Cuarta semana de ¨Cama Democrática¨
Publicado en Jun 16, 2013
NOCHES DE POEMAS
Luego de que Johny guardara muchos años sus traumas y con las mujeres el secreto de su edad. En una noche, los años del pasado fueron el preámbulo del inicio de las noches de poemas cuando empezamos a cavilar sobre el ¨tiempo¨. Como nunca me ha gustado complicarme la vida, yo comencé diciendo que el tiempo son segundos, minutos y horas que podemos aprovechar o desperdiciar hasta el final de nuestra existencia. Inmediatamente todos me abuchearon y silbaron sonoramente ante la sencillez de mi respuesta. Para mi tocayo Juan, el tiempo eran dos puntos de un inicio que se acaba de ir para iniciar un final. Su explicación se nos hizo muy subrealista, así que exigimos una explicación de su razonamiento. Él respondió que el inicio que se acaba de ir, era el nacimiento que inicia con los años un final, o sea, la extinción. Su respuesta nos pareció bastante lógica, pues ya andábamos pensando frecuentemente sobre la muerte, a pesar de que nos faltaban diez años para cumplir medio siglo. Jorge no aportó nada nuevo con sus dos puntos que conforman la línea de la vida que se ve cortada por un destino normal, o de forma brusca, ya sea por enfermedades o accidentes. La que si nos puso a razonar fue la más joven del equipo. Para mi mujer el tiempo era la marcha de la distancia que cae en un mismo punto en movimiento. Ahí si, definitivamente nos rascamos tanto la cabeza que parecía que teníamos piojos. Hasta exclamamos que compartiera el pucho que se había fumado para estar de acuerdo con ella. Las preguntas no se hicieron esperar y le pedimos nos ilustrara con su concepto. Nos explicó que si de arriba de un barco es lanzado un objeto desde donde se dice ¨tierra a la vista¨, éste caería sobre el mismo punto que fue lanzado al vacío. Nosotros, ¨los hombres¨, que nos sentíamos más físicos que ella, le dijimos que el bulto nunca iba a caer en línea recta por la velocidad del bote. Tranquila, nos indicó que fuéramos a nuestro auto. Nos sentó a los tres en el asiento de atrás. Nos dio a cada uno dos servilletas blancas con la que nos limpiamos los mocos y los residuos de comida durante la cena. Nos ordenó que las hiciéramos bolitas. Puso en marcha el auto y cuando éste iba a sesenta kilómetros por hora, nos dijo que arrojáramos las bolas contaminadas. Cuando llegamos a casa, todavía se nos veía la baba en la boca por la sorpresa que nos llevamos al arrojar al abismo las bolitas que cayeron en el mismo punto en forma vertical de donde las habíamos lanzado. Finalmente, ella concluyó que deberíamos escribir nuestro primer poema con las reflexiones que teníamos. En una hora debería ir hacer el desayuno, despertar y llevar a mis hijos a sus diferentes actividades extraescolares. Se le estaba acabando el tiempo de la oscuridad de la noche, que nos inspiró a escribir una cursilería, como la mayoría de los poemas que hablan del amor: ¨El tiempo es la marcha de la distancia como el bulto con plomo que cae en el mismo punto sobre un velero en movimiento arrastrado por el viento y aunque acabe de irse volverá en el pasado en el presente y en el futuro pues tendremos que tratar de cumplir lo que planeamos para llegar a tener nuestros deseos y hablaremos de ellos para que la oxidación que desgasta nuestras almas como al metal rociado con agua salada nunca llegué a corroer nuestro destino que caerá de nuevo en algún punto de nuestra línea que es la vida con sucesos que acaban de irse navegando pausadamente con las huellas del recuerdo impresas en el lapso eterno sostenido por tu presencia como un pájaro cansado posado en un solo cable para no hacer tierra y morir electrificado por el miedo de perderte ya que espero que mi turno llegue primero para volar tranquilo como una pluma perdida en el espacio astral del firmamento que te traerá a mí al completar tu raya en este universo¨. EL GUACHO GUARDÍAN Hasta que me lo encontré en la entrada del metro, el que llevaba varios años perdido de mi universo era el Guacho. Cruzamos algunas palabras. Él tenía que recoger algunos análisis en un laboratorio de la ciudad. En los últimos días se sentía cansado y débil. Ni me dio tiempo de preguntarle por qué no fue al Hospital Militar, en donde, exclusivamente, van a atenderse todos los militares. Por lo tanto, pensé que no solamente me guardaba los secretos de Estado, sino los problemas de salud que podrían esconder su secreto personal. Quizás, él ya se había infectado como los drogadictos del virus, que no solamente infecta a los homosexuales, sino también podría infectar un buen porcentaje de los heterosexuales quienes andan de ¨pito suelto¨ sin ninguna protección. No obstante la iglesia ya le haya echado agua bendita al condón después de mucho tiempo de haberlo censurado, al considerar su uso una conducta inmoral como la homosexualidad. Yo suponía que él ya andaba gozando de su pensión vitalicia, luego de haber sido durante seis años el guardaespaldas de la esposa del Presidente de la República. Mujer bella con mirada verde de tigresa, cuyas ligerezas y desenfrenos sexuales con delirios espiritistas, la llevaron a entregarse a un parapsicólogo, quién supuestamente tenía encuentros cercanos con el tercer tipo. No hay que pensar siempre mal, pues esas citas no eran con homosexuales, sino con extraterrestres. Asimismo, con sus poderes, decía él, que podía encontrar yacimientos de oro. Se sabía en el medio político, que la pareja ya estaba separada desde cuando el Presidente fue candidato. Pero, como todavía ningún aspirante a la presidencia se había presentado sin la futura Primera Dama a las votaciones, ella tuvo que cumplir esa función para darle al político la imagen de un honesto padre de familia con un núcleo familiar maravillosamente estable. Y como era de suponer, también lo hizo luego de que el postulante ganara la candidatura presidencial sin ninguna oposición de otros partidos. Luego, cada uno hizo de sus vidas un papalote. Sin embargo, a la Primera Dama le gustaba acompañar a su señor esposo en ceremonias con el cuerpo diplomático, en inauguraciones de festivales u obras públicas. Entre estas actividades oficiales, había una que la ponía radiante de feliz: las giras internacionales nunca se las perdía, pues se surtía de joyas, zapatos y vestidos en las tiendas de moda más caras y prestigiadas del mundo. Así que mientras su esposo andaba vendiendo al país, ella gastaba el dinero del erario público en las tiendas más exclusivas de Europa: extravagancias en ropa, calzado, perfumes, maquillaje y peinados de copete, que pagaba personalmente el Guacho. Él tenía orden de cumplirle y seguirla hasta en los sueños. Solamente le dirigía la palabra para decirle: lo que se ofrezca, lo que usted desee, lo que usted quiera, señora. Esa tarde, me comentó que como comandante de un grupo militar, andaba luchando contra el narcotráfico, luego de proteger los cuernos del marido que quedó en el olvido de la historia por su deshonesta labor como mandatario, abandonando este mundo no como un toro, sino como un pájarito solitario. Yo había leído que durante su enfermedad, ni la gripa aviar se le acercó. Pero, el cementerio en donde lo enterraron se llenó de parientes que reclamaban una semilla de la herencia, porque por ahí se les había cruzado otro virus canceroso en el camino: su segunda esposa quería que sólo los hijos concebidos con él se llevaran todas sus pertenencias, muchas de ellas adquiridas con las ganancias del petróleo, robadas a la Nación. JORGI Y EL EDITOR EN LA TELEVISIÓN El que iba a tener problemas con su herencia era Jorge. Semanas atrás de haberme encontrado al Guacho, él se había presentado a un ¨casting¨ para un papel en una telenovela, copia fiel de una serie norteamericana con escenas de personas que son atendidas en Emergencia de un hospital. Nos había invitado una vez más a su casa para celebrar. Él había sido elegido entre veinte concursantes para ser uno de los protagonistas de la telenovela. Por su físico de ¨guapote¨, interpretó a un ¨ doctor galán¨ de quien se enamoraban doctoras, enfermeras y hasta las mismas pacientes. De vez en vez, también despertó cierta atracción sexual a ¨los escondiditos¨ que llegaron a comprender cuando lo vieron, que debían salir de su capullo para volar como ¨mariposas¨ y así pasarse a la otra acera. Precisamente, una de las artistas que interpretaba el papel de una psicóloga que trataba esos casos raros en el hospital, era una modelo que no tuvo que concursar como mi compadre para obtener uno de los estelares, pues su papá, un alto ejecutivo de ese canal, quería a toda costa que su hija dejara el mundo de las pasarelas. Ella, en alguna ocasión se había encontrado en una entrevista con mi amigo el Editor, en ese entonces escritor. Él todavía tenía la esperanza de que su destino le permitiera vivir unos años más para no dejar con su muerte el último de sus textos. En sus inicios como narrador se dedicó a los relatos cortos los cuales iba a vender en los colectivos o en el metro durante algunas horas de la tarde, cuando supuestamente salía a descansar. Naturalmente, como era un desconocido, le compraban sus cuentos por lástima, los que volvía a imprimir con una impresora vieja, comprada de segunda mano. Siempre guardaba algunos centavitos para la compra de hojas y tinta, después de ir a cenar algunos tacos en la calle. Durante el día, se la pasaba tomando café o agua. Las madrugadas eran sus únicas compañeras para escribir, por eso comía en las noches, pues el corazón, pensaba él, está contento solamente con el estómago lleno. Por su futuro incierto y la soledad que lo embargaba, se acostumbró a estar solo y nunca extrañó la compañía de un niño. Esa era la razón por la que se comentaba que era homosexual en las reuniones sociales donde debía asistir. Lo que no se sabía era que escogía bien a sus compañeras con hijos, quienes guardaban muy bien el secreto de esas noches ardientes con él. Por recomendación de un amigo mío, el Editor pudo conseguir un breve espacio para presentar su tercer libro en un programa de televisión, que duraba treinta minutos. Cuando llegó a la entrevista, se encontró sorpresivamente con la futura psicóloga espectacular y sus piernas de garza cruzadas, que no se parecían a las del futbolista que estaba al lado de esa ¨monstruosidad de belleza¨. La moderadora empezó a conversar largo y tendido con la perfección de medidas: ochenta y cinco, sesenta, ochenta. - ¿Qué haces para estar tan perfecta? - En realidad, mi cuerpo es así. Nunca voy al gimnasio y siempre he comido de todo, porque nunca fui pobre. - No puede ser. Yo como chocolates e inmediatamente engordo. Después para bajarlo necesito cinco sesiones en el Gym... El tercer invitado escuchaba pacientemente, cuando después del comercial, con duración de cuatro minutos, las dos mujeres siguieron platicando. - ¿Cuál es tu tipo de hombre?, porque por ahí se anda diciendo que andas solterita. - Bueno, tiene que ser atractivo. Con esto quiero decir qué, si no es alto, atlético, bronceado y con ojos azules o verdes, mejor que ni se me acerquen. - Y si te habla un millonario, aunque no cumpla tus requisitos. Por ejemplo el hombre que está a tu lado lo acaban de contratar en unos de los equipos más importantes del mundo por siete millones de Euros. ¿Tendría él una oportunidad contigo? - Me estás poniendo en un aprieto... pero ya sé, si no contesto, me vas a decir que tengo que responder, así que te diré que él ya está cumpliendo con dos de los requisitos: Es alto y he visto su cuerpo por la televisión cuando se quita la camiseta para festejar sus goles y, la verdad, no está nada mal, mmm... - Está bien, pero todavía no dices si tiene alguna oportunidad contigo. - Creo que si. Hemos platicado entre comerciales, y me parece gracioso, hasta podía decir que es un ¨ feo atractivo ¨... Después de la repuesta se escucharon las risas de la locutora, la modelo y el futbolista, y el tercer invitado esperaba pacientemente la segunda ronda de comerciales. En esa pausa el jugador aclaró que ya tenía novia, pero la chica de portada coqueteó diciendo: ¨No soy celosa ¨. Por eso cuando volvieron al aire todavía se estaba riendo. La animadora dijo a su audiencia lo que había acontecido en esa pausa. Siguió la entrevista con el futbolista con la misma clase de preguntas para seguir entreteniendo al público. - ¿Qué vas hacer con tanto dinero, después de no haber tenido nada en tu niñez? - Todos piensan que todo ese dinero me pertenece, pero no es así. El equipo que me vendió se queda con un gran porcentaje por mi transferencia. También hay que pagar a todos los intermediarios que hicieron posible mi contratación. Y finalmente con lo que me queda, primeramente, pienso construir dos casitas. - ¿Por qué dos casas, si con una alcanza? - Tienes razón, pero la segunda será, por si en el futuro me corren de la primera. Y como creo que va a sobrar un poco de dinerito, me compraré un carrito. Quizás un Ferrari... Nuevamente hubo dos carcajadas por el humor del futbolista, mientras el tercer visitante pacientemente tuvo que soportar los cuatro minutos obligatorios de comerciales. Cuando estos terminaron, el camarógrafo enfocó al escritor con una cara muy seria, que escondía su frustración por el circo que se ofrecía a través de ese medio de comunicación. Esto no pasó desapercibido por el productor del programa e inmediatamente le dijo a la locutora que comentara al auditorio, que en el siguiente bloque presentaría el autor su nuevo libro... - Se dice que, por fin ya te agarró Cupido, porque cambiabas de novias como cambiar los miles de pares de zapatos que tienes en tu closet. Por cierto todas han sido modelos y participantes de belleza. - En realidad yo he sido siempre un hombre fiel, porque siempre he andado con una modelito a la vez, pero por alguna razón nadie me ha llegado al corazón como Yanina. - Por cierto Yanina, es la única que no es ni modelo, ni Miss. - No ella es una chica que está estudiando actuación. - Por ahí me han contado que es una alumna sobresaliente. Yo conozco a su mamá que fue una gran actriz. Ella trabajó por muchos años, aquí en nuestra casa. - Entonces la puedes recomendar para una telenovela... Después de esa manipulada propaganda pública de la hija de uno de los socios de la televisora y el último bloque de comerciales. Por fin le llegó el turno al escritor. - Disculpe que lo haya echó esperar todos estos minutos. Ahora sí, puede usted contarnos algo de su libro en estos dos minutos del final del programa. Sin soportar esa agresión, mi amigo el narrador se paró sin decir ninguna palabra y se marchó, tomando tranquilamente entre sus brazos su libro que curiosamente tenía como título: ¨Mi libro en la televisión ¨...
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