Fiesta de Egresadas
Publicado en Aug 27, 2009
David, vendía discos en el negocio de su padre. Próxima a terminar el secundario, a la salida del colegio, pasé a buscar lo último de Abba, el conjunto sueco que hacía furor. Entré a la cabina de prueba, el botón de volumen no funcionaba y pedí ayuda. David solucionó rápidamente el problema , satisfecha, me llevé el disco. Había notado la deferencia de su trato, más allá del interés comercial. Habló de un sorteo para los clientes de la casa, con ese pretexto solicitó mis datos, desconfié y sin pensarlo, le di los de Ana, una amiga, la primera que se me ocurrió. En el baile de egresadas, me sorprendió verlos llegar juntos. Para evitarlo salí a bailar, no se me ocurría nada para justificar mi engaño. Mientras tomaba un jugo, en el bar del hotel, se sentó a mi lado. Atiné a elogiar su buen gusto por la elección de mi amiga. -Es muy linda- contestó- pero no es la que yo elegí. No quise escuchar, intenté alejarme. Ignoró mi fastidio, me tomó de la cintura y me llevó hacia la pista, precisamente comenzó a sonar la música de Abba. Olvidamos nuestras diferencias y bailamos toda la noche, al principio, algo envarada, pero con tan buena pareja, disfruté girando entre sus brazos. En el intermedio salimos a la terraza, la noche, tenía un especial encanto. La ciudad, iluminada, se extendía en luces y sombras, como una prolongación del cielo infinito. Bajamos hasta el parque. El césped, húmedo de rocío, me obligó a quitarme las sandalias, y sentí la frescura en mis pies doloridos. ¡Que placer!.. Después del intenso ejercicio... Además de ser un buen bailarín, David, era un buen conversador, hablamos de proyectos, de sueños... en poco tiempo obtendría su licenciatura en ciencias de la información, mientras, ayudaba a su padre en el negocio. Con un grupo de compañeros de la facultad, se habían propuesto, cambiar el mundo. En su cabeza había un torbellino de pensamientos e ideas que privilegiaban la libertad y la solidaridad. Habló con fervor de proyectos y de la forma en que planeaba realizarlos, esa noche era mágica y contagiada de su entusiasmo, participé de su sueño. Confesó que la seguridad de encontrarme, a pesar de tener una importante reunión, lo decidió a venir, el teléfono que le dejé, aunque era de Ana, le dio la posibilidad de llegar hasta mí. Era lo que se había propuesto. Sentí sorpresa y halago. Sus ojos azules, tenían un brillo húmedo y la mirada limpia y sincera. Me dijo algo que en ese momento no comprendí: -“Ahora no puedo prometer nada, no nos veremos por un tiempo, pero cuando sea la ocasión te buscaré y podremos concretar una relación, si así lo deseas.” La mágica noche, sus palabras, el perfume de las madreselvas provocaron un efecto embriagador. Asentí. Después llegó el primer beso, profundo irrepetible... Volvimos al salón. Alguien lo apartó y le habló al oído. Se acercó para despedirse, su rostro tenía una palidez que me alarmó. Fue la última vez que lo vi. Pasó una semana y después otra. No me separé del teléfono, en vano esperé su llamado. Me decidí, fui hasta el negocio, en la cortina metálica de la puerta, habían pegado una faja con la palabra Cerrado. Pregunté a los vecinos, nadie supo darme razones, tuve la impresión de que estaban atemorizados. Volví a casa sin saber qué hacer. La explicación tenía que estar en sus palabras. Las tenía muy presentes pero no pude descifrar el enigma. Pasó el tiempo de las fiestas de fin de año, fui a veranear con mi familia y empecé a prepararme para el ingreso a la universidad. Los estudios absorbieron mi atención y mi tiempo. Conocí mucha gente, aquella mágica noche pasó a ser un recuerdo, con visos de fantasía, inconcluso, irresuelto, no podía jurar que fue real. Me casé, nacieron mis hijos. Mientras personas como yo, transcurrían inmersas en la diaria rutina, otras desaparecían sin dar señales o huían a refugiarse lejos del peligro y la persecución. La burbuja en la que vivía, me impidió saber de hechos terribles. De casualidad, me enteré, años después, que la misma noche del baile de egresadas, cuando llegó su amigo a buscarlo, huyeron del país para salvarse. Los que fueron a la reunión, a la que estaba convocado, cayeron en una trampa. Quedaron detenidos, y de ellos, nadie supo más nada. El azar, le ofreció a David, la oportunidad de cambiar su destino y salvar la vida. Supe que en Francia, donde pasó diez años, sufrió lo indecible, sentía culpa por no haber compartido la suerte de sus compañeros. El grupo de expatriados lo contuvo y le ayudó a recuperarse. Se impuso el aislamiento, evitó conectarse con sus familiares y amigos para preservarlos. Los militares decidieron que era tiempo de convocar a elecciones, volvimos a la democracia. Los que regresaron, después de aquellos oscuros años de represión, trataron de rehacer sus vidas, con parches y remiendos. Hay heridas que tardan en cicatrizar y otras que nunca cierran. Hoy decido caminar sola y no sé por qué razón, mis pasos me llevan hasta el parque del hotel donde hicimos la fiesta de egresadas, será porque hoy, casualmente, se cumplen veinte años y vuelvo al escenario donde un beso despertó a la mujer que dormía en mí. Más tarde, nos reuniremos a festejarlos en la casa de Ana, precisamente. Busco el banco donde nos sentamos esa noche, pero hay alguien ocupándolo. Elijo otro. El hotel cerró hace años, el parque, muy descuidado, está cubierto de maleza, no fue una buena idea venir, hasta podría resultar peligroso. Decido volver a casa, al cruzar la calle, escucho pasos detrás de mí. Me detengo, es el hombre del banco, tiene algo en su mano, - Se le cayó esto, Sra.- me dice- y me ofrece una rosa. No me da tiempo a responder, se aleja enseguida. El eco de sus palabras, estimula mi memoria auditiva -No hay duda, es David. Reprimo el impulso de llamarlo. ¿Para qué? No soy la de hace veinte años, él, tampoco. Me dio la impresión de un hombre cansado y triste. Tal vez, cuando me miró a los ojos vio lo mismo que yo en los suyos. No lo culpo, si es la razón por la que huyó. Es mejor así, si algo había pendiente, ya está concluido. En casa mi esposo pregunta si la rosa que traigo en la mano es obsequio de un admirador –Sí, -respondo - Hace tiempo, sin proponérmelo, cambié su destino. -¡ Claro,- contesta, en consecuencia, también el mío! ¡Ese tipo me debe una indemnización! Dejo la flor en un vaso con agua y voy a ducharme. Ana nos espera. Haydée López
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