Las palabras  ironizaron sonrientes sobre el montículo de mis sueños, los pisaron con sus afirmaciones. Hacen ecos en mi alma, la toman en su puño duro, la encierran, la matan…
Ella quiere escapar del ataque desenfrenado, más no hay vuelo para una  paloma sin alas. Hundida está entre plumas de acero, que pesan, que hunden en la tierra demasiado blanda.
Las escucho, se repiten solo para lastimarla. La verdad duele cuando viene con dagas inesperadas.
Entregada  en la sombra  del olvido te pienso. Soy un fantasma aturdido y vencido; herido más aún con el adiós  que me gritaron tus ojos el día que robaste el sol de mis mañanas. Te lo llevaste en los bolsillos; y así  me dejaste, con oscura escarcha arraigada.
Palabras y mirada, confirmación sin sospechas de que el desamor te llevó dejándome encadenada.
Eslabones de acero sujetan al corazón que quedó preso, alojado en  una celda de tristeza, de gris ausencia y de silencios. El candado se ha cerrado y se oxidó su cerradura cuando se volcó sobre él el líquido de la desesperanza.
Tus manos se robaron  la  única llave y en el camino que emprendiste fuiste pateando mil sinsabores.  Cobardía escuché  que decías  mientras tu figura disminuía y despareciste  sin  siquiera pedir que te perdone. Sin secarme ni una lágrima, sin aquietar entre tus brazos un cuerpo atacado de temblores.
 Encerrada  en la tumba  de lo  vivido y querido,  escarbo  con garras para encontrar  el  sentido de tus razones. Sin resistencia y hundida  en el pantano de mis sueños destruidos, espero  la sentencia  que me condene.  Sé que mi único error fue amarte, entregarme… sin condiciones.