El precio
Publicado en Aug 28, 2009
El poder de su abolengo, por todos es conocido. Sólo expresará un deseo y le será concedido. Como hija de un gran señor, de bienes y relaciones, su futuro es promisorio, lógicas sus pretensiones. Satisfecha ante el espejo, de su doncella escuchó, que una hermosa gitanilla, al amanecer, murió. -“La encontraron en la calle, donde un potro, la tumbó. Será velada en la plaza, tras la pérgola mayor” -Quizás, más tarde, me acerque, sólo por curiosidad. dice la niña y comienza, sus trenzas a desatar. Su cabello, hebras doradas , que con orgullo peinó pierde el oro, pierde el brillo y en estopa se volvió. Sus dientes, que competían con el nácar y el marfil, Se caen de las encías y descubren la raíz. Su piel, fina porcelana, lisa y de buen colorido se agrieta hasta quedar seca, semejante al pergamino. “Esto es una pesadilla y tengo que despertar” e intenta en vano, evadir, la terrible realidad. En busca de explicación comenzará a recordar. “Salía de misa un domingo y a un mozo, de muy buen ver, al cruzarse sus miradas, lo notó palidecer. Acostumbrada al halago, no se había de sorprender. Tan ferviente admirador, logra hacerla estremecer. Eros apuntó su flecha, certera, hacia el pecho de él y aunque ya tenía dueña el corazón de Javier, antes que nada, es un hombre, así se puede entender que de Esmeralda se olvide y sueñe un nuevo querer. . Sonrió alegre y divertida, conciente de ese poder que le otorgó su belleza y su posición también. A partir de ese momento, el seducido, olvidó, por esa rubia belleza, que en la iglesia conoció, a la hermosa gitanilla con la que se prometió, Como un loco alucinado, por las calles, la siguió esperó pacientemente hasta que ella apareció deslumbrante en su atavío, por las puertas del balcón. La coqueta, de su pecho, un pañuelito, sacó, en él apoyó los labios y apretado, lo arrojó hacia el joven, que en su boca, sedienta, lo recogió. El ardiente enamorado, nunca será el elegido, Ella alienta otros proyectos. ¡Pero fue muy divertido! Sin más, ahí cegó el fuego, que imprudente, alimentó. Cerró tras de sí la puerta, y de Javier, se olvidó Sentada junto a la fuente, no volvió a pensar en él, que bajo el balcón espera, ansioso, volverla a ver. Triste y mustio, vuelve a casa, agotada la esperanza Sale a su encuentro Esmeralda, inquieta por su tardanza y más se inquieta al notar una completa mudanza. El se mantiene callado, sumido en sus pensamientos. Tan sólo bebe una copa, y rechaza el alimento Los manjares, en la mesa, se terminan por enfriar. -¿Qué sucede, amado mío? De tu cambio la razón, necesito conocer, para hallarle solución. -Nada ha cambiado, Esmeralda,.Nada tienes qué temer. -Sólo son ideas tuyas, y lo debes entender. Inquieto su corazón, no la ha dejado dormir percibe que algo anda mal, la duda, le hace sufrir. Al oírlo hablar en sueños, atento pone el oído, sus expresiones de amor, no la tienen por destino. Amargas lágrimas vierte, sin poderlas contener ve entonces el pañuelito, en la mano de Javier. Con destreza se lo quita, lo observa con atención. Para confirmar sospechas, tomará una decisión. Corre por calles oscuras, llega a una casa modesta, bien sabe que mora allí, la bordadora más diestra. Una mujer, aparece, con un candil en la mano, enrojecidos los ojos y el torso muy encorvado. Muestra el pañuelo y exige enseguida, una respuesta - ¿Quién lo encargó y para quién? ¡Necesito ya, saber!. Sorprendida y asustada, le contesta, la mujer: -Para la hermosa doncella hija del señor marqués, bordé yo los monogramas, tal como los diseñó, su madrina, la condesa, que fue quien los encargó. Esmeralda retrocede, palidece al recordar, a quien por su gran belleza, no puede tener rival. Una moneda de plata, en la mano de la obrera, es el pago merecido, por esa data certera Se aleja y corre descalza por las calles empedradas, No siente frío ó dolor, está como anestesiada. Se aleja de la ciudad, en pos de una senda oscura, donde ralean las casas y no se atreve la luna. Un gato maúlla a su paso y una lechuza, en alerta, se lanza tras un ratón, que se escurre por la puerta, esa puerta que se abrió, sin que ella se diera cuenta. Es Maguira, la hechicera, que infunde a todos pavor, aunque ciega, lo ve todo y penetra el interior Un vago temor la invade, un sudor frío, la inunda, Intenta escapar de ahí, cuando oye esa voz profunda. . -Se bien a lo que has venido, nada tienes que explicar he visto dentro de ti y estoy dispuesta a ayudar. A los conflictos de amor, es necesario enfrentar, asuntos del corazón, no conviene prolongar. -Acerca hacia mí la prenda de quien provocó tu mal, donde ha quedado su esencia, ingrediente primordial, de este infalible conjuro que, sin duda, logrará que él decida no volver, a la que hoy es tu rival. “Lleva contigo el pañuelo y vuélvelo a su lugar. Javier, amarrado a ti “ Por siempre, tuyo, será.” -“En cuanto al precio, le dice, de nuestro pacto acordado, todo lo que de él derive, tendrás por justo, aceptarlo”. Vuelve corriendo a tu casa, y procura descansar, para que hermosa, él te vea, a su lado, al despertar Esmeralda, resplandece, con luz de felicidad. Acepta las condiciones de Maguira, sin chistar. Sobre el palacio una negra, densa bruma se asentó, nadie consigue encontrar, para eso, una explicación La servidumbre aterrada, los señores confundidos Ven transformarse a la hermosa, en un ser desconocido. Esa figura perfecta, envuelta en sedas y encajes, que expertas manos cosieron, para que las modelase, al reflejarla el espejo, que sostenía su paje, se derrumbó sin que nadie, evitarlo, consiguiera y Los ojos iluminados de inmensa felicidad, va Esmeralda, como flecha, recuperada la paz. Cortó los tientos de cuero y por la esquina cruzó, negro potro, encabritado, que del corral, escapó y topándose a Esmeralda, al suelo, la derribó. Ni un grito, ni una palabra, de su boca se escuchó. El soldado, que corría, tras el potro, lo juró. El amanecer, sorprende, a labriegos del lugar, que antes de salir el sol, van a ganarse su pan. El rostro sucio de barro, que sonríe dulcemente, sosteniendo entre los dedos, un pañuelito celeste, con un candil iluminan y llora la buena gente. -¡Es la gitana Esmeralda, la pobrecilla murió! -¿Qué hacía en la noche oscura, cuando el potro la tumbó? Van en busca del amante, a traerlo con premura, ha de conseguir para ella, una digna sepultura. No hubo gitana más bella en la ciudad que habitó. Contrajo una enorme deuda, por retener al amor. Desmesurado fue el precio, que dos vidas se cobró Una murió despojada, la otra, no lo disfrutó, Javier, va por las tabernas, sumergido en el alcohol. “El espíritu del mal, otra vez es vencedor.” Magui
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