Doa Juana de Trastmara
Publicado en Aug 27, 2009
En Burgos muere Felipe, también llamado” El Hermoso” de Juana, frívolo esposo. Yerto y frío, la conmueve. Se unieron en matrimonio como entonces se estilaba por intereses de estado que sus padres concertaban. Cambiaron una mirada, se desearon con pasión, los casaron de inmediato. En Lille se hizo la unión. Varios niños da a luz Juana, en preñeces repetidas, es una madre fecunda, cualidad desconocida en mujeres de la realeza que mueren al dar la vida. Ella pare, donde sea, por no dejar a Felipe cortejar a otras mujeres, como su rango le exige. Lo persigue día y noche, lo convierte en su obsesión Felipe joven, mundano, no le brinda su atención. Viaja a la corte de Flandes, escapa de su mujer, allí la vida es distinta, para quien busca placer. Juana sufre por los, celos un tormento verdadero tras los pasos de Felipe que hace vida de soltero rodeado de hermosas damas, codiciado caballero. Enferma retorna a España, a refugiarse en su madre Deja hijos y marido allá en la corte de Flandes. Isabel, acongojada, al ver deprimida a Juana recurre a sus consejeros y procura consolarla. Cuando la pena es de amor, al no ser correspondido, huelgan todas las palabras que se puedan haber dicho. El equilibrio se rompe, se pierde la sensatez Si la cordura se esfuma, lo peor va a suceder. Siempre triste, siempre sola, sumida en la desazón Nada le importa en la vida, si le falta el corazón, a quien se lo había confiado, no le dio ningún valor. Y vaga por los rincones con la mirada perdida Los consejos le resbalan, se siente sola y vencida. Mueren sus nobles hermanos, después los sigue Isabel, Juana será la heredera de una imponente Babel. Por desentenderse, Juana, Fernando asume el poder, Llega Felipe de Flandes, y lo reclama para él. En un juego de pelota, Felipe, va a competir, acalorado termina y es comienzo de su fin, después de beber el agua que alguien le hiciera servir. En breve tiempo, el Hermoso, abandonó el mundo cruel Dejó a sus hijos, a Juana y a su afán de ser el Rey Fernando ve satisfecho, concretarse el plan forjado Su hija sin ton ni son y su yerno ya finado, en sus manos el poder, el camino despejado. Juana escucha la noticia de la voz de un emisario Imperturbable, serena. Comienza un nuevo calvario. Se murmura en todas partes de las rarezas de Juana. Esa reina tan fecunda, heredera afortunada, de ignotos vastos dominios, de títulos y medallas que la tienen sin cuidado porque no le importan nada. Ella implora que la dejen acompañar a su esposo por monótonos caminos, hacia su eterno reposo. En las noches, Juana ordena, que se haga abrir el cajón Teme que roben el cuerpo, objeto de su pasión. Abrazada a los despojos, le hablan de resignación, Extraña, absurda palabra, sin cabida en su dolor Nocturnal y silenciosa, va funesta caravana, que no se acerquen mujeres, es su insistente plegaria. Camina lenta y pesada, por su habitual gravidez El ataúd hace abrir y al cadáver, abrazada, no siente el asco mortal de la carne putrefacta, ni percibe la envolvente fetidez que todo abarca. Cuando se duerme, los monjes, vuelven a cerrar la caja Y la conducen al lecho, improvisado con mantas. Hasta la siguiente noche, que repetirá la trama. Ensanchada la cintura, la semilla que sembró, el difunto, ha germinado y Catalina, nació, Llegados a Torquemada, comienza el parto de Juana, Dando a luz a Catalina, quien vivirá desterrada, acompañará a su madre hasta que sea desposada por Juan, rey de Portugal y a su reino trasportada. Encerrada en Tordesillas otra vez Juana está sola. .Ambula por los rincones triste, angustiada, sombría, partió bien de madrugada su querida Catalina. Nadie tiene piedad de ella, nadie acude a su lamento Nadie viene a consolar su fatídico tormento. Ella que nació princesa y heredó poder y gloria, aislada y lejos del mundo, ha perdido su memoria. ¡Qué malhadado destino, la vida le deparó! ¡Qué interminable es el tiempo de desventura y dolor! Sin permitir que la aseen ni cambien sus vestiduras, la piel enferma y llagada y la mente desquiciada, así termina sus días quien nació tan bienamada. ¡Qué malhadado destino, la suerte le deparó a quien nació en cuna de oro y en triste celda, acabó!
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