Que más dan mis sueños cuando el dantesco clima congela mis neuronas. Esa mirada perpleja que mantenía distante a un gran árbol. Mi mente rebalsada de falsas imágenes que provocaban escenas ficticias que solo yo podía ver. Aquel árbol que se desnudaba ante mi mirada sobrenatural dejando caer hojas secas que flotaban en el ambiente. Recordaba esas tardes de lluvia cuando me apoyaba en la sucia ventana de mi habitación, con un cenicero a un lado y un cigarrillo de mala calidad en mis cicatrizados y secos labios. Mi máquina de escribir en mi viejo escritorio...se oxidaba con el tiempo cuando mi mente se secaba como un desierto. Sentía como mis ideas se quebraban y eran arrastradas hasta las infinidades del bosque.
La extraño demasiado, mis lágrimas se acostumbraron a correr la tinta de mis escritos, la soledad no la quiero más, solo quiero estar con ella...volver acariciar sus labios, recorrer sus piernas blancas y suaves, mirar su cara despejada que expulsaba belleza por cada poro de su cuerpo. Creo que la perdí... quizás en placer junto a los recuerdos de la chimenea o tal vez solo fue mi estúpido orgullo que me impidió volver a tocarle con pasión y respeto. No soporto que mi mente se alimente de fotografías. Quería volver a imaginármela, es por eso mi mirada perpleja distante al gran árbol. Allí se columpiaba.