Nov 19, 2012 Nov 13, 2012 Sep 08, 2012 Sep 07, 2012 Jun 28, 2012 Jun 16, 2012 Jun 15, 2012 Jun 14, 2012 Jun 11, 2012 Jun 10, 2012 Jun 09, 2012 Jun 08, 2012 Jun 07, 2012 << Inicio < Ant.
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Sospecho que no hallas el modo de escucharme,ni el modo de virar la lluvia que chamusca lágrimas,pero interiormente no te cabe duda de la brutal fierezaconque mi alma se corporiza en tu alma y tu cuerpo en mi cuerpo.Esta tarde aguardaré hablar contigo una vez más,y no sabré si es un premio o es un castigo sentirtan odiado amor...En el abismo vacío, donde me arrojé sin miedo,no pude escuchar más que sonidos de alondrasque atacan y tienen el sabor de tus ásperas estocadas,estocadas que dan de pleno en mi corazón abatido,por la fuerza oscura, por la fuerza negra que derribade antemano.Y aunque yo no quiera, aunque me resista, será inútil.Igual moriré a traición.Y como ya sabes, responderé con un estúpidointerrogante, que tal vez apacigüe el empalagado fuego del amoren éxtasis. Una fuga debe ser muy bien planificada.deben ser bien hechidos los espacios implicados,bien exprimidos hasta conseguir labios resecos.Una fuga bien puede volverse interminable,con un nombre ya esculpido hasta el espanto,si aún clavado a sus ardientes pupilas no escapas,te evaporaras sin morir en esa doble instancia.Una fuga debe volverse siempre interminable,debe tejerse como telaraña irresistible.Después de la fatiga amorosa en entrepiernas,que fueron tibias, embriagantes y sedientas,te debes hundir en las tinieblas babeantes,para ser saltimbanqui del carnaval de la víspera,y con sigilo dar comienzo a esa fuga interminable.En una fuga bien planificada siempre escapas,igual que un fantasma de una silueta desbocada,que masacrando el sentimiento más puro,ha empalidecido con el azar irrespirable,que enturbiando con llamas la fosa de vidrio,ha roto candados de hierros fraguados,en la única fuga que soporta el aviso insoportable. Para suavizar con un mirar piadosolos recuerdos que coletean inexactos,sobre poderosas rocas bajo cúspides de nieve,junto a la miopía de un corazón amortizado,he agendado los pecados de la necia memoria con la soledad que se ha dormido en tu regazo,y para contar esta historia tan infantil, tan nimia,que fue creciendo con hambre , con sed y con frío,que logró demoler los ínfimos destellos de la niebla,para que majestuosos cóndores naveguen en las cumbres,cumbres que pueblan mi conciencia y mi memoria de dioses y demonios batiéndose toda una jornada,que es toda una vida de asaltos y aprensionesque para nada sirven si alguien no respondepues enmudecidas en mi garganta yacen inhóspitas,secándose con la magra cordura del exiliado,atadas a un sin fin de ruedas de venganzas,que se han perdonado sin haberse perdonado,que se han deslumbrado con los roces de muñecasque quizá estremecen y atormentan sordamente,al entrar por el umbral desplomadas en el barro,para que yo vuelva acariciarlas con otras sensacionesmenos ingratas,menos enquistadas en sinsabores,junto a rumores dormidos que atraviesan la ventanaunidas a esa soledad que se ha dormido en tu regazo... " La trampa cerrada fatalmente es inexorable" Con toda la impiedad transcurre otro día,y el miserable del crepúsculo aún espera,que una corriente del Ebro, del Támesisdel nilo- ya no importa cuál río-, concurraa la citade parejas que con su pasos la bordean.Por eso, el solitario no contiene sus lágrimas,lágrimasque manchan la nostalgia y sus zapatos.Hay un imaginario -que explica con sensatez-que al mundo se lo agarra de las patascomo a un recien nacido.En una ochava,en un umbral alguien acecha,si reconoces su nombre nunca será anónimo.Se arrodilla,musita ruegos incomprendidos,se arrodilla,y otra figura se suma a la vera del río,sentado esperará que la brisa venga,La superficie quieta alude a la virginidad,porque así nace el cielo,huevo sideral.Porque así entrega la hembra el placer carnal.Los ruegos suben copiosamente,y en lugar de volar,de irsechasquean, como gotas apagadas por el viento,chasquean y dan besos a la tierrade lenguas partidas. "y suponte que en esa noche irremediable con el primer rayo cayó la Luna" Si te encuentro en un sueño desgarrado con tus ojos envueltosabismados en láminas doradas y en un brebaje claro de horrores,escondida debajo de los moteados mármoles de la antigua plaza,con ciertos obstáculos de donde escapas con un salto burladory te incorporas de otro salto al pedestal como la diosa de hielo,con similar sonrisa Decó, tan refulgente en su efímera festividad,porque ya no encuentras lugares ansiados en lascallejas.Y entonces suponte mueres y me reclamaspara el postrer momento,una incóginta, un enigma, el flágelo del raro sonidofetal,dibujos amestrados durantes esos días ciempiés demil caminos.y suponte que embriagados rieron ciertos destellosensuciando el destino,versificado por algún rayo que se coló invisible,en algún remanso de sueños eróticos dondebebimos cerezas,Y suponte pues, que observando esos instantesen que lo humano es menospreciado en extremo,unida a la noche de somnolencias atrapo la Luna? "No mencionaré tu nombre porque prefiero olvidarque existes."Cuando uno come dulces amargos y fuertessólo ama los placeres de una vida indiferente,y esa brisa fresca matinal que se instaló en mi sedde pronto llegó a la colina apenas divisada...para estimular mi ser con alocadas risas de mañana.Una noche de amor no tiene precio, tampoco paga. Una noche de amor en verdad es casi nada...Y sin embargo, una sombra bajó para el consuelo,y aprendí a beber de mi renuncia en ese instante.Una lluvia renuente y suspicaz de pronto mojó mi cara,adoptó la forma de un pasado que adopta el futuro.Calladamente recibo el aliento fresco de esa brisa,y una gestalt, que son dos imágenes contrapuestas,se instalan perentorias: es cuestión de vida o muerte.Me dejaré por lo tanto morir en el silencio ya quees vano esperar que nada cambie si todo muta.Lo impremeditado lentamente,lentamente, ya no es.Ya no es estela disuelta en la madrugada, ni seráya jamás pisoteada horriblemente por un bisonte. " Cien inviernos no alcanzan para discernir un otoño pleno" Succionado por el metro hendido y fantasmal,sujeto a íconos,a rostros sombríos de placer mustio,encorvado a través del pasadizo ronroneante,desperdigado en espumosas migajas fuistehasta donde el aire estoico se vuelve irrespirable,adonde el aliento es entrecortado por una imagenadonde con firmeza comprimiste el propio y lococorazón para sobrepasar el ansioso resquemor,y a los jardines dorados adonde prefigurasteaquel paisaje que intentó ser dueño del tiempo,que en segundos irremediables se desvanece, hasta que el nuevo ciclo retorne una vez henchidoy asciendas escaleras del mapa Jeroglífico,para echar una mirada a tus ojos desnudos de amory a una amapola dormida junto a la sonrisa vacía. Sólo sentí por ti un rebelde y atronador amory mi alma te acompañó donde fuiste,con mis entrañas locas y furiosas, di revueltas por no poder estar junto a ti.Sólo sentí amor y nada pude hacer,nada, apenas esperar ansiosamenteque comprendieses que el juego terminó.Fui un coyote que aulló en la noche,fui con mi espanto hacia otra existencia,ahora nada espero de tu mutismoy sobre la mansedumbre del prado ya nunca resonarán mis pobres ecos niya nunca responderán a mis requiebros,tus dulces y encantadoras palabras.Nada exigí y ahora no me consume ningún reclamo.Dejo a mi nostalgia desahacerse en los silenciosdejo a mi nostalgia estrellarse en el abismoen infrecuentes horas por el hastío castigadas,y dejo que de pronto caiga yo en la cuenta,que jamás, nunca en el fondo hubo nada.Que ya no caiga yo postrado si acaso,te presentas un día a mi miserable mirada.Ya esas fotos estan partidas, quemadas,mi sufrimiento se ha trucado en consuelo,es nostalgia, es splint, es liftof es hilo de nada,y en estos casos asesina con su llaga. Apretado a su boca creyó romper la muralla y al entreabrir el estuche de joya enjaulada,sucumbió a la norma que nunca alcanza.Apreció el espejo de Venus en un fotograma,restauró principios de rastros en la danza,aspiró una fluida flor de agua mojada, y reclamó para sí la mínima añoranza.Lubricó la sequedad de la valva añorada,pero nunca más la vio en la tierra santa,fue esa la última vez que derribó la muralla. No deseo llenarte de ramos de fucsias,robados en aquellos jardines de Quilmes,No deseo que mis poemas endebles,respiren sinsabores sobre tus ojos mojados,sobre tus aterciopleados instantes de paz.No deseo ser un galán atormentado,por abyectos via crucis de celos idiotas,que enceguezcan pupilas radiantes,como torpe enamorado de una aventura feliz.Mis miserias son tan pobres y tantasque crujen en mi cerebro del sueño,y me condenan a despertar en soledady me condenan a caminar como una víbora.Pero ten cuidado del prado que relucey que en un instante empalidece mi ofensa.¿ Sabes que es un prado de otra vida?¿Sabes que ambos conversamos en una quietudinmensa dentro de un universo adimensional?Es que mi amor , aunque evapore el cielo, nunca fue falsía.Mi amor de harapos tiene el esmalte gustoso de tu boca,y aunque me quede sin palabras o muera por tí,ante tu inesperado encanto de cisne con llanto, no derramaré una lágrima que moje tu alma clandestina,sólo entregaré fucsias robadas en los jardines de Quilmes. Si tu corazón es desvastado en un tren vacíoy una barca sin plumas deriva hacia el futuro incierto,o una caída en picada deja una estela en el cielo, o un terreno cenagoso devora toda acción y deseo. Si las benditas flores carecen de mariposas,y la fuente que asperge se seca indolente,como esos sinsabores de la celda sin cucheta,donde anida la cobardía que pinta malos augurios.Si esos espectros de la penumbra ya no te dejan, si son emblemas mentirosos que nunca ceden,como nunca ceden los abrazos de los algodones del cielo,si ninguna mirada encuentras para el ciego de cordurasi ninguna blanca mano para la mano extendida,para el corazón infamado no habrá remedio posible. En el tic-tac fatídico de esta madrugada,una sombra que acaricia y los rayos del sol nunca reflejan,se ha presentado con certeros pasos en posde latitudes incomensurables y extrañas.Ha visto acercarse el viaje, ha visto un abrazode ese encuentro inesperado, con mirada vaga.Fue así que un pañuelo mojado de amor,hastiado de la nada, perdido en añoranzas,del amor perenne nunca saciado, nunca presentido,ha cambiado su barco por una oculta casa,ha empuñado las crines estremecidas,del animal esplendoroso y de inaudito vigor,ha estremecido puñales hendidos en aguas oscuraspara dignarse a ver simplemente desdeñosas pupilas. Si un misterio desaparece detrás de otro misterio,y ninguna expectativa alcanza, ni siquiera una que deje vislumbrar las flores del durazneroo a una serpiente tentadora desde su trono.Y si vas por ahí, por ese camino sin retornoy como si nada pasase por el sideral espacioque vibra, que desbroza malezas tristes,que anuda la calma, esclavitud de nada,o si este nuevo día es noche alumbraday en sendos cielos rosado y negrohalles espíritus en colinas verdes,o un perro malditamente extraviadososlaye la muerte diez veces y mordientete indignes por las trampas del descaro, y por la saña y amenaces con puños de furia.Cuando te juzgues o cuando te juzgueny desfallezcas de subir escaleras sin reposo,O vayas con pasos sin rumbo, tan largos,tan silenciosos como la misma cruz negada,O cuando tu silueta se dibuje por sí mismasola en la amarga sombra de la penumbra,Iras segura, debatiendo y con la frente altaAquel lugar de sonrisas enmudecidasdonde caerás sobre el espejo hecho trizascon tu angelical rostro arrasado por las llamas. " El mal sin solución nunca se encierra"A el Purgatorio se lo puede burlar a través de un espejo,o a través de una tangente previsible y sin dioses.Todo lo que necesito ahora ya fue absorvido,por un irracional corazón que partió enmudecido,y como el mal avizora el mal, el bien avizora el bien,pero entre ambas persiste una pasión de colores,un inflamado espectro que permite sobrevivir,y fíjate que apenas menciono flores arrepentidas,apenas menciono el menoscabo que indolente vuela.Una imagen retorna fantasmal junto a un perro,una realidad sueña otra realidad sin excesos,una transfiguración perdurable sueña y juega,juega contigo y conmigo como volcán apagadoque va a morir en un instante sin violencia,que se apagará sin mayores laceraciones y sinderramar ni una gota de tus pupilas de nieve. Un corazón derruido por el juego feroz del amor, escupe sangre y sudores , escupe carne y semenenlutando el sueño que fue de oro y de plata.Dios no esta presente desde hace mucho tiempoy El no se hace cargo si diluiste la eterna Fé,si animosamente quebrantaste reglas sagradasmilenarias como la corona de espinas de Cristo. Apenas recuerdas un martirio informe que duerme.Sobre tu propio sudor, sobre tu propia inopiahollaste el camino imperfecto del ecce homo.Y para conservar la cordura bestial del hombre,y preservar su insana, malsana perversidad,caiste en la trampa: fuiste risa, escarnio y blancode los dardos escondidos y ni Tupacaamrú se salva.Un guerrero ni en su flanco a cubierto elude la lanza.Tu simplicidad engañosa no es Jesús en el monte que hermana de los sueños la bondad nunca apaga.Pero El es El y tu un remedo de su santa alma quesi peca, peca en la incertidumbre infinitesimal,henchido de anatemas, sin ningún remordimientopues has hecho su calvario agitando un inútil abrazo,sin pesada carga a cuestas,sin latigazos depravadosveraz muestrario de la barbarie que reina por doquier,y porque las blasfemias del amor nunca se apagan,por una vez los ritos del amor merecen paz y calma. El primer vágido te asimila al nuevo blasón que aflige, a una medalla inesperada en el asombro vasto y oscuroa una exclamación extenuada por la espera de meses, a la ansiosa victoria exponiendo el milagro de la vida. La madre que te sufrió, te parió y te penó, siempreverá con orgullo su legado y apenas atisbará tu resistencia.¿Por qué acurrucado en su vientre debías vaginar el día? ¿Por qué no querías ser pero fuistes rico y sonoro instrumento?¿Asimilabas acaso tu pronta desventura que la elevó a una estrella?Entonces, a empezar de nuevo y estuviste solo para empezar,sólo para agitar el incomprensible oleaje del mundo y el caos.Beber del cáliz más amargo es siempre penoso,es verdad triste y rezar una plegaria inconsciente e inútil es más penoso aún,¡ Pero tienes tu derecho a la vida aunque la deplores!Y aprenderás perdonando, haciendo un nido como el gorrión,a tiempo para no caerte del endeble ángel lleno de salud,de esa cornisa que sostiene el despertar furtivo, libre e infernal.¿Pueden animarte los sones de la igualdad para todos?El perfume de una flor se mantiene sólo en los jardines,El cielo, evapora sus brotes y los lleva junto a ella que vigila.Su amor, sólo su amor te salva, no llores y al reir, ríe tu solo. " A veces la verdad es tan abrumadora, tan rotunda que, ante tal certeza nos volvemos insectos"Ayer como siempre sin piedad obró el destino,como un reloj perfecto - que nunca lo es-,descompuso mi corazón, lo sustrajo bruscamente,y bruscamente el corazón se dio por vencido;un gesto basta para morir de pie como un árbol,dos gestos bastan para morir sentado en un Café.tres gestos, para observar en un sitio seglar a un ignorado artista tocando un violín en una calle,de apresurados pasos que ignoran una denario.Cuatro gestos, para ver las piedras de canteras,enormes y fabulosas, demolidas del antiguo imperio;o para maravillarse con el asombroso pretérito Allí, debajo, entre robles de base se hallaimpertérrito el restaurante donde saboreanunas sardinas fritadas al ajo, y un vino.Otro gesto basta para sorprender a tu amada, con un escabeche reconocible desde su niñez. Con el fuerte vino pretendes olvidar de un trago, Con su risa de saltimbanqui intentas amar el olvido, Y si te quedas un instante en silencio, a solasno olvides esa hermosa colección de fotosque ilustran instancias del siglo anterior.Pero todo ha concluido y luego, con pasos vacíos,con pasos inciertos sobre los siglos sin rumbo,o impremeditados, vamos a las ruinas del pretérito.El anfiteatro iluminado comparte sus restos contigo.Allí miles de artesanos sucumbieron inciertamente.Allí quedaron ignotas huellas del arte inapreciable,Alli para nada importa si el presente se detiene,pues llega el momento de dejarte ir dulcementede ese mar incomprensible de desdichas,de ese mar desecho en lágrimas negadas,que para que no aflore unido a tu llanto,ha narrado pícaras historias que dan vida y expresiónpara que tu llanto no pugne neciamente.No olvides que sólo moja antes de apagarse,la lluvia repentina y corta, opuesta al diluvio,y aunque temo que todo pueda ahogarse,no permitiré que polvorientas matascubran de una vez tus oscuras pupilas,vanamente ardientes y esperanzadas.Tampoco olvides que los espíritus libres,deben pertenecer a todos y a ninguna parte. Hablaré de resonanciasy de esculpidas Iglesias lejanas,de paseos y regresos misteriososdonde te gestaste intuída,plena, en ocultas lágrimas.Hablaré del recien nacido,aspírando la primer bocanada, y del regreso magro, sin sentido,del regreso liberador de añoranzas.Hablaré del otro nacimiento,el del cielo inmóvil, naranja, que parece provenir de la nada;¡con qué potencia el sol relumbra,y forma un piélago que da simiente a un Paraíso de 12.000 metros cuadrados Y de la tierra, inmersa siempre en la nada,y de ese cielo vasto de nubes y encantos,origen de nuestra vida terrenal,mientras del otro lado, el día permance quieto, en noche cerrada.El avión ha señalado con un ala la noche, con el otro ala la vida ensoñada.¡Con qué potencia la creaciónmanifiesta espectros de colores!Por eso te hablaré de que no sufrasni de que destruyas el alma,y hablaré de cosas simples,del sinsabor sin formas,del imperfecto aroma,y de una vana suposición gestada. Cuando desaparezca cada misterio,y ninguna expectativa alcance,para vislumbrar la flor del duraznero.Cuando todo pase como si nada,y el sideral espacio inmóvil vibreal desbroze de esas malezas tristes,donde se anuda la calma como si nada.Cuando el día sea ya noche alumbrada,y en sensaciones del cielo rosado y negrohalles el espíritu de colinas verdes.Cuando en la maldita ruta se cruce un perro,que extraviado soslaye la muerte seguray te indignes y con furiosos puños,maldigas las trampas del descaro y la saña.Cuando de juzgues o te juzgueny sin reposo defallezcas mil vecespues no hay respuestas para nada...pues han ignorado tus pasos sin rumbo,tan cortos y tan largos, tan sublimesy tan silenciosos como la Cruz negada.Cuando tu silueta se desdibuje en la soledadde una silla de una plaza de fuente mojada,y en la amarga sombra de la penumbra, te vayas debatiendo con la frente bien alta,donde cada sonrisa pasajera caiga en el polvo,sobre espejos multiplicados hechos trizas,y ya nadie entienda tu sonrisa mojada. No te atrevas acunar la indolencia,que es una fatídica daga que muere conmigo,y si lo haces espero un rayo impúdicocuando la daga aguzada traspase mi corazónhasta helarlo como la cúspide de esa montaña.No creas que lloro por nada,salvo en el crepúsculo pleno de gloriososproyectos y largas confidencias.Sobre mi inerte carne complaciente,languidece un cincelado contornoque es tu dulce faz ante mi parca mirada,es entonces cuando centellean aprensionestemores y alegrías como espigas mojadas.La lluvia de esta noche me pone ante tu dolorpues la tormenta ha vuelto fantasmal la noche,mientras que espero con el corazón abiertoque tu risa no se mezcle con mi lágrimas. " Cuando se han perdido todas las vanas certezas,se han depurado del alma todas las vanas necedades." Busqué un sendero y encontré el más sinuosoel del latido frágil, latido acorazado de espadas, de insomnios enrarecidos, y maltrechos espantos,el de una respuesta excesiva a los zarandeos delalma,el de las imperdonables horas de zozobras,que estan sumergidas, hundidas en el propio desencanto.Por esas horas irrita mi cuerpo la madrugaday para que no destruyan tus horas,hago este disparo de botella consumida en un cuarto lejano.El memorar la vibración vital y el sudor precoz,que ardió con la prisa del fuego fatuo,y también la espuma salobre que derramó besos,- ya que los ojos cansados hacen lo suyo-,imagino al captar lágrimas imperceptibles un reciente amor.Y puesto que a un amante siempre le espera la ceguera,la inutilidad de los vanos paseos por callejas,no lo embriagan porque quien ama nunca pideperdón,pero fatalmente en las sábanas húmedas de la pasión,es adonde la arena derrama y muere con elalma.En ellas, en el voraz silencio, deberé dejar rodar ellímite y la vana e inoperante aventura de los juegosmentales,y el vano escarnio del desconcierto, del aturdimiento.La compasión de nada sirve si un adios destruye,y si otro adios lento y hondo reponde a otro adios.Ya sin resistencia y encadenado a mis espaldas,beberé de tu copa la hermosura desgarrada de estos sueños,de esta copa tan bella y tan manchada de fragancias verdes,de olores inolvidablesdel transcurso de cariciasque velaron absolutamente hasta dormir tu pelo suave, siempre acariciados con tu mano pegada a mi regazo.En algunos de esos instantes supremos de la almohada,donde el amor rodó sobre la roca de profundossuspiros,y el destierro ya no fue una flor roja del amanecer,ya no fue un disparo de pasión desatada que se desintegra,ni la entrega incodicional inescrutable de la esencia,ya no fue siquiera un poema vislumbrado por el miedo,o por el huracán que rumiando el desenfreno,ni aún hechizado, ya partido en dos, nunca sesalva... Si mi mente no declara que estoy lleno de ternura,si mi mente sin aliento no se expande con las llamas,en la desprejuiciada vidriera en que transcurres y pasas,incitándome a borrar aguijones y vestigios de embriaguez,embrutecido al dispersar el vaho tenaz de esa ventana, en la que veo mi basta piel ahogada en una palidez mortífera,como mis canas y otros perfumes ebrios y amorosos, que provocan ganas de pensar a gritos lo que el silencio, impío y el hastío sin nombre no declara.Y cuando este ciclón de revueltas en la montaña, con su furioso resoplido huraño de despojos queinútilmente espantado tropieze con el alma ya acosada, Y habiendo ya hecho las demandas más extrañas,las más cautivantes, las más gratas y despreocupadas,y si por fin, tan sólo caben señales opacas de senos cálidoscomo hojarasca que enceguecen mi párpados que cantan:deberé dejar mis brazos rotos con mis palmas porque " ¡Nunca verás tu sueño cumplido aunque te deshagas!"Entonces con un enjambre de enjoyados ojos en tenaz silencio,cuando tu cuerpo gentil y terrible se incline negando,cuando tu cabello se desgrane en polvo golpeando mi frente,o cuando sensibles y harto seductores hotiguen mi espanto,deslumbrando este amor que pugna con el maldito silencioy evoca un nombre que zarandea sin tregua tu ausencia,un nombre recóndito,un nombre desbastador como el Océano... que me hará exclamar un anatema con ruido de clavos y cadenas:¡ Hay de vos, elixir encantador que barres mis sentidos!¡ Hay de mí, perdido como estoy con este maldito papel en un desierto!. Fue un rayo de esperanza,quien nos cobija en su cieloy con presteza inauditainduce nuestra marchahacia algunas de esas calles donde las luces no se apagan.Fue un rayo espontáneoun refuciló breve sin sañaquien con infinita pacienciatanto como el agua clara de un sólo y simple soplido despabiló esta mañana, y con igual mansedumbreconque las palomas zurean en nuestras ansiosas almas,o con la misma ansiedad conque los gorriones construyennidos de barro, de saliva y de paja,o con la placidez de esta tardeo con la placidez de esta noche,que hoy nos acompaña,y que nos permite un beso,que deja un pasmo en nuestros labiosun pasmo del dulce gusto a nada,que arrebolan nuestras mejillas,de rubores indómitos,de inesperada pasión ingenua,de inocencia jamás programada.Y es por eso, tal vez sólo por eso,que con sinsabor de soledad hastiadacaemos demolidos y trituradospor tales amores que matan, e inducidos a un solitario silencio en esta noche que de tan oscura ya mismo nos parece tan clara. Los días sombríos -no como el de hoy domingo en el que las nubes grises de plomo se tiñieron de cierto matiz de blancura revistiendo el cielo de un raro y deslumbrante aspecto- tienen que ver con evocaciones. En ellas veo parcializadas, instancias de mi propia niñez. Recuerdo que comenzaba el solsticio de Junio con lluvia y granizo y que el vecino sentando a la puerta, en la vereda de enfrente, miraba con idénticos ojos soñadores la inundación de la calle de nuestro barrio. Esa inundación periodica procuraba distracciones muy placenteras; cuando amainaba el vendabal podía jugar con barquitos de papel e imaginar que viajaba en ellos hacia ignoradas latitudes. Los días de fuertes vientos ocurría más o menos igual: con hojas de diarios o de cuadernos ideaba aviocintos cuyos derroteros seguían rumbos empecinadamente inciertos. La matáfora consistía en apropiarme de la fugaz libertad.Cuando mi calle se inundaba tenía siete años y disfrutaba como todos los niños con esas pequeñas distracciones que procuraban algunas respuestas a las incipientes curiosidades y emociones. Hoy escribo mi literatura con la misma sensación de apropiación fugaz. Hoy, llevo vividos muchos días desde aquellos hermosos momentos en los que sobraban las horas para ser yo mismo y las pasaba resolviendo los primeros dilemas significativos para mí. Hoy lo significativo es carecer de tiempo, incluso es significativo que esa carencia de tiempo para el ocio, por ejemplo, incida para no hacer algo mejor de mí mismo. No importa, aún vale la intención y la posibilidad. Lo trágico sería haber vivido pocos días o pocos años, como Miguelito que murió exactamente al cumplir los cinco. Un camión sobrecargado con cajones de tomates se desniveló y esos pesados cajones cayeron sobre su cuerpo ínfimo. Lo trágico es lo infructuoso para siempre.Cuando uno ha pasado los cincuenta se asombra de ciertos episodios de la propia existencia. Por ejemplo, si uno dedicó muchos años a conseguir tenazmente el sustento para su familia, y sin poder disfrutar de tiempos libres, salvo excepciones, es poco probable que haya conseguido desarrollarse con la plenitud necesaria, y lo dejo ahí.Al visualizar la calle de mi barrio inundada, retorno también a mi orfandad, a ese primer contacto con la realidad espuria y lo más parecido a mi primera incursión en el verbo. Esa asombrada visualización de las hormigas sendereando en el umbrío Jardín del Orfanato, me permitió cincelar un argumento: las diminutas hormigas, cargando enormes pesos, cumplían las exigencias de sus vidas sin la menor queja, simplemente armonizadas con el destino común. Las rejas altas que cercaban el ala interna del parque, separaban mi pequeñez del exterior.Recuerdo esa calle y las siluetas de paso que probablemente ya son fantasmas.La curiosidad es innata, gracias a ella evolucionamos hacia la creatividad y hacia formas complejas del pensamiento. De ese tiempo también puedo evocar la domumental naturalista: bandadas de pájaron gritones y en formación plasmados sobre un cielo espléndido, luego pelícanos- criaturas mutadas-dominando con sus pesados cuerpos el aire donde navegaban majestuosos. El niño que miraba esa y películas similares, dominaba la angustia y la timidez impregnado su retina de cielos bellos emanados de la enorme pantalla. Recuerdo el triste sentimiento del final, cuando la portentosa formación abandonaba el jubiloso cielo y dejaba el telón en blanco hasta el domingo siguiente.Cuando se es mayor, sucede como con la historia del viejo pintor que se acaricia las manos. Pone un lienzo en lugar de otro, que ya es obra de arte, y ese lienzo es pintado con la mirada del recuerdo, que es la mejor mirada poética de que es capaz un hombre que se acaricia las viejas manos mientras mira por el ventanal la arboleda dorada -verdoso-dorada del comienzo del bosque que cada vez que lo recorre tanto ama y que sabe dejará de apreciar inesperadamente en algún momento.Los recuerdos, revividos por la elusiva memoria aunque sean tristes son magníficos en su verosimilitud. Lo extraño es que no haga falta ningún atributo material para que puedan ser reinventados y contemplados despojadamente. Sin embargo, a medida que se acerca el fin, el lienzo pintado con el recuerdo si bien anticipa también rescata de la muerte. Prendido a mi corazónque sólo a ti te ama,desde la calle hormigueante,me detengo ante tu casa.Las flores de tu balcón,me saludan con prestancia,¿Acaso habrá otra vida detrás de esa ventana?Una sospecha traviesa,entristece tu cara blanca,¡no temas amor, no temassi en la hermosa madrugadaimaginas flores falsas!Que nadie perturbe tu amor,y si en todo caso algo pasaimagina solo esto:la góndola enamoradacon una pareja de mirlosy un barquero barba larga. Cada vez que el dolor te hiere el alma,y en el desierto estás con una sedque ningún oasis apaga,cada vez que el dolor te hiere el alma,y atisbas algún vestigio de templanza,o te parece conquistar la brisa clara,en verdad te engañas,sólo pereces y yaces en casi nada. No creas que me seduce la ideadel inesperado paso del tiempo.Los viejos animales como el hombre,cincelan martirios somnolientosy burdos como aves de rapiñaejecutan ritos demoledoresque caen sobre los que berrean.Artistas, bohemios, marionetasde hojalata, de cartón o de papel,todos devorados así o asá...Mientras la irremediable codicia,engarzada a supuestos idealesteme que la parca se la lleveo la eleve con su oro en esa trampade un bienestar logrado a palos.¡Ah, errante Martín de hojalata,embarrado con el vino de esas nochessurcadas en noctámbulos sábados o en recordadas fechas patrias!¡Ah, figura errante enmascaradaque de tiesa fisonomía incrédulapasas a la fisonomía callejeraque deambula como bestia de norte a sur...¿Acaso importa adonde ir?Si todos los sitios son diversosnunca lo será menosla plácida brisa de una noche de amor. Singular y espasmódico el oleaje,dispuesto asaltarnos con fiereza,con garras que el tuétano desgarra,macerando de fantasmas el olvido.Con dientes que injurian incoherencias,con gargantas que ríen roncamente,con besos que fatigan a mis besos,dispuesto a saltar los alambrados,y a quemarnos con la luna abiertay a yacer en las raíces del encuentro,donde mueren las palabras sin aliento,donde los pechos sangran con el rudo frío,donde la muerte se pudre hasta el hastío,y las muestras de valor se pierden,en ásperas nostalgias y dulces sueños,compartidos por dos almas solitarias, fuimos ávidos de pura fiestaal pequeño cuarto de tu vida,este año del señor... dos mil nueve. Imprevistamente- mientras pega los envaces que requiere la singular producción del menjunje que contiene cualidades alimentarias sorprendentes y, a la vez, sin dejar de calcular la ganancia que obtendrán en los próximos pasos hacia la creciente abundancia, Lucio observa con intensidad a Luisa, quien teje y reteje las fibrosas capas del colorido papel que ( oh, hallazgo) encontró revolviendo en las bolsas de los residuos domiciliarios y ya que se acerca el invierno transformará en primoroso acolchado. Y aunque advierte la persistente mirada de su marido, se mantiene incomovible porque para ella no es cuestión de gastar saliva por gastar saliva. Tampoco para Lucio porque en realidad lo que menos quiere es que Luisa hable; mejor que Luisa no diga ni "mu" sino que lo escuche sin pleonasmos ya que para él tampoco es cuestión de gastar saliva por gastar saliva. Y dado que en esta cuestión de economizar se identifican como dos gotas de agua ella que teje y reteje el primoroso acolchado se limita a lanzarle una mirada incriminatoria porque lo ha interpretado erróneamente y considera que Lucio quiere obligarla hablar, es decir, quiere obligarla a gastar saliva por gastar saliva. Entonces Lucio, con expresión aventuradamente triunfal, sorbe el trigésimo mate de yerba usada diez mañanas seguidas y arriesga: " Se gasta mucho taco y mucha suela con estos once pisos por la escalera..."_ ¡ Ajá!- responde ella con ironía-pero bajar por el ascensor consume mucha electricidad y acordamos no pagar ni un centavo más por ese costoso fluido..._ Pero reponer tacos y suelas cuesta bastante-argumenta Lucio viendo con ternura filial sus zapatos que no brillan pero llevan a cuestas sus diez buenos añitos-, a lo que hay que agregar , por más engrasado que esté, el desgaste del cuero debido a la fricción del empeine y el ante-pie._¿ Ahora te dio por la ridiculez de quejarte?- retruca Luisa- ¡Mirá mis zapatitos...bien calladitos los muy santos llegaron a los dieciocho años de uso abusivo. Ciertamente, Lucio envidia los zapatos impecables de Luisa y cómo logró esa sorprendente duración mediante su dieta vegetariana que la mantiene liviana como una pajarita que anda por todas partes a los saltitos y con esos saltitos constantes que la levitan a dos centímetros del suelo. Pero todo tiene su opuesto y cuando no anda a los saltitos (o sea la mayor parte del tiempo),denota el padecimiento en su cara por tener continuamente puestos esos apretados zapatitos que le provocan callosidades, juanetes y Hallus -Valgus en los dedos gordos que empujan y luxan los dedos chicos.Por su lado, aunque Lucio dista de ser un tipo gordo, aparece muy hinchado por causa de su mal hábito de sorber mates todo el tiempo y de almorzar y cenar pan mojado de tres semanas, además de su ingesta de grandes cantidades de las sobras del " Dupero-doprotéico" que es un alimento inmunizador-energizante compuesto por restos de insectos intencionales (nadie más que ellos saben la fórmula de ese alimento por demás exquisito y que subyuga tanto a la clientela " in crescendo" de ese y de los restantes edificios de la vecindad), que Luisa y Lucio confiscan de cada venta.Pues bien, Lucio cela a Luisa porque a ella no le cuesta prevalecer en todo y, aun apelando a su mejor afán competitivo, él rara vez logra descollar. Por eso,decidido a sacar ventaja piensa con instantánea velocidad y dice: " Tus zapatos estarán en mejores condiciones, pero con los míos mis pies se sienten como en su casa, en cambio los tuyos, para combatir las callosidades, te hacen gastar una lija al agua por día, lo cual es un despilfarro imperdonable, con el agravante de la renguera compartida por ambos pies alados que reflejan en tu cara un martirio insoportable durante y después de tus inquietos vuelos de pajarita."Luisa lo mira desdeñosa. No dejará que él gane ni un tranco de pollo y ante semejante mordacidad apela a la indiferencia enfrascándose todavía más en la prolija costura del primoroso acolchado del cual se permitirá mínimas distracciones cada vez que eche discretas miraditas al reloj que le recuerda la innecesariedad de perder el precioso tiempo, vale decir, ese tiempo que le queda para lograr la meta de enriquecerse dependerá del buen aprovechamiento de la suma de las horas.Luisa y Lucio pertenecen al tipo de personas que trabajan de día y de noche también, por lo que, desde que se dedicaron aquel " metiere-inmune-culinariun",precisaron la manera de cazar los insectos que aún pululan por la autopista de la vecindad,sin los cuales ellos carecerían de la imprescindible materia prima para macerar sus jugosas y tan ponderadas comidas al estilo "escara-hormi-ga-bajo."Conviene, en este caso, clarificar el método usado para que tales insectos se conserven por tiempo indefinido, sin dejar de hacer hincapié en dos puntos principales. En primer lugar, cabe preguntarse si estos innovadores de productos vitamínicos-reconstituyentes, durante la incesante labor de recolección de insectos, acaso puedan afectar el equilibrio ecológico... La respuesta es un no rotundo y sostenido porque con el reciclaje de estos inocentes animalitos han contribuido a sanear de bacterias a una considerable parcela de la ciudad, con el agregado del generoso aporte de proteínas insustituibles y la mejoría inmunológica de los consumidores frente a las pestes de moda.En segundo lugar, dándole aval a lo anterior se debería reconocer la utilidad del impensado descubrimiento científico. Vale decir, de una vacunación masiva económica utilizable en el futuro mediato para el resto del superpoblado planeta. Y también vale decir que, en primera instancia, los actuales consumidores por lo menos estan inmunizados gracias a Luisa y Lucio quienes consiguieron conservar en buen estado la materia prima compleja con Formol y el Formol mata todo y deja todo impoluto. No obstante, en contraposición, el Formol contiene una característica indeseable que ni ellos dos pudieron resolver. El inconveniente mencionado es que el Formol hace llorar a mares, como hace llorar la cebolla cruda pero peor.Ahora bien,¿cómo se proveen de litros y litros de Formol a un precio irrisorio? El entusiasta y económico matrimonio acude cada mes al laboratorio del medio hermano de Lucio, quien para evitar aquellos dos fastidiosos cicateros, y con tal de sacárselos de encima, remata el Formol envasado en gruesos botellones que los destestables parientes acarrean muy orondos al irse.Ahora bien,¿ cómo evitar llorar a mares a causa del Formol? Luisa, fue la que dio el primer paso feliz en ese sentido, al comprar unos tapones-antiparrás que astringen el desmadre de la glándula lagrimal. Lucio, no pudo abstraerse todavía pero no pierde la esperanza de comprarlo dentro de poco en lo del farmaceútico medio lelo que se equivoca en los precios siempre a favor del cliente ya que, después de todo,ella jamás se los prestará (y por supuesto,de ser suyos, él tampoco se los prestaría),y para evitar cualquier conato de tentación,los mantiene ocultos entretanto no le son de utilidad en su llorosa labor del envasado.Ahora bien, respecto a los gastos fijos del departamento del onceavo piso, llegaron a un acuerdo satisfactorio: los lápices (con los que contabilizan en el viejo cuadernote heredado), que fueron comprados en una oferta de todo por dos pesos, durarán unos seis años más. La imprescindible y vacilante iluminación es provista por los cirios sustraídos de la parroquia al finalizar cada Pascua, de modo que la duración es anual. El costo de una T.V. (o de un radio u otro artefacto del hogar), lógicamente les es prohibitivo para sus economías. Y en cuanto a la cocina de leña funciona con tronquitos, ramas y ramitas de los árboles que, con las tormentas, los desparraman en abundancia en la plaza central. Y así, y por el estilo, ocurre con cada bien mueble analizado al pormenor... Pero hoy Luisa se asombrará ante lo inesperado porque mientras ella teje y reteje las capas cada vez más densas, pegadas con engrudo, del acolchado, Lucio ha cavilado durante horas para hallar la solución a un dilema que lo trae de cabeza. Ese dilema se traduce en cómo hacer para no gastar los tacos y las suelas de esos zapatos que le son tan cómodos. Y de pronto una luz profana su conciencia y le hace exclamar (¡Eureka!) con alegría "¡Ya lo tengo!" y lo induce afanosamente a calzarse los amados zapatos y abrir el ventanal- cuyos goznes oxidados chirrian necesariamente-, y a lanzarse al aire a pedalear con energía mayúscula - sin mirar debajo del onceavo piso-, una hermosa bicicleta. Lucio pedalea en su bicicleta y la bicicleta se desliza por una rampa superflua y acaracolada y él no cesa de pedalear con la expresión de un místico, con el entusiasmo de un poeta, con la frenética y absoluta libertad de un loco y Luisa (que ha abandonado su teje y reteje por una impronta de insólita curiosidad), se siente arrebatada por aquella genialidad y llena de orgullo mira como su buen Lucio acaba de imaginar esa maravillosa invención; invención inimitable que le impedirá gastar los tacos y las suelas de sus queridos zapatos. Luisa apremiada por la emoción revive en su cuerpo gastado por la constante economía, la pasión del idilio que tuvieron durante la juventud y llora con esas lágrimas que detesta -lágrimas que recorren sus mejillas teñidas por la constante ingesta de hortalizas, lágrimas que despiertan del sueño estigio el amor también dormido por la economía del sentimiento-, y en esa rara instancia en la que ella recupera el pasado amoroso, su grito de admiración es dirigido ahora a su amado Lucio: " ¡Mi Lucio, mi Lucio querido!" Pero él, abstraído en la libertad duramente conquistada, pedalea y pedalea porque no oye ni quiere oír, porque no quiere salir de su única obsesión;porque la obsesión que le permitirá economizar en los tacos y las suelas de sus amados zapatos ya está en marcha bajando por la rampa acaracolada. Sin embargo Luisa persiste con tenacidad porque de pronto se volvió turulata de amor y ese amor resurgido de las cenizas, ese amor encapsulado por la miseria, precisa inmediata satisfacción. Es un volcán que surge de la entrañas de Luisa la que la hace gritar: "¡ Lucio amado, ven, tómame entre tus brazos y poséeme, por favor, ven...!Pero esta perentoriedad será inútil, será vana. Lucio ha borrado de su conciencia temporal todo lo que ella ha recuperado de su pasado y no la escucha ni tampoco la quiere escuchar. Aunque para Luisa - que nunca cede un tranco de pollo- esa endecha amorosa será un imperativo pasional que no se encauzará hasta que él la oiga. Por eso,Lucio,resignadamente, afloja el pedaleo de su bicicleta maravillosa y eleva unos ojos suplicantes para que Luisa ya se calle, para que ya no hable ni "mu"... ¡Crasa debilidad que le hace perder la concentración del feroz pedaleo! Y así, simplemente por un detalle nimio, es que la bicicleta y la rampa se desvanecen en el aire y Lucio, desorientado, cae en picada desde el quinto piso a la vereda. Después, maltrecho, descalabrado, con una voz gutural que no reconoce ni él mismo, en un postrer esfuerzo masculla: " Pobre Luisa..., nunca podrá quitarse la manía de gastar saliva por gastar saliva." Éramos muy pendejos todavía cuando, al volver del baldío, fuimos fatídicamente atraídos por las fuertes emanaciones de la áspera casona. Era la más ignorada del arrabal y no supimos nunca cómo nos atrevimos a entrar ni por qué descendimos la crujiente escalera, acompañados por el perenne gorgoteo de la alcantarilla y los ojos huidizos de los grandes Hurones que seguramente perviven.El cuerpo del malevo Contreras yacía bocabajo; el brazo derecho se angulaba y la mano entre miasmas aún apretaba el facón que lo hizo famoso; y no sólo tenía orificios de balas en su espalda cubierta por el saco enlutado, también se evidenciaban en el costado de su cara y su cabeza a merced de la carcoma. En murmullos nos preguntamos por cuanto tiempo habría estado allí y uniendo nuestro fervor en un mismo miedo, escuchamos el ulular repentino del viento y en lo alto fragmentarse la tempestad. No supimos entonces hacer otra cosa que quedarnos inmóviles al pie de la escalera tapando las narices con nuestras palmas, memorando su paso recio por los barriales de Pompeya; su idas a los tugurios, a los boliches donde los parroquianos, conocedores de sus andanzas y de su mirar indescifrable, se apartaban presurosos de su camino con el mismo temor que ahora se adueñaba de nosotros al salir de allí persignándonos porque ni aferrados aquel pánico podíamos aceptar aquella desgracia. En realidad nunca habíamos creído al malevo Contreras un perdulario servidor de comité, ni que fuese protegido por la extraña justicia del caudillo Páez.Pero sí creímos en los mentados enfrentamientos donde su figura heroica aguantó la embestidas del guapo Díaz, finalmente postrado con un corte en barbijo que lo desangró como a una bestia. Sí creímos en las escaramuzas y enfrentamientos con adversarios de la talla del cordobes Lucero que gustaba batirse con un puñal; o ante el porteño Pereyra y el rosarino Lemos, quienes fueron estremecidos uno tras otro por sus fintas precisas, por su movimientos rasantes y endiablados cortes de su facón que, en las noches más tristes, al nutrirse de los pechos enemigos, relumbró sangrante bajo los faroles esquineros. Sí creímos en su gesto inflexible al limpiar la sangre tibia del acero sobre las ropas de sus muertos. Y creímos en su impavidez al entrar de nuevo al boliche de Sáenz a calmar su sed con mucha grapa y creímos también que acodado en el estaño con su cigarro entre los labios, esperaría en un silencio tenso, paciente, la próxima vez.Al ser el malevo Contreras un orillero, fervoroso jugador de truco y de taba y apostador consumado en el reñidero, lo regía el odio, el eterno rencor y no algún legado político. Nunca iba a olvidar que era primogéntio del otro legendario malevo, muerto también a traición.Éramos muy pendejos todavía cuando le veíamos pasar por la calle, con sus tacos resonando en el angosto empedrado, orientado hacia las luces titilantes, hacia los sonidos de la milonga del inmediato tugurio.Y no se sabe a ciencia cierta pero se dijo que, siendo hijo de mujer de prostíbulo, le tocó por propia una mujerzuela, una arrabalera falaz a la que sacrificó en la cama junto a otro perdulario.No obstante ninguno jamás dudó de su temple; y nosotros tampoco pues lo entendimos en cuanto miramos con pudor y respeto la cabeza de melena grasienta destrozada. Mucho después, ya hombres, a veces abrevamos en el viejo boliche de Sáenz. Lo curioso es que en cierta ocasión lo vimos ( o creímos verlo), acodado como siempre en el estaño esperando el próximo embate. Quedamos atónitos al observar la recia figura, el perfil impasible en su mutismo, el fungi de ala fina, el lenge con monograma... De pronto, finalizó decididamente su trago y al salir nos cruzó con una mirada siniestra que opacó nuestras almas. En una remota cueva, iluminada por una fogata crepitante, los rostros primitivos e indiferenciados se inclinan hacia el viejo cuerpo que yace sobre una rugosa piedra. Esa noche se escucharán gemidos, lamentos parecidos a gritos discordantes, por causa del obligado rito que glorifica a los muertos.El Rey- Sacerdote, ya inerte, tiene las facciones horriblemente mutiladas. Esa misma tarde con un cuchillo de piedra cortó su propia nariz, sus orejas y luego, con postrer esfuerzo su cuello por donde escapó el aliento de la vida. El otrora intrépido guerrero en los últimos tiempos se había vuelto ciego y padecía de agudos dolores que lo mantenían postrado y abatido. Mientras sin solución de continuidad se realiza la ceremonia, el sucesor ensaya ponerse sobre la enmarañada cabellera el casco emblemático. Desde ese momento especial él es el Rey- Sacerdote y, con ese gesto ritual, comienza el largo camino que lo llevará a la inmortalidad. Por eso, cuando envejezca y no tenga ya el vigor para la lucha, deberá repetir aquel acto de inmolación. Esa es la Ley y la Ley deberá acatarse...Con esta aproximada descripción de un rito funerario prehistórico, intento poner de relieve la ancestral idea de la inmortalidad que, al igual que el culto religioso y la magia ( a la que se acudía para invocar ayuda sobrenatural), tienen un orígen mítico en común.Lo que en siglo XX denominabamos crímenes de lesa humanidad, en las antiguas civilizaciones eran moneda corriente aunque en otra perspectiva, como todos sabrán.Sin ir muy lejos y por lo que sé, los Aztecas mexicanos provocaban guerras para surtirse de prisioneros que sacrificaban masivamente en sus ceremonias. A los Faraones ( quienes no dudaban de su condición divina), a raíz del deseo de supervivencia ultraterrena, no les temblaba el pulso cuando veían incontables contigentes de esclavos morir revetandos de cansancio, durante los demoledores años que tardaron en construir las impresionantes pirámides que los haría pervivir más allá de su época y que les facilitaría el paso para el ansiado viaje inmortal. Esta creencia, les movía a emplear todas las riquezas del estado - hasta la ruina- en los fastuosos proyectos de sus templos y tumbas, lo cual debe haber seducido a Napoleón Bonaparte quien no dudó en emular a Alejandro Magno y también decidió invadir Egipto. Pero Napoleón era, además de excéntrico y mujeriego, un hombre culto ( letrado), y en lugar de una invasión cruenta como la llevada a cabo por su antecesor, implementó una invasión académica cuyo premio mayor fue la mentada piedra roseta de 680 Kg.,y treinta y dos líneas de textos en griego, demótico y jeroglíficos imposibles de discernir. Sospecho que para el "gran Corso" debe haber sido una pasionante disyuntiva ver todos aquellos signos incomprensibles que sus eruditos filólogos trataban vanamente de descifrar y acaso o tal vez él pensara si en esos textos no se hallaría escondido el misterio de la inmortalidad.Los griegos tenían otro concepto respecto a este asunto imponderable. Para ellos cualquier dios podía figurar como su amigo del alma. Era relativamente fácil que cualquiera de esos dioses se dignase a descender de su pedestal Olímpico para sumarse a su batallas o a sus festejos y, de paso, arrastrar el ala alguna de esas bellas griegas con la cual podían concebir semidioses y restar importancia a sus narices respingadas ( mucho más estéticas y perfectas que las narices de los más pintados atlétas griegos), envidiable símbolo de su inmortal abolengo.Claro que vulgarizar la condición divina los hacía pasibles de mortalidad y así como en Babilonia los dioses eran realmente humanos -también los egipcios tenían en cada provincia tumbas de dioses muertos-, en Creta se enseñaba a los visitantes la tumba del dios supremo Zeus.En el imperio romano fue cosa habitual glorificar a los generales victoriosos que, si antes no morían envenenados, podían heredar el trono y por añadidura aspirar al rango de inmortales. Indudablemente los formidables atributos de un dios no les era un asunto desdeñable. Un dios, con un sólo gesto magnánimo podía hacer llover y lograr dar punto y aparte a la hambruna, o con un gesto inclemente podía poner en ebullición un volcán satánico que en cuestión de horas petrificaba la vida de una gran ciudad.Pero lo acontecido con la Torre de Babel es paradigmático respecto al pensamiento del verdadero Dios y del orgullo y la soberbia humana. Justamente en este aspecto el culto a la divinización en la roma imperial alcanzó la desmesura. Aungusto, que gobernó bastante bien a lo largo de tres décadas, al morir fue comparado en forma patética con Hércules (ambos padecieron el envenenamiento de mano de sus respectivas mujeres), y mocionado en el Senado para su divinización. Por lo tanto tuvo derecho a su templo y a sus altares y a una orden sacerdotal que instruía los correspondientes ritos destinados al flamante dios.Calígula - hijo del gran Germánico, muerto envenenado por el mismo pequeño sátrapa-, presa de una boufée delirante, cometió durante su gobierno todo tipo de atrocidades, mientras con todo desenfado se justificaba declarándose divino. Con la idea fija de ser más poderoso y sobrenatural que el mismísimo Jupiter tronante, no tuvo el menor empacho en cercenar las cabezas de las estatuas de ese dios para ajustar en su lugar sus propias y dedeñosas cabezas. Como era de esperarse, sus abusos, sus crueldades tuvieron mal fín : doce feroces golpes de espadas de sus propios guardas, que le tendieron una trampa, atravesaron implacables su ínfimo y delicado cuerpo mortal.Sin embargo todos estos testamentos históricos que ponen de relieve la megalomanía de los poderosos no son suficientes para curarlos de sus fatuidades. Un poco antes de mediados del siglo anterior aparecieron en el escenario mundial, el nazísmo, el fascísmo, el maoísmo y el estalinísmo como otras tantas formas de afán de dominio, de poder supremo y de inmortalidad.Para dar un ejemplo conocido, repasemos brevemente algunas de las perversidades que caraterizaron el régimen de Stalín en Rusia ( En estos días estoy releyendo " En el Primer Círculo" de Solyenitzin.)Gracias a la maquinación eficaz de la propaganda soviética Stalín fue considerado un dios viviente. Es decir: Omniciente e infalible. Fue sin duda una contradicción apenas explicable que un déspota que produjo un sistema de " terror por el terror" fuese idolatrado por una gran parte de su pueblo. Durante el fatídico periodo o atapa de la colectivización de tierras, abandonó su faz pública amable y sonriente y empezó a mostrar una fisonomía o perfil desconfiado e inescrupuloso. Habían comenzado las matanzas y purgas de quienes de palabra o de acción atentaban contra el gobierno soviético y la Policía ( N.K.B.D.), realizaba arrestos por todas partes. Nadie pudo ya sentirse a salvo: todos eran vulnerables a la paranoía en que entró el sistema. Para peor, se había legalizado la tortura ( el método más usado, según creo,consistió en no dejar dormir a los interrogados), y en el gulag ( campos de trabajo), corrientemente los prisioneros- a punto de ser anulados sus fluídos corporales-, caían muertos de hambre y agotados.El " grandioso Stalín" causó estragos y hambreó a su pueblo sin que le temblase el pulso. Su muerte ocurrió en circunstancias sospechosas; clavó en ese postrer instante sus ojillos duros y acusadores en quienes lo rodeaban.Ahora es recordado no sólo por haber sido el "genio de todos los tiempos" al salvar a Rusia de las pesadas botas invasoras del ejercito de Hitler, también se lo memora como el despiado Jefe de estado que en un sólo día firmó los decretos que condenaban a muerte a 3.282 personas y por los 60.000 hombres que perdieron la vida construyendo el canal de Megolap.¿ Habrá concedido Dios a la especie humana el libre albedrío para que pudiese además elegir destinos oblicuos? Mientras Ruben Nuñez estuvo en prisión, rumió empecinadamente esos chismes escuchados desde siempre en los precarios fondines de la villa miseria Itaí. En las tristes noches carcelarias llegó a obsesionarlo la idea de que él también merecía hacer suya a la legendaria Negra Timbó aunque ni siquiera la hubiese visto una vez; tampoco los murmuradores que aseveraban sin el menor empacho que la codiciada y sedosa mujer morena tan sólo entregaba sus encantos a quienes se hacían de fama y de poder, sin abandonar jamás la villa miseria Itaí.En el verano, cuando el laberinto de asentamientos y casillas heterogéneas se desbarataban de mugre, los malvivientes eran fácilmente reconocibles porque no saludaban a nadie. Quienes los habían visto nacer, crecer y medrar como atorrantes, vituperaban aquella desconsideración pero se tragaban cualquier reproche porque era preferíble admirarlos y elogiar sus ostentaciones ( ya fuesen los poderosos motores de sus automóviles malhabidos ya las dudosas adquisiciones de la tecnología moderna, mayormente inservibles en esas viviendas precarias, en su mayor parte carentes de luz y de agua corriente.) Lo singular de estos malandras consistía en pasar casi todas sus vidas entregados a gloriosos desenfrenos: apostar ilegalmente era religioso. En sus discretos tugurios no hacían otra cosa que timbear e improvisar reuniones dedicadas a organizar kermeses o pialadas destinadas a entretener a los habitantes en un descampado criollo, a las cuales le seguían bailantas en el estropeado y bullangero club. Y por último, al anochecer, se dedicaban beber como esponjas para finalizar sus parrandas de dioses del pequeño olimpo, en los prostíbulos que proliferaban en varios puntos de la villa.Al evadirse de la cárcel, Ruben Nuñez tenía diseñado su plan para conquistar a la Negra Timbó. Pero durante el periodo furtivo le fue imposible concretarlo. Al asediarlo la policía usó documentación trucha y, en la etapa más virulenta de la persecusión, lo encubrieron gente de la villa a fin de eludir eficazmente las razzias.Las semanas en un aguantadero fueron similares a las del encierro carcelario. Debió privarse de todo por lo que retornó a la masturbación y a las súplicas a la virgencita de Itaí. Ni bien cedió el acoso policial le donó a la capillita un pedestal de laja y una cobertura de vidrio que mejoró la apariencia de la madre protectora. A los encubridores los abasteció de mercaderías que apenas lograron atenuar los males sempiternos de la pobreza. Nuñez no era realmente solidarios con ellos sino que cumplía pagando por sus servicios. Con las joyas y el dinero robado a buen resguardo y disponible antojo, solamente le urgía llevar a cabo su plan de conquista de la mujer morena.Siendo la villa Itaí desproporcionada y laberíntica, las averiguaciones sobre el paradero de la Negra Timbó resultaron contradictorias; incluso las que realizó en los prostíbulos - donde requirió magro placer-, fueron insuficientes. Descartó por lo tanto que la mujer legendaria en el amor precisase de aquella profesión para vivir y se sintió confundido por la incertidumbre.Antes de recabar datos precisos en los de Lucas Ramirez (ex-compinche de correrías y ex- marido de la Negra Timbó), cuando lograba dormir, lo hacía con un ojo abierto y sin dejar de musitar el nombre de la anhelada mujer morena.Para llegar a la vivienda, Nuñez atravesó pasadizos legamosos y el pantano de los sapos. Detrás, había un terreno resbaladizo donde los mocosos de Ramirez jugaban a la pelota y en forma oblicua se incrustaba la pocilga de sendos ambientes. Se dispuso a entrar dándose cuenta que Lucas Ramirez sobrevivía a su peor época._ Parici mentira tanto año, ché..._ dijo Lucas, y aunque apenas se reconocían se dieron un abrazo entrañable.A diferencia de Nuñez, Lucas Ramirez era corto, patizambo y rechoncho: tenía la cara pulposa- "mi geta" - decía él - y arrebatada por el exceso de vino. La mirada entrecerrada, oscura, se había vuelto apagada y la boca, repleta de saliva y con dientes podridos, había perdido la costumbre de la sonrisa. Parecía un rostro esculpído a puñetazos.La mujer de esos días, apodada " La crenchuda" ( por su pelo de puercoespín) era peor que el marido, mejor dicho, se veía más desolada, aunque la visita de Nuñez la puso contenta. Este, al verse saludado y festejado por el enjambre de mocosos, se sintió una mosca blanca entre moscas negras, pero no por el matiz de su piel sino porque imaginaba el cercano porvenir de dicha que se auguraba para sí mismo junto a la mujer morena.Pero antes de indagar por ella, desparramó en las manitas percudidas caramelos y chocolates._ Te veo bien Lucas_ dijo sin sentirlo._ No como en aquillos año...¿eh?En la piecesita, donde Lucas encendió una vela y extrajo de un sucucho roñoso su botín, le explicó que de la venta de ese equipo de C.D de un vehículo trabajosamente desmantelado dependía la susbistencia de su familia. Movió compugido su cabezota al decir:- " Ya no me dan la pierna pa, fanar...ya no tengo reducidor ni posibilidá de pelecheo" y lagrimeó flojamente. Nuñez eludió el mal momento preguntando si acaso " El Lulo" estaba preso. _ Pior. Lo sacramentaron en una batida de antiyer. Sin él los di esti setor estamo jodido..._A Nuñez le fastidiaba las llorosas explicaciones del compañero seguramente destinadas al mangazo; además no quería dilatar el motivo de su venida y ya no soportaba los vapores hediondos que fluían del apisonamiento de tierra. Se tapó la nariz con un pañuelo impecable, como si sonase una mucosidad e intrigado preguntó si acaso habían enterrado a alguien. Lucas, certero y perspicaz por un instante, indicó el pantano adyacente como emanador de los efluvios insoportables. En el mismo sentido, Nuñez preguntó si todos cabían en el miserable reducto en el que estaban y el otro repuso:" Cabimos todos, ché y si hacer frío nos calentamos culo contra culo".Entretanto, en la cocina " La crenchuda" revolvía afanosamente un guisado. Nuñez aceptó a disgusto la silla insegura ante la mesa casi servida y puso el resto de su esperanza en que se iría pronto._ ¿ Y vo, tiné reducidore, Ruben?_ Hay dos disponibles en el norte, te doy las direcciones_ le entregó el papel con un croquis desparejo y supuso que se daban las condiciones para ir a lo suyo.Lucas guardó el papel con los preciados datos de sus salvadores y sorbió feliz su vino chasqueando la lengua. A pesar de sus reiteradas negativas a la amable invitación, Nuñez no pudo eludir el temible guisado. La familia ante la mesa vacilante conformaba un bloque parloteador que deglutía sin posibilidad de indigestiones. Al rato decorcharon la tercera botella de vino y la crenchuda sirvió la segunda vuelta del masacote que ni bien aterrizó en los platos fue consumido. Las entrañas de Nuñez se rebelaron; tuvo que beber en abundancia para lograr digerirlo._ ¿ Así que vo también andá desbochao con la Negra?- comentó Lucas cuando entendió la causa de la imprevista visita y exclamó: " Tá, gueno, ché - aflojó el cordón que sujetaba sus pantalones galvanizados de mugre y dijo socarrón-,¿ Quién iba a decir que vo te preocuparía por esa hembra?_ ¿Por?_ Por que saben que juí el marido y vario pelotudo vienen todo lo año averiguar por ella...Considerándose otro " pelotudo", Nuñez se sintió humillado. Los ojitos de ratones satisfechos auscultaban sus reacciones y silenció una imprecación: " ¿ Por qué me miran así hijos de puta?"Para colmo la crenchuda, celosa de la mención que se hacía en sus narices a la Negra Timbó, lo miraba bizca y con enquina. Nuñez abandonó la cuchara sobre la porción del duro y frío masacote, que esta vez le sirvió con bronca y de prepo, y se esforzó por mostrarse de nuevo amistoso._ ¿ Y vos por qué la dejaste?_ Le errás, ché, con ella es jorzoso irse. Eso sí, aunque la cosa ande pa, la mierda, le cumplo con la pendeja..._ Ah, tiene una ratona tuya...- concluyó Nuñez decepcionado. No captaba del todo el significado de la explicación._ Ahí son varia...Una es mía.- Aclaró Lucas y chupó agradecido el cigarrillo invitado por Nuñez._ Parece complicado- dijo éste y fumó con desperación, queriendo ahuyentar su repentino decaimiento._ Para nada, ché. Lo elogio que se hacen de la Negra son menore que la realidá...Atracado de guiso, martirizado por retortijones y la sangre rebotándole en las sienes, Nuñez volvió a su casilla infernalmente descompuesto. No obstante, ningún malestar podía disminuir la felicidad que sintió al saber donde vivía la mujer morena.Pasaron unos días hasta que, con el cabello pulcro e impecablemente vestido, trepó los espaciados peldaños que desembocaban en el mirador de la amplia vivienda de la Negra Timbó. Esta era atípica. Aislada y de gran solidez, estaba demasiado bien construida como para pertenecer a la villa miseria que, desde el mirador que la circundaba, se diferenciaba a la distancia atiborrada de chapas y cartones.La casa de dos plantas, había sido ensamblada sobre un vigoroso y secular entramado de quebrachos previendo las crecidas del río vecino; como testimonio se podían ver las marcas seglares de las inundaciones que nunca mellaban la dura madera.Desde la amplia y alta galería enrejada, se le reveló a Nuñez aquel panorama de viviendas precarias de Itaí. A partir de la extensión enlomada y verde se formaba la gigantesca cuenca que las contenía. Lo más sorprendente para él fue descubrir que el deplorable e inextricable amasijo de casillas conformaban una colmena inmensa estrictamente centralizado en ese sitio donde ahora estaba, entonces murmuró: " La Negra Timbó es la Abeja Reina de este gigantesco panal" y por un rato quedó deslumbrado cavilando en esta formulación inédita.Pero de repente tuvo ganas de irse de allí; no podía evitar la conternación, la perplejidad y el miedo. Pero tomando aire y coraje siguió esperando que alguién atendiese sus reiterados llamados pues desde que había llegado no hacía otra cosa que golpear con los nudillos sobre la gruesa puerta infructuosamente. Por suerte, oyó que desde la ribera serpenteante, detrás del recodo arbolado, provenían voces suaves y rientes. Con impaciencia se dirigió hacia el umbroso recreo y al irrumpir en el grupo de jovenes morenas en cuclillas quedó azorado. Rodeaban una mesita plegable y jugaban a los naipes. El saludó a todas y cada una tendiéndoles su mano con exagerada cortesía, balbuceaba su propio nombre al presentarse y no cesaba de disculparse por ser inoportuno al estar ellas semidesnudas. Y de pronto se sintió como un ganso que quiere evaporarse en una carrera al disloque o, más bien, como un gaucho ebrio al apearse del caballo. Ebrio de ver tantas caritas de mentones proporcionados, de ojos redondos, grandes y brillantes que lo miraban con curiosidad; ebrio cuando algunas de esas ninfas morenas corrieron hacia la adyacente orilla para llamar a la madre a quien Nuñez entrevio, al asomar el espléndido torso de la superficie leonada del río; ebrio al advertir que la mujer morena era más sensual de lo aventuradamente soñado y ebrio al notar que la faz atezada lo contemplaba con ojos entornados y de esas pupilas de fuego provenía una brisa impiadosa y también una frialdad metálica al decirle sin la menor emoción: " Sé quien sos. Conocí a tu padre muy bien. Es una lástima que haya muerto ya que todavía no saldó su deuda conmigo."Si bien tal comentario lo aturdió, enseguida su mirada empelotada se enganchó a la ingravidez del cuerpo moreno que emergió de las aguas por completo y se dirigió hacia él. Nuñez fue irremediablemente atrapado por la belleza de los senos que se balanceaban como oscuras palomas salidas sorpresivamente del pajonal e irremediablemente atrapado por esos ojos ambar y por esos labios de miel. Pero antes de emerger del todo, los brazos habían gravitado sobre la cabeza redonda y los dedos finos escurrieron la cabellera que chorreó y se fue deslizando como un pesado plumaje sobre el espléndido arco de su espalda. Nuñez, atónito,cohibido, inútilmente luchó por salir de una especie de cortocicuito. Sin cesar se preguntó que habría tenido que ver su padre con "semejante preciosidad de mujer." La mujer morena, ya junto a él, le tendió la mano que entró en la suya como una tibia joya palpitante, plena de juventud. Pero "La Abeja Reina"- (así la llamaría siempre en su interior)-, continuó con la pormenorizada evaluación - vivaz y despiadada-, como si el desasosiego del visitante no requiriese conmiseración. Nuñez percibió de inmediato la peculiar fragancia que emanaba de la mujer morena. Sus olores eran sutiles: a sol que entibia, a agua de manantial que escurriéndose en gotitas adornaban con huidizo brillo su piel de caoba, y además olía a los ábolados que los rodeaban como si siempre hubiese aflorado de sus frondosidades. Y al quitar de su mano torpe, la pequeña mano palpitante y decirle que era un gusto que se hubiese acordado de visitarla, Nuñez se fijo a la sensación del huérfano abandonado a un trance durante más tiempo del que cabría soportar._ Bueno- dijo la Negra Timbó- ahora se vuelve posible de que el hijo se haga cargo alguna vez de la deuda impaga del padre...- Y dándole la espalda, se alejó para secarse con un toallón que pendía, con otras prendas, de la rama baja de un sauce. Mientras eso hacía empezó a mirarlo con otra expresión, una expresión conciliadora suave y dulce. Al caer en cascada el cabello abundante ya seco, ocultó de su rostro oval las pequeñas orejas. Se puso la bata blanca y le sonrió. Por encima de sus labios espesos, la pequeña nariz anhelante le prestaba mayor expresividad y encanto. De pronto su fisonomía se volvía sociable y al volver hacia él, el cuerpo flexible onduló con la rítmica animación de sus caderas maravillosas. Ajenas a estos pormenores, las hijas ya habían dejado el juego de naipes y se alejaban hacia la cercana vivienda. La madre las siguió. Se marchaba sonriendo una vez que le dijo a Nuñez que la esperase. Sensibilizado por las siluetas eróticas que se iban en fila india, Nuñez esperó pero inquisitivamente. En primer término le pareció raro una mujer joven pródiga en hijas mayormente núbiles. Le pareció singular que tuviese un cuerpo tan firme y elástico y que sus formas fuesen estrechas y sin señales de los murmurados combates lúbricos con un sin fin de hombres, a través de varias décadas. Por otra parte, lo aguijoneaba la relación que había tenido con su padre y apremiado por deducciones inconclusas aumentó su abatimiento aquella deuda heredada que, de ser mínima, no le hubiese ella reclamado y de tratarse de una cifra cuantiosa afectaría su propia seguridad, indudablemente. Memoró el recibimiento, su propio estado de pánico y su percepción del misterio en la mirada de una mujer bellísima y que a la vez y por instantes relampagueaba con rayos de malignidad. Entonces retornó su apremió por escapar y no volver ya nunca. Pero al ella reaparecer sonriendo como se había ido volvió a motivarse su pasión que suponía oculta. La Negra Timbó trajo un termo y los implementos para matear. De modo que sentados a la margen del río, debajo de los sauces llorones, el tiempo empezó a detenerse y Nuñez rogó a la virgencita de Itaí que la mujer a su lado tuviese el alma simple de cualquier mujer.Empezaba a resfrescar y debajo de los árboles, se respiraba el clima apropiado a la confidencia desapasionada. Así lo supuso él.Y también supuso su propio control a pesar del ansia loca de revolcarse en la cama que fantaseaba por el sólo echo de verla a su lado. El elixir afrodisíaco que emanaba la Negra Timbo ( La Abeja Reina), lo entristecía, era demasiado poderoso para no caer en el deseo frenético e incontrolable. Embargado por la emoción atropelladamente la interrogó sobre su pasado. Y cometió una burrada._ Deberías desprender las larvas de la debilidad- dijo ella reprensivamente.Nuñez tragó saliva. ¿ De qué hablaba? Ella pausadamente le explicó que los cuerpos humanos tienen un imán para absorver las ondas negativas creadas por la mente. ( ¿ Ah, sí?- dijo él.) Y la envidia, las mentiras y todas las debilidades y defectos originan esas larvas que se adhieren a la irradiación natural de nuestras pieles.(!.............!- él quedó mudo.) Y ella luego se puso hablar de los problemas y dificultades por los que atravesaban los habitantes de mi " villa" y codificó las enfermedades endémicas y la indigencia que la asolaba e insistió en aquella vieja idea de encabezar un fondo asistencial para empezar a revertir esos males.Visiblemente conturbado, Nuñez tuvo la sensación de la felicidad y la desdicha al mismo tiempo. Por primera vez, experimentaba el amor y se sentía inepto, sobrepasado. El era un tipo forjado a los ponchazos, con un carácter hecho de colgajos morales, disponible a la pobreza espiritual ¿cómo entonces, operar alguna audacia, algún refinamiento para que ella lo admirara? Nuevamente lleno de pánico la escuchó agotar aquel tema de la pobreza de los villeros y sólo al hacerse la charla más íntima le volvió el alma al cuerpo. Sin embargo, la pícara idea e intención de lograr una caricia, un roce prometedor, se diluyó a medida que ella repasaba las vicisitudes de su pasado. Oscilando entre la inquietud y el desaliento, él pujó para que el tiempo que allí parecía inconsistente, pasase con rapidez. Al centelleo de los ojos infinitos de la noche la mujer morena calló y se dispuso a partir._ Ya es hora- dijo- pero vení cuando quieras, me gustó charlar con vos.Se alejó cadenciosamente, como si sus formas onduladas modificasen la penumbra.Y Nuñez desanduvo la turbiedad de las callejas de la villa miseria todavía asustado. Asustado por el frío repentino y la noche cerrada y por el vaho que se enroscaba en sus piernas ya invisibles: su interior era puro susto. Llevaba consigo, impreso en sus asustadas retinas, el cuerpo desnudo de la mujer morena. En el corazón se le habían grabado los ojos nocturnos y la susurrante voz del final de la charla y como el poeta que jamás soño ser, iba musitando: " Abeja Reina de mi alma." Y encadenado aquel susto que duraba y aquel amor que sólo se siente una vez en la vida, arribó a su vivienda. Por la noche, sin sueño, recordó la narración que la Negra Timbó hizo de su pasado. Durante la pubertad tuvo maridos y amantes que terminaron por serlo. Ellos originaron la leyenda de sus atributos amorosos sobrehumanos, si bien ninguno fue capaz de mantener con ella una relación fructífera.Según su versión " una vez saciados desaparecían inexplicablemente." Podía conjeturarse crueldad y desaprensión en los innumerables rostros anónimos que la mujer morena denominó " mis hombres...lo hombres de mi vida", e imaginando toda clase de injusticias y abyecciones Nuñez los deploró, aunque probablemente él hubiese cometido los mismos agravios.En realidad había entendido casi nada de la real hondura de los padecimientos de la Negra Timbó. Y al desandar repleto de aquel susto por los intersticios malolientes y brumosos de la villa miseria donde había nacido, tenía el presentimiento que ese estado amoroso que sentía no desaparecería jamás. A medida que avanzaba esa noche insomne, le escoció reconocer su ineptitud ante la sobrada experiencia de ella. Con destreza sorprendente escapaba a cualquier control y esa cualidad elusiva aumentaba su necesidad de certeza menoscabándolo. No era de macho aceptar un papel inferior, hubiese sido no tener las bolas bien puestas y todavía padecer por eso.. Y quiso creer que ella había ignorado que lo descolocaba con facilidad, prefirió creerlo porque en su mundo hostil no cabían las sutilezas. Pero, recordó, mientras retornaba a su vivienda medio muerto de susto, que se confesaba que esa Abeja Reina era peligrosa y que ya no debía volver a verla. Pero en su cuarto, esa larga noche sin cerrar los párpados más que para rememorar la espléndida desnudez de la mujer morena, se sumergió en la almohada, artificio inventado para calmar un tanto su pasión y la fantástica excitación que lo abrumaba haciéndole pronunciar palabras de amor.Por varios días anduvo irresuelto, incapaz de decidir qué hacer. La desventura de la oclusión se arraigó en tal forma que comenzó a desquiciarse. Clausuró sus salidas. Imaginó que estaba preso de amor y eludió a lo guapo los gritos de sus pares que lo invitaban a la parranda porque consideró inútil pretender descargarse en los prostíbulos, a los que antes era concurrente asiduo.Finalmente los aplazamientos de sus salidas y cavilaciones cedieron. Un ramalazo de aliento vigoroso le llenó repentinamente el ánimo y se preparó para visitarla de nuevo. Había comprado muchos regalos, muchas finezas que atiborró el baúl de su poderoso Mercedez Benz y el día de la primavera golpeó con ímpetu la puerta del mirador. La Negra Timbó lo recibió fríamente. Observaba a su pretendiente que ardía como una brasa, rodeado paladinamente de tributos y le cerró la puerta en la cara.El incidente debió olvidarse; por lo menos Nuñez perdió concciencia de esa metida de pata y ella, no creyó meritorio mencionarlo la vez siguiente. Pero las faltas de ubicuidad de Nuñez no cesaron. Exageraba su modocidad, rebuscaba las palabras para agradecer las invitaciones a cenar y, en las charlas de sobremesa, derramaba el anís e invariablemente hacía añicos alguna rara porcelana oriental. Contrito por sus torpezas, solía huir bajo algún pretexto, llevando consigo el sentimiento de lo malogrado. Muchas veces, es cierto, intentó revertirlo proyectando su propia desvalorización en aquella extraña familia de la que era, después de todo, el hazmerreir. Pero el propio menosprecio había ya tocado fondo y en las noches se manifestaba a través del ensueño patológico:un amasijo de alucinaciones eróticas que llegaron aterrorizarlo. La mujer morena actuaba en esos sueños partiendo de una feroz y frenética lucha sexual para al final metamorfosearse en araña tejedora de la pegajosa red donde él quedaba definitivamente atrapado. Despertaba de esos sueños temiendo enfermedades como un hipocondríaco. Las incursiones on´piricas, durante el día lo ponían de mal genio y furiosamente se desquitaba rompiendo objetos valiosos contra las umbrosas paredes de su cuarto. A puertas cerradas ensayó fabular algún modo de persuación que conquistara a la mujer morena y la hiciera suya para siempre. De ello resulktó la disposición a entregarle la vida, su dinero malhabido y a ser su esclavo. La única condición era que se le entregara sin restricciones de horario sexualmente una vez. Sölo una. Y al soñar la noche siguiente que eso ocurriría se sintió completo, sublime, elevado. Sin embargo todas aquellas ensoñaciones a duras apenas atenuaban los delirios de su pasión y resignadamente volvía al mirador , y se conformaba con ver y escuchar a la Negra Timbó quien por enésima vez y con idéntico tono, susurrante y conmovedor, le narraba la ingrata versión que el nunca conseguía entender porque estaba pendiente de los roces de su mano en la mano de ella y de sus olores enervantes.Las desalantadoras alternativas terminaron abruptamente la noche que la mujer morena le dijo: " Ruben quiero que seas mi marido. De acá a dos meses nos casará Ivanof que entiende de esta cosas.Nuñez sintió un alivio inconmensurable ...y curiosidad. Pero dejó de lado la pregunta( de por qué debía casarlos el jefe gitano en una carpa y no el cura en la Iglesia como Dios manda), porque estaba enloquecido con aquella revelación de su amada: " La Abeja Reina por fin me demuestra su amor" murmuró para sí, y atrevidamente le pidió un beso para sellar el compromiso. Recibió un abrazo y un beso apasionado que lo electrocutó animicamente, y luego medio flojo y estúpido, tal cual él lo esperaba pero mucho más. Sin embargo su futura consorte enseguida pasó a otra cosa. Consideró primaramente los preparativos para la boda que debía ser fastuosa. Por su lado, el novio, generosamente dispuesto, le cedió toda iniciativa al decir: " Mi amor, hacé lo que se te antoje". Por supuesto no se percató de su imprudencia; las apatencias de innovar de su futura esposa contenía ribetes maníacos y, como nunca antes, la vivienda se sacudió hasta los quebrachos. A la parte superior no se la podía convertir en una residencia pero si prestarle esa apariencia y, de tal de modo, se construyeron buhardillas y ventanales y se cambiaron los techos de chapa por tejas azules que llegaban hasta los aleros de la galería y el mirador donde se adecuaron manuelines ( pequeños observatorios elegantes), y en las inmediaciones verdosas se cambió el cesped por un parquizado tipo oriental con un lago central donde se vieron maravillosos peces de colores, de todo tamaño. El amplio recibidor de la casa recibió los honores del cine y, en igual forma la cocina que se copió integramente de una película norteamericana pero mucho mejor. La sala de estar, espejada en el fondo, lució con nuevos tapices, Chifonier, juegos de muebles laqueados, vitrinas y repisas con minaturas orientales, porcelanas Meissen y Satsuma Imperial. En las paredes se colgaron cuadros europeso de J. Navarro, Zuluoga y Boudin entre otros.Al volver de la ceremonia, efectuada en la carpa del jefe gitano, que recibió por la consumación espiritual de la pareja una suma grandiosa, tuvieron una recepción magnífica y atípica. Los trescientos invitados en su mayoría vestidos con extravagancia, suspusieron que el festejo duraría dos días o más; pero se llevaron un chasco. Al cantar los gallos de medianoche, se paralizó la orquesta de cuerdas gitanas y se retiraron de las mesas de mármol los manjares y las bebidas. La Negra Timbó en reserva, escoltada por todas sus bellas hijas, mostró una ves más su carácter decidido y violento. En primer lugar exigió a su marido que dejase de disparatar y beber; enfrentó fulgurante a sus ex-maridos safados y borrachos y los echó a puntapiés. Cuando volvió a su aspecto calmo, pidió al resto que se fueran.Al cabo de una hora, en el silencio de la habitación de la mujer morena, la línea flexible y ondulante de su cuerpo de caoba fue reconocido por las ansiosas manos de Ruben Nuñez. Como aseguraban los murmuradores la Negra Timbó era una luchadora incansable en las lides amorosas. Nuñez probó la plenitud de sus aromas y alimentado por su aliento fue envuelto en el deleite supremo del crispado y sistemático ir y venir de las caderas lunares. En amortiguado resplandor de la lámpara la contempló antojo y absorvió muchas veces el sofisticado filtro erótico sin notar el paso de las horas y de los días y creyéndose el rpimer hombre que recibía los dones de esa mujer superdotada en lo sensual.Pero inesperadamente, la inconmensurable plenitud fializó. Fue al promediar el verano. Amanec´pia y su mujer, luego de los espasmos y tensiones del amor, se dirigió al ventanal a sistir al nacimiento de la sangrienta aurora. Desde allí, poco después, despertó a Ruben Nuñez para decirle, con voz imperativa aquella letanía escuchada y jamás olvidada por cada uno de los ex-maridos." Querido, amor de mi vida, todo se cumplió en mi corazón. No nos veremos en este lecho nunca más - y agregó señalando su vientre levemente hinchado_ Cuando ella nazca llevará tu apellido. La verás cuando quieras siempre que aportes para su sustento y el mío... ¿ Qué será eso que a mi venasvuelven locas como el rayoy ebrias como el vino?¿Qué será eso que hieremi alma y fatiga mis sienesencadenada alados designios?¿ Qué serán estas nochesde pesados deseosde simientes que pujany ebrias como el vinose refugian en mi mente? Juntos esperamos volviese el perdón,pero tantas cargas nos pesan,tantas voces nos anidan,tantos ecos inundan nuestro jardínque sólo podemos mirar pasarla solitaria brisa de la mañana.Si voz amases esas mañanascomo yo las amo,hallaríamos espadas de silencioSi vos amases estos instantescomo yo los amo,tal vez sabrías que soy dos,unido por un hilo sutil,y por una sutil influencia, del que pide perdón siempre soy dos. Tal vez repercutan voces,en el lodazal vacío.Tal vez a un ritmo infrecuente,redoblen y desfilen en un infinito caos. Tal vez, entre restaurantes sucios,la pradera se desgaje mortecina,la naranja voz del poniente,se desgaje como un eco hacia unvuelo infausto la memoria del pasado,se desgajen hacia un vuelo infausto rostrosindistintos, rostros que ahora pasan,enfocados como culos de botellas que sólo pasan, sólo ven y sólo miran.y sólo tal vez invocaré otros nombres,morosamente sin prisa y sin pausapara que repercutan en fragantesrelámpagos y en mentadas añoranzas. El vuelo colorido, moroso y alegre de las mariposas en la Plaza Mitre.La mañana dulce que acompañóel néctar de tus labios en el césped,la silenciosa respuesta que acudió lenta,la Iglesia que visiona el pasado y el porvenir,el repique de campanasy las fragancias que me llevaron a tu ladoel día restallante y el río tumultuoso,Tu grito ahogado y las manos tiesas,y, cuando ya no estás,las desvaídas notas intentando calentar mis horasaunque tampoco te sepa en la oportuna estrella. Quienes defiendan la absolución,o defiendan el prejuicio y el temor,o defiendan la precaución y la tozudez,defenderán la esquiva realidad que no perdona.Celebrarán el desconfiar de sus amigos,y de los consecuentes escándalospor el amante próximo a su mujercelebrarán conceptos celosamente guardados.Y ya que no es fácil pertenecer al plus cuan perfecto,¿ No sería preciso cubrirse y pensar por este lado?Protegerse ante todo o, como proyección mejor,¿ No cabría cerrar la vieja herida con suturasdel propio hilo mundano?¿Para qué transitar baldosas flojas que salpiquen nuestros huesos desconfiados?¿O caso esa sibilina rosa( en su belleza pristina)( en su amor prestado)no es también medulosa flor asesinaque esconde en su frágil tallo frágilde puercospín un filón de espinas?¡ Ni qué decir de algún fijador de ideasque actúa como gomina!¡ Ni qué hablar de esas Catedralesde mil metros cuadradosarduamente escalados!Si nada cambia de lugar, ni de condición ni estado,¿No cabe desconfiar mirando hacia todos lados? Habremos estado llenos de buenas intencionespero seremos juzgados por los hechos consumados.Habremos repudiado a esos mercenariospero nunca sabremos cómo perdonarlos,porque habremos caído de pronto en la cuentade que nada sabemos de los elefantes blancosni tampoco nada de los elefantes negros,absolutamente nada dentro del actual caos,absolutamente nada de lo que fuimos y seremos.Y cuando las imágenes se vuelvan inconcretas,tal huidizas, tan discontinuas y tan distantesque nos dará pena y pavor al invocarlas,habremos perdido un tiempo preciosorecuperando el paraíso matinal de los pájaros de larosa, de los narcisos, de la blanca cala procaz y de la disyuntiva amorosa como el juego de ajedrez.Pero habremos recuperado el tiempo perdidodesandando resueltos por el sendero arbolado,por la extensión pujante de los sembrados,y a través de las cumbres heladas de vientos feéricos,porque de nuevo habremos caído en la cuentaque a la hora de visitar a nuestros muertos,que a la hora de consumir rondas insomnes,que a la hora en que el mundo entra en su cénit( con un faso apagado en mortecinos labios),con un rosario prendido a dedos insensibles,con un rostro espejado irreconocible en el baño,después del sueño marchito del que fuimos robados,y aún con el afán del amor insatisfecho,que seremos cien veces perdonadospor aquel que inclina la balanza del azar,por aquel que pierde con nuestras pobres mediaciones,por aquel guardián de nuestros 35.000 días vividos,vividos y soportados sin razones.Por los 35.000 días referidos a esta historia,- que pudo ser tuya, que pudo ser otra o pudo ser mía-.Y luego de vivir despechos extremados,injertados por esos dudosos héroes de barro,que dieron la espalda a la guerra fratricida,Y luego de ser ignorados y caer derrumbados,en el aciago despertar habremos exclamado:" ¡ Dónde están madres!¡ Dónde están hijos!"Y habremos salido del frío episodio con un:" No importa el milagro es existir."El milagro es respirar el universoconcedido a la aventura.El milagro es volvernos cabezas infantiles,rumores en las calles y en vocingleras plazas.El milagro es mirar a las novias invírgenes,tumbadas en plúmbeos lechos nupciales.Y habremos salido de aquel frío episodiohacia los tenues vagidos de la luz.Hacia la miríada de vagidos atemporales.Y habremos consumido de esos corazones duros,obstinados negadores de la propia sustancia,caricias, desplantes, absurdas instancias;de la tristeza triunfal al más triste fracasode cuando fuimos cruelmente vejados...Porque nunca sabré finalizar este poemaporque el final de este poema ya no existepero sí existe el palpable sentido de la vida,unida a la tortura de las épocas sombrías,porque sí existe la veladura de la verdad,y también existimos inciertamente vos y yo.Existimos quienes nombramos lo innombrable,Existimos quienes gritamos regularmentelos murmullos esenciales de la cegadora violencia,Y existe aunque más no sea nuestra Fe en Dios.En el milenario canon de poner la otra mejilla.En el milenario canon de aprender misericordia.En el milenario canon de aprender del Crucificado:" Amaos los unos a los otros, amaos...."Aunque el mundo anide de trampas amaosAunque el mundo sea torpemente desvastadoamaos lo unos a los otros, amaos, amaos... Apegado a tus labios de moluscoy a tu piel como hiedra desvaída,o como la enamorada del muro,recojo mi sed de mis cenizas,caigo de mí mismo y transcurren las horas.Por esas horas encanalladas, por esos labios resecos, le pondré el pecho a la aurora.No importa que me retuerza de pavor, ni que zumbe tu recuerdo en el silencio,no importa que no recoja orquídeas fogosas cautivo de tu pelo, de tus manos y de tu boca.¿ Acaso importa que mi soledad se marchite sola?Ya tus senos no lloran el amor precario,ya tus piernas no aprietan el viento guardado.Ya obtuviste el blasón de mi vida.Ya lograste lacerarme con tu látigo. , Palpar el amor, apropiarse del amor,es pecar con vileza, es amar las curvasacolchadas de sus caderas,Es la impudicia del vouyerista,que la cobardía no detiene,porque si te detiene mueres de espanto,Entonces.Es preferible la reivindicación pública.Es conveniente excusarse por tamaña culpa,Es preferible la miserable confesión del alcahuete,a la infamia de quien no se abre las venaso que asistas a tu propio funeral borracho y promiscuo,a que abras tu boca como un pescadoy mires de reojo a los infieles,apresurando el paso como un tunante,arrepentido como energúmenopor haber herido con gran placera los fieles votos ante el altar.¡Pero Chito, que nadie juegue este partido!¡Qué nadie pierda la sensatez,ya que dejar a una por otra emputece!Encarajina, emputece y complica.Entonces.Mejor ponerse a salvo en la virazón,y nunca caer en el proceloso amor.No sea el caso que se enreden las entrepiernasy todo quede en su justo término.¡Cuidado pues: Eso no se hace!¡Cuidado que Romeo y Julieta,una vez más, depusieron sus armas. ¿Okey? ¡Okey! Autor: Alberto Carranza Fontanini. (Género Cuento) El clásico del cine truculento interpretado por Bela Lugosi, finalizó entre las tres y las cuatro de madrugada y, antes de acostarse, sólo con nausea logró deglutir el trozo de carne apenas cocida. Ya en la oscura plenitud de su cuarto, emergieron del agitado sueño escenas evocadoras de aquella película vetusta; escenas espantosas, escenas fascinantes como los secretos más íntimos o como las nefastas flores de una noche sublunar cuyos tenues aromas aturden los sentidos enervando toda resistencia. Tal vez aquelas criaturas desalmadas que advinieron a la penumbra desde la pesadez que embargó su sueño, fuesen esenciales como el sumi-e: germinando en los abismos sin luz (provenientes de la espalda virtual de esa oscuridad horrorosa), surgiesen en las sombrías calles del mundo acechando los inocentes cuellos de las posibles víctimas.Tal vez pasando a su lado como ráfagas de ultratumba algunas noches las cruzó; pero al saber el origen de la sustancia que las patentizaba en una vida irreverente y extraña ya no podrían engañarlo. Ahora sabía cuál misterio las delataba y, en adelante, protegería su cuello con la cruz guardada desde la última peregrinación, con cabezas de ajos ocultas en los bolsillos de su gastado pantalón y desplegadas en los umbrales ( ristras enteras colgaban prolijas en el armario de la cocina), y con una daga que diseñaría con una pata de la dura mesa, en la ocasión propicia atravesaría sus embalsamados corazones.Convecido de que esos preparativos evitarían la confiscación de su preciosa sangre, reafirmándose en una vieja costumbre juvenil, exclamó ¿OKey? ¡ Okey! Sin embargo, el amparo fue ilusorio; en cuanto apoyó la cabeza en la almohada y quedó dormido, no logró relajarse. Al siguiente intervalo - ya de madrugada- se levantó. Flotaba en la divergencia, asediado por el pánico vagó por las habitaciones de su departamento con las arterias fulgurando debajo de la epidermis en un orden impreciso, sin emanciparse de las imaginarias secuencias de esos seres sanguinarios dipuestos a perforar su palpitante carótida.En un instante de opaca lucidez quiso poner coto a la propia tontería y al considerar algún flagelo que le devolviese la cordura mordió sus labios con incontrolable furia. Vio en el espejo, deslizándose por sus comisuras, filamentos rojos de su propia sangre y por un instante lo engolisnó absorverla (¡ era espesa, sabrosa, dulzona!) Pero esforzándose para salir de tal fruición exclamó:¡ Nunca...jamás seré un infame chupasangre!Su elocuente negación la aportó el reconocer aquel gesto aprensivo evidenciado en el espejo principal (como es sabido, las figuras de esas espectrales criaturas no pueden reflejarse en ellos), por lo tanto, milagrosamente él permanecía a salvo. A sabiendas que daría revueltas en la cama por temor a ser rabiosamente mordido por alguna desalmada criatura noctámbula, estaría siempre alerta, con litros de café bien cargado nunca lograrían hacerle cerrar los ojos. Inutilmente fue buscando arriba y abajo de la alacena algún frasco con restos de café. ¿ Pero salir a comprar café a las seis de mañana con el riesgo consiguiente? Siguió errando confusamente; idas y vueltas, subidas y bajadas por las ruidosas escaleras que iban a su cuarto sin acertar con ninguna solución. Y aunque no le fuera posible vencer sus resquemor hacia la inexpresiva vecina del departamento de enfrente - a la que había sacado de apuros de pedidos muy sospechosos -, resolvió cruzar el pasillo de un par de metros para solicitar café. No podía olvidar que cada vez que ella había tocado a su puerta (y él abría siempre con la misma hostilidad), repetía el enigmático pedido: " Vecino,¿me daría unos churrascos para mí y para mi maridito, antes que enloquezcamos por falta de carne fresca? Solamente una vez, la cara-de-piedra se había aventurado a explicarle el aparente motivo de su periódicos mangazos: tanto el maridito como ella pertenecían al gremio de los desocupados y, aunque insolventes, tampoco estaban abonados a ningún seguro social o municipal. Por su lado, los familiares soberbios y tacaños, les hacían pito catalán, o minga tomá de acá.De cualquier forma a él que era muy astuto, no se le pasaba por alto un contrasentido: ¿ en qué fundamentaban esos dos carnívoros esa manía de pedir carne sanguinolenta en lugar de porotos, garbanzos o cualquier otro producto basado en verduras u hortalizas?Por fin, sacando fuerzas de la propia flaqueza; y venciendo su repulsión a esos vecinos angurrientos de proteinas carnívoras, masculló: "¡ Yo necesito café y voy a pedirles café! ¿Okey? ¡Okey! Pulsó el timbre con insistencia. Resopló estufado por cada minuto de espera.¿ Por qué no lo atendían? Entonces dos voces incomodadas repitieron en seguidilla: "¡ Ya... va!" ¿ Tenía taponados los oídos? Había creído diferenciar matices muy diversos e incomprensibles en las disolutas voces hematófagas.: en la voz de ella, un desfalleciente Si-menor. En la de él un Do-mayor que culminó con un mugido ultrajante.Al final, al entreabrir la vecina la puerta, emanó del interior del departamento la temible ranciedad. Sin maquillaje, con la bata de un rosa gastado, tenue y traslúcido recubriendo la blanca piel de su cuerpo ( del cual sobresalía el cuello mórbido, de venas lalentes), lo recibió con una sonrisa de cinísmo espectral. Estas facetas, más la mirada voluptuosa, le hicieron especular que había llegado en mal momento. Posiblemente una deduccón acertada ya que sin disimular su fastidio ella le espetó: "¿Qué quiere a esta hora?" _ Disculpé que los moleste, vecina....necesito un poco de café; quedé sin café y el alamacenero todavía no abre. _ Espere; ya le traigo_ respondió ella y acerrojó la puerta como si el solitario habitante del otro departamento fue un atracador. El esperó con la certeza de que los signos cadavéricos observados rápidamentre en la vecina, patentizaban la lubricidad y la truculencia. No era improbable que cuando pulsó el timbre largamente, ella estuviese dejándose libar su sangre por el marido hematófago y de ahí el Si-menor que emitió desfallaciente. De nuevo la mano escuálida, con uñas como estiletes, entreabrió la puerta y le aproximó la bolsita con gránulos marrones. Al descubir en la frágil muñeca dos orificios paralelos húmedos y rojos carmesí su mirada se desorbitó: Evidentemente, la languidez de la articulación del brazo al extenderse hacia él y la mano basculante delataban el hecho de las perforaciones ejecutadas por el habitual vampirísmo. El encorvó radicalmente su cuerpo al agarrar la pequeña bolsa que se le ofrecía y agradeciendo con brusquedad, de un brinco desapareció en su departamento. Resuelto a velar por su integridad física cerró la puerta con pasadores y con doble llave. Debía hallar un modo rotundo de trancarla. Debía impedir que esos dos muertos en vida refregándose las uñas lo contasen como futuro alimento. No se dejaría doblegar, actuando con prudencia saldría de sus miras; tomaba en cuenta el proverbial noctambulismo de esas espantosas criaturas y solamente en las horas en las que descansan en sus pestíferos sarcófagos, arriesgaría sus pasos hacia el ascensor o hacia las escaleras de servicio. En el día, lo mejor sería aprovisionarse, pero procurando volver siempre antes del crepúsculo. Mientras pensaba en esto febrilmente empezó a delirar. Una inexplicable repulsión se proyectó hacia la familiaridad que solía tener con la gente. Evitaría a los amigos y conocidos, evitaría los compañeros de trabajo. Transformaría su departamento en una bunquer y los Jefes sanguijuelas podrían esperarlo hasta nunca más ver. Disfrutó por anticipado su renuncia laboral. Ya no lo atraía la vieja manía de tratar con aire donjuanesco a las blondas compañeras de oficina quienes (ahora se percataba), acostumbraban a mirarle el cuello relamiéndose, aunque aún aceptase que en tal demanda de sangre fresca las presuntas vampiresas tuviesen prerrogativas sin duda agradables para él. Esa tarde, antes de atrincherarse en el departamento- caja- fuerte, entró en lagunos comercios cercanos. En la Iglesia (algo extrañado), el cura le bendijo un bidón de agua cristalina; en la Santería se surtió de amuletos, sahumerios, aceites esenciales y velas aromáticas. En el supermecado, compró además de varias botellas de Wysky, muchas bolsas de café y al volver y descargar todo aquello, sintió cvierta liviandad y cierto contento. Pero el exceso de café absorvido en pocas horas causaron una extrema reacción hiperkinética, de la que se repuso bebiendo una botella de wysky en las rocas. Para eso estuvo sentado largamente en el sillón de living cavilando- vaso en mano- en un silencio como el silencio estelar, que por momentos plasmaba huidizas imágenes, de colores, calidoscópicas. Cuando sus párpados agotados cedieron al descanso, quizá logró dormir pero tan sólo fue un poco. Se desconoce si padeció pesadillas en el silencio sin tiempo del sueño.Probablemente sí.Despertó de golpe, con un presentimiento terrible; un instrumento punzante le fisuraba el alma.Alguna criatura abismal en el pasillo rasgaba con empecinamiento el otro lado de la puerta. Alguna criatura diabólica quería envolverlo en sus negras alas de paraguas y ostentar sus filosos colmillos...¿Okey? ¡Okey!Con toda presteza pormenorizó las defensas: la puerta seguía sellada gracias a un mueble descomunal (arrastrado desde la habitación más lejana, con un esfuerzo similar al de un esclavo egipcio), que la hacía inviolable. Las ristras de ajo enrrolladas en los amuletos custodiaban todos los rincones. En cada abertura pendían esos tubérculos protectores de su preciada sangre y una grandiosa cruz atalayaba victoriosa su querido cuello. ¿ Okey? ¡ Okey!No obstante faltaban dos cuestiones. La primera, no había podido afilar una estaca como la gente (ni siquiera consiguió quebrar en sesgo la pata de la mesa de roble); la segunda, cada intento que hizo por levantarse del sillón resultaba infructuoso. Su trasero, con los miembros amasados por la flacidez provocada por el exceso de esfuerzos y del alcohol, quedaba atornillado al sillón y semejante extenuación anulaba cualquier consistencia muscular.Los rasguños del otro lado de la puerta no cesaban.¿Tenía otro remedio que inculpar a la vecina anémica que esta vez no venía por carne fresca sino por su delicada carótida, fuese la izquierda o la derecha? Basta con evocar los ojos adormilados, la escualidez de su figura y de su brazo al extenderle la bolsita con café para darse cuenta que detrás de su apariencia insustancial encubría la detestable glotonería de sangre floreciente. Imaginado su desglose, elaboró en segundos el plan que lo preservaría. Sin embargo, no podía erguirse todavía y tuvo que mentalizarse en que debía mantener su pequeña dosis de sensatez hasta la salida del benefactor sol. En cuanto el astro galáctico enviase sus brillantes mensajeros de luz, su invalidez desaparecería como por encanto. Podría entonces acercarse a descorrer las cortinas y los poderosos rayos esparcirían doradas franjas en el interior de los ambientes. Sería ese el instante propicio de destrabar la puerta para dar paso a la miserable criatura que se empeñaba aún en rasgar la puerta. Y al abrirla , amablemente burlón, le diría: " ¡Pase querida, pase por favor...!"Y al ella entrar dispuesta abalanzársele, los candentes rayos le causarían penosos estragos; corromperían su piel, demolerían sus huesos secos, extirpando para siempre la pervesidad de ese cuerpo falsificado para la dudosa inmortalidad terrestre. Lo haría a la parrilla dentro de un infernal fogonazo...¿ Okey? ¡Okey!Conforme con el maravilloso plan, esperó confiado en el mullido sillón mientras consumía el resto de la tercer botella. Y al ascender el sol en el horizonte el momento crucial había llegado. Pero en cuanto quiso ponerse de pie cometió una torpeza insuperable. Vaso y botella cayeron de sus manos estrellándose en el piso. Avanzó a tontas y a locas; las plantas desnudas de sus pies presionaron los agudos fragmentos y comenzó la sangría. A cada paso el espeso líquido que manaba de las plantas de sus pies regaba el parquet. Los agudos fragmentos, como un torrente anegaron su sangre sobre el parquet y sin embargo, con gesto sañudo, él proseguía la marcha hacia los ventanales, cubiertos por gruesas cortinas, dando los últimos pasos hacia el fin de la noche Los Piolas. Autor: Alberto Carranza Fontanini. Al escuchar a Jacinto excomulgar a nuestra ex- amante, sentí el dudoso consuelo de no haber sido el único afectado por los cuernos. El quería mostrarse despiadado e imparcial pero leí en sus ojos relampagueantes mi misma humillación. Adiviné el corolario de aquel diálogo: sería en vano despreciarla. _ Mirá Juancho -dijo - no tiene caso, esa mina lleva la corrupción a flor de piel. _ ¿Crees que vine a defenderla?- repuse suspirando involuntariamente.Supuse que ambos estabamos incapacitados para dejar de amarla y por ello añorabamos la "flor de Lis" de su hombro mórbido; tatuaje realizado por un experto. Gabriela había pretendido que cada uno de nosotros se grabase una idéntica aunque más pequeña; la caprichosa marca haría más tangible su predominio. Indudablemente persistía algo tortuoso en esa exigencia. _ No sólo me refiero a su conscupicencia ¿eh?- recalcó.Pedimos al mozo más café. Sabíamos quienes eramos los estafados morales y materiales; todos buenos amigos, amigos de toda la vida. Cruzamos nuestras miradas con la tristeza honda e irremediable de los que se hundieron en el mismo lodo. Maldije la humedad pegajosa de ese mediodía lluvioso: no había modo de quitar el sudor de nuestras frentes y nuestras manos. Jacinto empalideció extremadamente. _ Se destapó la olla podrida con el asunto del crédito- me apresuré a aclarar- la intención que tuvo, al filtrear con unos y con otros, clarifica toda la cuestión...El crédito rondó en mi mente. Gabriela solicitó $ 200.000., al Banco donde me desempeño de tesorero y los cinco primeros vencimientos seguían impagos, y ya no pude ocultárselo al Gerente._ ¡La atorranta nos jodió bien jodidos!- estalló Jacinto. Su cara se crispó angustiosamente.- Che, tranquilizate...Hizo una mueca, algo se resquebrajaba en su estructura humana, no supe diferenciar si ese algo era físico o espiritual._ Aguanté a esa loca como buen porteño. Siempre inquieta como una avispa, tenía que parar en cada Casino, en cada Hipódromo...un " tour de force" con esa extorsionadora por ciudades veraniegas y por cada villa suntuosa,estaba claro que el asunto era fundirme la billetera... _ Te fue peor entonces, por que en mi caso no hubiese podido seguir esa carrera infernal con mi sueldo de bancario- repuse y me pregunté si habría servido de algo nuestro amorío. Sentí envidia por Jacinto y no estoy seguro por qué._ La nuestra fue una relación cenagosa, che :-dijo mirándome con ojos perdidos-; solía preguntarme:¿con quién estarás ahora perra de mierda? y me había acostumbrado a esperarla acechando desde la ventana, en el umbral cercano al sospechoso hotel alojamiento, o enfrente, debajo de una sombría ochava...me gustaba esa situación desesperada de espiar y celar como una bestia a otra bestia...( hizo silencio; breve, escueto su silencio);podría enumerarte las noches de martirio, noches de incomprensibles rencores, de recriminaciones y de odio y al final de amor...estaba consciente que por entonces se encamaba con vos y con los otros y sin embargo no la patié...Los ojos de Jacinto al lagrimear y ser enjugados con rabia se congestionaron, al final quedaron secos y enrojecidos. Extraña identificación anímica- pensé- levantándome de mi silla. Recorrí el local. Miré mi rostro en el espejo del baño con curiosidad. Traté de dibujar la silueta de grabiela y mía besándonos. No pude, mi rostro estaba poseído, parecía el de un loco; sonreí sardónicamente. Tuve miedo,demolí la sonrisa burlona y de nuevo me sentí conturbado. _ Gabriela nunca paraba de repetir esa historieta de su fracaso matrimonial con enorme y calculada persuación. Sabía usar al pelo esa cara de estampa religiosa, una pose que seguramente iba a seducirme. ¿ No te pasaba lo mismo,che?Ya habíamos entrado en un suspenso denso, casi inefable. Desde el baffle, nos llegó " Adios Nonino" quizá homenajeando nuestro esgunfio y tal vez apaciguando nuestros ánimos bajoneados, sobre todo a Jacinto que ya tenía las facciones enfermizas de profesor de música tísico y en declive. Esta observación mía apareció al observar su bien cortado cabello renegrido pegado a la testa armoniosa, al temblor de su bigotillo sobre sus labios finos y tensos, y al tamborilleo de los dedos musicales de su diestra sobre el mantel blanco, un poco menos blanco que el pañuelo inicialado con que enjugó sus comisuras al sorber su café, como un modo de despistarme de sus ojos que tenaces retornaban a las lágrimas.A través de las vidrieras de la enorme confitería solitaria, nos compenetramos en los perfiles otoñales de los transeuntes que rebalsaban las veredas con sus paragüas y arriesgamos que aquel diluvio que envolvía Buenos Aires, terminaría por inundar grandes franjas de la zona ribereña.Cuando Jacinto me interrogó especificamente por la deuda y qué podía ocurrirle an Gabriela si seguía empecinada en no pagar las cuotas, preferí no responder. Todos eramos sus garantes y me preguntó si había hablado de esto con Mazzini y con Quique. _ El Gerente me citó esta mañana: reprobó aquella recomendación que le había dado para otorgarle el crédito, y no dejó ni un minuto de rascarse los codos soriácicos, tan molesto estaba que apenas escuchó las seguridades que yo le di respecto a ustedes ( reitero: todos mis amigos eran avales de Gabriela.) A Gabriela le advertí muchas veces que era mejor hablar y ponerse de acuerdo, pero no me dio pelota. Me desconcierta su irresponsabilidad; la última vez que conseguí comunicarme a su celular, se lo dije. " Apretá a tus amigotes que me usaron hasta que venda el departamento" me contestó y veo que no bromeaba._ Será mejor no hacernos ilusiones. Esa mina vive el momento, te enrieda la soga...Mañana voy a dar la cara, voy a ir al banco. Ya que vas a verlos decíselo a Quique y Mazzini... La lluvia, al menos por un rato se detuvo y nos despedimos como dos perros abandonados al incierto destino de la ciudad tormentosa.Mazzini era un tipo más práctico que Jacinto, lo mismo que Quique en cuestiones de negocios; en las cuestiones sentimentales, en cambio, era el más sensible de los cuatro. Nos vimos en el café del Chino esa misma tarde. El café era sumario, un poco más amplio y con las mesas mejor distribuidas que los cafetines de paso que abundan en Buenos Aires._ Traé dos fecas, Chino-pedí. confiado._ No toi de mozo, toi de lavacopa. Dijo y nos sonrió desde el mostrador con su cara redonda-amarilla y sus ojos orientales insistieron en los titulares del matutino reaccionario. Mazzini era un tipo lleno de insinuaciones sentimentales y de melancolía. El pasado se había ensañado con él fijándolo a un presunto drama. Al enterarse de mi ingrata misión con su rostro ensombrecido empezó a consumirse en evocaciones._ Ya no admito que esa papusa mistonga me siga escorchando...__ Tampoco Jacinto,ni yo, tampoco Quique...- dije.Tenía encanecida la melena; arrugas profundas se ahondaban en su frente al agregar:_¿ Lloré por mi fracaso y ahora tengo que llorar por el de ustedes?Más tarde en su bulín ( un cuarto bien puesto, zaguán al fondo al 500 de Necochea), entre sus fotos tangueras me mostró un par de ellas: Gabriela y él._ Ella era feliz.Descorchó el tinto. Abrió el ventanal. Respiramos la humedad recalcitrante del puerto no muy distante._ Ya te digo, pibe; me conforta saber que ahora somos extraños. Esa mina es ladina, quizá le vengan bien las rejas. Decíselo a tu Gerente.Bebimos largamente. Me contaba despacio varias historias de grelas y reos. Con el escabio y los puchos se olvidó de sí mismo. Con su "sed de tangos" entonó imperfectamente: " Tu color, tu pálido color; tu mirar, tu límpido mirar, tu cantar, tu cálido cantar...- y así siguió cloceando con las mejillas encendidas-, y unimos nuestras voces borrachas con el verso final de H. Manzi:- " ¡De nuevo me dirá que sí...que sí!"A Quique lo hallé al día siguiente descansando en el puente de su velero "Adelaida", en el naútico de Zárate. Almorzamos con indolencia una paella rociada con un buen Torrontés. Me conservé prudente durante el almuerzo. Después de la siesta, contemplamos el Paraná y ahí fue propicio hablar de Gabriela._ ¿ Y la imunda tuvo el tupé después de lo que me hizo?- dijo fastidiado por el zumbido de un mosquito.- ¿ Qué te hizo?- dije sombriamente._ Nimiedades. Filtreaba acá con mi agente de bolsa, con mi abogado y con...¡bah! mujer furtiva como pocas;¿ miedo a la vida? ¿ al avance de la edad? Está perdida. Yo la aconsejé bien: le dije que si seguía por esa senda terminaría en la abominación. Se lo dije una tarde antes de cortar el vínculo que nos unió tres meses: " ¡sos fiel sólo al error, Gabriela!" Se encabritó y se fue.En las vacaciones siguientes la vi en la rambla Marplatense. Su hermosura se había purificado. Esa mañana caminaba con lentitud, en contra del viento marino que hacía revolotear su cabellera. El día iba a ser soleado, espléndido. En el bar, denotó el cansancio que empezaba acumularse en sus rasgos. No estaba dispuesto a ser comprensivo ni bondadoso con ella y, sin embargo...Después de un rato de charla le pregunté si había dejado clavado al banco por su excesos en el escolaso._ No, Juancho - dijo con un tono suave y percibí ( o creí percibir), su angustia, una misma angustia que nos hermanaba-, me vengué de ustedes porque estaba demasiado triste._¿ Triste, vos?- no lamenté que mi tono de voz denotase esa ironía pulcra que revienta._ Los hombres merecen lo peor, son crueles y egoístas._¿Mis amigos lo fueron? ¿ Yo lo fui?_ Ustedes vinieron después... - me miró,creo, compasivamente.Y me sorprendió. Se desparramó en sollozos, la imagen desvalida de su cuerpo convulcionándose imponía piedad. Le acerqué mi pañuelo y me senté a su lado para que descargase su pena en mi hombro. Supuse que mis amigos lejanos habrían aprobado mi gentileza, inexplicable._ Soy tan desgraciada Juancho, desde que Mirko me dejó.Imaginé que el tal Mirko era cualquier cosa, un gigoló, un rufián, una culpa por la cual una mujer buena se pierde._ Siempre acusándome, acusándome- decía ella sollozando sin parar- vivimos juntos, muy juntos, mucho tiempo estuvimos unidos y nos amamos, pero él de repente cambió, se volvió despiadado, no perdía ocasión para molerme a golpes, me hacía cosas..., que si las dijera te pondría los pelos de punta. El alcohol lo trastornaba, lo ponía un demonio: la noche que me tiró al suelo a puñetazos, deliraba, me acusaba sin parar de haberlo obligado a dejar a su familia: era un monstruo el que arrastraba hacia el fondo de la casa, hacia el parque, ¿sabés? Allí, en ese parque cavó un hoyo, me enterró hasta el cuello y se fue. ¿ A vos te parece? A la otra mañana me sacó y dijo lo más campante: "! Te merecías esta lección!" El estaba sobrio y después dijo: " de ahora en más sólo vas a servir para decorarme el Jardín, así que mejor ¡andáte!"; supe entonces que había entrado en su desamor y por eso me echaba para siempre... Cuento de antes y después. Autor: Alberto Carranza Fontanini. " Todas las horas hieren, la última mata" ( P. Romano) Había una vez un hombre común que se arrepintió de ser y resolvió dedicarse a contemplar el tiempo. Su mujer se enojó mucho con él y habló con sus hijos. Estos, le vieron allí, sentado a la puerta de su casa, con la vista puesta en la distancia y le preguntaron cuanl era la causa por la que había cambiado tanto. Pero no obtuvieron respuesta y el hombre siguió imperturbable, mirando los ocasos y amaneceres siempre cambiantes. La mujer, aunque decía amarlo, ya no quería estar con él; no quería volver a su lado y para justificarse decía a sus hijos: "¿Cómo podría continuar viviendo con semejante hombre? Y después de cierto tiempo buscó otro hombre que estuviese en sus cabales. Cierto día los hijos también lo abandonaron y la casa quedó desierta. Ellos creyeron preferible dejarlo tranquilo con su manía; además les pareció imposible sacarlo de sus trece, el padre no los atendía ni se dignaba a hablarles.El hombre adelgazó singularmente. Los ojos asomaron de la arrugada faz como ascuas apagadas y la barba, abundante, caía desprolija hasta su pecho. Allí, siempre sentado a la puerta, casi sin respirar semejaba una estatua pensativa, muda...es un decir, pues nadie podía segurar que respirase tal era su postura de quietud infinita. Los vecinos en un principio, fueron considerados y corteses al acercarle platos con comida y también al preguntarle por su salud. Pero también se cansaron de sus ojos vacíos y de su mutismo inconmovible. "¿ Pero quién se cree que es" comentaban entre sí, ofendidos, casi indignados y a la vez confundidos. Y se alejaron de él. De manera que si debían pasar ante la puerta de su casa rehuían mirarlo y saludarlo.Desde su resolución de detenerse a contemplar el tiempo pasaron cuatro años; entonces alguien dijo haberlo visto levantarse para estirar los miembros y enseguida volver a su postura habitual, temeroso de que todos se enteraran.Pero en verdad, el hombre jamás se movió, ni siquiera después de un siglo, transcurrido el cual descubrió dentro de sí quien realmente era. Cebar Mate autor:Alberto Carranza Fontanini. A medida que el auto avanza y sorbemos mate expandiendo nuestras miradas en el cambiante paisaje, observo a mi mujer en su acción repetida de engullir glotonamente los pan de leche y que de repente- movida por cierta malignidad- se da vuelta hacia mí para zampar uno en mi boca de Loro hablador, y así impedir por un rato que la moleste al interferir en sus comentarios agrios y triviales.Por añadidura, en un improntus casi desesperado, me concentro en el manejo del auto socorrido por una imagen cómica redentora: concretamente veo a mi mujer rumiando maníes durante las visitas dominicales al zoológico. Que ella esté encerrada en una de las jaulas sería un consuelo; una travesura mental que me regocija (bien sé que si ella sintiese lo mismo con respecto a mí, sus ojos también se llenarian de chispas burlonas), pero al reflexionar y darme cuenta de que con el mismo lenguaje compartimos idéntico destino me parece conveniente desechar esa idea desvalorizadora; lo cual es prácticamente imposible hasta que logro avanzar otro Km., cuando soslayando el sol restallante sobre los campos, la veo cebar mate con esa yerba misionera reconocible y a la vez noto que se queja porque se insinúa de nuevo su migraña, previsible desde que la escasez económica frustró su manía de comprar todo (incluídas las baratijas), y sus ganas de llorar. Ella sabe muy bien -¡ quién no!- que desde siempre la miseria se ensañó con gran parte de la humanidad mientras la otra siguió dedicada al dolce farniente. Seguidamente acude a mi memoria el concepto cívico del laisefer, ya que decidimos irnos de vacaciones casi amortizados. No importa - le digo a ella arrimándole un pañuelo para que suene su nariz y expela el atchís con un característico rebuzno rechinante-, estos días son nuestros y dalo por hecho que vamos a disfrutar... Su exclamación me deja pagando: "¡ Qué iluso que sos!, dice con sarcasmo. Y en ese total desacuerdo con mi perspectiva feliz, pasa por alto la poca esperanza que me ha ayudado a soportar la dura tarea diaria de esos meses pasados. Se que ella menosprecia mi resignación de bestia de carga, aunque gracias a ese aguante consiga cada día el pase de sobrevivencia...¿Cabe duda que seis bocas hambrientas traman una condena prolongada?A veces lamento que en cierta ocasión se nos haya escapado la posibilidad de irnos a un lugar diferente. Habría sido reconfortante encarar otra posibilidad, empezar de nuevo y sentirnos que vale la pena lo que uno hace con el sudor de los pies, ya que mi trabajo de vendedor callejero me obliga a caminar cientos de cuadras cada jornada.Pero se me ha evidenciado que nunca será probable en nuestra situación. Además no hay coincidencia ni diversidad sino oposición absoluta en nuestros respectivos criterios. Ella se hubiese ido para operarse las lolas y un sin fin de intervenciones estéticas " porque allá en estos importantes asuntos están super tecnificados"- dice ¿...? En realidad también sé muy bien de su anhelo de permanecer joven muchos años, lo que no es raro en el género femenino (ni tampoco en el masculino). Yo, para terminar esa especie de desacuerdo, le digo que se da por descontado que la fuente juventus es poco probable o casi imposible. Entonces me retruca que para ser feliz, feliz, feliz, no alcanza con tener una familia numerosa que llega abrumar. Y Es innegable que tiene su razón: la agobia lavar, lavar, barrer, barrer, y cocinar y cocinar y cocinar- igual que una sirvienta full-time-, porque el instinto (como a cualquier otra pareja que reside en el globo terráqueo), en su momento nos puso el celo reproductivo.Ella deglute otro pan de leche mientras yo, solvente, suelto mi mano derecha del volante para recibir el mate cebado con todo esmero. Una súbita aprensión deja el paisaje campestre que transitamos con largueza en segundo plano; se trata del invariable malestar que me aqueja cada vez que me ceban mate y me autoengaño eludiendo el consejo médico del nó definitivo a la bombilla, pues, según su apreciación, arruina mi sistema digestivo. ¡Ah, como odio esa prohibición! ¿Odio? Sí, al médico que quiso extirpar mi vesícula, odio esa cara de bicho deforme con escalpelo. Odio a ese cirujano que elimina cálculos de tu maravilloso higado cirrótico o grasoso, quizá porque en alguna instancia le reporta pingües ganancias y a mí me da inconcientemente envidia. ¿ Viste médicos pobres?- dijo alguien- Nó, vi pobres médicos que jamás logran ascender de un modo veloz al ansiado status- repuse yo sin respirar.Le devuelvo el mate y acepto que me dé otro mate bien cebado, pero sigue crispándome echar vistazos a las partículas de los pan de leche desparramadas sobre su falda y los bordes de su asiento. Con el habitáculo salpicado de esos restos debería detenerme en cualquier estación de servicio y sacudir los asientos afelpados y demás recovecos del auto. ¡ Pero los humanos somos tan pero tan sucios!Cierta vez, mi compañero de pesca - amigo de siempre-, indicando con su ceño fruncido la superficie del río Paraná, me advirtió sobre aquellas bolsas plásticas brincando sobre el agua color melena de león, infectada por detritus, y sobre la aglomeración de pescados inflados e inertes que se mecían en la orilla cerca nuestro y no pudo evitar clamar al cielo por semejante desaprensión. Sin embargo, muchos siguen inmutables con mi deporte favorito (la pesca) porque desestreza. Nadie niega las bondades de la pesca ni el derecho a pescar, aunque al abrir los peces que se cosecharon vivos toda clase porquerías rebose de sus tripas lo cual, tarde o temprano, igual los hubiese liquidado sin morder los anzuelos.Mi mujer continua engullendo y pienso que junto con las dimensiones de su estómago creceran sus protestas porque no subirá el cierre o porque la biquini remarcará los flotadores de la cintura. En verdad, deberíamos aceptar que, secularmente, los humanos estamos enfermos del bocho y cuando mi mujer sufra por sus excesos de ingesta, condescenderé a persuadirla de que esas cosas simplemente no interesan, mientras nos amemos. Después de todo me incluyo como heredero del zoológico actual. No por casualidad llevo cada tanto a nuestros pequeños depredadores (nuestros hijos) a que disfruten de ver las especies constreñidas por vallas. Parsimoniosos, desandamos los senderos del Zoo., extansiándonos a cada momento frente a sus prisiones. En particular, me fascina la jaula de los gorilas. Sobre todo, la del poseedor de una expresión memorable: su cara sarmientina parece la del prócer de la educación con el sutil agregado de un buen carácter. " Es impresionante - dijo mi arisca mujer al recordárselo y cebando otro rico mate remató satisfecha-: es impresionante que ese bestia peluda haya demostrado ser más civilizado que vos." En esa ocasión me habían entretenido los meditativos y tristes ojos del gorila que a intervalos expulgaba su cabeza. Ambos nos mirabamos estudiándonos con obvia complicidad. Yo tuve la impresión mística de estar ante un buda impertérrito que, ante la inopia circundante , imposibilitado para demandar nuestra habitual injusticia, recurre a frotarse la cabeza de un modo resignado.¿Cabia otra actitud que hermanarme con él?Originé el estupor de la gente que lo contemplaba cuando con toda desición entré a la Jaula, le dije unas palabras comprensivas y terminé dándole un abrazo inolvidable y conmovedor. Traje de mi paísun pilchero de penas,hambre y heridas.Desde el setenta y tresque las ando trayendo.Se me han pegadocomo abrojos en mi pellejo.Si en las chiguas y riatasse me asoma alguna,es que todavía andan conmigo. Los septiembres ya no me alegran.Son veinte de ellosque como inviernosse han estacionado en mi cuerpo. Pero he encontrado esta tierrapara mis almendrosque en pleno inviernoflorecen. ( continuación pág 1.)De repente el ritmo aturdidor de la música amainó. Era como una tormenta cacofónica que se detiene para dejar paso a la voz sensual del trovador romántico que motiva a las parejas a un baile más íntimo en un ámbito súbitamente umbrío. En esa instancia M.O. no perdió el tiempo y sacó a bailar a la cordobesa que parecía ansiosa ante la invitación. Bastó el entrecruce de miradas intensas para que se sellase un pacto en ciernes. M. O. se sentía feliz y Ludiana se sentía dichosa mientras era llevada con suavidad por la penumbrosa sala y en él espontáneamente surgió un juramento impensado: " Amaré a esta mujer hasta la disolución final".En realidad se examinaban, se reconocían con curiosidad. Los grandes y penetrantes ojos de Ludiana se despojaban de precauciones y observaba a su pareja que parecía tener una imperiosa confianza en sí mismo y que, sin embargo, se sentía totalmente inseguro. Llegó él a sentir una especie de desfallecimiento con sólo estrechar la cintura del fibroso cuerpo, entretanto ella giraba repleta de una profunda embriaguez y ambos se volvieron indefensos ante los embates del amor. Experimentaron lasitudes y sudores mientras se insinuaba el juego amoroso trasvasado en vértigos y desconciertos. Y en esas circunstancias sus ritmos cardíacos- unidos a la cadencia arrulladora de la poesía musical -,redoblaban alocadamente.Por otro lado Ludiana parecía adaptarse a los pasos de baile algo vastos y torpes de M.O. quien seguía creyendo sostener entre sus brazos a una criatura frágil y se desconcertaba al percibir una energía exuberante. Aspiraba sus fragancias mientras contemplaba el rostro enmarcado por la cabellera imperiosa que gravitaba sobre su espalda y le rozaba su tensa mano. La respiración de la cordobesa, centrada en su cuello, era anhelante. En ciertos momentos, al separarse un tanto, él lamentaba que la música decayera en los necesarios paréntesis.En todas esas instancias el escrúpulo pareció caminar hacia el destierro dando paso a la misteriosa percepción del amor.
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