En el cuarto de un hotel de cinco estrellas, los dos se habían dado un ¨pericazo¨ con el blanco polvo importado, producido por una hoja nombrada en su país ¨el alimento para los trabajadores del pueblo que alivia la fatiga el dolor, el hambre y la sed¨. Antes de saciar su hambre, los dos pidieron al mismo tiempo un masaje relajador por todo su cuerpo, que a él le provocaron unos tremendos ronquidos, ocasionados por la tranquila somnolencia casí de muerte: paz que  le hizo olvidar el manual del kamasutra. Pero, la amante, atraída por una nueva técnica sexual de moda, pidió una bandeja de plata, repleta de alimentos que despertaran de nuevo el deseo erótico de él. Sacó de la hielera, también de plata,  un vino blanco para empezar a estimular el ambiente. Entre la penumbra del cuarto se fue a poner al baño una diminuta prenda ¨Secret¨, que en realidad fue la que hizo despertar el apasionado pene, que tuvo que esperar algunos minutos para volver a descansar, porque ella quería juntarse chocolate líquido en todo su cuerpo.
      Sus dotes femenino resaltaron más, adornados con un par de fresas en sus rosados y erizados pezones y unos trozos de manzana en su atlético vientre, donde  el ombligo se fue llenando de esa cremosa dulzura. Él esperó pacientemente mientras bajaba en la línea de su simétrico ábdomen ese líquido erótico, que luego absorvió con su lengua hasta dejar a cielo abierto el hueco de la vida. No sastifecho, hambriento; el esposo quizó saciar su hambre sexual más abajo entre las dos piernas morenas de ella. Pero antes de que que empezara a saborear ese postre con piel color canela, la amante preguntó por el regalo prometido, que él sacó de una de las bolsas de su saco, sin pensar en la codicia de tener guardada esa joya  en la caja de seguridad personal de su banco para  que su esposa nunca supiera de su existencia...