende de un movimiento hecho o ejecutado con rapidez y precisión. Esa reflexión le causó gracia, ya que en realidad ya no ejercía como Policía, solo que él se olvidaba de esa circunstancia. Habían pasado los años y él seguía pensando, actuando y moviéndose como si estuviera en actividad.
 Aprovechó para dar un vistazo general a la ciudad, mientras se desplazaba a tranco sostenido, y luego de un largo rato, comenzó el retorno al Hotel. Le gustó el paseo, le agradó la ciudad y le encantó el paisaje. En suma  todo resultó mejor incluso de lo que esperaba, lo que acrecentó su buen humor, y con él ingresó al comedor, en donde ya estaban los viajeros desayunando y organizando el campeonato que se jugaría en los fondos del Hotel, en unas canchas a propósito para ello.
Su equipo quedó eliminado después de la primera ronda, pero él no se hizo problema, estacionó su corpulencia debajo de un frondoso árbol y atacó la lectura del diario mientras conversaba con otros viajeros. Las conversaciones simples lo entretenían, que son las que habitualmente se dan entre los turistas, cuyo tema central son los paisajes, la comodidad del hotel, las comidas o los familiares. En ese momento vio que el Jefe Gutiérrez se dirigía hacia su mesa y le decía: 
- Buen día señor, como va el fixture?.
- Hola Jefe, el equipo mío quedó afuera del torneo, así que estoy charlando al fresco con unos amigos.
- Entonces lo puedo invitar al bar...?  Quiero comentarle algo.
- Por supuesto, vamos. Y a continuación se dirigieron al bar del hotel y buscaron una mesa apartada para hablar.
- Quería consultarlo señor, si no es molestia.
- Ninguna molestia, diga nomás.
- Es por el caso de la profesora, hemos ingresado a la vivienda temprano y pese a darla vuelta no encontramos ninguna pista que nos indique el por qué de la desaparición. Incluso en este momento tengo dos hombres revisando libro por libro, a ver si en su interior encuentro algo, ya que tiene una biblioteca bastante importante, pero hasta ahora no aparece nada. La verdad estoy medio perdido, no hay llamadas que no sean las habituales, no existen cartas que denoten dificultad alguna, son de amigas de la Capital, no sabemos de ningún conflicto, no hay o no conocemos que tenga una relación sentimental, y sin embargo ha desparecido hace ya tres días como si se la hubiera tragado la tierra. 
- Usted mencionó anoche que tenía un  equipo de campamento, está en la casa?.
 - En ella hay un equipo, lo que no se decirle es si está completo o le faltan elementos, ahora lo íbamos a poner todo separado en el patio y contabilizar sus piezas, para poder evaluar.
- Uhm, de cualquier manera si tuviese un equipo lo suficientemente grande, podría haber tomado una parte de él y dejar el resto, digo esto porque como me comentó que solía acampar seguido                                       , por ahí poseía un equipo más importante que lo común.
- Todo puede ser señor, no hay que descartar nada. Quería pedirle Comisario, si no me haría el favor de venir conmigo a la casa de la profesora a echar un vistazo, un hombre de su experiencia puede ver más que otros, y la verdad es que necesito de ayuda extra para entender lo que ha pasado.
- No hay problema, con gusto lo acompaño, vamos. Y utilizando la camioneta policial, se dirigieron al lugar del allanamiento. Cuando llegaron, la cinta amarilla de la policía cercaba el lugar, impidiendo a los curiosos ingresar o importunar con preguntas al personal.
- Por aquí Comisario, pase, pase.
- Gracias. Al ingresar lo hizo por el living de la casa, vio el desorden lógico en un allanamiento: muebles movidos, cajones abiertos, alfombras fuera de lugar. Comenzó a recorrer la vivienda, constaba de dos dormitorios y dependencia de servicio, baño principal y otro secundario, cocina y estar. Había una enramada en el patio donde estacionar el auto y al lado un asador en el que se observaba que era utilizado con cierta asiduidad por la ocupante, algunas flores en los canteros, pero nada especial y la clásica soga para tender la ropa.
- ¿No parece una casa habitada por una mujer muy hogareña, no Gutiérrez?, dijo el Comisario. Fíjese, hay flores pero las indispensables y no demasiado cuidadas. El asador definitivamente se usa, incluso tiene una pequeña reserva de carbón, para que no falte. El auto, que está estacionado, está limpio, sin exagerar, otra mujer lo tendría impecable. Traiga la llave, que quiero ver bien el interior.
- Está abierto, ya lo vimos temprano.
- Y dígame el interior está perfumado y tiene alguna gamuza limpia para usar?
- Veámoslo señor, ese detalle creo que nadie lo tuvo en cuenta. Al revisarlo constataron que el vehículo carecía de las típicas bolsitas de perfume, y en cuanto al trapo para el aseo interior, no estaba demasiado limpio.
- Interesante verdad Jefe?, siempre hay que saber a qué atenerse con respecto a las personas, cuando revisemos la casa nos detendremos en el baño y la cocina, son lugares que nos pueden decir mucho de un ocupante. Un Sargento que los acompañaba preguntó: - disculpe señor, en qué nos puede ayudar para saber de la profesora, si era prolija o femenina.
- No lo sé Sargento, el Policía primero debe recabar todos los datos posibles, luego hará los análisis que correspondan, en este momento pueden no decirnos nada, pero en un futuro no lo sabemos, vayamos adentro.
- Vamos señor.
Salieron por el patio a la calle, y de allí ingresaron a la casa por el living, el Comisario estaba concentrado en los detalles e iba mirando los muebles que ya habían sido revisados.
- Gutiérrez, me puede facilitar una lupa grande y una linterna, dijo mientras sacaba una cortapluma del bolsillo.
- Enseguida señor. Mientras le traían lo solicitado, se arrimó a la biblioteca, que estaba instalada en uno de los dormitorios, que hacía las veces de escritorio o sala de estudio, donde estaban revisando libro por libro, en busca de alguna señal, que los oriente. Mire Jefe, le dijo en vos baja, muy bien cuidados los libros no le parece. Incluso se priva de subrayarlos y de hacerlo, lo ejectuta con mucha prolijidad.  Se ve que para no deteriorarlos, toma apuntes en estos cuadernos cuadriculados, allí hace mención a la página que le interesa y a su contenido, a la vez que un resumen del tema. Parece que estamos en presencia de una persona minuciosa y con amor al estudio y la investigación y además alguien que aprecia no solo el contenido del libro, sino también su valor estético. Incluso la cantidad es muy importante, debe haber como  mil libros aquí y los muebles que los contienen son de buena madera, lo que refuerza mi teoría de que es una intelectual dedicada y amante de este rincón, en donde debe pasar parte de su tiempo, y lo hace dentro de sus posibilidades con un entorno de comodidad y buen gusto.
- Mientras los hombres terminan de observar el interior de los libros, echemos un vistazo a las otras dependencias.
- Empezamos por el baño?.
- Bueno. Al entrar el Comisario fue golpeando los azulejos con el cabo de su cortaplumas, mientras observaba el lugar.
- Que le parece Gutiérrez.
- Limpio y ordenado, pero sin obsesión.
- Así es, tengamos en cuenta que esta mujer no hace acopio, como otras, de jaboncitos perfumados o con formas raras, ni tiene velas de colores o caracoles esparcidos en distintos lugares, ni tampoco se ven frascos con cremas, solo algún elemento de belleza imprescindible.
- Revisamos la dependencia de servicio?
- Vamos. Se veía que la habitación, más pequeña que las otras, la usaba su dueña como depósito de su equipo de campamento, y para acumular archivos fotográficos y material de investigación.
El personal Policial estaba sacando los equipos al patio y los estaba disponiendo ordenadamente como para inventariarlo. A simple vista se apreciaba que en ese ámbito existía orden y que los elementos no estaban dispuestos de cualquier manera, sino siguiendo una concepción utilitaria y práctica del espacio. De allí pasaron al dormitorio, lo evaluaron como cómodo y sin estridencias, tenía todo lo necesario pero sin lujo, incluso el televisor aunque de color, no era demasiado nuevo, sin embargo funcionaba perfectamente. Nuevamente el Comisario al revisar placares y rincones fue golpeando con el cabo de su cortapluma y alumbrando donde precisaba con la linterna, pero no hizo comentario alguno. Luego siguieron con la cocina, la que mostraba a juzgar por su vajilla, que era utilizada para elaborar comidas simples, tipo ensaladas, dado que había una colección de recipientes con y sin tapa, una plancha bífera y dos ollas, una pequeña y la otra mediana, algún jarro  y poca cosa más, cubiertos y un cuchillo grande.
-  Se nota que no es gran cocinera, señor.
- Así parece Gutiérrez, todo indica que es afecta a las carnes asadas o a la plancha, con ensaladas y además hay fruta en la heladera, indudablemente los guisos o comidas pesadas o con harinas, no son de su agrado o por lo menos no le gusta hacerlos, lo que en realidad va conformando una personalidad bastante definida diría yo.
- Disculpe señor, que busca que golpea paredes y revisa muebles en ciertos lugares?.
- Le digo lo que pienso Jefe. Creo que esta mujer es una intelectual con inclinación o necesidad por la investigación  histórica y arqueológica, no solo teórica, sino de campo, o sea que estudia los hechos, pero también recorre el contexto geográfico para certificar lo aprendido o descubrir cosas nuevas. De allí que sus costumbres sean prolijas pero no necesariamente  demasiado femeninas o coquetas, ni menos  hogareñas, ya que sus intereses están en otro lado, lo está viendo en la cocina, que es el reducto obligado de toda ama de casa, aquí eso brilla por su ausencia, vemos un lugar apto para elaborar comidas sanas y rápidas, por eso busco aquí como lo hice en el baño y en su habitación, algún lugar secreto en donde pueda guardar algo que nos sirva.
- Y porque aquí y no en la biblioteca o el living o el depósito?, preguntó un oficial.
- El living está muy expuesto, es donde se reúne con amigos o estudiantes. El depósito, lo mismo que la biblioteca son lugares muy importantes para ella, fíjense que bien cuidados tiene sus elementos de acampe y el material archivado, que luego revisaremos con toda prolijidad, ni que hablar de los libros que los trata mejor que al auto.  No, si va a esconder algo lo hará en un lugar que ella considere menos valioso, es una cuestión psicológica, como ser la cocina, por ejemplo. Ella me supongo que piensa así: si entra alguien a buscar algo lo hará en el lugar más importante de la casa, en este caso mi escritorio o mi archivo, en consecuencia yo esconderé mi secreto en la cocina porque allí a nadie se le ocurrirá buscar nada.
- Muy interesante,  dijo una voz de mujer a sus espaldas, muy interesante...
- Aja, Su Señoría está aquí, dijo el Jefe, Comisario le presento a la Jueza  Achával, seguramente ha venido a ver como sigue la investigación.
- Comisario Paredes, mucho gusto Sra. Jueza.
- El gusto es mío, no siempre uno es testigo de un armado argumental  tan coherente y didáctico como el que acabo de escuchar, cuenta con apoyo científico y  base psicológica. Denota que el exponente tiene profundidad en su análisis  y no que está basado en meras especulaciones.
- Gracias Dra.
- Jefe,  todavía no me ha dicho quien es este Comisario.
- El comisario es el Jefe con el que yo me formé, cuando era Oficial joven, Dra.
- Y que anda haciendo en esta Ciudad y sobre todo en esta casa, Jefe?
- El Comisario tomó una excursión que está conociendo nuestra ciudad y  las ruinas indias y nos encontramos de casualidad, lo invité a cenar y hoy le pedí si nos podía asesorar en este caso, que nos tiene atascados, ¿hice mal?
- Para nada Jefe, y a propósito, que haría ahora Paredes, como seguiría esta investigación, cuando yo estaba escuchando Ud. hablaba entre otras cosas de que la profesora podía tener un secreto, y por eso buscaba el lugar donde podía esconderlo.
- Efectivamente, si conjeturo de que tiene un secreto, es porque desapareció de manera misteriosa, y si eso ocurrió lo más lógico es que sea por algo, y ese algo, no va a ser, valga la redundancia, algo público, sino secreto o escondido o valioso y de allí que lo ponga a buen resguardo, y ese sitio para mí, está, si es que existe, en un lugar de esta casa. En consecuencia, busco en los lugares que a mi entender son los más idóneos, desde su lógica o su punto de vista.
- Y por ejemplo ahora en qué lugar de la cocina buscaría.
- Eso estaba por hacer si Ud. me lo permite.
- Adelante Comisario.
- Jefe, hágame vaciar el bajo mesada, el placar de la cocina y que corran la heladera.
- Si señor.
                                                     IV
Comenzó con la parte trasera de la heladera. Una vez que la corrieron golpeaba suavemente las cerámicas, sea con el cabo de la cortapluma o los nudillos, a veces con la punta del cuchillito intentaba descalzar una pieza pero si no cedía abandonaba. Luego revisó la parte de atrás del chasis de la refrigeradora, buscando algo que no encontró. De allí se arrodilló e introdujo la cabeza en el bajo mesada, iluminando con la linterna y golpeando como era su costumbre. Nada tampoco. Al ver que no encontraba lo que buscaba, con toda calma se dirigió al placar, abrió sus puertas y comenzó su rutina, golpecitos, linterna, hoja de la cortapluma intentando encontrar un desnivel en la pared. En eso, uno de los golpes sonó de una manera diferente, el entrenado oído del policía lo captó de inmediato, por lo cual iluminó la escena y con la lupa escudriñaba palmo a palmo la pared. Nuevos golpecitos, y entonces tuvo la seguridad de que había encontrado algo. Sacó la cabeza del mueble y dirigiéndose al Jefe le preguntó:
- ¿En la camioneta habrá algún destornillador y un martillito o algo para golpear?
- Con seguridad, ya vengo. Y al momento volvió con lo solicitado, tome señor, y le alcanzó el destornillador y un fierro corto y grueso, que podía hacer las veces de martillo.
- Gracias, y tomando las herramientas le pidió al Jefe que lo ilumine y empezó a picar delicadamente la pared, orientándose por el sonido que él había individualizado. Todos estaban expectantes, se había creado un clima de misterio y ansiedad alrededor de la búsqueda iniciada por el veterano agente de la ley. Finalmente logró extraer todo el revoque, más grueso de lo normal, a un segmento de la pared, en sentido vertical, con unos 60 cm de alto por diez de ancho, y al profundizar la excavación quedó al descubierto un tubo de plástico color negro, de esos que se usan para guardar diplomas, de unos 8 cm de diámetro, el que con todo cuidado fue sacado del nicho que lo contenía y puesto a la vista de todos.
- Llamen al fotógrafo de la Unidad, ordenó el Jefe. Debemos secuenciar lo que encontremos, así que sugiero esperar un momento antes de abrir el contenedor.
- Una vez que fotografíen la pared y el entorno, dijo la Jueza, iremos al living y sobre la mesa extenderemos el contenido del cartucho, así el fotógrafo tiene más campo y nosotros podremos observar mejor su contenido.
- Bien pensado, dijo el Comisario, esta cocina no es cómoda para estudiar lo que encontremos.
- Allí viene el técnico, dijo el jefe, hagamos lugar para que pueda trabajar. Tome fotos de aquí, aquí y allí.
- Si Jefe, buenas tardes y permiso Dra.
- Pase, nosotros los esperamos en el estar.
Luego de las tomas, el Jefe y el Fotógrafo se dirigieron al sitio donde esperaban la Jueza y el Comisario, este último procedió a abrir el cartucho de plástico y de su interior salieron dos hojas manuscritas y dos planos o mapas, todavía no se podía evaluar, y una cédula de identidad; todo lo cual fue prolijamente dispuesto sobre la mesa para que se pudiera fotografiar. Hecho esto, la Jueza pidió que se retiren todos, menos el Jefe y el Comisario, para poder observar con tranquilidad lo que tenían a su vista. Tomaron asiento alrededor de la mesa y comenzaron el estudio de los papeles. El tema se presentaba cada vez más enigmático, dado que las hojas escritas decían acerca de un tesoro, de la época Colonial. Un mapa indicaba una región del territorio argentino, que precisamente estaba situada en las cercanías de esta ciudad. El otro señalaba un sector de la cordillera Sanjuanina. La Cédula de Identidad Federal, tenía la fotografía de la profesora, pero el nombre era distinto y el domicilio  no se correspondía con los datos que de ella se tenían.
- Creo señores, que lo que tenemos delante, hay que analizarlo con la ayuda de algún especialista en Historia, que nos clarifique las circunstancias y los personajes a que hacen referencia los documentos encontrados y lo que significan los mapas en relación a este misterio, que opinan, dijo La Dra.
- Pienso lo mismo dijo el Jefe.
- Miren dijo la Jueza, podemos formar un equipo con Ud. Jefe, El Comisario si acepta colaborar con nosotros, y el Responsable del Área Histórica en el Municipio, que tengo entendido, es  muy  profesional en lo suyo. A los fines de poder integrarlos a la Investigación yo los nombraría Peritos en la causa al Comisario y al Historiador.
- Y que funciones tendría la Comisión, preguntó el Comisario.
- Develar este misterio y conocer el paradero de la Profesora, porque de seguro con lo que tenemos hasta ahora, algunas explicaciones deberá dar, empezando por la doble identidad que posee, -dijo la Jueza, y agregó: si Ud. acepta Paredes, yo vería de conseguirle alojamiento sin cargo en el Hotel, le aseguro que estaríamos encantados que un hombre de su experiencia colabore en el caso, que dice Jefe, está de acuerdo?
- Para mí sería un honor que el Comisario integre el grupo, habrá que ver si sus ocupaciones se lo permiten, contestó Gutiérrez.
- Acepto por supuesto, la verdad es que estoy intrigado con este asunto, dado que está mezclado un tema policíaco con una trama histórica de la época  Colonial, por lo que nos llega hasta el momento.
- Bien, firmaré los Decretos de nombramiento de Peritos, pase mañana para aceptar el cargo Comisario, y avísele a su familia que por unos días se quedará con nosotros, yo hablaré con el dueño del Hotel. Además Jefe, vaya interiorizando de esto al Responsable del Área Histórica y llévelo mañana a aceptar el cargo, si acepta contribuir con la Instrucción de la Causa.
- Si Dra.
- Una vez cumplidas estas formalidades, la Comisión comenzará el estudio de los documentos y asesorará al Tribunal sobre el curso a seguir, por ahora Gutiérrez continúe con el sumario y guarde la Documentación como corresponde.
- Así lo haré.
 - Hasta mañana entonces caballeros.
- Hasta mañana Dra.
- Me acompaña a buscar al Licenciado, Comisario.
- Vamos Gutiérrez, de paso conoceré las oficinas donde la Municipalidad tiene las dependencias, donde funciona el ente a cargo del descubrimiento.
- Allí han articulado la parte Histórica con la Turística, que en este Municipio y por las características del hallazgo, trabajan de  forma conjunta, casi paralela diría yo.
Mientras conversaban fueron llegando a destino, que era una casona antigua reciclada, edificada sobre un enorme solar, donde funcionaban las oficinas administrativas y profesionales, de la Secretaría de Turismo y de la Secretaría de Cultura, de donde dependía una Subsecretaría de Historia y Arqueología y un galpón muy bien construido en la parte lateral trasera del inmueble,  con acceso directo desde la calle. Allí los expertos limpiaban, arreglaban o reconstruían si era posible las piezas dañadas y clasificaban lo descubierto siguiendo protocolos científicos ya normatizados por la Ciencia Arqueológica, con el fin de destinar parte del material al Museo local muy visitado por el turismo, el resto para el intercambio con otros Museos como es de rigor, con el fin de acrecentar con otras temáticas el propio, y algo al Depósito de la Institución para reserva futura.
Al ingresar, una recepcionista de Mesa de Entradas, reconociendo al Policía le preguntó con una sonrisa:
- ¿Qué puede hacer la Intendencia por el Señor Jefe?
- Como le va señorita, busco al Licenciado Fernández Pose por favor.
- En seguida lo llamo, señor.
 Al poco rato volvió acompañada por un joven de buena presencia  vestido con overoles y borcegos, la cabellera a medias despeinada y con todo el aspecto de ser profesional, aunque bohemio en la forma de ser. Las ropas y las manos indicaban que estaba trabajando en algo que despedía polvillo color greda.
- Perdonen la tierra, pero estoy limpiando unas cerámicas muy interesantes que hallamos, aunque algo deterioradas y con unos dibujos que estamos tratando  de interpretar?
- Necesitamos hablar con Ud. si tiene tiempo Licenciado, dijo Gutiérrez.
-  Pasen por aquí, vengan, y los condujo a una oficina moderna en donde amén del escritorio, atestado de papeles, algunas bibliotecas,  varias vitrinas y anaqueles donde se exhibían piezas de la cultura hallada, había un cómodo juego de sillones en donde se acomodaron para charlar.
- Algo para tomar, señores?.
- Gracias no se moleste, le presento al Comisario Paredes.
- Mucho gusto le dijo al tenderle la mano, perdone la tierra Comisario.
- No se haga problema Licenciado, somos gente acostumbrada a todo.
- Así es dijo el Jefe. Licenciado estamos acá por el asunto de la desaparición de la Profesora Isabel Márquez
- Ha sí, Ud. dirá.
- Mire, estamos investigando a fondo con la Sra. Jueza y ella a dispuesto nombrar como Peritos en la causa a Ud. y al Comisario aquí presente, dado que hay ciertos detalles en los cuales ustedes son especialistas y pueden ser de mucha utilidad, asesorando el Tribunal.
- Y qué debo hacer..? le pregunto porque jamás fui convocado para algo parecido;  para mí esto es ciencia infusa.
- No se preocupe, para nosotros es algo común,  así que la parte formal déjela en nuestras manos, Ud. nos ayudará a comprender un hecho histórico aparentemente misterioso y su relación con unos mapas. Si está de acuerdo yo lo busco mañana a primera hora y lo llevo a Tribunales para que acepte el cargo de Perito, una vez hecho esto y con los Documentos en la mano comenzaremos a tratar de entender lo que hemos descubierto.
- Me gustaría que fuese a media mañana, porque temprano tengo una cita dada y luego una reunión con el Director del área.
- Mejor, de paso aproveche para informarle al Director que la Jueza lo va a precisar unos días, a los fines que lo desobliguen un poco de sus tareas. Cualquier cosa la Dra. hablará con el Director o con el Intendente, Ud. no pase cuidado Licenciado, son trámites que se harán para su tranquilidad.
- Y dónde nos reuniríamos para trabajar...?
- Yo creo, no sé qué le parece Comisario, que lo mejor sería en mi casa. Allí tendríamos la intimidad necesaria, porque en las oficinas públicas las paredes escuchan, y además la tranquilidad de que los teléfonos no suenen por algo sin importancia, me parece lo más adecuado e incluso lo más cómodo.
- Yo creo lo mismo, Ud. que dice, Licenciado.
- De acuerdo.  Entonces Ud. me busca mañana o quiere que nos encontremos en la puerta de Tribunales alrededor de las 10 hs...?.
- Mejor nos encontramos a las 10 en la puerta.
Con estas palabras terminó la reunión y los Policías se despidieron para marcharse a la casa de la Profesora, en cuyo patio habían dispuesto de manera ordenada, tanto el equipo de campamento, como los archivos fotográficos y documentos encarpetados, los dos últimos sobre la mesa de madera del asador, y en unos tablones que improvisaron con el fin de revisar el material, en tanto que el equipo fue extendido  en el suelo y ya había sido inventariado, así que cuando llegaron, un Oficial le facilitó una copia al Jefe, el cual se puso a analizarlo con el Comisario.
- Aparentemente estaría todo, dijo el Policía, solo que para ser un equipo importante como lo es este,  hay solo un elemento de  iluminación y es bastante pequeño, auxiliar diría yo,  qué dice Comisario...?
- Estoy completamente de acuerdo, Gutiérrez, para mi ver tampoco está a la vista un cuchillo de campamento adecuado, solo veo uno más a propósito para comer un asado o cocinar, que para acampar.
- Ajá, y en el mismo sentido no se ve ni machete, ni pala Lineman, yo aventuraría que se ha llevado estas cosas, porque no creo que alguien que realice campamentos a menudo, carezca de estos elementos.
- Tiene toda la razón, tampoco veo el Botiquín de primeros auxilios.
- Consigne todo en un informe Sargento y lo entrega al Oficial, para que lo agregue al Sumario.
- Sí Señor.
A continuación pasaron a revisar los archivos fotográficos y documentos escritos de todo tipo que encontraron en el depósito. Se seleccionaron por grupos, y apartaron los que consideraron que podían interesar o ser necesarios para la investigación en marcha, el resto se devolvió junto con el equipo de campamento, al lugar donde estaban, consignando en un informe lo actuado y el material que se retiró para esclarecimiento de la causa.
- Oficial, consígame una caja grande de cartón para poner todo esto, dijo el Jefe.
- Enseguida señor.
- Llevamos esto a casa para analizar con los mapas y los escritos,  le parece Comisario...?
- Correcto Gutiérrez, mañana cuando nos juntemos con el Licenciado, comenzaremos por desglosar todo y a clasificarlo para interpretar los hechos.
- Vaya a saber a qué situación histórica harán referencia los escritos y planos que encontramos en el estuche, Señor.
- Ya lo averiguaremos con ayuda de Fernandez y veremos si lo que llevamos de aquí nos presta alguna utilidad, por ahora y hasta mañana que comparezcamos al Tribunal para aceptar el cargo, nada nos queda por hacer, de modo que lo invito, ahora que terminamos, a tomar algo, para relajarnos antes de la hora de la cena.
- Con gusto Comisario lo acompaño.
                                                         V
Atardecía cuando Fernández Pose se dirigió a su casa. Estaba contento, esta novedad de ser Perito conjuntamente con dos avezados Policías, era algo fuera de lo común para un Licenciado en Historia y constituía una gran oportunidad para él, en el sentido que intuía que este caso le daría prestigio,  siempre importante a la hora categorizar el legajo. Por otro lado hacía tiempo que daba vueltas en su mente la idea de Doctorarse, sin embargo aún no se había decidido por el tema a desarrollar en la Tesis, quizás de esta investigación surgiera algo interesante y novedoso para desarrollar su tratamiento in extenso y con él lograr ese galardón tan preciado por cualquier profesional, máximo porque tenía conocimiento, por conversaciones con colegas, que la Provincia había evaluado en alguna oportunidad la posibilidad de nombrarlo en el Archivo Histórico, con lo que  podría trasladarse a la Capital, donde funciona una Universidad, lo que ampliaba para mejor su espectro social y laboral.
Cuando estacionó su auto de segunda mano en la puerta, el primero que salió a recibirlo fue Terry, con fuertes ladridos, que él nunca sabía si atribuirlos al contento por su llegada o si existía en ellos un reproche por su ausencia; claro que no podía explicarle al animal que necesitaba salir para trabajar, pero en compensación le dedicó unas caricias que dejaron satisfecho al perrito, que se aprestó a seguirlo al interior de la vivienda. Que rara amistad me une a este bicho, pensó, creo que es el único ser que está siempre contento de verme o acompañarme, y se sonrió para sus adentros, menos mal que la gente no sabe lo que pienso, porque capaz me creerían un tipo esnob o chiflado.
- Hola amor, llegaste...?
La que saludó era Pamela, su pareja desde hacía varios años, él le decía Pam, no solo por la costumbre que tenemos los humanos de abreviar el nombre o cambiarlo por un sobrenombre, sino porque sonaba como un disparo, lo que se adecuaba a la fogosa e hiperkinética  personalidad de su compañera, siempre activa y dispuesta, generalmente contenta, distinta de la suya que era más bien reservada, con una clara inclinación a la melancolía y a la música suave.
- Acá estoy, como anda todo...?  le contestó al encontrarse. Después del beso que hacía las veces de saludo y  cariño a la vez, Pam le preguntó:  te sirvo algo de tomar Amor?.
- Sí gracias tengo hambre, prepará un café con galletitas o algo rico mientras me lavo las manos.
- Te espero en la cocina, Carlos.
Cuando ingresó a la cocina por la merienda, Pam estaba terminando de levantar material de enseñanza de la mesa. Ya termino de acomodar y te sirvo bichito; era Maestra y se dedicaba a dar clases particulares a alumnos necesitados de apoyo escolar o a los que rendían materias, y lo hacía en la casa usando el estar y a veces también la cocina si era necesario, cuando había muchos alumnos o explicaba materias distintas. Total como no tenían hijos, la casa estaba a su disposición casi todo el día, ya que Carlos estaba generalmente ausente desde la mañana temprano.
- Como te fue con los monstruos..?, le preguntó.
- Bien, amor. Vos sabes que son terribles, pero a mí me gusta enseñar y me encantan los chicos, de alguna manera me compensan por el hecho de que no tengamos los propios.
- Huuy eso huele a reproche, no?.
- No lo interpretes de esa manera, soy consciente que hasta que no nos estabilicemos no sería fácil lidiar con críos, pero ya vendrán, en su momento vendrán no tengas duda.
- Conociéndote, no tengo ninguna querida.
- Y tu día Carlitos, que tal?.
- No te imaginas todo lo que pasó, y le reseñó todo lo ocurrido mientras tomaba la merienda.
- Mira las vueltas de la vida dijo ella, quien iba a pensar que te encontrarías en una situación así, es de lo más emocionante; una desaparición, un misterio histórico, y un asesoramiento Judicial, todo junto, amén de trabajar con dos veteranos investigadores, según me cuentas.
- Viste..?  Incluso pensaba que si el caso era original lo podría utilizar como tema para la Tesis.
- Eso es importante para vos, amor, muy importante.
- Ya lo creo le contestó, es lo que necesitaría para aspirar a un mejor cargo en la Provincia, e incluso abrirme a la Universidad. Desde ya que si se diera pasaríamos a vivir en la Capital, lo que implica mejores oportunidades para los dos y para el futuro de nuestros futuros niños.
- Que lindo lo que decís, casi me da ganas de encargar uno ahora mismo.
- No seas loca, déjame, que voy a derramar la taza.
- Qué importa, bicho, olvídate del café.
Cuando Gutiérrez ingresó a su casa, sintió la potente voz de contra alto de su esposa, cantando el Ave María, acompañada por una grabación en piano que salía de los parlantes del equipo musical, de la exquisita obra de Shubert.  María José siempre practicaba el bel canto, no solo porque sentía por el una pasión que llenaba parte de su vida, sino para tener siempre entrenadas las cuerdas vocales, ya que integraba el coro Municipal, lo que además de constituir un trabajo, aunque ella no lo sentía como tal, le permitía percibir un modesto sueldo que le servía para sus gastos particulares, y también  justificaban  su interés en el arte, ya que sus padres, muchas veces haciendo sacrificios, le pagaron los estudios en el Conservatorio, del que egresó con buenas calificaciones, como cantante Lírica. Siempre se lamentó no haber nacido con timbre de Soprano, ya que ese tono abre más posibilidades que el que ella poseía, pero era consciente de que tenía una voz  atractiva y vigorosa, que aprovechaba muy bien, cuando en las reuniones se acompañaba con su guitarra, interpretando canciones con mucho sentimiento, realzado por ese dejo ronquito que naturalmente salía de su garganta, expresando su voz, lo que suele almacenar el interior de un verdadero artista.
Él se quedó en silencio escuchándola, desde la puerta de la habitación que utilizaban como privado, o estudio de canto, o simplemente para charlar mientras tomaban una copa. Nunca dejaba de maravillarse ante el torrente musical expresado con tanta sensibilidad por su mujer. Eso fue lo primero que lo atrajo de ella; su canto. El enorme caudal de emoción que ponía a la hora de interpretar, lo enamoraron de entrada, después, solo después, ingresaron por su retina y por su ser, sus otros dones, tanto físicos como personales.               La conoció en una reunión que hizo una prima con la que se tenían un afecto especial. Con el fin de festejar su cumpleaños, había invitado a gente amiga a un asado que le hizo el padre en el patio de la casa, y ella vino invitada por un amigo de la prima. Ya entrada la noche, apareció una guitarra que fue circulando entre los que sabían rascar y entonar alguna zamba, hasta que el amigo que la trajo pidió que se la pasen a la desconocida y allí fue cuando él sintió el impacto de su arte que penetró por todas las fibras de su ser, y aún lo hacía, cada vez que la escuchaba cantar. Cuando la fiesta terminó y todos se retiraban, se ingenió para ponerse cerca de ella, y sin más, le preguntó si podía hablarla por teléfono algún día. Ella debió percibir la angustia que tenía ante el seguro rechazo de su pregunta, porque sonriendo como para contenerlo le dio el número de su celular, número que vaya a saber porqué oficio Divino quedó grabado en su mente con tanta firmeza, que todavía hoy lo recordaba aunque ella ya no tenía dicho equipo.  Esa noche, o mejor dicho cuando amanecía, cansado de dar vueltas en su cama sin poder dormir, tomó la decisión de hablarla en ese mismo momento. Se daba cuenta de la estupidez que estaba por cometer, pero un impulso irresistible hizo que su mano aferrara el móvil y marcara el número dado. Reconoció la voz apenas dijo hable, y él creyó percibir su sonrisa, cuando se dio a conocer. Estuvieron hablando durante una hora, al cabo de la cual la invitó a desayunar dado que ya era  hora para hacerlo, y porque tenía necesidad de verla. Una urgencia que solo se saciaría cuando estuviera en su presencia. Ella aceptó, se juntaron en una confitería cerca de su casa, charlaron hasta el medio día sin darse cuenta, y a partir de allí jamás se separaron.
 En ese tiempo ella estaba cursando su último año del Conservatorio y él era Oficial recién graduado. Cuando se recibió se casaron, pero el matrimonio no fue bendecido con hijos, no obstante  nunca se hicieron estudios médicos, ya que inconscientemente no querían que se ponga de relieve quien de los dos era infértil, para que el afectado no tuviese un posible demérito ante los ojos de la gente.  Sin embargo ese hecho no afectó la vida conyugal, se tenían el uno para el otro y eso les bastaba, a veces habían hablado de adoptar, pero se dijeron que aún eran jóvenes, que más adelante verían, no era algo que constituyera un problema en sus vidas, por ahora estaban bien así.
Cuando terminó la sublime canción, apagó el equipo de música y se volvió sonriente.
- Hola querido, te vi que estabas en la puerta, ya te desocupaste?
- Sí Negra.
- Querés tomar unos mates?.
- Gracias, recién vengo de tomar café con el Comisario.
- Como les va yendo con la investigación, me comentaste por teléfono que la Jueza lo había sumado al equipo.
- Se están dando pasos muy importantes, aun no se puede saber gran cosa, pero se están encuadrando hechos y circunstancias que antes ni siquiera sabíamos que existían, vos sabés cómo es esto, uno acumula conocimientos acerca de un caso hasta que las piezas de a poco empiezan a encajar, entonces el panorama se clarifica y con empeño generalmente se llega a la conclusión buscada.  En ese sentido mi antiguo Jefe es una garantía, su percepción mental es única y es dueño de una lógica policial que va más allá de lo común,  amén de su vasta experiencia,  lo que lo convierte en un elemento  valioso en una investigación como esta, que es bastante sui generis.
- Parece como si el destino lo hubiera puesto en este lugar, para protagonizar con el equipo, este momento. No te parece querido..?
- Así parece, y la Jueza ni lerda ni perezosa, cuando lo escuchó dar una perspectiva muy bien fundada acerca de la personalidad de la Profesora, sin conocerla, pero basándose en detalles que fue infiriendo al revisar la casa, le ofreció nombrarlo Perito junto al Licenciado Fernández, para asesorar al Tribunal en este asunto, que pinta complicado.
- Paredes aceptó de buen grado?
- Sí amor, vos sabes, porque lo conoces de años, que para el Comisario no hay nada más emocionante que resolver un caso, más en su situación, que hace algunos años que se jubiló y añora su antigua actividad, es algo que lo lleva en la sangre y lo acompañará para siempre.
- Le has ofrecido la casa para que pare los días que estará en la ciudad?.
- No fue necesario ya que a Jueza le consiguió alojamiento sin cargo en el Hotel, pero hemos pensado en trabajar los tres aquí, será más cómodo y de paso tendremos mayor intimidad, espero no interferir con tus actividades..!
- No hay problema, yo me arreglo..! Te dejaré todos los días la cafetera llena y funcionando y en la heladera encontrarás algunos sandwichitos y gaseosa. Galletitas hay en el mueble y cualquier cosa me avisas y te lo alcanzo.
- Gracias, Negra no sé qué sería de mí,  sin tus desvelos..!
- Cállate comprador, le dijo, mientras con la mano le hacía un mimito en la cara.
En el Bar mientras tomaban algo, aprovecharon para delinear el rumbo posible de la investigación.  Luego el Jefe lo acercó hasta la puerta del Hotel, antes de irse para su casa. El Comisario al ingresar, luego de saludar,  pidió las llaves de la habitación, pero el Conserje le dijo que sus compañeros estaban allí, seguramente preparándose para la despedida que el establecimiento brindaba al grupo esa noche, dado que al otro día era el regreso de los excursionistas a su Provincia.
- Nos comentaron que Ud. se queda, señor, apuntó el empleado.
- Sí, por unos días me seguirán viendo la cara, dijo sonriendo.
- Para nosotros será un gusto.
- Gracias, subo con mis compañeros y a prepararme para la fiesta, respondió mientras llamaba el ascensor.
La habitación estaba llena de risas, algunos de los viajeros se juntaron en ella y se acomodaron como pudieron, unos parados, otros sentados en las camas y todos contando anécdotas o cuentos, haciendo tiempo esperando el momento de vestirse, para concurrir al evento, esperado con  ansiedad, porque amén de la comida especial que les ofrecían como culminación del viaje, sabían que una orquesta ejecutaría la música, para  el baile, que animaría la reunión, lo que llenaba de alegría el corazón de los veteranos viajeros. Uno de ellos al ver entrar al Comisario, sugirió que cada cual se fuera a su rancho para prepararse y de paso dar lugar a los locales para hacer lo mismo.
- Por mí no se vayan, dijo Paredes, no molestan a nadie. 
- Es que la verdad ya es hora, así que mejor nos vamos a cambiar, se excusaron, para irse.
- Como estuvo su día señor, le preguntaron sus compañeros, no lo vimos para nada, pero nos comentaron que estaba colaborando con la Policía local.
- De maravilla muchachos, por ahora no puedo decirles nada, pero cuando se resuelva el caso y nos encontremos en el Centro Vecinal les contaré todo con lujo de detalles.
- Nosotros ya nos hemos bañado, dijo uno, así que si quiere tiene todo el baño a su disposición.
- Gracias muchachos, la verdad que vengo con ganas de asearme porque estuve todo el día de aquí para allá, y diciendo esto buscó ropa limpia y se introdujo al sanitario.
Cuando todos estuvieron vestidos bajaron al bar a charlar hasta que comenzara la reunión. El Comisario aprovechó ese momento antes del banquete para hablar a su casa. De manera sintética le contó a su hija los acontecimientos y le explicó que se quedaría hasta nuevo aviso, ella preocupada le pidió que se cuide, y él le prometió hacerlo. Mandó cariños a todos y le dijo que con alguno de los viajeros le enviaba regalos para la familia, que ya le avisarían al llegar para que los retire del Centro, afirmó que quedaban comunicados por el celular y se despidió cariñosamente, porque ya estaban llamando al comedor.
Al otro día, se quedó mirando el Micro que lentamente carreteaba saliendo de la vereda del Hotel. Sus compañeros de viaje lo saludaban por las ventanillas y él les respondía con sonrisas y ademanes afectuosos de la mano. Luego, según su inveterada costumbre, comenzó a caminar por esas calles todavía solitarias. El Sol se estaba levantando y su Luz derramaba calidez y vigor a la soñolienta mañana. El paisaje,  auténtico, colorido,  armónico, le hizo agradecer en silencio la suerte de haber nacido en un país en el que la belleza era moneda corriente; esto se apreciaba en la geografía, en la gente, en la música, en fin enumeración sería infinita, la síntesis es que él estaba satisfecho por todo ello y en consecuencia caminaba alegre y distendido, mientras se hacía la hora de ir a Tribunales. Cerca de las 10 horas se encaminó hacia allí y en la vereda se encontró con el Jefe Gutiérrez y el Licenciado. Ingresaron al Juzgado y después de una breve conversación con la Jueza, aceptaron el cargo de Peritos. Cumplimentado el acto se dirigieron a la casa del Jefe con el fin de comenzar el estudio de la documentación que obraba en poder de la Policía local.
                                          
           V
Los primeros trinos la despertaron, se quedó quieta absorbiendo en su espíritu, el asombroso devenir de existencia y color, que se produce con la aparición de la primera alborada, ese mágico momento en el que la vida se pone en marcha, día tras día, a través de eones de años, en una rutina ajena al cansancio o al aburrimiento. Si dependiera de nosotros, los humanos, este milagro, pensó,  que difícil le hubiera sido al planeta tener precisiones astronómicas. En fin, mejor me levanto en vez de quedarme filosofando, tengo mucho que hacer se dijo, mientras avivaba el rescoldo de un fuego que había encendido la noche anterior, para calentar una sopa instantánea, con la que acompañó un sándwich  de salame. La hoguera además de aportar luz y compañía, al  solitario, que pasa la noche alejado de todo contacto humano, le regala la paz que se siente al amparo de sus retorcidas lenguas, que bailan y brillan en la oscuridad, en una danza que parece ser ejecutada solo para el que mira, único destinatario del ancestral rito.
Puso un jarrito con agua sobre las brasas, con la intención de prepararse un desayuno, mientras buscaba en la mochila un paquete de galletas. En tanto se hervía el agua, aprovechó para asearse, pero al observar una carta, que había estado leyendo esa noche a la luz de la linterna y la fotografía de un hombre, que habían quedado al lado de su bolsa de dormir, las tomó y en un impulso que nació de su mismo corazón, las puso en el suelo, en un rincón de la pequeña cueva donde armó el campamento, se bajó los pantalones y la bombacha y poniéndose en cuclillas sobre ellas, las orinó.
Con la cara lavada, el cabello y la ropa prolijos, como a ella le gustaba, se sentó sobre una piedra para ingerir la primer comida del día. El sitio era agradable e íntimo lo que contribuyó a que se quedara reflexionando, así que mientras bebía lentamente su segunda taza de café  repasó mentalmente los acontecimientos que la llevaron a este lugar, prendiendo un cigarrillo con la brasa de una ramita de la hoguera. La primera imagen que atropelló su recuerdo, fue la tristeza que invadía  el rostro, y  todo el ser de su padre. Ella era pequeña, pero estaba consciente que un dolor tan brutal como el que desbastaba el mundo emocional de su progenitor, sería nefasto. A ese estado llegó de la mano del engaño, que su esposa, o sea su madre, cometió contra él, abandonándolo luego junto con su hija, mientras huía alegremente en brazos de su amante.
Padre e hija se sentían terriblemente mal. El acto alevoso de la mujer dejó un hombre herido de muerte, dado que acuchillaron su amor, su hombría y su honor de un solo tajo;  y la niña asombrada ante tanta bajeza, sintió por vez primera lo frágiles que pueden ser las relaciones humanas, al tomar conciencia de que la persona que la trajo al mundo y la cuidó en los años en que dependemos totalmente del amor y la dedicación materna, la había cambiado, lo mismo que a su padre, por un desconocido, tan criminal y desfachatado como ella.
No pudo evitar, pese al tiempo transcurrido, que una lágrima rodara mansa sobre su mejilla. Prendió otro cigarrillo y continuó recordando, con ese mecanismo que utilizamos los hombres, de fijar nuestra atención sobre lo que nos duele y nos hace mal, en vez de olvidar y superar el pasado. Ya que no tenemos el poder para cambiarlo, lo más prudente es vivir el  presente, pero sin embargo su reminiscencia la llevó de nuevo, al día fatal en que su padre, o mejor dicho la sombra de lo que fue su padre, no pudo soportar más tanto padecimiento y se marchó de este mundo en busca de la paz que le negó un destino de traición. Volvió a ver la sala de velatorio, el escuálido cajón que cobijaba los restos del infortunado. Escuchó como en un sueño las conversaciones en voz baja de los presentes y percibió el dulzón aroma de las flores.
No pudo evitar que cruzara por su mente, el destino miserable y solitario que esperaba a los huesos y al recuerdo del muerto, al que siempre rodearía el halo de humillación y de desprecio con que su madre lo invistió, que le sirvió de compañía mientras estuvo en este mundo y serían sus guardianes para trasponer el más allá.
Del cementerio tenía pocas imágenes. Entró y salió de él con los ojos cerrados, en un intento pueril de no querer ver la postrer morada en que sería alojada la persona que más amó en este mundo. Lo que recordaba con bastante precisión fue la reunión, que después del entierro se celebró en el departamento que alquilaban, en el Barrio de Flores. Estaban presentes, el único tío que tenía y su esposa, y el íntimo amigo del fallecido y padrino suyo, un joyero de profesión, que tenía negocio en el barrio, y que en realidad era más familia que la propia, ya que tuvieron amistad desde siempre, pese a que era mayor que su padre. Con él compartieron muchas cosas en la vida, y fue el único sostén que tuvo el desgraciado para apuntalar lo poco que le quedó de existencia, mientras vivió. Es más, en sus días finales, el infeliz, en una conmovida conversación que mantuvieron a solas, le encargó su pequeña hija, encomienda que el padrino aceptó, no solo porque estaba aficionado con la niña, sino porque era un solterón empedernido que no tenía hijos, con lo que hacerse cargo de la prole del amigo, lejos de ser una carga, en realidad, lo satisfizo, porque completaba una parte de su ser, que tenía esa carencia. Los tíos estuvieron de acuerdo en que la menor quedara en guarda del padrino, aduciendo que era lo mejor para ella ya que en la Capital podría estudiar, mientras que si se iba a vivir con ellos, que lo hacían en un pueblito rural, las posibilidades de la menor de progresar, eran inciertas, máximo que ellos no poseían gran cosa como para mandarla lejos a perfeccionarse, y además  tenían dos hijos propios a quienes debían todos sus esfuerzos. En realidad a la mujer del tío no le interesaba ocuparse de la hija del cuñado difunto, en consecuencia esgrimía todo tipo de argumentos para zafar de la obligación, por lo que el padrino quedó como responsable de la nena, volviendo los parientes a su pueblo y a sus cosas, manteniendo a posteriori contacto con ellos solo para las fiestas y cumpleaños por teléfono y mientras la chica fue menor, para con el tiempo espaciar los llamados y reducirlos a su mínima expresión.
El Departamento que fue su hogar, lo devolvieron a sus dueños, quienes no hicieron ninguna cuestión, pese a que se debían dos meses de alquiler, dada la angustiante situación por la que atravesaba la pequeña. Los muebles y enseres fueron vendidos, menos su camita y algunas chucherías para que tuviera de recuerdo, entre otras varias fotografías del muerto, y una de la madre. que ella había escondido y que nadie sabía que  guardaba.
Dicha foto constituía uno de sus tesoros más importantes, no por el hecho de que el retrato sirviera para añorar o venerar la madre ausente, sino porque ella no quería olvidar su rostro, para el caso de que la vida la pusiese frente a ella, poder reconocerla para escupirle la cara. Su nuevo hogar fue en consecuencia la casa del padrino, una típica vivienda de clase media, con el negocio en la parte delantera del inmueble y las dependencias atrás, que contaba don dos habitaciones, baño, cocina y estar. La suya era amplia y soleada, en la que tenía no solo los muebles convencionales del dormitorio, sino  un jueguito de sillones de mediano tamaño y un escritorio. En él estudiaba y cuando fue a la secundaria venían sus compañeras para hacer las tareas en grupo, dado que en esa casa nadie las molestaba, ya que el padrino siempre estaba en el negocio y solo esporádicamente entraba a la vivienda a tomar algo o simplemente dar una vuelta para ver como se comportaban o estudiaban las jóvenes. El colegio no le costaba demasiado porque era una estudiante responsable y nunca dejaba tareas sin hacer o hechas a medias. En realidad no quería fallarle al padrino, dado que gracias a su buena voluntad, la había salvado de una vida seguramente llena de infelicidades para darle un hogar cómodo y un estudio con el que algún día ganaría dignamente su sustento.
Cuando estaba en cuarto año, se había convertido en una mujercita sino hermosa, bastante agraciada, sus rasgos regulares y un cuerpo compacto, la hicieron requerida por los muchachones, siempre dispuestos a tener aventuras amorosas con las chicas de su edad. Comenzó entonces lo que siempre ocurre, un jovencito le gustó más que otros y empezaron a realizar programas juntos, tales como ir al cine o encontrarse en alguna confitería con otras chicas y muchachos;  lo común entre adolescentes. Cuando esto llegó a conocimiento del padrino, a raíz de que una de sus amigas se lo contó riéndose, un día que tomaban mate en la cocina, la conducta de su tutor se volvió distinta; el cambio fue gradual pero constante y evidente, dejó de ser paternal con ella, no porque se volviera malo, sino porque parecía que la trataba más como una mujer, que como la ahijada que era. Un día le pareció que la estaba mirando mientras se cambiaba en la habitación. La puerta estaba entornada y ella estaba segura que sus ojos trataron de observar su desnudez. En otra oportunidad después de tomar una ducha, antes de irse a dormir, también sintió sus ojos clavados en su cuerpo, cuando envuelta en una toalla pasó para su dormitorio, delante de él, que miraba televisión.
Una noche, en que estaba en camisón delante del espejo, peinándose, antes de meterse en cama, lo vio entrar a su cuarto. Ella hizo como si no pasara nada y siguió arreglándose, porque en realidad no sabía cómo manejar la situación, en consecuencia el acto de pasar el peine por la cabellera, servía de excusa para no preguntarle lo obvio, o sea que quería en su cuarto, a esa hora y estando ella semidesnuda, ya que debajo de la prenda de dormir no tenía ropa interior. Él tampoco dijo nada, llegó hasta su espalda y con la mano izquierda ciñó su cintura y con la derecha comenzó a explorar sus senos, mientras le besaba el cuello. El miedo la había paralizado, no tenía experiencia alguna y ni siquiera conocía con exactitud en qué consistía la relación hombre mujer, más allá de las charlas que mantenía con las amigas, tan inexpertas como ella.
La actitud del padrino era determinada. Aún sin conocer estas cosas, percibía que su tutor avanzaba con una intención francamente sexual sobre su cuerpo. Atinó a preguntarle el porqué, mirando al espejo, y él le contestó, bizarro, mirando también la superficie del mismo, que ella se lo debía, que él había hecho todo por su bienestar y que no iba a permitir, que un pendejo calentón se llevara puesta su virginidad, que él se preocupó de cuidar todos estos años. Y luego sin más le levantó el camisón, la empujó sobre la cama y le tiró su cuerpo encima Ella sintió una cosa dura que intentaba penetrar su sexo, pero se movió tanto y lo golpeó tantas veces, que el hombre no podía lograr su propósito; entonces inesperadamente medio se levantó de encima suyo, pero con un rápido movimiento la hizo girar y la puso boca abajo, para con sus fuertes brazos sobre la espalda, aplastarla contra la cama mientras la obligaba a separar sus piernas. Lo demás aún lo recordaba con humillación,  sintió algo húmedo en la parte de atrás, como si fuera saliva, lugar por donde el abusador hizo lo que no pudo lograr por adelante. El dolor era inaguantable, pero él no parecía percibir el daño que le hacía. Después de unos movimientos violentos, sintió que algo cálido la inundaba y cuando dejó de moverse y de musitar frases entrecortadas, se levantó bruscamente de arriba suyo, ocasionándole un nuevo y lacerante desgarramiento. El no dijo nada, antes de retirarse le prometió que en la mañana hablarían. Ella se quedó temblando de indignación,  y al rato fue al baño, se sentía sucia.
Cuando amanecía,  él entró nuevamente al cuarto, llevaba en sus manos dos jarros con café y le alcanzó uno, mientras arrimaba una silla cerca de la cama. Ella estaba dolorida y extenuada, no había pegado un ojo en toda la noche pensando en lo ocurrido. Se sentía vejada y no había parado de culpar a su madre por lo que estaba pasando. Si ella no la hubiera abandonado, no estaría  a merced de un destino cruel como el que estaba viviendo, sino protegida y cuidada como corresponde a una joven de su edad; es más seguramente su padre estaría vivo, y no muerto por la pena y la impotencia que producen la traición y el desamor. Gruesas lágrimas de vergüenza se agolpaban en sus ojos y corrían imparables mojando su rostro descompuesto. Trataba de mirar la taza de café, que bebía a pequeños sorbos, mientras hacía tiempo para que su cerebro encontrara las palabras necesarias, con las que enrostrar una conducta tan aberrante, como la que demostró tener su padrino para con ella. No podía comprender como la persona que la cuidó en su desamparo y le dio una vida hasta ahora normal, podía actuar como un animal, demostrando toda la bajeza de que es capaz el ser humano si se considera impune. Su situación era muy complicada, no tenía a quien recurrir, y en caso de denunciarlo como había maquinado en su larga noche de dolor, de qué manera afrontaría el futuro...? No sabía ningún oficio, no tenía capacitación laboral alguna, era menor y quería estudiar, quería acceder a la Universidad,  para con un título bajo el brazo, lograr tener un pasar adecuado y una vida independiente.
Mientras ese torbellino de ideas chocaban en su mente, sin saber por dónde empezar, su padrino empezó a hablar, exponiéndole, palabras más, palabras menos lo siguiente: sabía que cometió un acto de violencia contra ella, pero encontraba justificación en el hecho de que él veló siempre por su bienestar y que además a su manera la quería. Al principio como la niña que era, pero después cuando se hizo mayor la comenzó a mirar de otra forma, pero sin pensar todavía en ella como mujer, hasta el día en que la amiga contó que existía una simpatía con un muchachito y entonces los celos se apoderaron de su ser y  a partir de allí, solo pensó en satisfacer la pasión que se le había despertado. Trató de luchar contra eso, porque se daba cuenta de que constituía un sentimiento negativo, pero finalmente desistió,  dado que todos los razonamientos caían ante  la evidencia, de que solo pensaba en ella y la manera en que la poseería. Por lo tanto, estaba aquí para decirle, que si quería seguir viviendo en su casa y gozando de los beneficios que tenía, debía prestarse para la satisfacción de sus deseos. Que no la molestaría con sus relaciones y amistades, que podría tener una vida normal,  pero que le quedara claro que de vez en cuando tendrían intimidad. Le subrayó que por la diferencia de edades que existía entre ambos, el calculaba que no la molestaría frecuentemente,  y además le indicó que esto debía quedar como un secreto entre ambos, que evitara comentar lo sucedido con las amigas o la mujer del servicio doméstico, dado que podían generar un revuelo que a ella no le convendría, dado que nadie se ocuparía, si había problemas, de su persona en un futuro. Que si accedía a lo que le proponía, seguiría gozando de todas sus comodidades y podría estudiar lo que quisiese, que él lo solventaría, y que como ya era mayorcita había pensado en comprarle una moto para su divertimento y que más tarde, en la Universidad, le daría un autito para su uso personal. Además debía pensar en que él no tenía hijos y que si todo marchaba bien, la nombraría su heredera, para  que cuando  le llegara el momento de dejar esta vida, al cambiarla por la eterna, su patrimonio quedara en su poder.  Dicho esto guardó silencio como esperando una respuesta de su parte, al no tenerla y observar que permanecía con la cabeza gacha, debe haber pensado que el que calla otorga, porque procedió a desnudarla;  como la noche anterior se subió arriba suyo y abriéndole las piernas , después de varios intentos en los que ella se sintió morir,  la penetró,  por donde no lo había podido hacer  antes a causa de la resistencia que le opuso,  provocándole  además del sufrimiento, la degradación que conlleva el abuso y un asco que la acompañaría toda su vida. Para no oír las palabras incoherentes que le susurraba al oído, mientras la embestía con toda la violencia de que era capaz, se puso a pensar, que ojala a su madre, cuando huyó con su amante,  le haya dolido de la misma manera,  y se haya sentido una basura, como se sentía ella. Lo que no atinó a pensar, es que la mujer,  más allá de su deslealtad,  no era virgen, lo hizo por amor,  y porque quiso.
             
                                    VI
Había elegido la Historia porque era una materia que le atraía por sobre todas.  Gustaba  de memorizar acontecimientos, fechas y nombres;  eran cosas concretas. El ámbito de las ideas, como la filosofía,  y menos  todavía el mundo de lo inconsciente, eran para ella. Demasiadas cosas bullían en su interior, para tratar de encontrar  explicaciones científicas sobre el particular, o entender el cómo y el porqué de las conductas humanas. Por otro lado las ciencias relacionadas con la salud, le producían rechazo, dado que los cuerpos humanos, empezando por el olor característico que despide de manera natural el género, también se lo producían, y en las ciencias relacionadas  con el derecho, no creía, porque según su punto de vista, el mundo era injusto por naturaleza y nada lo encausaría por la senda del bien, menos aún, leyes dictadas la mayoría de las veces para beneficio de los poderosos, entre los que ella no se contaba. Así pues, armada de estos conceptos, ingresó en la Facultad de Humanidades, para convertirse en Licenciada.
Pensaba cuando se recibiera, dedicarse a la docencia y la investigación;  tenía facilidad para desarrollar esas tareas, y lo sabía, dado que cuando le tocó preparar unos chicos del barrio para rendir la materia en el colegio, lo hizo con  agrado. Y en cuanto a la investigación, sentía que había nacido con inclinación para ello, por lo meticulosa que era cuando le tocaba hacerlo, como lo demostró en varios trabajos que debió realizar a lo largo de la carrera, por los cuales obtuvo felicitaciones. Solo le quedaba un obstáculo para terminar su cometido, debía rendir las materias filosóficas de la carrera, que había dejado para el último junto con otra. Quería encarar de una vez ese escollo, pero le costaba estudiar esas disciplinas, por lo que un compañero le recomendó a un ex sacerdote jesuita, que daba clases particulares. Lo contactó y quedaron citados para el lunes próximo, en casa del profesor, para dar comienzo a la labor. A la hora indicada compareció con los programas, libros y un gran cuaderno de notas. El mismo profesor atendió el timbre y la hizo pasar a un estar que oficiaba de lugar para estudio. Tomó asiento alrededor de una mesa que había en la sala a propósito para ello y comenzaron a desarrollar el primer tema.
- Tú sabes, Isabel, así te llamas verdad..?, que alrededor de esta disciplina hay muchos tabúes, comenzó explicando el profesor,  por eso en general la gente tiene miedo de no comprender los contenidos, ya que cree que son difíciles de aprender. Que es algo para intelectuales o un exclusivo grupo de personas con la mente despierta como para entender. Ello es falso, y mi deber como docente es acercarte de un modo natural al universo del pensamiento;  para decirlo de otra forma, intentaré democratizar su enseñanza para hacértela comprensible y llevadera, y para ello te diré una definición que supo acercarme un viejo profesor mío que entre risas y veras afirmaba haberla leído en no sé qué  tratado y rezaba más o menos así: "la filosofía es aquello con lo cual o sin lo cual, nos quedamos tal cual". Tan sorprendente comienzo provocó una sonrisa en la cara de la alumna y lo más importante: la buena predisposición que nació en su corazón para con esa persona, que con tanta sencillez y simpatía se introdujo en el complejo andamiaje de esa ciencia. A partir de allí la clase se desarrolló amena y relajada, tomó notas en su cuaderno y se comprometió a estudiar del libro unos puntos que había explicado el ex sacerdote. Antes de retirarse, fijaron los días en que reunirían para las clases, y luego se marchó.
Poco a poco fueron entrando en confianza. Ella tenía un resquemor natural hacia los hombres, pero en el caso de Manuel, así se llamaba el profe, las barreras que ella ponía inconscientemente, se fueron derrumbando sin que se diera cuenta. Quizá ayudara el hecho de que al haber sido religioso, Manuel tenía una personalidad que inspiraba confianza en las personas, la que jamás defraudaba porque era íntegro y siempre estaba presto a dar una mano a quien lo necesitara, en una actitud de servicio que surgía naturalmente de su interior y se desparramaba alrededor de su vida, de manera natural.  A esto se sumaba un buen oído con el que siempre encontraba tiempo para  escuchar las cosas de los demás, muchas veces en detrimento de su propio descanso u ocupaciones.
Una tarde de domingo, en que Isabel estaba aburrida, pensó en llegar por lo del profe con unas medialunas, para tomar unos mates. Así lo hizo y fue muy bien recibida, lo único que él le pidió fue que mientras conversaban, él iría preparando un trabajo, que se había comprometido a realizar, para un instituto donde daba clases, algunos días a la semana. Tan bien lo pasaron que a ella se le volvió costumbre el ir a charlar allí, fuera de las clases. De esa manera comenzó una amistad y las confidencias que la misma trae aparejadas.  Manuel le contó que había entrado muy joven al Seminario, casi un niño, y que abrazó el estado clerical con todo su corazón, no solo por su Devoción al Señor, sino por amor a la gente, que tanto necesitaban de guía y de consuelo en esta tierra dura, carente de compasión. Su actitud de servicio se consolidó entre sus hermanos religiosos y tomó una dirección más comprometida, a medida que  él también iba madurando como hombre. Un año después de haber hecho los votos, fue destinado por La Orden al Convento de Santo Domingo, sito en Chuquisaca, en la Hermana República de Bolivia. Era un convento colonial, cuna de la patria hermana, en aquellos azarosos días de la Independencia, y entre otras funciones él trabajaba en el Archivo Histórico de la institución, uno de los más importantes del País.
Un día, que su familia lo había ido a visitar, volviendo de una visita que hicieron a un poblado indígena, donde pasaron el día, se accidentaron con el auto que manejaba el padre, al chocar de frente, en un peligroso camino de montaña, con un camión. Como resultado del siniestro, murieron su padre, la madre y el hermano menor, más el camionero. Él quedó malherido, por lo que estuvo entre la vida y la muerte dos meses, al cabo de los cuales comenzó a mejorar de a poco, pero le llevó cerca de un año recuperarse. Su familia quedó destruida, y en realidad aunque salvó su vida, algo se rompió en su interior. No culpaba al destino ni a la fatalidad, ni menos a Dios, pero entró en un estado de desinterés manifiesto, no solo hacia lo religioso, sino hacia sí mismo. Dejó de estudiar, retaceaba sus obligaciones para con sus cófrades, con la gente y consigo mismo; a tal punto que perdió el apetito y las ganas de asearse, en fin había llegado a los que los Psiquiatras denominan depresión, pero él sabía que era más que eso, en realidad ya no quería engrosar las filas del ejército de Dios, por lo que pidió permiso a sus Superiores por un tiempo para reflexionar, y transcurrido el mismo tomó la decisión de dejar los hábitos y reducirse al estado laico. En síntesis, cuando se retiró, se volvió a su Patria y se puso a trabajar en lo que sabía, o sea utilizar el intelecto que había adquirido tras largos años de estudio, para ayudar a otros que necesitaran sus conocimientos, con el fin de perfeccionarse o para rendir materias universitarias.
Una tarde, cuando terminaban la clase del día, comenzó a descargarse la tormenta que daba vueltas desde hacía horas. Lo hizo con singular violencia, acompañada de rayos y truenos terroríficos. Manuel le sugirió que no se vuelva a la casa, porque era peligroso, así que llamó por teléfono a su padrino  explicándole la situación y que iría cuando pare de llover. Conversaban unidos por la tierna complicidad que conlleva la amistad, mientras miraban el aguacero por la ventana, y quizás por la intimidad que sugiere un cielo encapotado, y el canto monocorde del agua sobre el pavimento, ella le contó su historia. Hacía mucho que quería hacerlo, pero no se animaba. Pesaba sobre su ánimo la prohibición de su tutor y la vergüenza que tenía por lo que le sucedía, y lo que le había hecho su madre. Pero su corazón colmado de amargura, necesitaba esa liberación para no explotar por la angustia guardada y contenida.
 Al principio relataba los hechos mirando al suelo y en voz baja, pero a medida que fue tomando confianza, porque intuía la comprensión del otro, su tono empezó a subir y logró, como esas nubes preñadas de agua, que estaban en el cielo, descargar sus miserias, como lo hacía en la calle la tormenta. Él no dijo nada, solamente permaneció en silencio a su lado  y tomando su mano la dejó llorar, para que sacara fuera de sí  tanta soledad y tanto dolor.  Por fin fueron,  también como la lluvia, parando sus lágrimas y se quedaron callados, sentados lado a lado en el humilde asiento, viendo como la tardecita traía con ella, penumbras, que echaban cobijo sobre la brutal confidencia, que se volvió menos evidente al amparo de las  oportunas sombras.
 Una fraternal unión se consolidó entre ambos, en el juego de los claro oscuros con el revelador relato. Los corazones estaban palpitantes y abiertos por el cruel secreto develado, que amarró sus vidas para adelante con un lazo tejido de pura amistad, lo que logró serenar su ánimo e hizo que Isabel se adormeciera cansada sobre el hombro de Manuel.
Finalmente se recibió y como tenía buen concepto entre sus profesores, entró en la Universidad como auxiliar docente. También se anotó en el ministerio y fue consiguiendo horas en los colegios secundarios. Como era austera en sus gastos, el dinero le sobraba, ya que el único lujo que se permitía era comprar libros, material que apreciaba y cuidaba mucho, como suelen en general hacer los docentes.
En su mente había empezado a fructificar una idea: "independizarse". No se lo comunicó al padrino porque sabía que se opondría.  Ya no soportaba más las visitas a su cuarto, pese a que no eran muy frecuentes, dada la edad del Joyero. Nunca se había resignado al papel promiscuo, que le había asignado quien debía velar por su seguridad, y jamás encontró más que repugnancia en los encuentros aberrantes a que era sometida.  Dudaba mucho que algún día pudiera tener una relación con alguien, ya que el mero hecho de pensar en la intimidad con otro, le producía un estado de angustia, que no podía evitar. Lo había comentado con Manuel, pero él sostenía que el día que se enamorara de alguien que supiera entenderla y esperarla, saldría del estado negativo que la embargaba, con respecto a los hombres y en particular del sexo.
Un día le dieron un dato sobre un mini departamento, que tenía para alquilar una señora, al fondo de su casa, y lo fue a ver. Le gustó pese a que era pequeño, porque como ella era sola se arreglaría igual,  le agradó el patio que tenía,  soleado y con plantas. También la propietaria le cayó bien, se trataba de una buena mujer, recientemente viuda, y con una enorme capacidad para analizar todo tipo de programas televisivos y acontecimientos de la farándula, por lo qué, le comentó riendo a Manuel: no necesitaré comprar revistas, ya que Lola me informará todo lo que ocurre. Formalizaron el contrato, pero no se mudó todavía. Estaba esperando algún viaje del tutor, quien solía irse de pesca con unos amigos, para sacar sus cosas de la casa, sin que lo tratara de impedir el joyero, quien seguramente se pondría violento al ver que la perdía. El día que se fue, fue el más feliz de su vida, dejaba atrás largos años de opresión. Ahora no debía obedecer más a nadie, había a su manera y con su martirio, pagado su manutención y los estudios, y al modo de los antiguos cautivos, asimismo su libertad. 
Porque Isabel siempre consideró que los abusos que soportó, fueron en parte pago por esto y en parte porque el destino la puso delante de un malvado que se aprovechó de su debilidad, por lo que la deuda estaba saldada y con creses. Ahora sería dueña absoluta de sus decisiones y sinceramente esperaba no ver nunca más al hombre que la maltrató de esa forma. El tiempo, como decía Manuel, quizá curara su herida. Antes
carta sobre la mesa. En ella le escribió todo lo que se calló estos años y le pidió que no tratara de verla nunca más, que de esa forma, a lo mejor ella podría olvidar su pesadilla, que esto era lo mínimo que podía hacer por su pupila, después de todas las atrocidades a que la sometió. Al salir tomó una fotografía del padrino que estaba en una caja donde se guardaban las mismas. No sabía el porqué de ese impulso, pero la puso dentro de su bolso, cerró la puerta con llave y tiró esta última en el tacho de basura del vecino.
                               
     
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
VIII
Todavía era noche cuando despertó, no podía recordar lo que había estado soñando pero debe haber sido algo fuerte, dado que por más que lo intentó no volvió a conciliar el sueño. Sintió necesidad de rezar, una costumbre que tenía medio abandonada, desde que dejó los hábitos, así que fue al baño y luego sin prender la luz se instaló en el estar donde daba clases, y sentado en una silla, comenzó a pasar por sus dedos las cuentas del  Rosario.
Eso le fue remansando el Espíritu y logrando un estado de serenidad apropiado para la reflexión, con el cual repasó su vida;  inevitablemente confeccionó un balance de la misma, y el resultado no dio del todo mal, según su propio juicio, por lo que quedó satisfecho y con ganas comenzar el día. Mientras desayunaba, puso en orden unas anotaciones que había preparado para dar clases en el Instituto, donde se desempeñaba como profesor, y al terminar sacó la moto a la vereda y la puso en marcha.
Entró por sus cosas y subiendo al vehículo tomó por la calle de siempre, para dirigirse al trabajo. Pese a que era temprano el tránsito estaba complicado, era uno de esos días en qué todo el mundo parece estar apurado, por lo qué, en el semáforo, esperó a que la luz se ponga verde para seguir. Cuando iba cruzando la mitad de la avenida, vio que una camioneta que circulaba a gran velocidad, intentaba cruzar aún sin corresponderle el paso, para lo cual intentó una maniobra imposible, no obstante logró esquivar un automóvil, pero ya no pudo hacer lo mismo con él, en consecuencia se abalanzo sobre Manuel, quien en ese instante creyó ver el rostro de su madre que sonriendo, parecía decirle que no tema, que ella estaba allí para acompañarlo. Luego solo vio oscuridad, si es que lo negro se puede visualizar, y creyó escuchar voces y la sirena de una ambulancia; luego nada más. Cuando despertó, después de varios días de coma, lo hizo despacio, de a poco como quien dice, se sentía mal y no podía articular palabra alguna, el no lo sabía pero como estuvo con respirador, su garganta estaba inflamada produciendo ese efecto sobre sus cuerdas vocales.
 Al posar su mirada sobre el lugar donde se encontraba, le pareció que estaba en una habitación de una clínica o un hospital, confirmando su sospecha al ver que tenía inyectado el descartable del suero, en su brazo izquierdo. Intentó recordar la circunstancia que lo puso en esa situación, pero las imágenes le eran esquivas. Solo venía a su mente una camioneta sin control que se le venía encima.
 En ese momento, una enfermera que pasaba revista por su cuarto, advirtió que el paciente estaba volviendo en sí y se arrimó cariñosamente a su lado afirmando: parece que nos hemos despertado, dijo mientras acomodaba la cama de manera mecánica, al tiempo que le ponía la mano en la frente, como para constatar la temperatura. El la quiso hablar, pero como tenía dificultad, la mujer le dijo que tuviera paciencia, que luego lo haría, que ahora lo dejaba porque iba a buscar al médico para avisarle que había reaccionado, y que en seguida lo seguirían asistiendo. Antes de salir le comentó que una amiga de él lo estuvo cuidando esos días, que en este momento se había retirado, pero que ya volvería.
Al rato volvió con el médico el que comenzó a revisar minuciosamente a Manuel. Su rostro expresaba preocupación y le preguntó a la enfermera si le había avisado a los otros especialistas que lo estaban atendiendo, para evaluar juntos el estado del paciente. Ella contestó que sí, que ya venían, por lo que el galeno comenzó a estudiar los últimos informes de laboratorio y las ecografías que le hacían periódicamente y que estaban al pié de la cama, sujetados por un broche atado a los pies de la misma. Primero entró un traumatólogo, que se arrimó sonriendo al accidentado.
- Estás quebrado en varias partes, pero de esto te podes recuperar bien, le dijo, y dirigiéndose al otro médico le confirmó lo anterior, si se recupera del otro daño, esto no es problema. En ese momento ingresó otro especialista, aparentemente cardiólogo, que también saludó al paciente con simpatía y dijo que el corazón según los últimos electros, se había estabilizado y que con la medicación indicada, andaría bien. Estos dos informes parecieron alegrar al primer médico, no obstante su cara aún estaba seria cuando se arrimó a la cabecera para poder hablar con Manuel;  
- Has sufrido un accidente en la calle, al ser atropellado por una camioneta que te pegó de frente, en una maniobra irresponsable. La policía te trajo a este centro de salud, donde se atienden los siniestros ocurridos en la vía pública. Han tratado de comunicarse con algún familiar tuyo, pero aparentemente no tienes allegados, sin embargo pudieron contactar a través de tu agenda del celular a una chica que te ha estado cuidando y que dice ser una  amiga de tu confianza.  Entiendes lo que digo..? Manuel trató de responder y le salieron los primeros sonidos de su boca al responder sí. 
- Bien, dijo el médico, te explicaré tu situación. Lo mismo hice con tu amiga. El accidente que sufriste fue grave, en realidad muy grave; lo más dañado es el páncreas que está en  estado delicado. Estamos haciendo estudios constantes para ver su evolución, pero hasta ahora no hay una  respuesta favorable en tu organismo. Lamento tenerte que informar esto en el estado en que te encuentras, pero como no hay familiares que sean responsables de ti, no me queda otra alternativa que decírtelo. Si dentro de las próximas veinticuatro horas no hay mejoría, tendremos que operarte de urgencia para tratar de salvarte, pero es una intervención de riesgo y mi deber es informártelo, entre otras cosas porque al estar consciente, debo pedirte autorización para que seas intervenido. Si me comprendes dímelo..! Sí doctor, contestó el enfermo.
- Hay algo que necesites..?
-Quiero hablar con mi amiga. Por favor deme algo que me suavice la garganta, así me puedo comunicar con ella. El médico le indicó a la enfermera un remedio y le dijo que se lo administrara enseguida. También le dijo que le haga firmar la planilla con el consentimiento y la agregue a la historia clínica, por último se despidió de Manuel pidiéndole que pusiera fuerza, que ellos harían todo lo posible, y se retiró anunciando que  volvería pronto.
Después de firmar lo que el cirujano le pidió y de tomar el medicamento prescripto, se quedó medio dormido y en ese estado intermedio le pareció ver la cara de su madre, incluso creyó recordar que cuando ocurrió el accidente, también se le apareció el querido rostro,  pero no estaba seguro, y en esas cavilaciones se durmió. No pudo saber cuánto tiempo descansó, pero advirtió que no estaba solo en la habitación y al mirar a su alrededor la vio. Ella estaba sentada en la silla que había dejado el médico, en la cabecera de su cama. 
- Manuel, cómo estás..? le preguntó. Él le sonrió y ella le pasó la mano por el cabello, en un gesto de cariño.
- Escúchame con atención Isabel, porque me cuesta hablar, le dijo.
- Ella se le acercó más exclamando, sí dime..!
- Anda hasta mi casa y busca en la biblioteca de mi dormitorio un libro antiguo, llamado "De Materia Médica", y tráelo que quiero indicarte algo.
- Pero Manuel, argumentó ella para qué quieres un libro ahora, en otro momento te lo busco. - El hizo un gesto de negación con la cabeza.  - Por favor, haz lo que te pido, búscalo ahora y ven lo más rápido posible que debo hablarte, y para darle a entender su deseo cerró los ojos como si fuera a dormirse.
A Isabel no le quedó más remedio que cumplimentar el deseo de Manuel, por lo que salió cerrando con suavidad la puerta, para no turbar el descanso del enfermo, y se marchó en busca de ese libro con un título tan extraño. Lo encontró en el mueble que le habían indicado y no pudo menos que admirar su finísima encuadernación. Era a todas luces una obra muy antigua, editada en Español, de un tal Dioscórides Anazarbeo. Aparentemente consistía en un tratado de Ciencia Médica. Intrigada por la comisión que había recibido, se apresuró a regresar al centro médico, llevando el libraco fuertemente agarrado con sus manos, no solo porque tenía un peso importante, ya que era de considerable tamaño, sino porque algo le decía que  esa antigüedad algo tendría que ver con ella.
Cuando entró en la habitación de su amigo, lo encontró despierto y con una cara que denotaba la ansiedad que lo imbuía.
- Veo que lo encontraste, le dijo.
- Es un libro muy original, sería imposible no verlo.
- Es mucho más original de lo que supones, ven siéntate a mi lado y ponte  cerca, así me esfuerzo lo menos posible para hablar, ya que debo explicarte muchas cosas y estoy débil.
- Hay Manuel..!  porqué no dejamos esto para cuando estés bien, le sugirió con voz de ruego.
 - No pequeña, lo que tengo que decirte, lo haré ahora, porque no sé si luego podré.
 - Manuel, qué estás diciendo, le preguntó angustiada.
 - No, escúchame con atención, no es momento de sensiblerías, así que no me hagas perder las pocas fuerzas que me quedan en discutir.
- Está bien, te escucho, y arrimó su cabeza lo más cerca que pudo de la del paciente.
Manuel entrecerró los ojos y comenzó a hablar: cuando solicité a mis superiores mi reducción del estado clerical al laico y regresé a la vida civil, antes de empezar a trabajar, decidí emprender un viaje para serenar mi estado de ánimo. Tenía una plata, que había pertenecido a mis padres, de la que  no quedó gran cosa, después de pagar los gastos del accidente y la sepultura de mi familia, no obstante alcanzaba para lo que yo necesitaba en ese momento;  calmar mi corazón del dolor que me produjo la trágica desaparición de mis seres queridos, y el lógico duelo que necesitaba hacer, por el hecho haber dejado los hábitos, unido todo ello, a la ansiedad de comenzar una nueva vida,  desconocida para mí.
Emprendí como dije un viaje, y me dediqué a recorrer la parte de Bolivia que no conocía, las sobrenaturales ruinas Peruanas, tan llenas belleza y misterio y el Ecuador, también pleno de historia y tradiciones precolombinas.
Fue en Perú, en Lima más precisamente, que entré a curiosear en una librería dedicada, según anunciaba su cartel, a la compra venta de libros antiguos y raros. Dicha propaganda llamó mi atención y pensé en espiar un poco lo que ofrecían, tentado por la atrayente publicidad. La verdad es que tenían una variedad enorme de obras, que uno ni siquiera piensa que puedan existir, como ser, una del año mil ochocientos, en dos tomos y que era un Compendio de la Historia de las Cruzadas, un tema por demás interesante para mí que había sido Sacerdote, pero precisamente por eso no lo adquirí, quería clausurar esa etapa de mi vida y ese libro no era lo más adecuado para ello, por las lógicas reminiscencias que podrían herir mis sentimientos. Seguí en consecuencia rebuscando en los anaqueles y encontrando libros maravillosos, sin embargo uno  llamó más mi atención que todos y se trataba de la obra de un médico griego, botánico y farmacólogo llamado Dioscórides, que supo ser cirujano militar del ejército romano, en tiempos de Nerón, por lo cual viajó por todo el mundo conocido de entonces, acompañando las legiones, y aumentando sus conocimientos de Herbolario al descubrir nuevas plantas de carácter medicinal, en las distintas comarcas en las que le tocaba vivir, practicando su quehacer. Como buen científico que era fue, anotando las nuevas especies halladas, los resultados que obtenía, las aplicaciones que practicaba sobre los pacientes, y los elementos que usaba, con lo que terminó escribiendo una obra fundamental para la ciencia de la curación, que él denominó "De Materia Médica" en donde describe minuciosamente los efectos curativos de más de seiscientas especies vegetales, la importancia para el funcionamiento correcto del organismo de unos noventa minerales, y muchísimas sustancias animales aptas para devolver la salud perdida, a esas andariegas tropas, que tenía la responsabilidad de atender.
Una de las cosas que más llamó mi atención, fueron los precisos y delicados dibujos que ilustran la obra. Como el tratado contenía más de cuatrocientas ilustraciones, en la Edad Media y parte del Renacimiento se lo consideró entre los principales Manuales de Farmacopea, muy usado por los Galenos y Boticarios de la época. La verdad es que no pude dejar la obra de nuevo en el estante. Se había apoderado de mí un apasionado deseo de adquirirla, no sabía para qué, dado que no soy botánico y menos médico o farmacéutico, pero la quería para mí,  por lo que decidí averiguar el precio, y aunque me excedía de lo que de acuerdo al presupuesto podía distraer, pensé en acortar unos días el viaje, pero darme el gusto de tenerla. Luego de comprarla y ya en la habitación del hotel donde me hospedaba, abrí el envoltorio y me quedé admirando el obsequio  que me había hecho, después de un rato lo envolví cuidadosamente y lo guardé en mi bolso. Tenía una sensación extraña con respecto a la obra, pero no le di más importancia y me apresté a salir.
Cuando terminé de recorrer los lugares que me había propuesto y con el ánimo más sosegado, me quedé algunos días en Chuquisaca, antes de venirme a La Argentina definitivamente. Quería despedirme de mis antiguos compañeros y visitar algunas personas de mi amistad, porque sabía que cuando regresara al país, me pondría a trabajar y a organizar mi nueva vida y quizás pasara tiempo hasta que pudiera volver. Una noche, al regresar de una cena, que habían organizado unas familias cristianas, con las que habíamos desarrollado un proyecto educativo en barrios carenciados, cuando me desempeñaba como sacerdote, y que querían despedirme con ese agasajo, daba vueltas en mi cuarto sin decidirme a acostarme para dormir. Me sentía un tanto desasosegado y no sabía si era por la emoción de mi cercana partida de un lugar, en donde trabajé poniendo lo mejor de mí, en honrado servicio hacia la comunidad, o era un impulso indefinible por tener en mis manos el libro que compré. Nunca un objeto había ejercido sobre mí semejante atracción, era como si una fuerza ciega del destino me impulsara a tomarlo entre mis manos, cosa que finalmente hice, y sentándome en una silla apoyé el tratado sobre el borde de la cama y comencé a hojearlo. Pasaba las hojas una a una y me maravillaba de los prolijos dibujos que mostraban la estructura de las plantas, con su variada formación de raíces, troncos, hojas y frutos  y a veces leía con interés la explicación científica que daba el autor, acerca de las propiedades de la misma.
 Al llegar al final del libro, me puse a observar con detenimiento el fino trabajo de encuadernación que lo engalanaba, y creí percibir que entre la tapa y la guarda posterior, había o se encontraba algo, por lo que pasé delicadamente la punta de los dedos por la guarda, para intentar descubrir táctilmente si existía algo en un espacio, donde teóricamente no debe haber nada, que no sea la cubierta que le pone marco a las hojas y la guarda que oficia de prolija terminación para la estética de un texto impreso. Mientras más pasaba las yemas de mis dedos por el lugar indicado, más me parecía que existía la presencia de un cuerpo extraño entre tapa y guarda. La situación era medio loca, pero estaba empecinado en llegar hasta las últimas consecuencias, con tal de averiguar si mis sentidos me engañaban, por lo que tomé sin más tardanza una tijerita para uñas de mi neceser, y con todo cuidado me puse a despegar la guarda del libro, tratando de no dañarlo. Cuando logré despegar uno de los lados de la guarda, apareció para mi asombro dos hojas de papel, de gramaje muy fino, tipo biblia, y otra de papel común, envejecidas por el paso del tiempo, dobladas al medio, que habían sido puestas en ese lugar, seguramente por alguna persona, que intentaba utilizar ese recóndito e inusual espacio, por algún motivo que no lograba adivinar, y con algún fin que  no me era posible conocer, pero que excitó mi curiosidad, como nada lo había logrado en lo que llevaba de vida.
Con sumo cuidado desplegué las hojas sobre la cama, comprobando que una se trataba de un mapa, y las otras, que reconocí escritas en lengua castellana, con una letra pequeña y apretada, que a simple vista se veían de antigua data, realizada con las plumas de escribir de entonces, y con ese inconfundible estilo que poseían las pocas personas cultivadas que conocían el arte de la escritura. Dicho documento lo compuso y luego lo guardó en el lugar donde yo lo encontré, varios siglos después de depositado allí, un boticario que ejercía su profesión en Chuquisaca,  de nombre Anselmo, autorizado para ejercer su arte y ciencia en un establecimiento de su propiedad, en donde además de vivir tenía la farmacia con su laboratorio, la cueva de depósito, para los elementos y sustancias requeridos, como lo exigía la legislación que regulaba la actividad y las propias Leyes de Indias, como lo explica el que estas hojas escribió.
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En este punto Manuel se detuvo con el fin de cobrar fuerzas, por lo que su amiga le volvió a pedir que descanse, que luego seguiría. Él no quiso, quería terminar primero el relato y luego tendría tiempo para ello, de manera que continuó la historia diciendo:  Según cuenta en la carta el propio Anselmo, fue llamado en los años mil setecientos y pico, no se entiende con exactitud el año, promediando el mes de marzo, para atender a un caballero Español llamado Francisco de Paula Soria, que se encontraba en Chuquisaca por motivos particulares, probablemente con el fin de comparecer ante el Tribunal de Justicia, con Jurisdicción sobre estos territorios del Alto Perú.
 El nombrado comenzó a sentirse enfermo, primero con algunos malestares, pero luego su situación se agravó,  al punto de solicitar un confesor para que le preste los auxilios de la Santa Religión, tan mal estaba. Un Padre del Convento de Santo Domingo, perteneciente a la Compañía de Jesús, se encargó de Confesar primero y administrar el Sacramento de la Comunión después, al referido Soria, quien sabiéndose en un estado comprometido, quiso darle al Jesuita el Mapa del lugar y El Derrotero, o sea la explicación del camino a seguir, para encontrar un fabuloso tesoro, consistente en siete cogotes de guanaco, llenos de oro fino, que Soria enterrara, en San Juan, provenientes de una mina de su propiedad, antes de viajar a Bolivia.
 Aparte del Confesor, también fue llamado Anselmo, reconocido profesional en el arte de curar, con el fin de que tratara de remediar, los males que afligían al Caballero de Soria. El Boticario se desvivió por sanar a su paciente empleando todo su saber, que no era poco, pero no lograba resultados firmes. Según el profesional, Soria se había contagiado una epidemia que estaba instalada en esa región, y por más que le aplicó el descubrimiento que habían hecho los venerables Padres de La Orden, que lo recibieron de los Indios: La Quina, este no mejoraba. Estando próximo a entregar el alma, Soria agradecido de los desvelos de Anselmo, le confía otro secreto: le explica lo de los cogotes enterrados en San Juan, pero también le cuenta algo que no le dijo al Confesor, y es que, al viajar hacia Chuquisaca, uno de los cogotes lo llevó con él, cargado sobre una mula, pensando que podía necesitar metálico para afrontar el motivo del viaje, preocupándose de no salirse del antiguo camino Real para evitar encuentros con gente de mal vivir, pero a la altura de lo que abarca el territorio Jujeño, sabiéndose vigilado o creyendo serlo, se interna en la Yunga y esconde el oro que llevaba, dibujando un nuevo mapa, y en su dorso describiendo el derrotero a seguir para hallarlo, que le entrega al Boticario para el caso en que sus días sean los finales, este quede dueño del secreto y en consecuencia heredero del tesoro escondido en la Yunga.
A tiempo confió su secreto el enfermo Caballero, porque al otro día, antes de la oración, entregó su alma a la impiadosa muerte, quedando Anselmo en posesión del nuevo mapa, pero sin saberlo aún, también  de la enfermedad que aquejó a Soria. Al siguiente día comenzó a percibir los primeros síntomas estando en las dependencias de su Botica, por lo que de inmediato se dirigió a los anaqueles donde guardaba las drogas más importantes y seleccionando dos de ellas se las administró, luego cerró la puerta con llave, no sin dejar del lado de afuera un cartel, en el que anunciaba que había salido por motivos profesionales, y se sentó sobre un baúl en el que estaba guardando semillas, de unos arbustos que no conocía, pero que por el color de su floración le pareció que podían ser útiles para tratar el dolor de las articulaciones. Miró en derredor y sabiéndose herido en lo más profundo por el contagio de la enfermedad de Soria, sus ojos querían visualizar quizá por última vez el lugar en donde pasó lo mejor de su vida. Vida que dedicó al estudio, y  al servicio de  los dolientes, e inconscientemente su mente voló a esa región de la juventud, en que henchido de ideales, prestó solemne juramento ante el Protomedicato en donde se obligaba a ejercer noblemente su profesión y de asistir gratuitamente a los pobres de solemnidad, también se comprometía a procurar la conservación de la salud de las personas, velando por la higiene pública combatiendo las epidemias, para lo cual debía indicar a la población las precauciones para evitar el contagio, y luchar denodadamente para erradicarlas, al igual que cualquier otra enfermedad que afligiera a los pobladores. Él estaba consciente de que siempre había puesto no solo todas sus fuerzas, sino todo su corazón y sus conocimientos, en el auxilio de los enfermos, de allí la serenidad que le hacía de escolta en este aciago momento.
 Su profesión fue lo más importante en su vida, prueba de ello es que nunca se casó, por lo que no tenía descendencia, de allí que no escatimó esfuerzos en poner la más importante Botica de la región, de la que siempre estuvo muy orgulloso, con sus amplias dependencias donde ejercía el arte de curar, y su variada biblioteca donde descansaban las mejores obras conocidas de entonces, que versaban sobre las enfermedades, síntomas, modos y medios de cura, y los consabidos tratados sobre botánica y la ciencia herbolaria, cantera inagotable de conocimientos, cuyos cultores describían detalladamente las sustancias aptas para la curación y la fabricación de pócimas y pomadas. Su vista se concentró sobre un voluminoso tratado acostado en un estante, se trataba de un tomo de gran formato, el Dioscórides Arnazabeo, una de sus obras preferidas. Lo había consultado a menudo en el ejercicio de su profesión, al igual que al Dr. Francisco Hernández, a los informes de los Científicos Jesuitas y al mismo Juan de Acosta, quienes conformaban para su ver, lo mejor y más actual del conocimiento médico y farmacológico. Sin embargo el Dioscórides era su preferido, por lo cual lo tomó y con una lanceta muy afilada que usaba para limpiar heridas, despegó cuidadosamente la guarda de la tapa posterior del tratado, e introdujo entre ambos el mapa con su explicación, que le había obsequiado el Caballero de Soria, y se puso a escribir una carta, que es la que te estoy relatando,  y que la termina aclarando, que si alguien la lee, es porque él ya no está entre los vivos y que la esconde en esa obra emblemática de la ciencia médica, para que la encuentre alguien que también ame y profese este arte, y que si ello ocurre, que aproveche sin temor ni duda lo que encuentre, porqué a él le fue dado por su legítimo dueño, siendo así que, es totalmente lícito que él lo done a quien mejor le parezca. Que un solo consejo deja a quien esto encuentre: qué lo obtenido lo emplee en parte, en cosas que redunden en la más y mejor gloria de Dios, y no solo en satisfacciones personales, que el Señor se lo multiplicará premiando su caridad. Una vez concluida, la puso junto al mapa en el interior del volumen, no sin aclarar lo que a continuación haría:  seleccionó algunos remedios y una vasija con agua, - ya que así fue encontrado días después - que acercó a su lecho y acostándose en él se aprestó a pasar solo la auto impuesta cuarentena, de la qué si tenía suerte, y con la ayuda de Dios salía vivo, que en buena hora fuera; y si debía partir, lo mejor era hacerlo en solitario, como había vivido, dándose el tiempo necesario para realizar, con su consciencia, el balance de sus actos, y preparando el espíritu, por si debía recorrer el último camino, hacerlo con la entereza que corresponde a un hombre íntegro y temeroso de Dios, luego de lo cual, cerró y pegó nuevamente la guarda a la tapa y devolvió el libro al anaquel.
Ahora concluyo, Isabel, dijo Manuel, estoy muy cansado y quiero dormir, pero antes te digo por si la suerte me es adversa en la operación, y no sobrevivo, te considero como mi única heredera, por lo que te hago entrega este libro que tiene, en su tapa posterior la carta y el mapa del Boticario;  y entre la tapa y la guarda delantera del libro, siguiendo el mismo procedimiento de Anselmo, puse una copia, del primer Derrotero de Soria. Ese que confeccionó  en San Juan. Me lo facilitó un Sacerdote que trabajaba conmigo en el Archivo de Santo Domingo, donde éramos compañeros, y que quise agregar para que la información histórica fuese completa, aunque los Padres del secular convento, siempre negaron su existencia.
La afligida joven no sabía que decir y por sus ojos corrían imparables gruesas lágrimas, pero Manuel sobreponiéndose a la emoción terminó su discurso diciendo;  si quedo vivo buscaremos el tesoro entre los dos, de lo contrario hazlo  solo pequeña,  y aprovéchalo como un legado de tu amigo, que en este caso, más allá del cariño que te profesa, pretende ser la bisagra necesaria entre tu pasado y un futuro más venturoso, que el Destino está poniendo a tu disposición en compensación por tus pesares, y para que realices con él algo digno de tu buen corazón, dicho esto ladeó su cabeza hacia el costado,  y dejando su mano entre las de su amiga, mansamente se durmió.
No le gustaban los entierros;  a este no pudo acudir como lo hizo al de su padre, con los ojos cerrados, porque ya no era una niña, aunque en el día de hoy quisiera haberlo sido, para no tener la responsabilidad de gestionar sola, toda la burocracia que existe alrededor de los papeles, con que el Estado certifica que una persona está muerta,  la necesaria contratación  de la casa funeraria, la elección del cajón donde descansará el cuerpo, y por último la ceremonia final en la ciudad silente, donde moran los restos de toda persona que ha traspasado el umbral de la existencia. Nunca supo de dónde sacó fuerzas para hacer tantas cosas. Como primera, Manuel le encargó, antes de que lo lleven a la sala de operaciones, que vuelva a su casa y que busque en su placar un bolsito, en donde guardaba algo de dinero, que le podía hacer falta por si no salía con vida del quirófano, una Cruz que usaba en sus tiempos de Sacerdote, y unas fotos de su familia. Al dinero le dijo que lo tenga ella, para pagar el servicio, si moría.  La Cruz debía colocársela en su cuello y las fotos de la familia sobre el pecho, para que lo acompañen en ese pequeño y solitario espacio que finalmente ocupamos, después de transitar todos los senderos que el cielo nos marcó, hayan sido de poder, gloria, fortuna o humildad y sencillez.
Además su amigo le había pedido que lo hiciera sepultar en tierra, por lo que la   impresión que le produjo en el ánimo, la vista del féretro bajado con unas sogas, al oscuro fondo de un pozo, pensó que iba a durarle para siempre. Lo imaginó tan desamparado, tan solo, que su angustia por el muerto le oprimía el corazón y la garganta con un nudo de acero. Para tratar de sacar esos sentimientos fuera de su ser, por el daño que le hacían, dio en pensar que como Manuel había sido Sacerdote, estaba preparado para todo esto, y seguro que ya estaba al lado de Jesús, gozando de la eterna bienaventuranza que prometen los Evangelios. No obstante ese consuelo no fue suficiente para ahuyentar los fantasmas que la invadían, sobre todo cuando al volverse caminando por las callejuelas del cementerio, percibía que hasta los árboles del lugar, que deberían irradiar un mensaje de color y vida, como compensación con el tono gris de la muerte circundante, lucían pálidos y melancólicos, en consonancia con el sitio que ornamentaban.
Ya en su casa pudo desahogarse a gusto, lloró por la injusticia que supone una vida sesgada, sobre todo siendo el difunto un hombre joven, con talento para el bien y metas a cumplir. También lloró por ella. Se le perdió un puntal que le prestaba valioso apoyo a su vida, ahora carente de contención, y que además la incluía en su entorno con cariño sincero, como lo podría haber hecho el hermano que nunca tuvo. Para salir de ese horrible estado, se dio una ducha fría, se preparó un café y llamó a la dueña del departamento, que estaba regando el patio, para que venga a charlar un rato, confiada en que la mujer, le prestaría su atención para que ella descargue su pena, y luego, con su charla pasatista, la distraería un poco, dando lugar a que se le recomponga el ánimo, golpeado sin piedad en los últimos días.
          
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Al otro día fue al Medico del Sindicato a solicitar y obtuvo, nueve días  de licencia, después de explicar al profesional el estado de angustia en que se hallaba, luego de vivir los acontecimientos por los que pasó. Antes de volver a su casa compró en un supermercado galletitas dulces, cereales y yogures, decidida a encerrarse unos días para tratar de fortalecer su maltratado espíritu. Estaba tan cansada, cuando por fin hecho llave a la puerta de su departamento, que acomodando rápidamente las compras, se desnudó y metiéndose en cama se tapó con las mantas hasta la cabeza, entrando en un sueño profundo, pero no por eso menos atormentado, ya que al cabo de unas horas se despertó bañada en traspiración y con la absoluta convicción de que había estado hablando con Manuel. Trató de recordar y algunas imágenes se presentaban ante su mente, la más clara de ellas era una en que Manuel la conminaba a salir rápidamente del estado de agobio que la invadía, y que empezara a planificar como llevar adelante la difícil empresa que tenía entre manos; que por él no sintiera más pena, que estaba con los suyos y pronto  estaría gozando de la gloria del Señor. Que siempre permanecería cerca, cuidándola, aunque no lo viera, y que le daría toda la fuerza y el apoyo que pudiera necesitar. Se sentó en la cama y no sabía qué hacer, no creía que podía ser factible que uno se comunique con los muertos, sin embargo la vivencia era tan real que la había impactado profundamente. Con un repentino impulso saltó de la cama y se encaminó al baño, abrió la ducha y se quedó un largo tiempo abajo del agua, pensando, poniendo sus ideas en orden, al cabo del cual se enjabonó todo el cuerpo y se lavó la cabeza, se secó con enérgicos movimientos y se dirigió al dormitorio para vestirse. Luego, ya en la cocina y con un café cargado sobre la mesa, prendió un cigarrillo, tomó el Dioscórides y con cuidado, como le contara que hizo su amigo, separó ambas guardas, la delantera y la trasera de sus respectivas tapas, sacando de ese lugar los documentos que allí se encontraban. Los extendió sobre la mesa y comenzó a leerlos, dándose cuenta que aún que fuese profesora de historia, no tenía  conocimientos de estos hechos, ni de la autenticidad de los mismos o de la posibilidad cierta de encontrar algo escondido hacía tanto tiempo. También valoró lo importante que hubiera sido que Manuel estuviera con vida, para llevar a cabo este emprendimiento en forma conjunta.
Mientras más lo pensaba, menos comprendía cómo dar los primeros pasos. De algo estaba segura, no debía contarle a nadie su secreto. Fuera de Manuel no tenía otra persona digna de confianza que pudiese ayudarla a cumplir este cometido. Buscó un cuaderno y con una birome comenzó a anotar cosas que venían a su mente, en un intento de tratar de organizar algo para lo cual no tenía capacitación alguna, así que por ej. Escribió: pedir traslado a Jujuy. Luego lo tachó, porque se dio cuenta, que no podían trasladar sus cargos a una Provincia distinta de la que actualmente prestaba servicio. Entonces pensó que iba a tener que renunciar y solicitar horas de cátedra en el nuevo lugar donde fuera a vivir. También razonó que no sabía si conseguiría lo que necesitaba, así que anotó: averiguar si hay horas vacantes para dictar la materia en Jujuy. En fin, se dijo a sí misma que ese primer día ya había hecho lo suficiente, que por lo menos había abordado el problema, que Dios le enviaría la inspiración necesaria para resolver todas las cosas, si ella se serenaba y dejaba de pensar obsesivamente en las posibles soluciones, para lo cual lo mejor es que viera alguna película en la tele, que por la mañana tendría seguramente más claro el conjunto y se diseñaría un organigrama de trabajo que le ayudaría con este embrollo. Luego prendió la televisión y trató de  concentrarse en una policial que estaba empezando.
Por la mañana estaba consultando por internet los clubes o asociaciones dedicados al campamentismo, convencida de que si tenía que buscar algo en un lugar recóndito y selvático, necesitaría capacitación sobre el tema, y lo mejor era lograrla aquí, donde había más posibilidades para ello que en una ciudad pequeña. Además  pretendía ya tener adquirido ese entrenamiento y no depender para lograrlo en un lugar, en que lo mejor era que no supieran nada de ella, y lo que aspiraba a conseguir. En ese momento la vecina le golpea la puerta preguntando si está levantada, porque viene con unos pancitos para tomar mate. En realidad quería ver como estaba su vecina, sabedora de todas las vicisitudes que pasó en los últimos días, y con la excusa de tomar algo se allegó a su vivienda y con ese aire maternal que tenía, dispuso las cosas, mientras la profesora seguía mirando posibilidades en las páginas especializadas.
 - Que estás buscando, niña, le preguntó, luego de haberse interesado por su estado de ánimo. En ese momento ella se dio cuenta que tenía que inventar una historia que justificara sus próximos quehaceres y el lógico cambio de vida que se perfilaba en su futuro.
- Con todas las cosas que ocurrieron no tuve tiempo de contarte Lola, pero a lo mejor me voy a trabajar a Jujuy, en donde además, y más que nada por eso me iría, hay mucho campo para la investigación arqueológica, de manera que estoy interesándome en alguna Institución en donde pueda aprender el arte de la vida al aire libre, porque aquí en la gran ciudad muchos de nosotros no tenemos ni idea de lo que es dormir al sereno o hacerse de comer en medio de un monte, o las tantísimas cosas que hay que conocer para desenvolverse en un campamento.
-Entonces menos mal que vine, porque tengo una prima que es experta en estas cosas, creo que fue , yo no entiendo mucho de esto, Sub Jefa de Manada en el movimiento Scouts, algo así como una Guía, si querés la llamo para que te asesore.
- Me harías ese favor, Lola, para mí sería muy importante, estoy media trancada con esto y no sé muy bien cómo empezar.
- Si cuando vivas en el Norte invitas a esta Tía vieja para que vaya de visita, la llamo.
-Sí llamala, por favor..!
- Ahora lo hago, nena, incluso le diré que se venga a almorzar con nosotras, así podes hablar tranquila, total preparo algo sencillo en casa, que te parece?
- Mejor imposible, Lolita, yo llevo la gaseosa y el postre.
- Bueno, me voy para casa a hablarla, cuando llegue te aviso.
Antes de doce, Lola se asomó por el patio y la llamó. - Venite nena, que ya llegó María del Carmen. Cuando entró en la casa de Lola con la bebida y el helado, se encontró con una agradable mujer de mediana edad, con apariencia fuerte y sana que le tendía los brazos al tiempo que le decía: aquí está mi futura Lobata, que tal querida!
-Hola señora, mucho gusto, le contestó mientras le daba un beso.
-Nada de señora, mi nombre es María del Carmen, le contestó mientras la abrazaba. Me dijo Lola lo que necesitas, así que vine para ver si te puedo ser útil y de paso a comer y charlar con ustedes, y ahh, tutéame por favor, que si no parezco más vieja de lo que soy.
Bueno María del Carmen, me dijo Lola que fuiste Guía de los Scouts, solo tengo una vaga noción de lo que eso significa, yo nunca hice deportes al aire libre, soy un desastre, crees que podrás indicarme a donde ir para que me enseñen.
-Depende del tiempo que tengas para dedicar a esto y de lo rápido que necesites aprender.
-Tiempo no tengo mucho, porque trabajo bastantes horas por día, y preciso estar canchera lo más pronto posible.
-Humm, mala combinación la tuya, aparte que ya no eres una niña, en consecuencia te va a costar un poco más ponerte práctica.
-Yo me esforzaré al máximo, realmente debo irme a trabajar al Norte y hay mucha tarea arqueológica para hacer, lo que implica explorar la Yunga, estar al aire libre y librada a tus propias fuerzas, porque por más que a veces compartas con otros la tarea, uno no puede ir siendo una carga para los compañeros.
-Entiendo muchacha.
-En eso Lola las invitó a sentarse diciendo: vengan chicas que esto está a punto, mientras comen vamos charlando, y comenzó a servir la comida.
-Huyy que rico prima, cuanto hacía que no comía tus zapallitos rellenos.
-Eso te pasa porque venís poco.
-Es cierto, recién ahora estoy más libre. Desde que falleció mamá puedo hacer un montón de cosas que antes no podía por falta de tiempo, vos sabes lo que te ata un enfermo postrado aunque tengas ayuda, pero en fin, ahora puedo así que nos veremos más seguido.
-Qué bueno primita.
- Volviendo a lo tuyo, como se llama esta chica?
- Isabel Márquez, dijo Lola.
-Mirá Isabel, yo lo veo complicado a lo tuyo, vos sabés que las asociaciones o los clubes tienen sus actividades pautadas en relación a los horarios de los chicos, teniendo en cuenta que un menor tiene mucho más tiempo que una persona que trabaja, te vas a encontrar con dificultades.
-Yo sospecho que sí, por eso quería consultar con una persona práctica como vos, para que me oriente.
-Más que orientarte te voy a hacer un ofrecimiento, si Lola no tiene problema te puedo dar la instrucción básica en el patio de la casa.
-No tengo ninguno prima, aparte de hacerle un favor a Isabel, tendré la suerte de compartir con ustedes lo que me divertirá mucho.
-Mirá que te vamos a hacer acampar Gorda, después no quiero escuchar llantitos.
-Vas a ver que puedo, de paso haré algo distinto, que seguro me va a hacer bien.
-No tengo duda, que dices Isabel?
-No sé como podré agradecerte este favor, María del Carmen, pero no te vas a poner en un trabajo que te enrede en tus ocupaciones?
-No chica, antes les decía que ahora disponía de más tiempo. Yo tuve que dejar la actividad porque entre la casa, los chicos, mi mamá, era mucho y debí resignar algo que me encanta, vos sabés que los Scouts tienen un dicho, "una vez Guía, siempre Guía", lo llevamos en la sangre, y por otro lado, todavía tengo muchas ganas de vivir y de hacer, sobre todo con gente joven como sos vos, querida.
- Muchas gracias, Mary, como podría pagarte esto?
-De ninguna manera, Isabel, una persona formada en el Espíritu Scouts, hace las cosas como un servicio a los demás, y no espera ninguna recompensa.
-Que buena sos, Mary!
-No es eso, en el movimiento nos educan para ser, atentos y leales, y lo más puros de pensamiento, palabra y obra que podamos y además alegres, ya que sin alegría de nada vale lo que entregamos. Esa es tu primer lección, apréndela y que se haga carne en tu corazón, para que tu paso por la vida sea lo más útil y agradable posible, para ti y para los demás.
-Isabel tiene varios días de licencia, dijo Lola, podrías aprovechar si puedes, para adelantar lo más posible, no te parece Mary.
-Así lo haremos, por lo pronto luego de comer iremos a una casa de Montañismo a comprar algo del equipo que le va a hacer falta.
Tal como habían planeado, después del café de sobremesa se fueron de compras. Era un grupo entusiasmado y divertido, María del Carmen contagiaba la buena predisposición e irradiaba, sin proponérselo, un torrente de energía, que salía naturalmente, de lo profundo de su ser, denotando la madera de líder con que estaba construida. Entraron en un negocio del rubro, donde solía comprar la Guía, y la dueña la reconoció al momento. -Tanto tiempo María del Carmen, que le anda haciendo falta.
-Para mí nada, es para ella. Traiga un pantalón tipo combate y dos camisas de tela fuerte manga larga, al tono; un cinturón de cuero ancho y un par de borceguíes con suela de goma, tres remeras y tres pares de medias, todas de algodón.
- Mientras traían el pedido les explicó: pido un pantalón de combate, porque aparte de ser fuerte y cómodo, tiene muchos y bien distribuidos bolsillos, que son muy útiles a la hora de salir por unos días al campo, porque se pueden llevar en ellos cosas necesarias y que se precisan a mano, como ser una linternita chica, un cortapluma, fósforos etc., luego irás aprendiendo como distribuir en tu cuerpo, lo que puedes necesitar. El pantalón lo puedes reemplazar por una bombacha gaucha o por un vaquero bueno, eso va en gustos, o puedes tener el pantalón y una bombacha o un vaquero.
-Me decidiré por un pantalón y una bombacha gaucha, me parece lo más adecuado y también es lo que más me gusta, y por suerte las camisas hacen juego y tienen amplios bolsillos.
-Vas entendiendo rápido, nena. Vamos a pedir dos toallas de mano para agregar al equipo, y vos Lola te animas a hacerle una pañoleta tipo Scouts y a bordarle un Pendón?.
-Si no es muy complicado con todo gusto, hace años que no coso.
- Serán muy simples. Aunque ahora te parezca algo inútil, la pañoleta sirve para un montón de cosas, te puede proteger del sol, o te abriga, o te sirve de toallón en una emergencia, incluso Dios no lo quiera hasta vendas se pueden hacer de ella en caso necesario, y como va puesto alrededor del cuello ni siquiera ocupa lugar en la mochila. El Pendón es lo que identifica al grupo, en tu caso no habrá tal, pero llevará bordado o dibujado en él algo que se  sea valioso o importante para ti, entonces cuando estés sola en el campo, el hecho de atarlo sobre el palo y verlo ondear, te hará sentir acompañada. Quizá esto no tenga valor en medio de una ciudad, pero créeme en contacto con la naturaleza y aislada de la civilización, las cosas adquieren otro significado. Hasta las estrellas o la Luna o el resplandor de un lejano planeta, o el mágico encanto del fuego, obrarán sensaciones desconocidas en tu interior.
Salieron con las compras y de pasada adquirieron en una mercería una tela rústica de 1m por 1m. De allí saldrían: una pañoleta de 0,80cm por 0,80 cm. Y un pendón de 0,20 cm por 0,40 cm, al que se le daría forma triangular, teniendo sobre uno de los lados cosidas unas tiritas para atar, María del Carmen les aclaró: yo te hice comprar unos borcegos, hay gente que usa zapatillas reforzadas, pero a mí no me convencen, prefiero que el calzado sea fuerte y confiable, no solo por las espinas, sino porque a veces en el trajín se mojan o embarran y el borceguí soporta todo. Uno los limpia y los deja secar y ya quedan nuevamente en condiciones. Más vale se lleva un par de alpargatas en la mochila, para cambiarse o para usar cuando  estamos detenidos como ser de noche, por ejemplo;  y hablando de noche mejor nos vamos yendo cada una para su casa, que se está haciendo tarde. Mañana después de almuerzo voy para allá y comenzamos, yo voy a llevar una carpa chica que tengo, así te enseño como se arma, y dándoles un beso, se despidió.
                       
                                                   xI
 
Estaba desayunando cuando llegó Lola. Al abrirle la puerta le ofreció un café y fue aceptado por la vecina con una sonrisa, dado que venía llena de ganas de aportar lo suyo al emprendimiento de Isabel.
-Hacía mucho que no estaba tan animada, nena, le confesó. Después de enviudar entré en una depre que no me dejaba hacer gran cosa, más que ocuparme del jardín y ver tele, pero gracias a tu proyecto y que mi prima, a la que como te habrás dado cuenta quiero mucho, va a ser del grupo, me han dado unas fuerzas que no pensé que tenía, así que vine a ver si ya has pensado el dibujo que hay que bordar en la banderita, y que guarda o terminación va a ir en la pañoleta.
-Escúchame Lolita, tengo entendido que la pañoleta se dobla al medio por la línea más larga, así que queda triangular y luego se pasa alrededor del cuello y se ata al mismo con un nudo, que te parece si en la parte que queda sobre el hombro le bordas con la máquina la palabra FIDES con alguna letra artística, en color violeta o morado, así hace juego con el color de la tela.
- Va a quedar hermoso Isabel, ya vas a ver.
- Y al Pendón o la banderita como decís vos, que también queda en forma de triángulo, sobre la línea más corta, cósele dos tiritas para atarlo al palo, y paralelas a la misma línea, bordale tres estrellas del mismo tamaño y otra un poco más grande, cerca de la punta contraria, todas en color plateado.-
- Y eso que significa?
-Las tres del mismo tamaño, nos representan a nosotras tres, y la más grande a Manuel, es mi deseo que esa unión, sea la divisa que me acompañe y me represente en mi futuro quehacer.
-Qué lindo pensamiento y que bella evocación para tu amigo, también va a quedar lindísima, me voy a casa para empezar pronto, a ver si cuando llega María del Carmen, ya están listos.
Mientras se hacía la hora, Isabel se puso a buscar algunas prendas que pensó que le podían ser útiles para el equipo, por ejemplo, había conservado un poncho de vicuña que había pertenecido a su padre y que no lo usaba, en parte porque en la ciudad no se estila, aunque dentro de la casa lo podría haber hecho en las noches de frío, y en parte porque en realidad lo quería conservar impecable, como un recuerdo del que tanto amó. Pero ahora lo vio de otra forma, se dio cuenta que si lo llevaba con ella, de alguna manera era como si fuesen juntos, o no juntos, pero sí que algo de él la escoltaría o compartiría la aventura que estaba por emprender. La idea era medio sub realista, pero ella se entendía y en consecuencia apartó la prenda para que forme parte de los elementos del equipo. Lo mismo hizo con una camperita tipo rompe vientos, muy liviana, muy útil, y muy fácil de acomodar en una mochila. El mismo destino sufrió un pullover bremer, abrigado pero liviano, que acompañó las demás prendas.
Para el resto de las cosas esperaría el consejo de la Guía, que supuso le haría una lista para que ella fuera comprando. Su idea era tener un equipo totalmente separado de las cosas de uso cotidiano, así no habría necesidad de ponerse a armarlo cada vez que hubiera que utilizarlo, bastaba tenerlo acomodado y aparte de las otras cosas de la casa, para ponérselo al hombro y partir.
Se dio cuenta que llegó María del Carmen porque escuchó las voces y las risas en el patio. Cuando abrió la puerta pudo ver que Lola traía una bolsa que daba la impresión de ser una carpa, en tanto que la Guía venía con un palo derecho y robusto en su mano izquierda, mientras que la derecha balanceaba una pala de mango corto.
-Hola profesora de historia, como vamos..! preguntó
-Aquí estamos, ansiosas por aprender. De qué se trata ese palo?
-Ese palo como vos le decís es un Bordón y te lo traigo de regalo.
-En serio..? Ustedes son fantásticas, no hacen más que mimarme.
- Para eso somos más viejas. Mirá este Bordón era mío cuando yo era jovencita, y como su altura debe ser la de la nariz, y yo crecí, con el tiempo me compré otro y este me quedó de recuerdo. Ahora te será de utilidad porque es de tu tamaño y una herramienta indispensable en el campamentismo, por lo que pensé en dártelo, así no necesitás comprarte uno, y de paso tenés algo mío para que te sirva de amuleto.
- Que hermoso es..!  De que madera lo hicieron, que parece tan fuerte..?
- Es muy fuerte, y lo trabajaron de un palo de quebracho blanco. Los grabados que tiene son momentos o circunstancias lindas que me pasaron, y que se imprimen sobre el madero como recordatorio. Vos también harás grabar tus hechos o aventuras que te lleguen profundo o asentarás como registro imborrable algo importante de tu vida. Esos signos representarán para ti un tesoro, porque te recordarán eventos gratos e inolvidables que has querido plasmar, para que caminen junto a ti, en las nuevas sendas por las que marcharás. 
- Huuy, que cosas más interesantes se aprenden en tu compañía Mary, y para qué se usa, o qué funciones tiene?
-Tiene funciones y aplicaciones infinitas para un montañista o un campamentero, te sirve en primer lugar como bastón de inestimable valor para atravesar montañas y terrenos difíciles. Como verás tiene marcas que significan una graduación en centímetros y metros, con los que podés medir la profundidad de un río o un pantano. Puede usarse para tendérselo a quien necesite aferrarse de él, para trepar, o no caer en algún sitio. Se convierte en un escalón, si se pone sobre dos objetos que le sirvan de apoyo, escalón que puedes usar para subir a algún lado o alcanzar algo. Desde ya que es un excelente elemento de defensa o para ayudarte si estás atravesando algún bosque tupido. También te saca de un apuro cuando lo usás  como cumbrera para tender algún reparo o protección tipo techo, o simplemente cuando has hecho un alto y establecido el campamento, lo afirmás en  tierra y lo utilizás de mástil para atar el pendón.
- Y esa pala cortita, preguntó Lola, también se lleva con el equipo?
- Así es primita, no solo sirve para cavar la zanja que evita que entre agua en la carpa, es multiuso como el bordón, cuando uno está en el campo le encuentra toda la utilidad que posee. Bueno, yo traje una carpa chicha para que practiques el armado y la orientación de la misma, una más grande es similar. Sabiendo usar esta, conocerás lo necesario para armar cualquiera, le dijo a Isabel.
-Por donde se empieza, preguntó ella? 
-Se comienza limpiando el terreno, para eso entre otras cosas empleamos la pala lineman, en este caso es poco lo que hay que limpiar ya que estamos en un jardín, pero en el campo será otra situación. Ahora es importante conocer los puntos cardinales, eso lo haremos con ayuda de una brújula que te enseñaré a manejar, puesto que la puerta de la carpa debemos orientarla hacia la salida del sol y si es posible de espaldas o al costado del viento. En este caso si la vamos a armar en ese lugar, por ejemplo, dijo, mientras señalaba un sitio del patio, el este está para allá, por lo que debes desenrollar la carpa en esa dirección, cuidando que la puerta mire hacia el punto elegido.
Isabel, ayudada por Lola, sacó la carpa de la bolsa y la acomodaron según lo indicado.
 -Bien, dijo la instructora, ahora estiramos bien el piso y clavamos las estacas de metal que están en esta bolsita. Para hacerlo usamos una maza que viene con la carpa y si no la tenemos buscamos una piedra o utilizamos la pala. Comenzamos clavando las delanteras, y luego las traseras.  Cuando eso estuvo hecho, les enseñó a levantar los parantes, estirar los tensores y cavar la zanja que rodea la carpa, al final dijo: para desarmarla es el mismo proceso, pero inverso, cuidando que los elementos estén secos y guardados con prolijidad, para que entren en sus contenedores sin problemas, no olviden que los equipos deben ser lo más livianos y reducidos posible, porque una persona de campamento debe llevar sobre sus hombros todo lo que necesita y caminar a veces muchos kilómetros con esa carga, de allí que sea imprescindible atender los detalles, se comprende?  En este sentido, agregó, te digo Isabel, que si salís sola al campo, no te conviene llevar una carpa, a menos que el tiempo sea inclemente. Con el sobre techo y una bolsa de dormir de buena calidad, es más que suficiente, y afirmando esto, le enseñó a colocar el sobre techo solo con tres parantes de caño plegable, y a estirarlo con las sogas y las estacas. Esto te da el resguardo necesario, marcando tu perímetro más íntimo, y protegiéndote del rocío si lo hubiera. La otra protección te la dará la fogata, por lo que ahora te enseñaré a buscar los materiales para construir el fogón, a recoger las ramas y leños y a prenderla. Además el mismo fuego te servirá para cocinarte algo o calentarle lo que quieras. En la medida de lo posible, no hay que escatimar madera para mantenerlo, ya que además de usarlo para lo que te expliqué,  nunca tengas en menos la complicidad que te regala en las noches solitarias, que junto a los astros infinitos y lejanos, constituyen la única comitiva que guardará tu descanso y tus sueños, así como el pendón que ondeando cerca tuyo la insignia que elegiste, mantendrá en alto tus ideales y tu orgullo campamentero. 
-Como construiremos un fogón en este lugar? preguntó Lola.
 -Yo traje unas piedras en el baúl del auto, contestó María del Carmen, porque imaginé que aquí no habría de donde sacar, así que vamos a buscarlas; en el campo se las busca en la tierra, y si en el terreno no hubiese, se cava el pozo y se lo aplana prolijamente en los bordes.  Las  tres se fueron al vehículo y de allí volvieron cargadas con varias cada una, entonces la Guía cavó con la pala un hueco redondo al que le acomodó con todo arte las piedras, y les dijo: esta es la base de un fogón, puede ser más grande o más chico, depende de las circunstancias, pero en este hueco forrado con rocas, la leña está protegida y la llama dura más porque está resguardada del viento, amén que si le cruzas unos simples fierritos, apoyados sobre el canto de los guijarros, has construido una cocina rústica que te prestará enorme utilidad.
-En el almacén de la esquina venden leña para el asado, les informó Lola, me voy a buscar una bolsa así prendemos el fogón a la tardecita, me estoy muriendo de ganas de que nos sentemos a su alrededor.
-Te acompaño, le dijo Isabel, de paso traeré una salchichas para asar, así lo hacemos completo, no les parece?
Mientras las dos amigas fueron a comprar, María del Carmen ató el pendón que había fabricado Lola, al Bordón, y procedió a clavarlo cerca del fogón, con lo que quedó satisfecha, ya que como estaba la carpa armada, el conjunto daba la impresión de un verdadero campamento, así que cuando regresaron con la leña, les explicó como se inicia un fuego, su mantención y al final la necesidad de apagarlo para evitar daños o tragedias. Luego de encendido, y ya habiendo anochecido, se sentaron en torno a su lumbre en santa paz, observando un mágico chisporroteo que se elevaba hacia arriba, impulsado por una suave brisa que se había levantado. La vista de tan bella como rara imagen, llenó sus espíritus de sutiles sentimientos, y los corazones de las tres, con esa sensación de pertenencia y cordialidad que se da solo entre los amigos, cuando lo son de verdad, y que a veces se lleva en la memoria, como una metáfora venerada, por el resto de la existencia.
En los siguientes días, además de perfeccionar las prácticas, la instruyó acerca del pertrecho básico que se necesita, sin olvidar la enseñanza del uso de la brújula, como orientarse por el Sol y las estrellas, como llevar y saber usar un equipo rudimentario de pesca, para utilizarlo en los ríos o arroyos que encontrase, ya que ese deporte, no solo constituye una diversión en sí mismo, sino que puede aportar comida fresca y rica, en algún lejano lugar. Cuando consideró que su alumna había aprendido y sobre todo comprendido, lo que constituye el arte de la vida libre, le dejó su último consejo:  cuando transites por la naturaleza, aprende de ella, es un venero inagotable de sabiduría que completará la esencia de tu ser.
                                                xII
Había pensado, que entre las cosas que sería provechoso conocer, con cierto grado de solvencia, antes de trasladarse al norte, estaba la fotografía. No solo le sería útil en sus investigaciones de campo, en el área de la arqueología, cuando la desarrollara, sino para la búsqueda del tesoro, oculto en la desconocida Yunga. En el segundo derrotero que deja el caballero moribundo, con su plano respectivo, regalados al boticario Anselmo, estaba descripta una formación rocosa con aspecto de cabeza de vaca, mirando al Sur, en dirección a una caverna, que es donde Soria esconde el cogote de guanaco, repleto de oro. El paso del tiempo, con sus consecuencias, seguramente varió el escenario por donde transitó el  español, de allí la necesidad de barrer la mayor parte de los lugares que podían ser los indicados, con secuencias fotográficas, que luego podrían ser analizadas con tranquilidad y el concurso de lentes de aumento, en su gabinete de trabajo.
Incluso dicha formación podía estar en un lugar de difícil acceso o que se viera a mucha y no en la corta distancia, o estar en alguna altura. Las posibilidades eran tantas que no se podían analizar sin estar en el lugar, de resultas a esto, es que se propuso concurrir a algún instituto en donde le enseñaran lo necesario. Se propuso adquirir una buena cámara y a comprarse unos prismáticos de calidad, con los que escudriñar cuidadosamente el entorno, porque incluso la roca, podía estar disimulada por la vegetación, o derrumbada a causa de algún fenómeno natural como un temblor o la caída de un árbol de gran porte que la hubiese partido o simplemente ocultado.
Hechas estas consideraciones, se puso en la tarea de buscar el instituto que más le conviniese, y después de algunas averiguaciones, su elección recayó sobre uno, cuyos horarios le convenían ya que concordaban con su tiempo libre.
 Dicho centro de enseñanza, se encontraba en un  local, no muy distante de uno de los colegios donde daba clase, por lo que a la salida se encaminaba a él, llevando la máquina que compró en cuotas, utilizando la tarjeta, y que trasportaba en su cartera de docente, junto con el material didáctico. Los profesores eran dos, marido y mujer, que compartían no solo su vida de relación, sino el amor por el arte de la fotografía y ese instituto que atendían juntos, y del cual vivían. Le hicieron un plan de estudios y práctica a medida para ella, que les explicó que sus necesidades no eran profesionales, sino un complemento en su tarea de investigación.
La parte teórica y técnica se vio complementada con una especialización en un rubro muy específico: la fotografía de paisaje, aprendiendo a captar los grandes escenarios de la naturaleza. La instruyeron en la utilización de objetivos de gran angular con aperturas muy reducidas, para lograr la mayor profundidad de campo posible. También incorporó y se hizo práctica en manejar objetivos de potente zoom, para lograr tomas a distancia.
Un día que salía de clase, al pasar por una plaza, vio la escena de una niña cercada por palomas, a las que seguramente les habría tirado comida, y por eso la rodeaban. Tan simpática le pareció la situación, que decidió sacarles una foto. Cuando estaba concentrada en esto, escuchó que la llamaba por su nombre el que fuera su padrino. Aún de espaldas reconoció la aborrecida voz, sin embargo se dio vuelta aparentando valor y con un rictus de enojo en el semblante preguntó: que quiere..? Y agregó, le pedí no verlo más, por ningún motivo.  Él se percató de su rechazo, sin embargo continuó:
-Escucha Isabel, es necesario que hablemos. No es posible que después de todo lo que vivimos no exista comunicación entre los dos.
-Usted habla de lo que vivimos. Si usted entiende por vivir, que dos personas convivan bajo el mismo techo, para que una de ellas sea sistemáticamente abusada, tiene una visión muy particular del tema, no le parece..?
-Las cosas no son de la manera que las presentas Isabel, al final todo lo que eres de alguna manera lo conseguiste en ese hogar, no creo que tengas motivo para estar tan disgustada conmigo.
-Esta conversación no tiene sentido, Usted parece no comprender que el hecho de hacer de padre para cuidar de una persona, no lo autoriza a cobrarse con el cuerpo del que tiene a su cargo. Esta conversación es indigna, así que en este momento le pongo punto final y continúo mi camino; espero que no intente seguirme, porque llamaré un Policía y le diré que me está diciendo obsenidades y me intenta tocar, con lo que creo que va a tener problemas.  Dicho esto, dio media vuelta y continuó su camino.
El joyero se quedó mirándola mientras se alejaba, su rostro denotaba disgusto y frustración, pero no dijo más y empezó a caminar en sentido contrario al de su ahijada, al llegar a la esquina paró un taxi y le dio la dirección de su casa. Una vez en ella consultó la agenda telefónica y marcó un número, después de varias llamadas una voz de hombre contestó diciendo: Agencia Bustos, quien habla..? 
 -Soy yo.
-Hola viejo, cómo estás..?
-Necesito verte, Bustos.
-El otro día te dije que todavía no te pude juntar lo tuyo, para qué me presionás..?
-No te hablo por eso, venite mañana al negocio que preciso encargarte de algo.
-Mañana estoy por allí, te queda bien cerca de doce?
-A esa hora está bien.
-Nos vemos entonces.
Cuando Conrado Bustos colgó la comunicación, se quedó pensando. Que querría el viejo usurero..?  La voz sonaba alterada cuando lo convocó, a él no se le escapaban esos pequeños detalles. No en vano ejercía su oficio desde hacía muchos más años de los que quisiera. Se levantó del sillón giratorio que ocupaba detrás del escritorio de madera y se encaminó a una pequeña kichenet, que junto con un bañito, conformaban la totalidad de las instalaciones de la Agencia, en busca de un vaso, al que agregó un cubito de hielo y una medida generosa de ginebra. Vaso en mano, regresó al sillón y posó una mirada en la covacha donde trabajada de Detective Privado.
Él supo ser un buen policía, lástima que su inclinación al juego le hizo perder ese trabajo. Lo encontraron implicado en dar protección a una organización delictiva, que se dedicaba a cambiar dinero falso. Como siempre estaba en deuda con capitalistas del juego, comenzó a corromperse para poder hacer frente a sus compromisos.  Hubo una denuncia, le labraron un sumario y lo cesantearon de la fuerza. Como no sabía, ni quería hacer otra cosa, se puso a Detective, lástima que los casos que en general traían los clientes, no eran como los que salen en las películas o relatan las novelas, sino las consabidas miserias:  como seguir a uno de los miembros de una pareja sospechado de adulterio, o investigar en qué gasta la plata el gerente de un negocio, dado que los números no cierran, o encontrar alguna persona que cambió el domicilio y no se sabe a dónde está, etc.
Esa oficina, ubicada en una galería comercial, que había dejado de estar de moda hacía milenios, supo ser de su padre. Con muy buen criterio el anciano le dejó el uso sobre ella, pero la propiedad  a su hermano, para que no
la pudiera transferir en algún apuro, por deudas de juego;  o sea que la podía usar hasta su muerte, pero nunca venderla ni cederla, según rezaba la Escritura. Al principio esa actitud de su padre, le cayó muy mal, y su mente fabricó todo tipo de proyecciones mentales con implicaciones psiquiátricas, en contra del progenitor y de su hermano, y paralelamente justificaciones para con su conducta lúdica,  pero con el tiempo comprendió la sabiduría del anciano y todo el cariño y la protección que le procuró, porque si se la hubiese dejado de otra forma, no le habría durado en su poder, mientras que así siempre tuvo un lugar para trabajar, y si no se hizo de una posición, no fue por culpa de nadie, sino de él, que vivió una existencia desordenada, a causa del juego.
Por el mismo motivo perdió su matrimonio, pero era inútil, nuca pudo sustraerse de las garras de esa insana pasión,  que arrastra a las personas que la sufren, a regiones de mucho dolor y disvalor personal.  Pasión por la cual  era capaz de cualquier cosa, con tal de satisfacerla, aunque después su conciencia lo atormentara, con esa andanada de razones lógicas y morales, que parecía poseer en cantidades infinitas, con el fin de enrostrarle su proceder.       
Las dos hijas que hubo durante su vida conyugal, le prestaban poca o ninguna atención. Desde muy chicas tuvieron la certeza de que no podían contar con él, dado que no solo no aportaba lo que debía para el mantenimiento del hogar, sino que muchas veces le sustraía a su mujer, con todo tipo de engaños o mentiras, dinero que había para sufragar los gastos necesarios de la casa.
Comprar los útiles del colegio, vestirse o festejar el cumpleaños, eran eventos desgastantes para las criaturas, ya que nunca sabían si su padre contaría con lo suficiente para afrontarlos. Un día su mujer haciendo acopio de valor, porque en el fondo todavía lo quería, le pidió que se fuera lejos de su vida y sobre todo, lejos de las niñas, dado que era un elemento negativo del que no se podía sacar ejemplo alguno. Ella se pondría a trabajar y llevaría el hogar adelante, pero lo quería afuera, para que tanto las chicas como ella misma, se pudieran encausar en un modo de vivir más normal y con aspiraciones de más provecho, que el de saber cual sería el caballo ganador en la quinta carrera de Palermo, o si en la mesa de póker de la noche anterior le ganaron con un triste full de ochos, a su escalera al rey, dejándolo sin un peso.           
A pesar de su perturbación, encontró razonable el pedido de su esposa, por lo que llevándose lo puesto, una mañana en que las hijas se fueron al colegio, se retiró de ese hogar, que si bien no supo enaltecer, no lo malquería, y deseándoles lo mejor las encomendó a la Virgen, cerró la puerta y deslizó la llave hacia adentro, mientras sus ojos se empañaban, al sentir, en todo su ser, los gritos que daba su corazón, echándole en cara la cobardía de su ser. Tal como prometió, nunca más las molestó. A veces llamaba por teléfono interesándose por sus tres mujeres, como las solía denominar, o pasaba a la salida del colegio y las acompañaba unas cuadras. De esta manera las hijas se criaron, sabiendo que de su padre no podían esperar más que algún saludo para el cumpleaños, o una eventual conversación, que duraba lo que se demora en recorrer doscientos metros caminando.
Una tarde la que fuera su mujer lo convocó en un bar porque debía hablar con él. Mientras revolvían el café, le comunicó que quería el divorcio. Él le preguntó si había alguien en su vida, y ella le contestó que efectivamente había conocido una buena persona que además era apreciado por las nenas, con las que se había preocupado de consolidar una relación de respeto y simpatía, así que creían que era el momento de formalizar esta situación, por lo que necesitaba la libertad que le estaba pidiendo. El la miró largamente y le deseó lo mejor. Le aseguró que haría todo lo que el abogado le pidiera, así que podía comenzar cuando quisiera con el trámite, que de su parte colaboraría sin poner trabas de ningún tipo.  Antes de despedirse le pidió perdón por sus debilidades y le agradeció que se hubiese convertido en el capitán de ese buque, que él no pudo llevar a puerto; no  por falta de cariño, sino porque nació rengo de espíritu. Pero quería dejarle en claro que las tres eran lo mejor que le pasó en su triste vida, y que jamás haría algo que las pudiera perjudicar, más de lo que ya había hecho. Ella se quedó mirándolo cuando se iba caminando por entre la gente, y maldijo la vida, que a veces destruye de manera impiadosa los sueños de las personas,  volviendo polvo y desengaño, lo que antes fue luminosa y cálida ilusión.
Cuando al otro día, cumpliendo con la cita, ingresó al local de la joyería, estaba el viejo tasando la joya de un cliente. La lupa en el ojo derecho y el anillo en sus manos, al cual hacía girar y lo ponía bajo la luz, con el fin de estudiar la pieza que le había sido llevada para su tasación. Luego le aplicó unas gotas de un líquido, sobre el oro, el que hizo una reacción química, como si largara una espuma, la que fue merituada por el joyero con un humm..!  que ni el cliente ni el detective supieron si era de aceptación o rechazo. Finalmente se sacó la lupa del ojo y mirando con su cara más profesional al expectante dueño del anillo, le informó que el oro no era de los mejores, que la piedra a más de ser falsa, estaba fuera de moda, y que el diseño de la joya fue adecuado en épocas pretéritas, pero que ahora la gente pretendía otra cosa. Rematando su alocución  -que él íntimamente pensaba, que se ajustaba a los cánones más técnicos del oficio-  le ofreció desarmar la joya y separar el oro de la piedra, pesar el metal, por el cual le ofreció un precio por gramo, y devolverle la piedra para que le dé el destino que más le guste, o de lo contrario le hacía una oferta por todo, teniendo en consideración que era cliente viejo y como él mismo le contó, le hacía falta el dinero.
Medio confundido con tantos intríngulis, al final el vendedor aceptó la última opción, ya que no sabía que utilidad podría darle a la piedra del anillo. Seguramente se perdería o quedaría arrumbada en el cajón de la mesa de luz, amén de que el hombre le dijo que era falsa, entonces mejor que se la quede él, que para algo la usaría. Cuando salía metiéndose el dinero en el bolsillo, el joyero se dirigió al detective:  cerrá la puerta con la traba Bustos, que ya casi es la hora de almorzar, y vení, pasá para el fondo, así hablamos tranquilos. Una vez ubicados en la oficina de atrás que Bustos tan bien conocía, dado que muchas veces la visitó en busca de dinero para afrontar alguna deuda urgente, el viejo se sinceró: mirá Bustos tengo un problema en el que vos podés colaborar.
-No ha ser fácil ya que te has decidido a pedir ayuda.
-Sobretodo necesito discreción, vos me entendés..?
-Sabés que eso me sobra, gracias a Dios, pero qué te anda pasando?
-La mocosa que crié se fue a vivir sola, no quiere hablar conmigo y como no me dio la dirección de su casa, estoy incomunicado con ella.
-Necesitás que te averigue la dirección?
-Sí, además fijate que actividades tiene, a qué hora sale y vuelve, donde está trabajando, si sale con alguien o quienes son sus amigas, en fin todo lo que más puedas informarte, mejor.
-Si sale con un hombre le saco fotografías para que le veas la cara?
-Sí, sería importante para mí conocer no solo su rostro, sino quien es o que hace, vos fijate, sos un perro viejo y sabés todo lo que hay que hacer, cuando tengas el informe nos vemos de nuevo.
- Adelantáme algo para irme moviendo, que estoy arruinado.
-Tomá, y lo que me debías si me hacés un buen trabajo te lo perdono.
-Contá con eso viejo, sabés que soy de cumplir.
-Por eso te llamé Bustos, será hasta pronto.
-Cuando tenga algo te aviso, le dijo mientras salía hacia la calle.
-Chau, le contestó, al cerrar la puerta.
 
    xIII
Cuando Conrrado Bustos se retiró del negocio, el joyero cerró y entró a  comer a su casa. La mujer del servicio le había dejado preparada una ensalada de papa y atún en la heladera y unos tomates lavados. La mesa estaba tendida, con un solo plato, lo que una vez más lo deprimió. Se había acostumbrado a la presencia de su pupila y del ritmo que se vivía en una casa donde transitan jóvenes. Allí siempre se juntaban las compañeras de estudio, porque estaban cómodas,  generalmente él permanecía en el negocio, así que la casa estaba prácticamente  a disposición de las chicas, pero sentía su presencia y el trajinar y eso le bastaba para saberse acompañado, sobre todo últimamente que se estaba poniendo grande, y como la mayoría de las personas, cuando les atardece la vida,  van necesitando la energía, la vitalidad y la luz, que generalmente tiene la sangre nueva. Aparte, como todas ignoraban lo que ocurría entre él y su ahijada, le daban muestras de la mayor simpatía, lo que representaba en su mente un remedo bastante fiel de lo que sería una familia, asociación que en este momento le estaba haciendo falta,  estaba extrañando.
            Por más que analizaba la situación no sabía cómo remediarla, indudablemente su pupila estaba enojada con él, por eso se fue. En la carta que le dejó, le decía claramente que era un miserable. Que en el lecho de muerte se había comprometido con el amigo a cuidarla y no hizo más que prostituirla, porque en definitiva ella cedió a sus requerimientos, en parte porque su debilidad física no le permitió defenderse de la violación de la que fue víctima, y en parte, sobre todo después de esa noche, porque no se animó a procurarse los medios para vivir por cuenta propia, en consecuencia dejó que él se cobrara el alimento y el estudio que le proporcionó, imponiéndole acatamiento a sus  bestiales hábitos. Y empleaba ese término, dado que todas
y cada una de las veces en que la abusó, lo hizo como la vez primera, de prepotencia, porque era el más fuerte. Por su poca edad y necesidad, debió ceder, pero siempre atormentada por la repugnancia y la culpa, que parecía excitarlo, dado que sus quejas y su vergüenza en vez de apaciguarlo lo enervaban hasta la locura, a juzgar por las barbaridades que le susurraba mientras duraba el tráfago amoroso exigido cada tanto, como el derecho de un omnímodo señor para con el mísero siervo dependiente, que debe pagar una gabela para ser protegido por su amo.
            La acusación era fuerte, pero no causaba en su ánimo ninguna culpa. Él no veía las cosas de ese modo, no le parecía haberse comportado mal con su amigo moribundo, pensaba que con la protección que le dispensó a su pupila, la libró de males infinitos que la hubieran aguardado en la jungla que es la vida. Que si ella pensaba que la había prostituido, es porque no conocía los peligros y las acechanzas de la calle, cuando uno está solo y carece de un entorno que  cuide y vele por su bienestar. Que en definitiva ella iba a terminar en brazos de algún mocoso haciendo lo mismo que con él, con la diferencia que con su persona se aseguraba una vida cómoda y un futuro venturoso, incluso se cansó de manifestarle que sería heredera suya, con lo que nunca más pasaría necesidades.                                          
           No obstante ella eligió irse, eligió vituperarlo, estableció una separación insalvable entre los dos, al impedirle verla, al no querer el más mínimo contacto entre ellos, al acusarlo de las cosas más bajas, cuando él solo quería el bien para su persona. En definitiva qué creía..? que porque se revolcara con algún muchachito, con la excusa del amor, estaba salvada. No sabía que muchas veces las dejaban embarazadas y con el hijo a cuestas y ellos se borraban   //
para terminar con alguna otra cándida niñita. En cambio, con él no tendría esos problemas, en primer lugar porque se cuidaba, no quería tener hijos, y en segundo lugar era un hombre hecho que podía proveerla, además le había asegurado que cuando fuera más grande y tuviera un novio en serio, alguien responsable, que se pudiera hacer cargo de su vida, contaría con su ayuda como ocurre en toda familia y bendeciría la unión ya que la consideraba como una hija.
            Pese a todos estos razonamientos, indulgentes para con su actitud y su persona, una voz de alarma sonaba en su conciencia o en lo que le quedaba de conciencia, esa voz le informaba que la chica tenía razón y su conducta era inmoral y reprochable desde todo punto de vista. Que su deber de tutor y cuasi padre de la menor, era criarla y cuidarla y no profanarla como había hecho, aprovechándose de la soledad y debilidad de su pupila. Como esa voz lo perturbaba, como solía hacerlo cuando le compraba alguna joya a algún desgraciado que necesitaba el dinero de forma urgente, o cuando prestaba el dinero con usura, sin mayor esfuerzo dejó de escucharla, como era su costumbre, ya que tenía un lema: primero yo, segundo yo, tercero yo ... décimo yo, y después los otros, y volvió a sus egoístas y cómodos pensamientos, dando comienzo a la elaboración de un plan, tendiente a que Isabel vuelva a la casa y si era posible a su cama.
            A los dos días que Bustos recibiera el encargo, este lo llamó por teléfono para decirle que a la hora acostumbrada estaría por el negocio. Al llegar el detective, cerró para no ser interrumpido y lo hizo pasar a la oficina.
- Sentate Bustos, que tenés para mí, le preguntó ansioso.
-La paloma se alquiló un departamentito al fondo de la casa de una viuda y según los vecinos, las dos, junto con una parienta de esta, están practicando en el patio a armar carpas y prender fuego y las han visto volver con muchas bolsas de compras, por lo que suponen que alguna estará adquiriendo algún equipamiento.
-Qué carajo querrá hacer?
-También averigüé que está terminando un curso de fotografía.
-En donde?
-Cerca de Parque Centenario.
-Allí la encontré el otro día, yo había ido cerca a cobrarle a un tipo que me debía y se estaba haciendo el loco, y cruzando el Parque la ví sacándole una foto a una chiquita. La quise hablar y me sacó corriendo, incluso me amenazó con la Policía.
-Entonces coincide con lo mío, se ve que estaría practicando, aunque la empleada del instituto donde aprende y me dijo que está especializándose en paisajes y tomas a distancia.
-Será por el trabajo? Habrá conseguido algo nuevo?
-Mirá yo anduve preguntando en el Colegio donde dá clases y no hay nada distinto.
A la Universidad no me animé a ir, pero la estoy siguiendo discretamente, ya saldrá algo, hay que tener paciencia.
- Anotáme en un papel donde vive, voy a ver si la puedo hablar.
-Mientras le escribía la dirección, le dijo: no te apures, lo peor es la impaciencia.
-Vos porque no estás en mi lugar, no sabés como la extraño.
-Ché, esto parece más un romance que una averiguación por una ahijada..!
-Cerrá la boca Bustos y nó te metas. Esto es algo privado por eso te contraté, no quiero que se sepa o que se comente, me has comprendido?
-Perdé cuidado viejo, sabés que soy tu amigo.
-Eso espero, no me fallés, que mi confianza la tengo en vos.
-Ya te dije más de una vez que soy de fierro, no?. A propósito tiráme con algo que me tengo que seguir moviendo.
-Tomá, y tenéme al tanto.
            Sin atender al consejo que le dio el detective, el joyero montó por su cuenta un pequeño espinonaje alrededor de la casa donde vivía Isabel. A la nochecita para no ser visto, se parapetaba detrás de los árboles que había en las veredas del barrio, y mientras divagaba con su cerebro afiebrado por la pasión, vigilaba si ella volvía o salía para algún lado. En caso que se presentase esta última opción, se quedaba maldiciendo a esperar a que su pupila regrese, enfermo por no haber podido seguirla y saber a donde se dirigió. Le pasaban cosas increíbles, como ser una noche unos perros del barrio, lo pusieron en una situación muy comprometida de la que zafó porque tenía el auto a la vuelta y corriendo logró llegar a él, de cualquier forma uno de
los animales que se había cebado con su pierna, lo lastimó bastante, por lo que tuvo que acudir a un Hospital y ponerse la vacuna, ya que se ignoraba si el bicho estaba rabioso o si solo era medio tonto.
            Pese a todo no escarmentaba y no le importaba si hacía buen o mal tiempo, él montaba su vigilancia, porque al hacerlo de alguna manera estaba conectado con ella, no lograba sacársela de la cabeza, era un estado que no comprendía bien, ya que, mientras vivió en su casa no le ocurría esto, sería que el hecho de tenerla cerca no lo hacía desconfiar o no la extrañaba por la misma cercanía. Pero ahora, con la separación, su existencia se había transformado en un infierno y sus días largos, vacíos y desdichados. No sabía a qué atribuirlo, el nunca creyó en el amor, era demasiado ególatra para ello,
sin embargo algo le bullía dentro de su ser que no lo dejaba vivir tranquilo.  De tanto pensar y pensar creyó haber descubierto la causa de su estado, y lo atribuyó al hecho, de que en su relación con la ahijada él se sentía poderoso como un titán, y no solo eso, sino omnipotente. Cada vez que abusaba de ella sentía su miedo y su repulsión y la odiada resignación que le hacía aceptar, aunque fuese de mal grado, los tocamientos sin amor, sino ejecutados con la sola intención de la lascivia. Todo eso lo fascinaba, le hacía percibir el dominio y la potestad que ejercía sobre su víctima, a tal punto que a pesar del profundo rechazo que tenía la joven por esos juegos a los que él la sometía, se los dejaba hacer, porque era su voluntad, porque él lo imponía y en definitiva porque era su deseo. Entonces el gozo que experimentaba era extraordinario, ya que la sensación de supremacía era tal, que en realidad era indescriptible, y nada lo había logrado suplantar. A tal punto estaba enviciado con esta situación, que a falta de la ahijada, comenzó a frecuentar prostitutas a las que instruía para que desempeñaran el papel, pero era inútil, no era lo mismo,  solo ella podía saciarlo, solo su desganada entrega lo satisfacía.
            Una tarde, cuando ya casi anochecía, la vio llegar y ya no pudo resistir más la angustia que lo poseía, así que le salió al cruce y le pidió que hablaran. Ella primero se sorprendió, no comprendía como la había ubicado, y luego se enojó, y mucho.
-Casi le gritó: que ya le advirtió en su momento, que no quería volverlo a ver..! Que hasta cuando la pensaba molestar..? Que si no se daba cuenta que no podía existir ningún vínculo entre ellos..!
-Él le pidió que lo piense, que no se apresure, que no se dejara llevar de la mano de la sinrazón.
-La joven estalló en una risa nerviosa, casi convulsiva y le recordó que tuvo años de ignominia para pensar, que su resolución era inquebrantable, y que si no se retiraba definitivamente de su vida, iba a realizar una actuación judicial tendiente a impedir que se le vuelva a acercar.
-Mirá Isabel le dijo: no hagas esas idioteces, volvé a casa y te juro que no voy a tocarte, si vos no querés.
-No voy a regresar, no le creo que no me vaya a tocar y jamás voy a querer que vuelva a poner sus manos en mí, ya bastante dolor me a causado. Es posible que no entienda lo que le explico..?
En ese momento Lola, que escuchaba una conversación en tono airado y creyendo reconocer la voz de la amiga, salió a la calle preguntando: pasa algo Nena..?
-Nada Lola, este señor ya se va.
- Te prometo que nos vamos a volver a encontrar Isabel.
-Espero que sea en el infierno, le contestó cerrando la puerta con un golpe El tutor se quedó parado en la vereda sin atinar a retirarse, era la primera vez que tomaba conciencia de que la muchacha no iba a volver a su lado de buen grado, y eso lo obnubiló momentáneamente, al punto de quedarse inmóvil sin lograr razonar, la mente en blanco por el impacto que le produjo esa revelación descarnada de rechazo, que le hizo la joven. Cuando se repuso se encaminó hacia el automóvil mascullando un rosario de insultos y de reproches hacia ella, y se prometió a sí mismo, que aunque fuera lo último que hiciera sobre esta tierra, vengaría la afrenta recibida, para lo cual debía trazar con todo cuidado un proyecto, no sin antes notificarla de una manera fehaciente, de sus intenciones, a los fines de darle una última oportunidad de reflexionar y cambiar su actitud para con él.     
Esa posibilidad la consideraba lejana, pero le hacía bien abrigar algo de esperanza en una posible vuelta atrás de parte de la chica, por lo que su fantasía lo entretuvo con imágenes placenteras, en donde ella finalmente lo aceptaba, que sirvieron de placebo a su despecho.
            Al llegar a su casa tomó una hoja en blanco y escribió una carta para Isabel, la leyó varias veces y quedando satisfecho con su contenido, buscó en su dormitorio revistas viejas y una tijera, con la que fue recortando letras y palabras para reproducir lo que antes había escrito de mano propia, las pegó con cuidado de que quedaran lo más prolijas posible, y una vez terminado el trabajo, no le puso firma alguna al pié, ni dejó entrever de ninguna manera quien había producido tan extraño documento. Dobló la hoja y la introdujo en un sobre, en cuyo frente y con el mismo procedimiento señaló el nombre de la destinataria.
 Toda esa tarea la realizó con el exclusivo fin de que no pudieran inculparlo de amenaza alguna;  si no había escritura con la cual comparar su letra, ninguna prueba caligráfica sería posible.
        Hecho esto, miró la hora y vio que era noche tarde, limpió toda huella que pudiera haber quedado en su domicilio, puso los recortes que sobraron en una bolsa, la subió al vehículo para tirarla en algún basurero lejos de allí, y enderezando el mismo hacia el barrio, llegó a la puerta de la ahijada y pasó la carta por debajo de la misma, mirando para todos lados para ver si era observado. Cuando subió de nuevo al auto, le dio por pensar que el destino le jugó una mala pasada al ponerle esa menor en su camino, de no ser por ella, si bien no hubiera conocido la emoción del poder y el placer que le procuraba la sumisión de la indefensa mujer, su vida hubiera transcurrido por andariveles más razonables; ahora estaba lanzado sin retorno por el cuesta abajo que puede llevar al mundo del crimen. Ojalá que no sea así, rogó. Ojalá vuelva.
           
           
                         
         
 
 
      xIv
Isabel está por fin en situación de trasladarse a vivir al norte del país, concretamente a la Provincia de Jujuy, en donde a través de las averiguaciones que realizó, supo que había posibilidades de ocupar horas de cátedra en distintos colegios. No quiso involucrarse por ahora con la Municipalidad en la tarea arqueológica que llevaba adelante, dado que quería estar lo más libre posible para sus propias actividades, que sabía le iban a demandar esfuerzo y mucho de su tiempo. Por otro lado las tareas de búsqueda que emprendería, debían estar selladas con el velo del secreto, porque si se hacían públicas, nadie podría evitar una avalancha de gente en el lugar, persiguiendo lo que ella, o sea el tesoro de Soria o mejor dicho, parte de ese tesoro, ya que el resto o estaba aún en San Juan en un lugar ignoto, o ya lo habían encontrado los Jesuitas, aunque ellos lo negaran. Además la idea que había estado perfeccionando en su cabeza todo este tiempo, era la de conseguir un documento falso, con el cual pasar la frontera  al país vecino sin ser detectada en su verdadera identidad.  Porque sospechaba, aunque no tenía la certeza absoluta, que si el Estado tomaba conocimiento del descubrimiento, posiblemente no pudiera disponerlo como ella pretendía. O podría haber restricciones  al dominio de lo hallado, según a quien perteneciera la propiedad de la tierra en que estuviera oculto.  En síntesis, podían existir muchas variantes  de donde surgieran inconvenientes, de allí que lo mejor era pasarlo de a poco y en distintos viajes, por la frontera, y una vez depositado en su totalidad en algún banco seguro, ver en que lo invertiría o para qué lo destinaría, pero primero lo primero, o sea pasarlo de incognito y ponerlo a buen resguardo.
           
Por ello, ya finalizado su entrenamiento básico, y estando completo todo el equipo que necesitaba, incluido un machete artesanal, fabricado para su tamaño y fuerza y un cuchillo de monte fuerte, que le regaló Lola, el curso de fotografía terminado y la práctica hecha, se despidió de sus amigas, con mucha más tristeza que la que nunca pudo imaginar. Ellas también estaban emocionadas, cuando sentadas en torno del fogón, el último según Lola, Isabel les agradeció toda la amistad y el cariño que le dispensaron. El compromiso que asumieron por una desconocida, y la contención emocional con que resguardaron sus sentimientos lastimados. Les manifestó que si bien su familia de sangre, por las circunstancias que les contó, la dejaron indefensa, que ellas se habían constituido, junto a Manuel, que lamentablemente ya no estaba, en los referentes humanos que la anclaban a la sociedad, ya que le enseñaron el valor  para la persona de estar amarrada a otros, con lazos de amor y compañía, por lo que esperaba que ese vínculo no se perdiera por el hecho de su traslado, sino que fuera tomado como que una parienta se había ido, pero que lo seguía siendo, y a la que se hablaría con regularidad y eventualmente se visitaría en vacaciones, cuando se tuvieran deseos de viajar al norte.
            Mientras Lola se secaba las lágrimas que le habían arrancado el sinceramiento de Isabel, María del Carmen hablando por las dos dijo: que la consideraban una hermana menor, que no dude de esta familia que le quedaba en la capital, que siempre podría acudir a ella por cualquier motivo o circunstancia que fuese, y que por supuesto se mantendrían en contacto y la visitarían cuando viajaran;  de la misma forma, cuando ella quisiera venir a
Buenos Aires, tenía la casa de ellas para parar cuando quisiera. Por último se quedaron contemplando el Pendón con las cuatro estrellas de plata, que la brisa  mecía suave pero persistentemente, como un remedo de los clementes sentimientos que  unen a los seres hermanados, que como ese viento, deben ser mansos, parejos y continuos, para que la bandera de la amistad flamee siempre en los corazones de los que se quieren.
            Aunque todavía faltaban unos meses para el comienzo de clases, ella fue tramitando su renuncia para cuando fuera el fin de curso en Buenos Aires, y paralelamente procedió a anotarse en la Provincia de Jujuy, para el siguiente ciclo electivo, motivo por el cual hizo un viaje relámpago, donde también aprovechó para ver alguna vivienda, aunque dejó para cuando llegara al lugar, el alquiler de la misma. A esos efectos, se llevó los teléfonos de los posibles arrendadores, para mantenerse en contacto mientras llegaba el tiempo del traslado. Y como todo, el ansiado y a la vez temido momento llegó. Ansiado porque detrás de ese cambio de domicilio, existía un motivo no solo emocionante, sino que podía dar vuelta su vida.  Y temido por dos razones. Una, era la separación con sus dos amigas, con las cuales había tejido un fuerte vínculo. La otra, porque la búsqueda en soledad y en un medio agreste del oro, le producía un recelo que no podía evitar, pero que pensaba superar como todo lo que superó en su vida, en base al esfuerzo y la perseverancia.
            Lágrimas y manos que saludaban con cariño, fueron el cuadro final que contemplaron sus ojos, la noche en que el Micro que salía rumbo al Noroeste, desde Retiro,  se marchó carreteando despacio.
Ella tampoco pudo manejar la  congoja que le apretaba el pecho y la garganta, por lo que fue corriendo hacia la parte trasera del ómnibus a mirar por la ventana, hasta que ya no las vio más. Luego regresó a su asiento y cerrando los ojos se puso a rememorar los entrañables momentos que pasó con ellas y con Manuel, hasta que el monótono deslizar del vehículo, sumado al cansancio que le habían producido las emociones fuertes que viviera, la hizo entrar en un sueño reparador, del que salió solo muchas horas después.
            En la Terminal de Perico del Carmen, la estaban esperando los dueños de la casita que había decidido alquilar, y con los cuales se había puesto de acuerdo telefónicamente, unos días antes de viajar. Ellos se ofrecieron a buscarla para acompañarla a la vivienda, en donde firmarían el contrato, y de paso para ayudarla con las valijas. El equipaje no era demasiado, ya que sus amigas le enviarían al otro día por medio de un transporte, sus equipos, los libros y algunos muebles que tenía. Los dueños del lugar le prestaron un colchón hasta que llegara el camión, para que descanse esa noche, y como es común en la amabilidad provinciana, la invitaron a cenar en su casa, dado que no tenía con que cocinar, hasta que llegaran sus cosas. Al segundo día arribó la esperada  mudanza trayendo todo. Los propietarios, que vivían cruzando la calle, la ayudaron junto con los hijos a bajar y acomodar sus pertenencias. Habían establecido una relación cordial con la profesora, incluso le presentaron algunos vecinos, así que en par de días, como es común en el interior, ya conocía el entorno más cercano del barrio. A todos les llamó la atención que alguien quisiera cambiar su residencia y radicarse en el Norte profundo, pero aceptaron la historia que ella les contó sin dudar. Una de las cosas que más los intrigaba, era el jovi de Isabel en relación a las salidas en campamento. Isabel contestaba que era una actividad sana y les adelantó que cuando comenzara a salir, algunas veces invitaría a chicos del barrio, para incentivar  un deporte que favorece una formación integral en los niños y jóvenes.
            Con una plata que venía ahorrando se compró un auto de segunda mano, con el que poder desplazarse para trabajar. El que le supo comprar el Padrino, no lo llevó consigo, cuando se marchó de la casa.  Le hubiera parecido una actitud deshonrosa. También le dejó la moto que le regaló cuando era jovencita. No quería nada de él, ni siquiera recordarlo. Pudiera ser que este traslado a un lugar lejano, contribuyera a sanar la herida que existía en su corazón y en el lugar más íntimo de su ser.
            Quiso aprovechar el tiempo antes del comienzo de las clases, para ir conociendo los parajes que luego iba a transitar, por lo que un amanecer cargada con un equipo simplificado al extremo dado que hacía un clima excelente para el senderismo, se hizo llevar con un taxi hasta un lugar cercano al Río Perico, con el fin de remontarlo, pero en sentido opuesto al que consignó el Caballero de Soria, en su derrotero. Esta decisión la tomó por varias razones. La primera era porque el plano original marcaba que Soria remontó el Perico hacia el oeste, buscando el nacimiento del mismo, por lo que atravesó la Yunga trepando en altura en dirección a la Sierra de Chañi, y como ella aún no tenía experiencia en este tipo de terreno, prefirió ir hacia el este, al encuentro donde confluyen el Perico con el Río Grande, en que las elevaciones son menores, ya que el drenaje del agua se realiza de oeste a este, o sea de la mayor a la menor altura. La segunda fue porque quiso tener un panorama completo de la cuenca de ese río, y aunque comenzara al revés o sea yendo al sitio donde desemboca, como luego iría a su nacimiento, tendría el conocimiento total del curso de ese río y de todos sus afluentes; los que pensaba recorrer, aunque sea parcialmente, no fuera que Soria hubiera en algún momento equivocado el rumbo y se hubiese internado en uno de ellos sin quererlo.
Después de combinar con el conductor, para que fuera a buscarla dos días después, al atardecer, se ciñó el grueso cinturón de donde colgaban a la derecha el cuchillo de monte, a la izquierda el machete y un poco más atrás la caramañola con agua,  controló que las cosas en los bolsillos del pantalón como de la camisa estuvieran todas y en el lugar donde mentalmente ya lo había dispuesto, se puso la mochila al hombro, y luego de elevar una oración mental a Dios, inició la marcha rumbo al río,  y a su destino.
            Esos días fueron fundamentales para templar su ánimo y reafirmar el fuerte compromiso que tenía para con ella misma, en el sentido de buscar sin desmayo y aunque fuese una tarea difícil, el oro de Soria. En primer lugar, porque fue la herencia que le dejó al que ella consideró como su hermano. Luego, porque ese hermano creyó en ella y en su fortaleza, al ofrecerle algo que para conseguirlo, había que poner en juego todos los talentos con que natura la dotó. Al comienzo de la caminata, el esfuerzo al que sometió a su cuerpo la cansó terriblemente, pero a medida que se sobreponía a la fatiga obligando a sus músculos a continuar, se daba cuenta de lo perfecta que es la máquina humana, y como, sacando fuerzas de la flaqueza con el auxilio de la voluntad, el cuerpo va respondiendo y le va costando menos que al principio, al ganar en elasticidad, vigor y resistencia.
            A la sombra de unos molles, cerca del mediodía, decidió hacer el primer alto en su camino. No quería forzar más de lo recomendable a su cuerpo, no olvidaba que estaba sola en esas lejuras, así que se dispuso a comer algo y tratar de dormir un rato, para luego continuar hasta la tardecita. Lo primero que hizo fue buscar unas piedras con las que armó un improvisado fogón, para lo cual juntó ramas secas de los alrededores y en una de sus orillas puso un jarro con agua con el fin de hacerse un té de coca abundante, con el cual reponer líquido y aprovechar la energía que este provee. Luego se llegó a la orilla del río y se lavó lo mejor que supo, aún no tenía mucha experiencia como montañista; ya mejoraré se prometió! Sentada a la orilla del fuego se sentía extenuada pero contenta, se daba cuenta que podía con la tarea, pensaba mientras habría una lata de picadillo y la comía con unas galletas marineras, todo acompañado con grandes tragos de la saludable y dulzona bebida. Mientras extendía, la bolsa de dormir,  aprovechó para comerse un puñado de pasas de uva como postre, al tiempo que inflaba una almohadita de plástico, para descansar mejor, hecho lo cual se estiró cuan larga era y se durmió arrullada por el canto del río.
            Cuando despertó lo primero que vio fue un pajarito, que venciendo todo temor, estaba en su proximidad, picoteando las migas que quedaron en el suelo, de las galletas que comió al mediodía. Casi de inmediato se llegaron otros al ver que el primero estaba tranquilo, con lo que gozó de un espectáculo sencillo y alegre con que la naturaleza le dio la bienvenida en esta aventura. Levantó su precario acomodo y continuó su marcha siempre al este, remontando el río. La labor no era fácil, había partes muy abruptas, otras con profundos desniveles, en ocasiones no existía otro paso por lo que tenía que trepar o hacer rodeos; ella siempre estaba atenta a su brújula, que llevaba colgada al cuello, para no perder el rumbo, aunque la margen del río era una señal muy beneficiosa para la novel senderista. Transitó por senderos y paisajes que nunca pensó que vería, eran soberbios y tenían todo el sabor de los lugares recónditos; y animales, en cantidad y variedad. A algunos los reconoció, de otros no tenía la más mínima noción de su existencia, por lo que anotó mentalmente que a la vuelta, se pondría a estudiar la extraordinaria flora y fauna de estos contornos, seguramente uno de los más ricos del planeta.
No sin cierta inquietud, vio que el disco solar se iba corriendo despacio hacia el poniente, eso significaba que dentro de un tiempo no muy largo, se iría la tarde y ella debería elegir un lugar adecuado para establecer su campamento, que como sería el primero que establecería en soledad y en un lugar apartado, la llenaba de expectativa y de ansiedad. Tratando de controlar estas emociones, siguió su camino y cuando el reloj le indicó que más o menos en una hora anochecería, empezó a fijarse con atención con el fin de elegir el lugar adecuado. Por fin halló un paraje protegido por unas grandes rocas cubriendo el sur y rodeado por un montecito, no muy lejos del agua. Como le pareció ideal descolgó su mochila, cavó con la palita un hueco más que mediano, le acomodó su borde con piedras del lugar, recogió leña seca en abundancia y hecha esta primer comodidad, sacó una toalla y ropa de la mochila y se dirigió al río con el fin de asearse, después de tan ardua caminata. Ya en la orilla, después de controlar que estaba sola, se sacó la ropa y se dio un baño refregándose con el jabón. Se secó y vistió rápidamente y luego lavó algunas prendas que pondría a secar en el campamento, ya en él se calzó unas alpargatas dejando los borceguíes bien abiertos para que se oreen.
De la pared que formaban las rocas ató el sobre techo de la carpa a unas piedras sueltas, y del lado contrario usando los vientos y algunas estacas hizo un refugio donde pasar la noche. Metió en su interior la mochila, dejó puesta la bolsa de dormir abierta y la almohada inflada y procedió a encender el fuego, porque ya la penumbra se estaba haciendo notar. Utilizó un jarro al que agregó un puñadito de arroz y otro de verduras desecadas, para ponerlo a hervir con el fin de hacerse una sopa espesa, y se puso a pelar un huevo duro que había sacado de la mochila, en otro jarro hizo su consabido té y cuando todo estuvo listo, sintiéndose la reina del lugar comió  a gusto y con apetito, como si estuviera en su palacio.
        Cuando terminó de comer se dio cuenta que no había puesto el pendón, así que se levantó, no sin esfuerzo, y clavando el bordón en el suelo todo lo que pudo, le afirmó unas piedras  sueltas para que no ceda, y le ató la bandera que era su insignia, con lo cual quedó conforme y volvió a su asiento en el suelo, cerca del fuego, a contemplarlo, mientras se comía unas pasas como postre. A su alrededor la selva bullía de vida. Escuchó claramente el croar de las ranas, pero como carecía de experiencia no lograba distinguir los muchos sonidos que llegaban a su oído, solo le pareció reconocer el movimiento y el ruido que hacían las pavas del monte, al refugiarse en los árboles. De a poco iré aprendiendo, se consoló. Pueda ser que no venga una musurana, pensó, para lo cual agregó bastante leña al fogón y protegida por su resplandor y acunada por la serenata de la selva pedemontana, se durmió.
            Al otro día después del desayuno, apagó el fuego y continuó su camino hasta la desembocadura del Perico con El Grande, le parecía que el paraje se denominaba San Juancito, pero no estaba segura, de lo que sí tuvo certeza, fue de la emoción que le deparó la vista de toda esa comarca, que formaban la cuenca de los ríos al sur del territorio Jujeño. A su tiempo comenzó a volver dado que el taxista la buscaría para llevarla con todo el equipo. Regresaba contenta de haber logrado con éxito esa primera salida, sobre todo porque se animó a hacerlo. Sentía una sensación de plenitud y de logro, como sabía que no había experimentado jamás en su vida, por lo que más allá del descubrimiento del oro, ella se había empezado a persuadir, de que también había otro oro para encontrar, solo que ese estaba escondido en el interior de su ser, y también se propuso hallarlo.
     
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Xv
Estaban en la oficina del fondo. El joyero lucía con un aspecto  desarreglado y profundas ojeras se marcaban bajo sus ojos. En ese momento le comentaba al detective que estaba durmiendo muy mal y comiendo peor, deben ser los años ché..!  Qué me tenés Bustos..?
-La mocosa ya no vive más en el departamento del fondo, se mudó a la Provincia de Jujuy, según pude averiguar.
-Pero qué hace esta loca, y las horas en los Colegios?
-Renunció en todos y también a la Universidad.
-Y de qué pensará vivir?
-A lo mejor consiguió laburo allá.
-Es muy raro todo esto Bustos, vos sabés que cuando se fue ni la moto se llevó, como marcando su independencia, supongo. Ahora se muda a la otra punta del país, no entiendo que quiere hacer o qué pretende lograr?
-No hace falta que te explique lo que es el cerebro de una piba, no?
-A lo mejor intenta poner distancia conmigo, no te parece?
-Puede ser viejo, pero también puede haber otra cosa.
-Como qué por ejemplo?
-Como algún tipo que le guste.
-Sin embargo nunca supimos de alguno.
-Es cierto, pero qué se yo, vos viste como son las mujeres, a veces son más misteriosas que el Conde de Monte Cristo, sobre todo si el hombre es casado.
-Tenés razón, me parece que voy a pedirte que vayas allá e investigues que hace y de qué vive.
-Esta semana no puedo, pero la próxima si querés voy.
-Venite antes de salir, así te doy para que te muevas.
-Así quedamos, te hablo antes de venir.
Cuando se quedó solo su mente empezó a divagar en mil especulaciones, todas producto de su enferma constitución. Seguramente se había mudado para poner una distancia casi insalvable entre ambos, o lo hizo para vengarse de lo que siempre le echó en cara referido a su supuesta promiscuidad sexual, o porque nunca le perdonó el abuso que según ella le cometió, o porque en el fondo nunca le gustó el comercio amoroso que los unía, pese a que él le dejaba hacer su vida y le permitió estudiar lo que quiso, o porque como decía Bustos tenía algún tipo sin que ellos lo supiesen, y otras muchas más suposiciones, en las cuales se perdía y con las cuales su razonamiento se volvía cada vez más confuso y menos claro. Una sola cosa sacó por fin en conclusión de toda esta maraña, y era, que si ella pretendía joderlo de alguna manera, él se cobraría la ofensa, porque no soportaría que después de haberle dado todo, hasta un auto tenía la mocita para moverse, le pague con desamor y olvido, a lo mejor era igual a su madre que lo traicionó al pobre de su amigo y le dejó la pendeja de clavo. A él no le pasaría eso, antes tomaría la medida apropiada, se dijo presa de un humor siniestro, ya le voy a enseñar quien soy, le voy a mostrar como a un hombre como yo, no se lo burla sin costo.
            Decidido a llevar adelante el obscuro designio que tomó, en base a las elucubraciones que venía barajando, cerró el negocio y se fue a la zona del once, donde un compañero de colegio y amigo de toda la vida, tenía un negocio de armería y artículos de pesca. Como andás viejo, tanto tiempo sin verte lo saludó con simpatía el comerciante.
-Hola hermano, lo que pasa que en la última cena con los muchachos, vos no fuiste, te esperamos un rato para comer, pero como no venías, comimos no más.
-Es cierto, tenía mi suegra muy enferma esa noche y la acompañé a mi esposa a verla, pero al final nos quedamos con ella, hasta que vino una mujer que la cuide, pero ya se había hecho tarde, así que no fui.
-Mirá Paco, ando buscando un arma y he venido para que me aconsejes.
-Qué clase de arma, para qué la querés?
-Posiblemente liquide a alguien, así que necesito que sea segura y potente.
-Pero vos estás en pedo, mirá lo que me decís?
-Escuchame Paco esto es en serio, si no querés vendérmela voy a otro lado y así no te comprometo.
-No es por el compromiso, total si te la vendo te voy a dar una con los números limados y sin recibo, es porque no entiendo a quien querés limpiar.
-Todavía no sé si lo haré, es una posibilidad, pero si se dá quiero tener el arma para ejercitarme con ella, no voy a conocerla el día que la tenga que usar.
-Lo pensaste bien viejo, mirá que si te agarran vas en cana..?
-No te preocupes, si lo hago lo voy a hacer con tiempo y bien planeado, y no te preocupes que nadie va a saber que vos me la vendiste.
-No me asusta eso, no tendrían forma de inculparme. me inquieta que estés tan decidido a esto y que algo te salga mal.  Vos conocés el dicho de que al mejor cazador también se le escapa una liebre, nó..?
-Lo conozco Paco. Pero te repito, si lo hago, lo haré bien, no me voy a apurar y dejar pistas, por obrar como un desesperado; tengo el tiempo y el dinero para hacer lo que necesite, sin dejar rastros.
-No estarás por hacer cagar a alguno que te debe, mirá que la plata vá y viene, no te vas a arruinar por tan poca cosa.
-Nó, no es por eso, pero ahora no te voy a contar, quizá lo haga algún día.
-Bueno, me imagino que vos tendrás algún motivo muy poderoso, vení pasemos a mi oficina que te muestro lo que tengo, y dirigiéndose al empleado le indicó que atienda que él estaría ocupado.
Una vez dentro de la oficina, abrió una puerta falsa disimulada en una biblioteca que ocupaba un sector del lugar. Dicha puerta tapaba un espacio del que el armero sacó varias pistolas y un revólver, todo lo cual lo dispuso ordenadamente arriba del escritorio.
            Eran todas armas bellas, si es que puede haber belleza en un instrumento para la muerte, el joyero tomó una de un diseño elegante, pero Paco le indicó que esa no le serviría, era una Beretta calibre 22, un arma hermosa y de una tecnología superior, pero de calibre pequeño; con esta si no le pegás bien no matás a nadie, comentó. Luego estuvo admirando y sopesando una Browning 7,65  y una Walther 38, ambas le entusiasmaron, lo mismo que una Glok 45, dándose cuenta que ese calibre le convenía más a sus fines, por lo poco que iba conociendo a través de los comentarios del armero, que dejó para el último un revolver Colt Python 357 Magnun, de diseño y calibre antiguos según explicó, ya que apareció en 1955, pero siendo considerado aún hoy, como el mejor revolver jamás fabricado por el hombre, basando esta opinión los principales coleccionistas y armeros del mundo, en varias cualidades que posee, como ser la enorme potencia de su disparo, la casi absoluta precisión que tiene a determinada distancia, un cilindro que nunca falla y el gatillo suave como una seda, conforman un conjunto que lo hace apetecible y distinto de otros artefactos ofensivos del rubro.
-Tiene su peso, no..? argumentó el Joyero, mientras lo balanceaba.
-En realidad este es un cuatro pulgadas, ideal para uso civil, por lo que no es
tan pesado, pero desde luego la persona que lo maneje debe tener una cierta fortaleza en sus brazos y manos, aunque no es ese tu caso, que te sobra con la que tenés, y tiene la ventaja que con un solo disparo produce la muerte instantánea de la otra persona, siempre por supuesto que este esté dirigido a una parte importante del cuerpo.
-Y vos me decís que en caso de que algo salga mal, no te pueden comprometer, porque no quiero traerte problemas, sabés que somos viejos amigos.
-No te aflijas hermano que si te fijás bien tiene la numeración lavada, eso se hace para que no lo puedan rastrear, si hay problemas, lo único que hay que tener cuidado es en no dejarle huellas digitales marcadas en la superficie.
-Y que hago con él después que lo use?  
-Mi consejo es que lo hagas desaparecer, jamás te quedes con el arma, porque una pericia puede determinar si esa fue el arma usada para el ilícito.
-Comprendo, bueno me llevo el 357, no solo es el que más me gusta sino que parece el más efectivo.
-No tengas dudas que lo es.
-Dame también tres cajas de balas, así practico un poco de tiro al blanco.
-Ahora te envuelvo todo y con una funda para que lo uses abajo del saco o la campera, de cualquier forma no andes con él al pedo, que si te agarra la Policía, es para problemas.
-Si claro, otra cosa, donde puedo practicar?
-Andate a algún lugar alejado y que no haya gente, tené ojo que no es un calibre permitido sin un permiso especial, y cuidate cuando tirés de que la bala choque contra algo, porque tiene mucha potencia y llega muy lejos.
-Tomá cobrate, y gracias por todo.
-Gracias y cuidate mucho, no te arriesgues inútilmente.
-Así lo haré.
           
            Aprovechando un fin de semana, Isabel decidió trasladarse hasta la frontera con Bolivia. Quiso conocer primero el paso desde La Quica a Villazón, por lo que salió temprano con su auto, de paso para ir recorriendo los tesoros turísticos y coloniales que encierra esa vasta región. Además de conocer tenía interés de  ver si lograba pasar la frontera con una Cédula Federal del Mercosur, falsificada, que comprara en Buenos Aires en un anuncio por Internet que la ofrecían. Al principio le pareció algo insólito que un documento ilegal se ofreciera con tanto desparpajo, pero como no sabía de qué manera conseguir algo así, decidió arriesgarse y tratar de comprarlo, total pensó, de última perderé algo de plata. Pero no ocurrió tal cosa, acudió a una cita en un bar vestida de determinada forma y allí la contactó el vendedor, quien a cambio de 500 pesos le entregó el documento. Ella previamente les había proporcionado una foto suya y un adelanto de 100 pesos, que entregó a una persona por el mismo procedimiento anterior.
            Ya en Jujuy, después que se compró el auto, fue a la capital, y en una Escribanía, dio autorización para manejar el vehículo a Celeste Villegas, que era el nombre que figuraba en la cédula comprada. Armada de esa documentación y presa de algún temor que no podía evitar, llegó a la frontera y en el Puente Internacional presentó la misma y pasó sin problema; una vez del otro lado se dedicó a recorrer ese pintoresco lugar, compró algunas cosas que necesitaba para la casa porque eran mucho más baratas que en Jujuy y cerca de la tardecita cruzó para Argentina, donde esa noche cenó y durmió, para salir al otro día temprano de vuelta hacia Perico. El regreso lo hizo de muy buen humor porque todo le salió perfecto, hasta ahora pensaba, todo me está saliendo bien, me he iniciado en la exploración de la cuenca del Río Perico sin problemas, y he verificado que puedo pasar con otro nombre a Bolivia, también sin inconvenientes. Sin duda esta vez tengo la suerte a mi favor, gracias a Dios, espero que no se corte porque ya era hora de pegar alguna buena, se dijo, y en seguida se echó a reir porque lo había dicho en voz alta, entonces eligió un compacto de su grupo preferido y se puso a cantar con ellos, haciendo más corto y placentero el camino.
            Como aún no había comenzado el ciclo escolar decidió hacer otra salida al Río Perico. Esta vez lo haría buscando hacia el oeste, para lo cual se preparó físicamente haciendo un poco de gimnasia, sobre todo piernas y tobillos, porque sabía que el terreno iría ganando altura a medida que se dirigiera al nacimiento del río. Se había preocupado en estudiar geográficamente la cuenca que debía recorrer, para no ir desprevenida. Claro que no es lo mismo observar la realidad a través de los libros y mapas, que hacerlo directamente viendo y caminando la región, pero ella estaba convencida que eso le daba una primera aproximación, muy importante  del terreno, el clima la flora y la fauna. No olvidaba que lo haría sola dependiendo de sus conocimientos, su fuerza y decisión.
            Estaba segura que no llegaría al encuentro de los Ríos Cabaña y Los Sauces, que al unirse forman el Perico, drenando de esta forma el sector sudoriental de la serranía del Chañi, pero quería visualizar, en la medida de lo posible, parte de esa extensa red que también integran los ríos Cerro Negro y Los Morados. Ella pensó en salir cuatro días y llegar hasta donde pudiera, no iría buscando el paraje descripto por Soria, sino haciéndose vaqueana del lugar y conociendo lo más importante de la vastísima comarca a recorrer. Si la suerte la ponía frente a lo que buscaba, mejor que mejor, pero en principio creía que le costaría bastante dar con el lugar, así que esto lo tomaba como una excursión geográfica, por decirlo de alguna manera.  
            Como la vez anterior se hizo llevar hasta la margen del río por el mismo taxista y quedaron en encontrarse al cuarto día en horas de la tarde. El tiempo seguía ideal para el montañismo, por lo que volvió a llevar el equipo más liviano posible, aunque ya se sentía más fuerte y con más experiencia que la primera vez. Lo que agregó en uno de los bolsillos del pantalón, fue un rudimentario equipo de pesca, que constaba de varias líneas enrolladas cada una en una maderita de unos 10 cm por 2cm, unas plomadas tira fondo y un montón de terminales con distintos anzuelos. Pensaba cortar con su machete algunos palos rectos y pelarlos, para usarlos de caña si le hacía falta. En un frasquito chico puso algunas lombrices con un poquito de tierra, para usar de carnada, total si sacaba, con las tripas del que pescó haría nueva carnada. Toda esta ciencia se la había trasmitido María del Carmen, y ella la comprobaría en esta salida, lo cual la ponía de buen humor y con ganas de llegar a un sitio adecuado, para convertirse en pescadora. Agregó en la mochila unos fierritos para hacer una especie de parrilla donde asar los bichos, y se prometió que en caso de pescar algún bicho, hablaría por teléfono a su profesora para contarle su hazaña. También la hablaría a Lola, por Dios como las extrañaba, aunque no saque nada, las hablo igual, dijo mentalmente.
            Comenzó la trepada, todavía estaba en la zona baja de la Selva de Pedemonte, donde abundan árboles palo blanco y palo amarillo, observó una gran cantidad de aves, reconociendo por falta de experiencia, solo los loros y
cuando cruzó un monte tupido creyó sentir, ya que no los vio directamente, el ruido que hacen los pecaríes para comer y cuando pelean entre ellos, exhalando el rezongo característico de los chanchos. Cerca del mediodía, al llegar a la orilla de un arroyo armó un sitio precario para almorzar y de paso probar sus habilidades para la pesca. Primero cavó el hoyo para el fogón, lo rodeó con unas piedras, lo llenó de leña seca y prendió el fuego. Luego en un lugar del arroyo que le pareció adecuado, tiró dos líneas a fondo, pero con anzuelos atados a distintas alturas, con el sistema del chicote, como para mojarras y dientudos, atando las maderitas a unos pastos, prendió un cigarrillo y se armó de paciencia, a ver si picaban. Tuvo la suerte del principiante, y en ambas líneas se prendieron unos peces no muy grandes, que a ella le parecieron enormes. Cuando los sacó y mientras se retorcían sobre el pasto, enrolló sus líneas, luego los limpió como le habían indicado, guardando un poco de entraña en el frasquito para la próxima vez.
            Ya en el campamento, puso los fierritos acomodados en las piedras y sobre ellos los pescados, a los que les había echado un poco de sal. Cuando le pareció que estaban de ese lado, los dio vuelta, mientras se servía un gran jarro de té y sacando unas galletas se comió los peces tan a gusto como si le hubieran servido un manjar. Luego se descalzó, se sacó las medias que lavó en el arroyo y las puso a secar al sol y al viento, y desenrollando la bolsa de dormir, se echó sobre ella y se durmió. Caminó durante dos días, entrando luego ya propiamente en la Selva de tipa y laurel, en donde se encontró también con otra fauna. A la distancia observó un pacífico tapir, mordisqueando brotes y hojas tiernas y tan pensativo como un filósofo, y en un arroyo reparó en un lobito de río, que es como una nutria de pelo grisáceo, más claro o amarronado en la panza, ocupado en cavar una madriguera para refugiarse.  
         Cuando regresaba, dado que se había cumplido el tiempo que asignó para el viaje de ida, un atardecer tuvo la suerte de contemplar un hocó oscuro, cuya costumbre y modo de vida es hacerlo en arroyos o riachos de aguas tranquilas, de abundante vegetación. Pasa su día inmóvil pescando con el sistema de arponear con su pico los peces que se le arriman. De noche se refugia en las ramas de los árboles, donde duerme. Con tiempo llegó a la cita con el taxi, a cuyo conductor le fue contando alguna de sus aventuras, mientras la llevaba a su casa, la principal fue la de la pesca.
                                                         XvI
                                         
           
           Tal como habían combinado, el Detective se comunicó con el Joyero, antes de ir a buscar el dinero para el viaje a Jujuy. Voy para allá le dijo. Cuando llegó a la hora de costumbre, cerca del cierre del mediodía, el viejo lo hizo pasar a la oficina del fondo, que era el lugar donde se sentía más cómodo para hablar, diciendo: ya estás libre para irte..?
-Sí, acomodé mis cosas para tener unos días para tu asunto. Queda lejos ahora, y además tengo que investigar disimuladamente para que no llegue a oídos de la mocosa que la estamos espiando.
-Pensás en todo, Bustos, sos bueno en lo tuyo.
-Gracias viejo, y vos en que anduviste estos días?
-No te voy a contar por ahora, porque me podés retar
-Bustos largó una risotada, como será la macana que estás por hacer que ya estás pensando que te van a reprender..!
-Tomá Bustos le dijo pasándole un sobre con dinero, si cuando estés allá ves que no te alcanza, me llamás y te transfiero. De cualquier forma habláme por las noches a ver como vá la cosa.
-Quedáte tranquilo, que yo te hablo, le aseguró mientras salía.
Isabel con la ayuda de un pequeño corta fierro y un martillo, cavó una canaleta en la pared del fondo del placar de la cocina. Después de dejar prolijo el nicho que preparó, le hizo un revoque de terminación con una espátula y lo dejó secar.  Al cabo de varios días, puso adentro un tubo plástico. En la boca del nicho acomodó una malla de alambre y procedió a revocarla con una mezcla que ya venía preparada para terminaciones, y que le vendieron en una ferretería de San Salvador. Cuando ese revoque secó, pintó el placar, le puso
los estantes y sobre ellos la vajilla que sacara antes del arreglo. Se fijó bien en como había quedado, y mentalmente dio su aprobación, por lo que cerró la puerta y dejando la cocina impecable, se fue a bañar y cambiar de ropa. Luego lo llamó al taxista y quedó para el próximo sábado temprano. Pensó en volver a la selva, porque ya faltaba poco para el comienzo de clases, por lo que quería conocer lo más posible, así después se dedicaba de lleno a buscar la señal que según el Caballero de Soria, indicaba el lugar donde guardara el oro.
            El sábado muy temprano la dejaron en la orilla del Río, y pidió que la busquen a los seis días. Esta vez pretendía llegar al nacimiento del Perico e incluso recorrer los tramos iniciales de los ríos que en él desembocan, con ello ya tendría un panorama completo de la región y luego la iría barriendo por sectores, con ayuda de algún plano casero que al efecto se fabricaría. La parte más baja de la selva  ya la había recorrido, por lo que no se detuvo  ni se fijaba con atención los detalles del lugar, lo mismo el primer trecho de la llamada selva de tipa y laurel. Al dirigirse siempre hacia lo alto, cuando sobrepasó los 1500 metros de altura, ingresó en el bosque montano formado principalmente por alisos y pinos del cerro. Sabía que mucho más adelante y hacia arriba se encontraría con los pastizales de neblina, pero no creía tener tiempo para recorrerlos. Estaba fascinada con lo que a su vista se presentaba, era tan diversa la fauna y la flora, tan bellos los parajes, que no entendía como más gente no los visitaba. Es tan hermoso y tan vasto nuestro país, que los habitantes muchas veces ni conocen las maravillas que encierra. Como ya tenía mucha más experiencia y además se preocupó por estudiar todo lo referente a la Yunga, reconoció alguna águila poma, un grupo de cóndores,  loros aliseros, jotes que sobrevolaban buscando comida, y muchísimas especies más, entre otras, corzuelas del monte, pecaríes y llegó a ver de lejos,
cuando estaba por finalizar su expedición, cerca de los pastizales de altura, unos pequeños ciervos, que los lugareños denominan taruca. Tuvo la suerte de ver de cerca una nutrida bandada de mariposas princesas incas, quedando deslumbrada por la belleza de esos animales.
Una tarde, se encontró con unos habitantes originales de la Yunga y se quedó conversando un buen rato con ellos. Era gente simple y sencilla y le contaron muchos secretos del lugar y también leyendas. Una en especial la impresionó. Se trataba del ucumani, que según los pobladores es un hombre oso, de fuerza descomunal, que roba mujeres y tiene familia con ellas. De acuerdo a lo que le manifestaron: a los hombres los quema, de allí el miedo que le tienen, esa noche en la soledad del campamento, echó más leña que de costumbre a la fogata, y rogaba, medio en broma, medio en serio, que no tuviera la desgracia de toparse con él.
            A la noche siguiente, observando las mágicas lenguas que se formaban, en la íntima fogata del campamento, miraba las chispas, movedizas y saltarinas, cuyas figuras le hacían prefigurar el origen del universo. Lo imaginó marchando ordenado, escoltado por el polvo de las estrellas. Con este marco, entró en una profunda y serena introspección, como puede hacerlo una persona dueña de consciencia crítica.  Incidía sobre su espíritu la vista del pendón, que flameaba mostrando las cuatro estrellas de plata, lo que le recordaba  sus afectos. Repasó mentalmente la inocencia y la humildad de los pobladores de estas sierras,  la actitud de servicio de sus amigas, toda la entrega y generosidad que evidenció Manuel tanto en su vida sacerdotal, como luego en la civil.
Todo esto la llevó a pensar, que contrabandear el oro, si lo descubría, a través de la frontera, para la satisfacción de sus apetencias personales, no la haría digna del amor y la protección que le brindaron esas personas. El hecho de que fuera criada por un usurero y abusador, no le daba  derecho a la revancha y al atropello, de los valores que universalmente se consideran como superadores de la ética humana.
Dejaría de lado los malos ejemplos y se guiaría por los buenos, que abundan en este mundo, si uno quiere seguirlos. De esa forma estaría a la par de sus amigos y podría permanecer, a su lado, con la frente en alto, ya que si invertía el tesoro, en parte para ella y en parte al servicio de Dios, como aconsejó el sabio Anselmo en su testamento, subiría un peldaño aunque más no fuese, en la larga escala, que paso a paso nos lleva a la presencia del Creador.
Se solazó con la visión de derrotar, pese a sus límites, con hidalguía, a uno de los pecados capitales que desde siempre empequeñecen al hombre: el egoísmo y su consecuencia, la avaricia. Tomada esta decisión, tomó también otra: a nadie le diría de su lucha interior. No quería dar la impresión de santita. No lo era, y muy probablemente no lo fuera nunca, pero si hacía algo provechoso, sobre todo en favor de quien lo necesita, parte de su vida por lo menos estaría justificada. Y por cierto, no aspiraba sacar brillo personal con esa acción. Lo haría, como una vez le dijo Manuel, refiriéndose a otra circunstancia, pero que tenía aplicación en esta, porque es correcto,  porque es lo debido. Esto es suficiente para inducir al hombre a la vida interior. Que ella crezca de a poco, con la levadura del amor y la caridad, para colmar al espíritu, con la dicha, que produce el desinteresado servicio que prestamos a los demás.
           
            El detective Bustos, ha regresado de su viaje al Norte. Puso la ropa usada en una bolsa para llevarla al lavadero, se dio una ducha reparadora, y sirviéndose una ginebra con soda, tomó apresuradamente un par de tragos. Marcó el número de su cliente y se dispuso a hablar telefónicamente con él.
-Hola viejo, saludó..! Estoy de vuelta.
-Venite a la tardecita, así charlamos tranquilos.
-OK, nos vemos y colgó. Después de lo cual  terminó su copa, se comió un turrón que tenía en la heladera y se fue adormir un rato. Estaba cansado. Cuando despertó, subió la bolsa con ropa al auto y de paso para la joyería la dejó en el lavadero. Cuando llegó, el joyero lo esperaba con impaciencia. Pasá Bustos le dijo,  mientras cerraba el negocio.
-Como te anduvo el auto, preguntó mientras caminaban hacia el fondo?
-Demasiado. Mirá que tiene un modelo que si bien no es viejo, tampoco figura entre los últimos, pero sin embargo fui y vine sin problemas.
-Menos mal, contame bien, que no te entendí lo que me dijiste que sabías por donde ella entraba a la Yunga.
-Mejor empiezo por el principio, cuando llegué me avoqué a averiguar donde vivía, y terminé descubriendo el barrio, quien le alquilaba y la casa que tenía. Es una casita bastante linda, en un barrio ni pobre ni rico, no tiene garaje pero sí entrada para autos. Los dueños viven al frente y se han hecho amigos, al igual que algunas familias de los alrededores, seguramente amigas también de los propietarios, quienes se la deben haber presentado y de esa forma se fue insertando en un medio social que le era desconocido. Goza de buen concepto en el lugar y sale a menudo a explorar la selva. Ha dicho que cuando la conozca bien, llevará de vez en cuando chicos de campamento, para incentivar ese deporte tan completo como lo es el del montañismo, con lo cual se está rodeando de un carisma de líder, incluso hasta pensó en invitar a algunas madres a compartir la salida. Se hace llevar siempre con el mismo taxista hasta la orilla del Río Perico y desde allí se interna en sus expediciones. Luego según lo convenido, el mismo chofer la busca en la fecha que ella le indica y la trae de vuelta a la ciudad, por lo que fui a donde me dijeron que la llevaban y me interné para reconocer un poco el lugar, y después de caminar unos tres mil metros encontré un caserío antiguo abandonado, solo algunas paredes sin techo quedaban, de lo que seguramente en otro tiempo fue un boliche. Como me pareció un buen lugar para ocultarme para observarla cuando regrese, lo recorrí minuciosamente y descubrí al fondo una especie de corral que a estas alturas está en ruinas, y en el centro de las edificaciones, en lo que antes debe haber sido un patio interior, un aljibe sin agua.
 Luego regresé a la ciudad, traté de averiguar qué día la buscaría el taxista y quiso la suerte que en un bar conociera al suegro del hombre y me contó muchas cosas de ella que el yerno le contara e incluso me dijo cuando la buscaría, por lo que ese día antes de la hora en que llegara el chofer, dejé el auto escondido en un lugar no muy lejano, me interne a pié hasta el caserío y procedí a esconderme para esperar el paso de la mocosa. Más o menos a la hora indicada, la veo desde mi refugio que avanzaba cargada con su equipo y pasó por el costado de la construcción sin siquiera mirar, como si estuviera convencida que allí nunca hay nadie, tan confiada parecía.
-Has hecho un trabajo excelente, Bustos, más no se podría pedir.
-Gracias viejo, te termino de contar: en pocos días comienzan las clases, por lo que se vé que está ocupada en la elaboración de los planes educativos, así que casi no salía de la casa, salvo para hacer compras, por lo que ya no te pude averiguar más nada.
-Despreocupate Bustos, con lo que me informaste tengo suficiente.  Te alcanzo unas hojas de papel y me hacés los planos del barrio donde vive, de su casa, del lugar donde entra a la selva y el del caserío abandonado. Detallame con precisión como se llega, dijo y buscando hojas en blanco y una birome se las alcanzó al detective, quien realizó lo que su cliente le pidió. Cobró sus honorarios y se despidió diciendo: cualquier cosa me llamás.
            Al retirarse el investigador, el joyero quedó sumido en sus meditaciones, pensando en la información que le habían proporcionado, y en la forma que la usaría. Nunca pensó en que existiría algo tan favorable para sus planes, como el hecho de que estuviera en el camino ese bolichón abandonado, dado que allí podría emboscar a la desprevenida víctima. Ella jamás pensaría que en ese alejado y desconocido paraje, tendría que enfrentar las consecuencias de su ingratitud y contemplar con su última mirada, a ese ser, a quien consideraba un  depravado, corrompido.
Él la aleccionaría acerca del reconocimiento que se le debe a quienes velan por tu bienestar. No como ella, que mordió su mano salvadora. Ahora esa misma mano, que antes protegió, se volvería vengadora hacia la desleal pupila, quien aprendería a valorar aunque sea un momento, aunque fuese en el  último momento, a un hombre cabal como él. Con este estado de ánimo, y la obnubilación mental derivada de la poca cordura que le quedaba, salió a la calle, subió a su auto, y salió totalmente enajenado a hacer una diligencia. Perturbado como estaba hizo una maniobra complicada, que lo dejó con un camión de frente, el cual pese a que su conductor pisó los frenos con alma y vida, no pudo evitar el choque.  El resultando es que terminó malherido en un hospital. El vehículo quedó tan destrozado como su persona.
            Después de varios días en terapia intensiva, en que los médicos lucharon a brazo partido para salvarle la vida, despertó una tarde sin saber quién era,  ni qué hacía en ese lugar. Le explicaron que sufrió una fuerte conmoción y un daño importante en todo el cuerpo, ya que tenía varias quebraduras de cuidado, sobre todo una en su rodilla izquierda, a la cual deberían reemplazar por una prótesis, cuando se mejorara un poco, porque la suya estaba hecha pedazos. De cualquier manera, tenía para bastante tiempo de internación y luego vendría la terapia de rehabilitación, a cargo de los kinesiólogos, por lo que tenía meses por delante para su definitiva recuperación. Le pidieron el nombre de algún pariente, para  llamarlo, a los fines que colabore con un paciente en estado grave como él. Como en ese momento no se acordaba de nada, ni sabía donde estaba parado, los médicos dejaron para otro día las preguntas, hasta que recuperara la memoria.
Un día y medio después comenzó a recordar  y les dio la dirección y el teléfono de la mujer que trabajaba en su casa, la cual acudió a verlo y arregló un sueldo con él para atenderlo en el hospital. También lo cuidaría cuando lo llevaran a su casa, a la que pudo volver recién a los dos meses. Luego vino la etapa de rehabilitación, para poder volver a caminar solo.
En síntesis, le llevó gran parte del año para reponerse al ochenta por ciento de lo que era, pero no se quejó. Durante todo el tiempo de convalecencia, fue perfeccionando en su cerebro los pasos que daría, apenas su salud se lo permitiera, para cumplir con su venganza.
                                  
  xvii
Corría el mes de Noviembre, el calor está apretando como nunca. El negocio tenía el aire acondicionado prendido y el joyero atendía como siempre detrás del mostrador. Se lo veía más delgado y algo avejentado, pero no había perdido su penetrante mirada, ni la avidez que denotaba su rostro, ante cada cliente que necesitaba venderle oro o joyas o comprarle alguna. Tenía boleto en el micro para Jujuy, esa noche de viernes, y el bolso con pocas pertenencias lo armaría después de almuerzo, cuando el servicio ya se hubiera retirado.
La mujer le había pedido el sábado y el lunes francos porque tenía que ir a ver a su padre enfermo al campo y él no dudó en dárselos, así quedaba libre para viajar sin que nadie se diera cuenta. A la tarde tenía pensado abrir para no despertar sospechas entre los vecinos, luego comería algo liviano y tomaría un taxi a dos cuadras de allí, sobre la avenida, para que no lo vieran subir al vehículo de alquiler. Trataba de no dejar pista alguna, por lo que fue ejecutando cuidadosamente todos los movimientos. En el bolso, además de unas pocas prendas, ya que no pensaba quedarse más de lo imprescindible, puso el revólver con su funda, unas patillas y bigote falso, de esos que se pegan en la cara, y una gorra deportiva con una gran visera que le tapaba bastante el rostro. Luego de la cena, salió disimuladamente mirando para ver si no lo observaban y satisfecho con la inspección, anduvo hasta la avenida y paró un taxi, pidiéndole que lo lleve a una dirección, que estaba a tres cuadras de Retiro, luego caminó el resto hasta llegar y lo hizo justo a tiempo, para abordar el coche al norte.
            Cuando al otro día llegó a la Terminal de Perico del Carmen, comenzó desde un teléfono público a llamar a la casa de Isabel. Quería saber si se   encontraba en ella o había salido de excursión, porque si estaba en la ciudad, actuaría de manera distinta, a la que sería si se había internado en la selva, en cuyo caso la esperaría en el caserío abandonado. Como no le atendían el teléfono, dejó el bolso en el depósito de equipajes y buscó un bar a varias cuadras de allí, para que no lo visualicen demasiado. De cualquier forma se puso la gorra y bajó lo más posible la visera para ocultar la cara de miradas que algún día podían eventualmente reconocerlo, y ya instalado frente a un sandwich y una gaseosa, de vez en cuando se levantaba y hablaba desde el teléfono público, para constatar si su ahijada había vuelto. Una hora después cambió de bar y continuó llamando sin resultado. A la hora siguiente se fue a otro bar y luego a otro, hasta que llegó a la conclusión de que no había nadie en la casa. Entonces salió y tomó el primer taxi que encontró libre y se hizo llevar a la dirección de Isabel. La casa estaba oscura y a él le pareció que estaba cerrada hacía unos días, no obstante haciéndose el que buscaba una dirección que no lograba encontrar, dio varias vueltas por el lugar sin lograr visualizarla, por lo que le pidió al taxista que lo lleve a la terminal. Una vez allí, sacó el bolso del depósito y se fue a una pensión que ya había elegido en las inmediaciones, previo ponerse el bigote, además de la gorra. En la pensión adujo que olvidó los documentos, pero que a la mañana temprano se marchaba y dio un nombre falso para el registro. Como no despertó sospecha alguna en el dependiente, lo alojó y al acompañarlo hasta la habitación recibió una buena propina, que lo dejó contento.
En el bolso había puesto unas empanadas que compró y unas latitas de gaseosa, para no tener que salir hasta la mañana, quería evitar que lo vieran. Temprano se marchó del hotelito y en la terminal volvió a dejar el bolso en el depósito. Al cambiarse de ropa esa mañana se puso el revólver con su funda colgando abajo del sobaco y se cubrió con una camperita liviana. Guardó las patillas y el bigote en un bolsillo y compró algunas latitas de su bebida preferida y galletitas saladas y dulces, que puso en una bolsa doble de las de supermercado, para comer mientras hacía guardia. No olvidó las pastillas de menta que tanto le gustaban, las que acomodó en el bolsillo de la camisa, y la gorra en la cabeza. Satisfecho con lo que llevaba,  salió a la ruta que lleva al Río Perico a hacer dedo. Después de un rato una camioneta lo levantó y lo dejó cerca del lugar, cubriendo el resto de la distancia a pié.  Al llegar al río se internó por su rivera buscando el boliche abandonado. Una vez allí, encontró la benéfica sombra de un tala, que cubría con su ramaje un cómodo lugar, dejando ver la orilla que venía del oeste. En ese sitio amontonó unas ramas secas a manera de parapeto, que impedía a quien viniera desde allí, su vista y sentándose tranquilamente en el suelo, se dispuso a esperar.
            Luego que terminó su desayuno, en el que ingirió varios cafés y bastantes cigarrillos, con los que intentó calmar su ánimo alterado, con el recuerdo de tantas cosas crueles que le ocurrieron, siendo todavía niña, comenzó a levantar el campamento que había armado en una cueva no muy grande ni profunda, pero ideal para darle reparo y protección, por lo que se había acostumbrado a usarla cuando regresaba de sus recorridos.
Como siempre, dejaba todo limpio y el fuego apagado antes de retirarse, por lo que hizo su recorrida habitual, en donde recogió las cosas que quedan después de una acampada, sin olvidar la foto y la carta orinadas del padrino, que estuvo leyendo y mirando de nuevo la noche pasada, mientras hacía tiempo para dormirse.
 La carta y la foto siempre las llevaba en el bolso. La primera para nunca  olvidar las amenazas proferidas por un individuo de cuidado y carente de escrúpulos. El retrato, para tener presente la viva imagen de la maldad. Pero esa mañana, en consonancia con lo que había estado pensando, con respecto al cambio interior que aspiraba para ella, decidió deshacerse de las mismas quemándolas en el fuego, no sin antes orinarlas, para demostrar todo el desprecio que sentía por las intimidantes palabras de la misiva, y por el despreciado rostro del que debía cuidarla y en vez de eso la redujo a la esclavitud sexual y al oprobio moral.
            Al fuego pues, fueron a parar, junto con las sobras de la noche anterior, y cuando le pareció que estaba todo quemado, lo apagó o creyó hacerlo con el agua que sobró del café. Hecho lo cual, sin detenerse a verificar el resultado final del proceso, se puso el equipo al hombro y enderezó hacia el Río, con el fin de remontarlo hacia donde la esperaría el taxista. Al ir llegando al poblado abandonado vio como surgía de golpe de abajo del enorme tala, la figura de un hombre. Al fijar la vista en él reconoció a su padrino y el primer impulso fue el de echar a correr, pero él se lo impidió agarrándola fuertemente de la mochila que todavía calzaba en sus hombros y sacando un enorme revólver de su cuerpo, la amenazó con él, y la obligó a entrar más adentro del caserío en donde la arrinconó contra una pared.
            En ese lugar, fuera de la vista del camino y apuntándola con el arma, le dijo que por fin volvía a verla. Pero que lamentablemente no vino de visita, sino  a cumplir con una promesa que le hizo en su momento, y que ella tomó a la ligera. Que ahora aprendería que a un hombre de su calidad, no se lo toma a la joda. A todo esto ella lo escuchaba con una atención periférica. Su mente estaba en otra cosa.  Al mirarlo a los ojos y ver el halo asesino de su mirada, se dio cuenta que esta cita estaba hecha por el cielo. Que de alguna manera nacieron ambos con todas sus circunstancias, para culminar en este momento, en este solitario paraje, cumpliendo una manda cósmica y que en definitiva el victimario no era más que el instrumento que consagraron las parcas, para cortar el hilo de su vida.
Lo último que llegó, a su visión, como un ensueño y antes  que sonara el disparo que terminaría con su existencia, fue el fogón de piedra que armaron en el patio de Lola, con el pendón de estrellas mecido por la brisa. Alcanzó a recordar, que fue el primer hito por el que empezó a comprender,  que el servicio y la hermandad  es lo que debe unir a los seres en este mundo, para que deje de ser como la arena del circo romano, un lugar sangriento e inmisericorde, un ámbito para el dolor, para empezar a ser dulce tierra de promisión.
            Con absoluta tranquilidad, guardó el arma en su funda y se cerró un poco la camperita, para que no se viera el volumen del pesado colt 357, que colgaba de la sobaquera. Luego arrastró el cuerpo al aljibe y lo tiró adentro, seguidamente sacó todo el equipo de la mochila y lo fue desparramando ordenadamente para cubrir el cuerpo. Seguidamente  arrojó al aljibe la mochila vacía, el sobretecho de la carpa abierto y el bordón al que quebró en varias partes para que entre en el hueco. A continuación cubrió todo eso con adobones del caserío que se hallaban desparramados, y quedó contento con el sepulcro que construyó en el pozo seco, para esconder el cuerpo de su ahijada.
 Con una rama  verde, que usó de escoba, borró todas las huellas y los rastros que podían señalar lo que había pasado, se acomodó la ropa y con el agua de la cantimplora de la chica se lavó las manos y la cara,  y se la llevó para tirarla en un lugar seguro, en la misma bolsa donde tenía las latitas vacías y alguna galletita que sobró, y que no pensaba dejar como indicativo de que allí estuvo alguien. Caminó despacio hasta donde se salía a la ruta, y de lejos vio el taxi que esperaba a Isabel, por lo que lo fue rodeando para no hacerse ver por el chofer y cuando pudo salió al pavimento, como la vez anterior hizo dedo y cuando lo dejaron en las afueras de la ciudad, se puso las patillas y el bigote, más la gorra que tenía puesta, supuso que nadie podría reconocerlo, por lo que paró un remis que circulaba vacío y se hizo llevar a una calle cercana a la terminal, que previamente había memorizado, para caminar luego hasta allí, retirar el bolso del depósito y sentarse en bar a esperar el micro que lo llevaría a Buenos Aires. Cuando cruzaba Santiago del Estero, desde la ventanilla del baño del coche, tiró en una banquina llena de pasto la cantimplora, los bigotes y las patillas. El revólver lo haría desaparecer en La Capital, en alguna alcantarilla.
           
            Cuando se estaba haciendo la noche, el taxista muy preocupado, volvió a la ciudad y se constituyó en la sede policial, con el fin de expresar la inquietud que lo dominaba, ya que la profesora no acudió a la cita para el regreso, como acostumbraba. El chofer manifestó que solía ser muy puntual, pero que pasadas varias horas, y ya haciéndose noche, decidió dar parte a la autoridad, porque pensaba que a la mujer debió pasarle algo, ya que no concurrió como siempre al lugar en donde solía esperarla, para traerla de regreso hasta su casa.
 La policía envió de inmediato un móvil, con un grupo que llevaba una luz potente para iluminar en las noches, con la que  pensaban explorar en busca de la joven  De no obtener resultados, a primera hora de la mañana se constituiría una comisión especial para que rastree hasta encontrar la persona desaparecida. Todavía no lograban esclarecer el hecho, cuando se dio el encuentro entre el Jefe de la Policía local con el Comisario Paredes, y la circunstancia, de que la Jueza los integre junto con el Licenciado Fernández Pose, en una comisión asesora del Tribunal. Sus integrantes comenzaron sus actuaciones, reuniéndose en la casa del Jefe, para estudiar la documentación y después de dos días, pidieron una Audiencia con la Sra. Jueza a los fines de informarle lo que hasta ese momento habían descubierto.
La puerta del Despacho de la Dra. Achával se abrió, y el Secretario se hizo visible diciendo: Jefe, Licenciado, Comisario, Su Señoría los espera, pasen por favor. La Jueza los esperaba parada detrás de su escritorio y dándoles la mano como saludo, los invitó a sentarse en unas sillas a su frente. Los esperaba ansiososa señores.
-Que han logrado averiguar..? 
-El Licenciado tomó la palabra y comenzó relatando la parte histórica del caso explicando, que uno de los documentos encontrados, en la pared del placar de la cocina de la profesora, era lo que se conocía como "El Derrotero de Soria", en donde se habla de la existencia  y la ubicación de un fabuloso tesoro que Don Francisco de Paula Soria, Caballero Español, enterró  en el siglo 18, en la Comarca de Angualasto, en plena Cordillera Sanjuanina.  A dicho tesoro también algunos estudiosos lo mencionan como "El Tesoro de Osorio", porque como sabemos la deformación de los nombres es cosa común en estos territorios y sobre todo en aquellos años.
-Qué interesante, continúe por favor Licenciado, dijo la Doctora.
-Este Capitán, explotaba dice la Leyenda una mina de oro, en la que hacía trabajar a los nativos del lugar, según los permisos que otorgaban a los Conquistadores o sus Capitanes, las Leyes Coloniales. Por motivos que nunca salieron a la luz, el Caballero de Soria, debió viajar de urgencia a la Ciudad de Chuquisaca, en Bolivia. Lo que expondré a continuación, es una hipótesis nuestra, dado que no la hemos encontrado en ningún tratado, de los muchos que consultamos, y es la siguiente: creemos que Soria fue citado a la Audiencia de Charcas, sita en Chuquisaca, Máximo Tribunal de Justicia de esta parte del Subcontinente, por algún problema con la Ley, de allí el apuro con que dejó de trabajar sus minas de oro y se dirigió a esa ciudad, lo más rápido posible.
            Por todo esto, despidió a los mineros que trabajaban para él, ocultó la bocamina para que nadie la encuentre, y en un lugar solo conocido por el mencionado Capitán, enterró el capital que había acumulado en oro, que aseguraban los cercamos de Soria, que constaban de siete cogotes de guanaco curtidos, repletos de oro fino. Al mismo tiempo escribió lo que se conoce como "el Derrotero", que es nada más ni nada menos, que la descripción del lugar donde enterró su valioso tesoro y la ruta para llegar a él.
-Que original y fascinante historia, apuntó la Dra.!
-Afirman varios estudiosos de enjundia y algunos periodistas que han investigado a fondo esta historia, continuó el Licenciado, que El Derrotero estaría guardado en el Archivo Histórico del Convento de Santo Domingo, perteneciente a la Compañía de Jesús, en la ciudad de Chuquisaca, junto con el mapa trazado por su dueño, quien lo entregó agradecido a un Reverendo Padre de La Orden, quien le prestó el alivio de la confesión y los auxilios de la santa religión, cuando el Caballero estaba en un estado de salud muy crítico. Se sabe que Don Francisco de Soria, fue sorprendido en Bolivia por una enfermedad que lo llevó rápidamente de este mundo, posiblemente alguna epidemia fulminante, pero antes le confió su secreto al Padre Confesor y con él le entregó el plano para encontrarlo.
-Y qué dicen los Jesuitas de esta leyenda.
-Siempre han negado que Soria les haya dejado el derrotero, ni el mapa.
-Y nadie armó una expedición con el fin de hallar tan enorme fortuna.? preguntó la Dra.
-Muchas intentaron encontrarla, la última, por lo menos es lo que pudimos averiguar, data del año 1954, en que dentro de los miembros de la misma iba un periodista, que decía que había estado en el Convento de Santo Domingo, y que allí vio el Derrotero, pero los Padres lo niegan, la cuestión es que, hasta ahora, nunca se encontró el tesoro, por lo que se sospecha que Los Jesuitas, después del fallecimiento de Don Francisco, lo encontraron y procedieron a llevárselo.
-Por lo pronto desde lo Jurídico, acotó la Jueza, pienso sin haber estudiado el caso, con la Legislación vigente en el siglo 18, si el Capitán estaba lúcido y no tenía herederos, era su Derecho entregarlo a La Compañía por intermedio de su Confesor, por lo que Los Padres tenían una causa legítima para buscarlo y en caso de encontrarlo, llevárselo. Lo que no sé, dado que no soy experta en la materia, es si La Compañía debía compartir la Donación con el Vaticano. De cualquier manera han transcurrido casi tres siglos, por lo que si ellos lo encontraron ya habrán invertido  o gastado ese capital, no les parece..?
-Además dijo el Jefe, no estaría prescripto si hubiera habido un delito por parte de Los Jesuitas.
-Sin duda que así sería, el paso del tiempo termina borrando y nivelando todo,  respondió la Magistrada. Y dígame continuó. El texto del Derrotero, que decía?
-Se lo leo, si me lo permite Sra.
-Por favor hágalo.
-El licenciado rebuscó entre sus papeles y sacando uno de ellos de su portafolio leyó lo que sigue:
 El texto era el siguiente: "saldréis del pueblo de Calingasta y tomando al poniente por el camino de los indios bajaréis a un arroyo y tomaréis arroyo arriba hasta encontrar un cerro derrumbado en ambas partes, por donde pasa el agua por debajo de unos puentes de piedra y en poca distancia encontraréis un arroyuelo a mano derecha. Tomaréis por él hasta su remate... También te encargo que busques con alguna prolijidad una piedra verde de estatura de un hombre que está parada a cuyas inmediaciones se halla, y encontrada que sea la voltearéis y escavaréis: Allí dejé tapados millones de oro y plata. Igualmente buscaréis en las cercanías una casa que se dice blanca que tiene la puerta al sol en donde tiene una gran lápida verde tapada. Lee con alguna detención este formulario y el pitipié que tengo honor de acompañarte por el cual seréis felices y no desconfíen vuestros descendientes de este mi razonar así. Dado en la ciudad de Chuquisaca y marzo 25 año 17... (Roto). Francisco de Paula Soria".
                                           
xviii
                                            
                                       
Sin embargo, ahora viene lo mejor, aclaró el Licenciado. Cuando Don Francisco de Paula Soria, se encontraba terriblemente enfermo, el confesor preocupado por él, mandó a llamar un Boticario de la Ciudad, que gozaba de fama de sabio, y cuyas curas se las tenía por legendarias. Era experto no solo de la ciencia Médica, sino un profundo conocedor de los remedios naturales que se extraían de las plantas, semillas y raíces y de las sustancias que se podían conseguir  de la vida animal. Anselmo se llamaba este distinguido Galeno, y acudió presuroso en ayuda del enfermo, al cual cuidó sin horario y sin desmayo, tanta era la dedicación que ponía en sus pacientes. Sobre todo porque sospechaba que Don Francisco estaba presa de una rara epidemia que en ese momento asolaba la región, a tal punto que pese a que le aplicó todo el arsenal de su Botica, el enfermo falleció. Pero antes de hacerlo decidió premiar la consagración de Anselmo, para aliviarlo luchando contra la enfermedad que lo mataba,  y le contó algo que omitió decir en la Confesión hecha al Sacerdote.
            Comenzó por explicarle que habiendo sido convocado de urgencia a Chuquisaca, enterró en La Cordillera de la Provincia de San Juan, un tesoro de su propiedad. Pero que parte de él y que constaba de un cogote de guanaco,  lleno de oro, lo trajo para Bolivia, a lomo de mula por su peso, cuando fue llamado por las Autoridades, para tener capital suficiente para afrontar los gastos o los inconvenientes que surgieran del llamamiento, sobre todo por la urgencia del mismo, sin saber a qué atribuirlo.
Tomó la ruta del Antiguo Camino Real y a la altura de  Jujuy, creyéndose seguido y vigilado, se internó por el camino de rivera del Río Perico, en dirección oeste, tratando de esquivar a sus seguidores.  Si se dirigió hacia ese punto, fue porque calculaba que allí cerca de unas enormes sierras, se encontraba el nacimiento del curso de agua.  En un paraje que él  bautizó como "La Cabeza Que Mira", debido a una formación rocosa existente en el lugar,  parecida a una cabeza de vaca, cuya mirada, si la tuviese, estaba fija en dirección a unas cavernas naturales, en donde escondió el cogote, procediendo a enterrarlo y luego a disimular su existencia, con rocas que arrastró de las cercanías y que disimularon a la perfección, el ámbito que preparó para custodiar su oro.
            A continuación elaboró un mapa del lugar y se lo donó a Anselmo, diciéndole que se lo daba agradecido por su buena disposición para con los dolientes y en pago de su sabiduría y su compromiso para detener el flagelo de las enfermedades, ignorando el temor a contagiarse de esos males o que aún temiendo como es natural, se sobreponía como un héroe y presentaba batalla con el auxilio de su espíritu, que a no dudar debía estar imbuido de firmes conceptos cristianos.
Este, Señora Jueza, es el otro escrito que se encontró en el placar de la cocina, por lo que podemos decir sin temor a equivocarnos, que las salidas a la selva de la profesora tienen todo que ver con este último documento. Lo que no pudimos averiguar, por falta de información  al respecto, es el porqué y el cómo esa documentación se hallaba en poder de la profesora.
-Es muy lógico lo que me plantean señores, creo que debemos esmerar nuestra búsqueda de la desaparecida, para lo cual Sr. Jefe póngase al frente de algunos hombres capacitados y decididos, pida el auxilio del Jefe de los bomberos locales, que es un hombre de gran experiencia, e intérnense en la Yunga hasta encontrarla.
-Sí Señora dijo el Jefe, ya algo habíamos hablado con mis compañeros al respecto, supongo que ellos también pueden venir, verdad..?
-Desde ya, Jefe. No necesito decirles que se cuiden mucho. No quiero que los diarios me ataquen por autorizar gente que no pertenece a los cuadros policiales, como integrantes de una expedición.
-Pierda cuidado Dra.
-Bueno caballeros, manos a la obra y que sea con suerte. Ojalá la encontremos con vida, ya que han pasado varios días y la situación no logramos resolverla. El cambio de estrategia que seguirá la comisión de búsqueda, de acuerdo al informe, que con tanta solvencia han elaborado para asesorar a este Tribunal, es que hay que buscar con rumbo oeste, hacia el nacimiento del Río Perico, que es  hacia donde dirigió sus pasos el caballero de Soria, y no hacia el este que es donde actualmente están encaminados los esfuerzos de la policía. Indudablemente Soria no fue hacia la desembocadura del río, sino hacia el nacimiento del mismo.  De ser posible, sería importante  ubicar el paraje de "la cabeza que mira", dado que es posible que la profesora haya tenido un accidente buscando ese sitio. Quizá la mirada sin vida de la roca con rostro de animal, esté dirigida hacia un lugar difícil o muy escarpado y la joven haya sufrido un accidente que le impide regresar.
            Tal como lo había ordenado el Tribunal, el Jefe armó una comisión de búsqueda con lo mejor de sus cuadros, e incluyó en la misma al Jefe de Bomberos, quien vino acompañado de su segundo. Además la integraban el Comisario y Fernández Pose. Al Comisario le prestaron algo de equipo policial, ya que no tenía ropa adecuada y comenzaron a remontar el Río Perico.
En el camino vieron el caserío abandonado y lo recorrieron superficialmente, ya que no se observaban rastros de nada. Luego siguieron siempre en dirección oeste.  Al llegar a la cueva donde pernoctó la última noche la profesora, algunos miembros de la comisión entraron a inspeccionarla, entre los que se hallaba Paredes.  Pronto descubrieron el fogón tapado de cenizas y no le dieron importancia. Sin embargo el Comisario, más detallista que los demás, se agachó y con un palito comenzó a revolver la ceniza. Luego de hurgar con paciencia, al fondo del hueco aparecieron unos papeles a medio quemar. El Policía se apresuró a rescatarlos y los extendió sobre el piso mientras los limpiaba con la mano y los desarrugaba, con lo que pudo visualizar que uno era una hoja escrita y el otro una fotografía. La última estaba medio quemada, pero dejaba ver la casi totalidad del rostro de un hombre maduro y de aspecto decidido. El escrito, estaba quemado en el costado derecho del mismo, por lo que muchas palabras se encontraban cortadas o eran inexistentes por la acción del fuego sobre ellas.
-Creo Jefe que hemos encontrado algo muy interesante, dijo el veterano Comisario-
-Muéstreme por favor Señor.
- Mire Jefe, haga retirar un poco la tropa, porque haremos Criptografía con este papel quemado y vamos a necesitar un poco de silencio. Fíjese si alguien ha traído un cuaderno u hojas sueltas y birome, y sentémonos en esas piedras a trabajar.
El Jefe Gutiérrez pidió a su gente que se reúnan a descansar, debajo de un montecito que estaba más retirado, y solicitó papel y birome. Con ellas en la mano y acompañado por el Licenciado y el Jefe de Bomberos, rodearon a Paredes que estaba sumido en un profundo estudio del escrito encontrado en el fogón. Este último tomó las hojas en blanco y con la lapicera fue reescribiendo las frases quemadas, hasta donde se veía la escritura y una vez hecho esto, comenzó a completar la o las palabras destruidas por el fuego, según lo que su olfato le indicaba. Después de un rato de meditabundo trabajo y probando con poner y sacar palabras, el escrito quedó decodificado a gusto de Paredes, quien se los leyó a sus compañeros, diciendo:
ISABEL
Al leer esto sabr-  as que
He encontrado el lugar don-  de vives
Te pedí que vuelvas conmigo-  dado
Que mi vida sin la tuya-  se
Ha tornado miserable e-  stoy
Dispuesto a darte todo lo-  que
Quieras y hacer cua-  lquier
Cosa para que me ace-  ptes
Si no es así no quie-  ro que
Tampoco pertenezcas a a-  lguien más
Por lo que ver-  é la
Forma de matarte
No pienses que es una am-  enaza vana
Si no eres mía no-  serás de nadie más
Espero tu respuesta con-  impaciencia
No me decepciones pa-  gándome mal
La carta en cuestión no tenía firma, ni mencionaba nombre alguno salvo el de la víctima, al principio de la misiva, amén que la hicieron con recortes de revistas para que no quede registro de la letra.
-Y bien, que les parece señores..?  dijo Paredes.
-Impecable lo suyo...! contestó Gutiérrez.
Los otros también lo felicitaron por el ingenio y la profesionalidad demostrada por el Comisario y luego vino la pregunta de rigor: ahora, como ubicamos al asesino, porque sin duda después conocer el contenido de la carta que nos leyó Paredes, hay un criminal suelto.............
-Primero debemos verificar si la profesora está muerta, contesto el Policía.
-Señor una duda que tengo, expresó el Licenciado, porque no se quemaron los papeles?
-Muy inteligente lo suyo, Fernández. Yo estuve oliendo los papeles y les siento un olor raro, luego los mandaremos al laboratorio para saber con qué se impregnaron, pero seguro que algo los mojó o estaban húmedos. Por otro lado, la profesora, si es que ella estuvo aquí, les pudo echar agua para apagar las brasas, pensando que la carta ya estaba quemada, y el agua salvó parte de la escritura. Lo que demuestra una vez más, que no existe el crimen perfecto, solo hay que saber buscar y los signos o las huellas  terminan evidenciando las cosas.
-Qué piensa Señor, preguntó el Bombero, a donde deberíamos dirigir nuestros pasos?
-Yo pienso intercedió Gutiérrez, que si fue la profesora quien pernoctó aquí, y ella apagó el fuego, debemos volver sobre nuestros pasos y barrer con toda prolijidad la selva, en busca del cuerpo o de señales que nos lleven a él.
-Aparte de hacer eso, dijo el Jefe de Bomberos, alguno de nosotros deberíamos volver a ese caserío y repasar mejor toda su estructura, que la miramos medio por encima, no les parece.
-Creo que está en lo cierto, dijo Gutiérrez. Usted qué opina Comisario?
-Tienen toda la razón, se nos puede haber pasado algo por alto en ese lugar, por la sencilla razón de que especulábamos que la docente estaba investigando más lejos, y allí la sorprendieron. Pero esta nueva hipótesis nos indica que la pueden haber emboscado a la vuelta de su expedición, por lo que sugiero Gutiérrez que la comisión policial comience a peinar la selva, que es una tarea lenta,  y nosotros con los dos bomberos vayamos al caserío a mirarlo de nuevo con la mayor atención.
-Así lo haremos, voy a dejar instrucciones a mi segundo y nos vamos.
            Cuando llegaron al lugar abandonado, comenzaron a recorrerlo minuciosamente, pero a Gutiérrez le llamó la atención un perro vagabundo que gemía al borde de lo que debe haber sido en sus tiempos, un aljibe, por lo que se dirigieron a él, pero solo lo vieron tapado con adobones del lugar.
 -Qué raro dijo el Bombero, que alguien se haya molestado en tapar un aljibe.
-A menos que quieran esconder algo, sugirió el Comisario.
-Vamos a destaparlo, le ordenó el Bombero a su segundo, y se metieron adentro  comenzando a sacar adobes de barro, tirándolos afuera.
A poco de desarrollar esa actividad comenzó a salir un olor nauseabundo del fondo del pozo, por lo que redoblaron los esfuerzos y cuando extrajeron el sobre techo de la carpa, que tapaba el cuerpo de la docente,  el hedor se volvió insoportable, por lo que tuvieron que salir un momento a respirar aire puro.
-Como la habían tapado bien, todavía no salía olor, que hijos de puta! Exclamó Fernández Pose.
Los bomberos regresaron al aljibe y terminaron de sacar la ropa, la mochila y el equipo, con lo que el cuerpo quedó a la vista, el cuadro era espantoso, el olor también, sacaron los restos de Isabel, la que fue reconocida por Gutiérrez y los bomberos y a falta de algo mejor la volvieron a tapar con el sobre techo, hasta que viniese la comisión, que fue llamada por el Jefe por medio de su celular.
            Después de la autopsia, en donde se indicó que la muerte fue causada por una herida de bala, calibre 357, que impactó en su pecho destrozándole el corazón, sus amigas Lola y María del Carmen, reclamaron sus restos, a falta de algún pariente que quisiera hacerlo, y la llevaron a sepultar a Buenos Aires. La ciudad estaba conmocionada y el Jefe Gutiérrez con el Comisario muy ocupados en terminar de esclarecer el hecho, ya que el asesino no se sabía quién era.
-Por donde empezamos señores, fue la pregunta de la Jueza, a los dos policías después que terminaron de redactar y entregar los informes y los resultados al Tribunal.
-Empecemos por lo primero, dijo Paredes, que le parece Jefe, si vamos  a los Colegios donde daba clases, y revisamos sus papeles, ahí vamos encontrar donde se recibió, en qué año, en fin una serie de datos que nos pueden llevar o nó a la resolución de este caso, pero con algo debemos empezar.
-Yo había pensado algo parecido, me acompaña Comisario?
-Vamos Gutiérrez, que el final lo presiento cerca.
-Veo que es optimista Paredes se sonrió la Dra., ya que todavía no sabemos nada del asesino.
-Él tampoco sabe nada de nosotros, Señora, e ignora lo persistentes que podemos ser, ya le descubriremos un error y lo atraparemos.
-Que Dios lo oiga, Comisario-
-Y nos ayude si es posible.
En el primer colegio que fueron, pidieron el Legajo de la docente y pudieron constatar que se había recibido en la Universidad Nacional de Buenos Aires y que fue docente de la misma, en la categoría de Jefe de Trabajos Prácticos y en varios Colegios de la Capital.
-La investigación va a requerir que nos traslademos a Buenos Aires por unos días, me acompaña Comisario?, le preguntó Gutiérrez.
-No me lo perdería por nada del mundo, partamos cuando quiera.
-Le pediremos a la Sra. Jueza que libre un Oficio a la Policía Local, para que colabore con nosotros.
            Al siguiente día partieron con el auto de Gutiérrez, hacia Buenos Aires y al llegar, luego de acomodarse, se contactaron con la Policía de la Provincia y de la Capital, para recabar su ayuda, la que les fue prestada sin problemas, asignándoles un contacto en cada institución, para lo que necesitaran. Lo primero que hicieron fue concurrir a la Universidad de Buenos Aires, para estudiar el Legajo de Alumna de Isabel Márquez, y allí encontraron el Certificado Analítico del Colegio, donde se recibió Isabel. Sin pérdida de tiempo, se dirigieron al referido colegio y pidieron hablar con la Directora, la que recordaba muy bien a la víctima porque fue buena alumna, una chica que nunca trajo problemas, sentenció, a la par que se dolió enormemente por lo que le aconteció. Paredes le preguntó quienes eran sus responsables y el domicilio de los mismos y la Directora le informó que la chica era huérfana y estaba a cargo de un tutor, que creía que era padrino de ella. Gutiérrez quiso saber si en el Colegio existía algún álbum de fotos de las graduaciones anteriores, y si en ellas había algunas sacadas con los padres o tutores. La Directora se hizo traer dichos archivos, que por suerte existían en la institución y allí pudieron verificar que el rostro del tutor de Isabel, era el mismo que el de la foto medio quemada, que encontraron en la cueva, en plena Yunga.
            Lo demás fue cajonario, primero se contactaron con las amigas que habían reclamado el cuerpo, para enterrarlo en Buenos Aires, y les preguntaron si tenían noticias de la relación de la víctima, con su padrino. Ellas les contaron todo los que les había confidenciado Isabel, su degradación en manos de un psicópata perverso, y por último la búsqueda de su independencia, en el sentido de que cuando pudo se retiró del hogar que la humillaba. Entonces pudieron comprender el porqué de la carta y el crimen posterior a esta, motivado sin ninguna duda, por la insensata pasión que devoraba al joyero, y totalmente ajena al secreto de Soria, como se pensó en un primer momento: que la desaparición de la joven, estaba vinculada con dicho tesoro. Por cierto, el tutor era persona violenta y habitaba un universo de egoísmo, que le configuraban una personalidad, que era tarea de los psiquiatras encuadrar, y para nada,  un estudioso de la historia.
Cuando con una Delegación de la Policía local, se constituyeron en el domicilio del Joyero, y le impusieron, qué se lo detenía acusado de homicidio agravado por el vínculo; el rostro del asesino denotó toda la sorpresa que lo embargaba, porque jamás pudo imaginar, de que llegaron a él, porque la víctima, horas antes de morir, había orinado en una cueva, encima de sus amenazas y de su recuerdo, en un acto de suprema libertad, evitando sin quererlo con esa humedad, que se quemara la prueba que lo inculpaba de un crimen atroz.
           Las Autoridades Provinciales y Municipales encargaron al Licenciado Fernández Pose, que armara un equipo, para que bajo su dirección, busque el Tesoro del Caballero de Soria.
           El Jefe Gutiérrez fue felicitado por las máximas Autoridades, por el exitoso trabajo Policial, que culminó con la detención del criminal tutor.
           Cuando el Comisario se despidió de la Jueza, esta le manifestó todo el agradecimiento de que se había hecho acreedor, por su invalorable actuación en la resolución del caso, a lo que Paredes contestó que lo hizo con toda la responsabilidad y la entrega, que le inculcaron en su momento sus Superiores, cuando siendo estudiante en la carrera de Oficiales, les enseñaron que la honestidad, el respeto por la vida, y la actitud de servicio al que necesita, era la base sobre la que debía construirse una Sociedad.
            La despedida entre Gutiérrez y su antiguo jefe, fue más que emotiva. En ella le manifestó el honor que le significó, que el camino los hubiera unido de nuevo en una tarea amada y respetada por ambos, de la que salieron, no solo victoriosos, sino con un caudal de experiencias, que él por lo menos recordaría siempre, y trataría como lo hizo su antiguo maestro, de trasmitirla a otros en bien de la comunidad.
                                     FIN   28 de febrero 2012.   
    
                                                  
  
  
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NOVELA DE CRMENES,SUSPENSO, MISTERIO

Palabras Clave: NOVELA CRIMENES SUSPENSO MISTERIO

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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