Aventura municipal (parte 3)
Publicado en Feb 20, 2010
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dedicado al inmortal Bon Scott 
 
Había visto a Petrován improvisando un despliegue de campechanía sin par al alzar mi mirada, disimuladamente, por encima de la carpeta; primero había saludado a los administrativos con diversas efusiones y después, ante el patético espectáculo del señor aún retorciéndose agónicamente sobre el piso del salón, empezó con una de sus absurdas peroratas; ésta vez su discurso fue acerca de la solidaridad como respuesta al egotismo de una época sin un mínimo atisbo de amor, discurso que no resultó admirable para nadie y aún menos para mí, que había conocido a aquel truhán, desgraciadamente y tanto, en épocas en las que defendía así, atropellando sus palabras y a ultranza, el recalcitrante individualismo de la tesis neoliberal, la aventura guerrillera del Che Guevara o la solución final del nazismo. Lo ví decirle algo entre dientes a un ordenanza y señalarle la puerta de salida a una encargada de limpieza, para terminar por emprenderla con el rascado de su propia barbilla; y fue ahí cuando me vio, y se acercó.
Palmeándome el hombro, gritó mi nombre. Ambas "cés" fueron de lo más húmedas; pero el estallido de la "x" final en mi apellido fue una verdadera tormenta de esputos. Después exclamo:- ¡Cuánto tiempo, mi amigo!... ¿qué hacés acá, juntando pis?- metió algo en el bolsillo de mi camisa. Desconfiado, investigué de qué se trataba. Era una tarjeta que decía:
                                   Dr. PETROVÁN von LÓPEZ
                                                     Abogado.
                                        Asesor del excelentísimo.
-¿juntando pis?- le contesté, sorprendido, pero sin despegar la vista de dicha tarjeta.
-no me digas que seguís enojado conmigo después de todos éstos años. Como dijo Nietszche: "lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal"...
-también dijo: "lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti"... y vos te portaste como una verdadera basura...
-ah, Inocencio, leíste "El día que Nietzsche lloró", ¡muy bien! ¡muy bien! siempre el mismo vos ¿eh? Todo un intelectual, si, si, entiendo lo que me querés decir, y más ahora que... ¿sabés que estoy haciendo yoga? Si, empecé el lunes, es un poco aburrido pero está muy bueno mirar todas esas imágenes locas que se te cruzan por la mente; ayer, justamente, vi a un nenito chiquito que le estaban... ¡momento!: no me contestaste por qué estás acá juntando pichí; vos sabés que el burócrata que atiende al público tiene la función principal de hacer esperar y acumular orina al contribuyente, sí, sí, y en tal labor nuestros empleados han logrado una inmejorable eficiencia. ¿No te parece? Vení que nos vamos -y en un cuchicheo acotó-: me deprime estar rodeado de tantos infelices que juntan pis. ¡Ah, cierto! me olvidaba ¿tenés cambio? Decime que tenés cambio.
Quise huir de allí intuyendo que, de no hacerlo, no habría vuelta atrás.
-¿para qué?-.
-¿tenés o no tenés? -insistió Petrován, como reprochando mi tacañería.
-A ver... humm... quin... veinte pesos.
Me quitó el billete de la mano en un velocísimo movimiento y chifló para llamar al mismo ordenanza a quien le dijo a media voz: -tomá. Le das esta plata a la Gladys y le decís que es para el remís...- el ordenanza asintió y se dio media vuelta sin apresurarse demasiado. Petrován siguió: -Ah, y haceme el favor de decirle que lo deje en la guardia nomás y que se vuelva lo antes posible-; me tomó de un hombro para decidir: -nos vamos, Inocencio. Éste lugar me deprime.
Entre Gladys y el ordenanza, con ese mismo andar cansino y homologado, sacaron al moribundo del salón municipal. "Era hora", murmuró uno de los contribuyentes más rezagados, furioso por la falta de celeridad con la que operan ciertos encargados de la hacienda pública; el indignado, muy pronto, cubierto por abucheos y temiendo por su seguridad, debió huir a la carrera.
En tanto atravesábamos el salón atestado, con rumbo para mí desconocido, Petrován me preguntó: -Inocencio ¿vos todavía escuchas Slayer?
-no. Pero si bien bajé unos cuantos cambios, mi amor por la voz de Bon Scott y por la guitarra de Angus sigue intacto.
-eso es más que suficiente.
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Foto del autor inocencio rex
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Descripción

Palabras Clave: aventura municipal

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: inocencio rex

Derechos de Autor: inocencio rex


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