La escuela primaria y mi primer amor...
Publicado en May 31, 2010
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    Mi escuela primaria fue construida penosamente con el esfuerzo de todos los padres de familia. Ellos aportaron el dinero para comprar los materiales. También, participaron en la edificación de sus cimientos, pisos, paredes y techos, logrando levantar diez nidos educacionales para sus hijos. Pero no faltó el político sin ética y mentiroso que incluyó esta gran hazaña en la comprobación presupuestal anual, con el fin de disfrazar gastos que nunca fueron dirigidos a la sociedad en infraestructura pública o desarrollo social, sino que se utilizaron en la restauración de su casa de playa.  
     Desde el primer momento de haber puesto mis pies en la entrada de la escuela,  empecé a patalear y gritar. Mis hermano mayor me había contado sobre la  clase de persona que tenía la obligación de lidiar con esa carga de animalitos todavía no domesticados. Todavía, los niños no habían visto en ninguna serie infantil  en sus historias de bondad y maldad un personaje similar a éste. La maestra tenía la cara marcada por los surcos de la edad. Se cubría estas imperfecciones con un polvo blanco y se pintaba las uñas y los labios de color violeta, pareciendo ¨la hija de Frankenstein¨, inventada por nosotros. Sin motivo alguno, castigaba a los niños pegándoles en las palmas de las manos con una regla de madera. Por otro lado, los alumnos creían que tenía ojos en los hombros, pues los veía de espalda por el cristal de un cuadro colgado arriba del pizarrón donde ella estaba escribiendo.  Inesperadamente se volteaba y, con una puntería inaudita, nos lanzaba a la cabeza toda clase de elementos al alcance de sus manos. Nosotros veíamos venir de repente esos objetos voladores no desconocidos sino bien conocidos como borradores, tizas, floreros, hasta encontrar el destino final. Alguno  salía sangrando en su primera experiencia escolar. Cuando nuestros padres reclamaban por este hecho, la víctima era declarada culpable por su  mal comportamiento. Lloré y grité tanto ese día, que la dichosa pedagoga tuvo más miedo de mí, que yo de ella. Ese año, felizmente, logré escapar de mi primera responsabilidad. Al año siguiente, suerte para  mí, desgracia  para  otros, ¨la hija de  Frankenstein¨ fue designada a practicar su método pedagógico a un grupo superior.
     Otra vez el intento de ir a la escuela. Para sorpresa de mis padres mi comportamiento fue el de un machito. La vi llegar sonriendo, su pelo era negro y largo, dientes nacarados, labios rojos y más blanca que el personaje de los hermanos Grimm; me encontré frente a frente con mi Blancanieves, cuya tarea era la de educar veinticuatro enanitos y un machito que se iba a ver envuelto por las alas de Cupido, alcanzado esta vez no por los dardos de la bruja, sino por la flecha perfumada de una Princesa. Este fue mi primer encuentro con el amor. Callado y suspirando por el resto del año escolar, logré dibujar espirales tan juntos, que parecían resortes. Este método  servía para adiestrar mi mano en el aprendizaje de la escritura. Mezclando una sopa de vocales y consonantes, pude formar mis primeras palabras: papá, mamá, luego vinieron las oraciones: Mi mamá me mima, mi papá trabaja. Había dos expresiones que repetía hasta que sentía en los dedos ese hormigueo que presagia un calambre: Yo amo a mi maestra, mi maestra me ama. Yo esperaba una palabra de amor por parte de ella, pero mi  recompensa eran los dieces que aparecían sobre mi cuaderno. Ese fue mi primer fracaso con las mujeres. Mala racha que duraría quince largos años.
     Los números eran mi fuerte, entendía fácilmente sumas, restas y conjuntos. Con la técnica para sumar y sustraer, conocí la palabra guerra: seis soldaditos más seis soldaditos hacen un conjunto de doce soldaditos. Doce soldaditos menos cuatro soldaditos quedan ocho soldaditos. Nunca nos dijeron en donde habían quedado esos cuatro soldaditos faltantes, pero nosotros  suponíamos que habían muerto en batalla. El conocimiento de la lectura lo adquirimos  automáticamente y sin ningún esfuerzo. Se dice que la comunicación entre los seres humanos es la idea transformada en palabras, pero yo, que no tenía la característica del papagayo de hablar por la vía de la repetición, tuve desde mi niñez un problema de lenguaje. De mis labios salían expresiones cómicas, parecidas a un idioma chino: ¨El putero chalió de la putería¨ (El portero se salió de la portería), o ¨los felocaliles chon  bien lápidos¨(los ferrocarriles son muy rápidos); ¨yo quelo que misch amigos vegan jugal a mi cacha¨ (yo quiero que mis amigos vengan a jugar a casa). No teniendo noción del problema por la falta de un método profesional en las escuelas para la corrección del lenguaje, mis padres, hermanos y amigos se reían de mi idioma ¨chino-español¨. Además, esto les parecía normal y gracioso. Afortunadamente estas burlas no me provocaron traumas, y este problema de expresión fue corregido lentamente por mi hermana  menor. Pero también creo que por eso no me gusta hablar demasiado, ya que prefiero escuchar, y con esto puedo reflexionar para escribir estos textos que ustedes están conociendo en Textale.
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Foto del autor Carlos Campos Serna
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Descripción

Recuerdo de mis estudio en la escuela primaria. Ah encontr mi primer amor...del libro Sin presencia de arquitecto

Palabras Clave: Escuela educacin maestra amor

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales


Creditos: Carlos Campos Serna

Derechos de Autor: Carlos Campos Serna


Comentarios (12)add comment
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Carlos Campos Serna

Estimada Jasmin: Pues tenemos que soportar la envidia, ya que es parte de nuestros sentimientos. Lo único que te puedo responder es que trates de ser feliz, porque como mi abuelita decía: todos somo arrieros y en el camino andamos....

Abrazos.
Responder
May 31, 2010
 

jasmin

Afortunadamente Ud puede narrar en primera persona, realmente es un goze pero con la gente de este portal, no se puede con la envidia. Disfrute esa oportunidad y sepa como premisa que debemos conocer a la gente para evaluarla y así será más acertivo. besos
Responder
May 31, 2010
 
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