• alberto carranza
albertocarranza
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  • País: Argentina
 
Mientras el desprecio habita un tren vacíoun corazón desbastado busca plumas en el horizonte.Mientras una caída en picada es un terreno cenagosoque devora toda acción y todo deseo,un fondo de matiz floreado sin mariposas es un vértigode sabias habilidades.Mientras los sinsabores se mastican en una celda sincucheta, lo invisible del aire mira hacia el Sur.Mientras la cobardía calla y pinta malos auguriosse abre la realidad versus la realidad...y esos espectros en la penumbra que no te dejany esos emblemas mentirosos que no cedeny esos abrazos a los algodones del cieloy esas miradas para el ciego de cordurasin ninguna mano para la mano extendidani para el corazón irremediablemente despojado,deja pues que cante la furia que se desata mientrasel amor sucumbe en las brasas del infierno.
 Un corazón destruido será un grito desreguladoserá la parte infinitesimal de quien fue y ya no es,será la parte desbastada de lo que ahora es...olvidada flor del primitivo Edén y tambiénla parte negada de quien se olvidó de vivir,de quien al no aceptar su destino pereció en la duda,de quien una vez lanzado a la depredación se volvió una bestia desacralizada en holocausto perenne...Y no importa cuánto hayas amadoy no importa cuánta clemencia hayas buscado,ya que toda búsqueda será vanahasta que tu sangre al hollar tus píes ya sin coraza,al no aceptar tu destino no se salvará con nada.Por eso,  no caigas en esa instancia irremediablepues el puente que cruzas se difuminó en otra dimensión.Entonces no te partas, ni te crucifiques, ni te culpesde no ser más que una desechable gema sin valor... 
 ( continuación pág 1.)De repente el ritmo aturdidor de la música amainó. Era como una tormenta cacofónica que se detiene para dejar paso a la voz sensual del trovador romántico que motiva a las parejas a un baile más íntimo en un ámbito súbitamente umbrío.  En esa instancia M.O. no perdió el tiempo y sacó a bailar a la cordobesa que parecía ansiosa ante la invitación. Bastó el entrecruce de miradas intensas para que se sellase un pacto en ciernes. M. O. se sentía feliz y Ludiana se sentía dichosa mientras era llevada con suavidad por la penumbrosa sala y en él espontáneamente surgió un juramento impensado: " Amaré a esta mujer hasta la disolución final".En realidad se examinaban, se reconocían con curiosidad. Los grandes y penetrantes ojos de Ludiana se despojaban de precauciones y observaba a su pareja que parecía tener una imperiosa confianza en sí mismo y que, sin embargo, se sentía totalmente inseguro. Llegó él a sentir una especie de desfallecimiento con sólo estrechar la cintura del fibroso cuerpo, entretanto ella giraba repleta de una profunda embriaguez y ambos se volvieron indefensos ante los embates del amor. Experimentaron lasitudes y sudores mientras se insinuaba el juego amoroso trasvasado en vértigos y desconciertos. Y en esas circunstancias sus ritmos cardíacos- unidos a la cadencia arrulladora de la poesía musical -,redoblaban alocadamente.Por otro lado Ludiana parecía adaptarse a los pasos de baile algo vastos y torpes de M.O. quien seguía creyendo sostener entre sus brazos a una criatura frágil y se desconcertaba al percibir una energía exuberante. Aspiraba sus fragancias mientras contemplaba el rostro enmarcado por la cabellera imperiosa que gravitaba sobre su espalda y le rozaba su tensa mano. La respiración de la cordobesa, centrada en su cuello, era anhelante. En ciertos momentos, al separarse un tanto, él lamentaba que la música decayera en los necesarios paréntesis.En todas esas instancias el escrúpulo pareció caminar hacia el destierro dando paso a la misteriosa percepción del amor.
 La excitante ansiedad producida por todas aquellas fases diferentes del sentimiento amoroso invalidaban cualquier recuerdo del idilio de su primera juventud. A Ludiana la dominaba una especie de inercia, quería dejarse estar en los brazos de ese hombre que la conquistaba con su silencio y su mirada. Y no cejaba de preguntarse si  el fugaz recuerdo del idilio trunco acaso interferiría en algún momento para enfriar su ánimo. Resultaba un hallazgo formidable encontrarse sumergida en el encantamiento amoroso. Sabía que ya amaba a ese hombre y su vida cambiaba de ahí en más por completo. Aquel hombre parecía corresponder y ser definitivamente su complemento exacto. Por lo cual, aceptaba su languidez ante esa revelación iluminadora pues no estaba dispuesta a rechazar la felicidad que se aproximaba, ni dispuesta a la desilusión.Había estado confinada muchos años y ahora le resultaba extraño haber descubierto en aquella reunión a la que había sido invitada por casualidad el misterio más apasionante de los seres mortales. Pero, además, sintiéndose metida hasta el tuétano en aquella esfera amorosa que iluminaba su conciencia con una nueva luz, se veía arrojada a una forma inmaterial, a un sitio desconocido donde el propio espíritu se une a otro espíritu, donde se abren las puertas del encierro y se piensa solamente en el otro y en una libertad casi fantástica e invariablemente coincidente.
Yazmín, su amiga de toda la vida, estaba demasiado lejos. La tia Lala ( que tan amorosamente había bregado con ella durante su niñez y primera juventud),ya no pertenecía a este mundo. Respecto a Lucy Prat aún desconocía su grado de comprensión. Sin embargo marcó las teclas del celular de la porteña que siempre parecía disponer de tiempo extra.A Lucy Prat no sólo la dejo boquiabierta y perpleja aquel cambio en la tonalidad especiada de la voz de la amiga cordobesa quien se explayaba con elocuente vivacidad sobre lo que de pronto pertenecía a un mundo exclusivo:- " No alcanza con decir que M.O. es el hombre por el cual esperé toda mi vida" Había afirmado vehemente. Y Lucy Prat tuvo la impresión que de allí en más debería acostumbrarse a esa desmesura de la pequeña enamoradiza." No hay nada qué hacer - pensó con asombrosa frialdad- el amor además de cambiar nuestra actitud, nos hace estúpidas" Y en una forma casi indiferente continuó escuchando la exaltaciónque Ludiana hacía del hombre que amaba pero, en su Yo recóndito, merodeaba un conato de sedición. Por supuesto tenía sus razones para que tales efusiones no le causasen el mínimo placer. No era asunto de risa aquel mal trago que experimentó en otro tiempo, cuando le tocó también a ella ser vulnerable al sentimiento amoroso.Desde entonces execraba aquella vivencia que tuvo con un presumido condiscípulo de la secundaria ( quien urdió  la trama de conquista con bajeza y ella se mostró dócil a esas primeras sensaciones eróticas), y la clasificaba como una debilidad suya imperdonable. Confrontando su entrega por amor con la avidez grotesca del muchacho inescrupuloso, le restaba el amargo sabor de haber sido sometida y arrastrada al fuego corruptor.¿ Fuego corruptor? Incendio emocional  que la tuvo en vilo cierto tiempo, cuando él no quiso volver a verla y del cual no volvió ilesa.Entonces ¿ cómo había manejado la desalentadora experiencia que había mellado su confianza y aún la estremecía despertando en su alma agudo furor?
Ese día lunes en que la llevó con su auto hasta el trabajo en la Av. Carlos Pellegrini, ambos advirtieron de que no lograrían despedirse así como así. El proseguía maravillado con la apreciación visual de su amada cordobesa que se había vestido con mucho esmero, maquillándose para disimular sus ojeras ( él le había visto hacer el íntimo trabajo como si estuviese admirando una obra de arte), y ella, avasallada y vulnerable ante aquella suavidad de su voz afectuosa susurrándole frases que nunca olvidaría, tenía  sus ojos aún apasionados y embebidos de amor por él.Ninguno de los dos tuvo en cuenta que esa despedida duraba simplemente hasta la noche. Sumamente ansiosos deseaban prolongar el momento, hacerlo eterno de ser posible, fijarlo como se fija una bella foto de una pareja de enamorados; por eso hubiesen preferido seguir juntos cada instante de ese día que acompañaría el sol y el calor.Cuando Ludiana lamentó descender del auto y se alejó indecisamente hacia la entrada de la Cia. Aseguradora, llevaba como una reliquia, esos besos ciegos y suaves en el alma; en el alma eufórica e impaciente que en todo momento del día laboral se manifestaría pleno de felicidad. Y al atravesar la puerta vidriada del edificio enorme observó con extraña curiosidad el montón de gente apurada, todos corriendo detrás de las comunes preocupaciones,  y tuvo la impresión de ser ajena, de no compartir las mismas finalidades, pues su ánimo aligerado e inquieto había aceptado el más hermoso presente de la vida. Sentía una desbordante inquietud oprimiéndole el pecho, inquietud que se concretaría en la extrema necesidad que se alzaba en su garganta para gritar a los cuatro vientos que por primera vez amaba y era amada.En su oficina, posó sus ojos oscuros , dilatados y chispeantes ( la asiduidad de esa mirada remitiría  siempre a M.O. a la contemplación de una Diosa pagana),en el montículo irresuelto de folios que acechaban desde el escritorio y que, aún sin quererlo, pasarían a un segundo plano cuando las ganas de afrontar de nuevo la tarea habitualmente agobiadora retornasen. A su pesar, esos primeros meses del idilio, sería falible, por primera vez desecharía cualquier otra cosa que la distrajese de la obsesión amorosa.Y de repente, sentada allí, mirando el ventanal por donde entrevía el cielo azul de la hermosa mañana fuertemente soleada, jugueteó pensativa con el auricular y el cable telefónico, aún desbordante de dicha al percibir todavía el aroma de la colonia de hombre cuando se había preguntado: ¿ Con quién hablaré de esta extraña y loca felicidad?
Llevó como absurda posesiónel antiguo murmullo de uncorazónque habitó en silencio el templo.Pero hoy ese silencio es una señal olvidada pues los mundos que lo habitan se han vuelto pálidosreflejos.Cosas ignoradas como luces quecierta vez estuvieron encendidasfueron desdibujadas por el hastío.Llevó en el corazón ese murmullooriginal de escenas inconsistentes,y ese otro lenguaje,el alud irresistiblede arenas movedizas y de lluvia perenne,desvanecidas en el misterioso sonidodel centro de un laberinto. Asi, todo se va ejecutando como en unjuego de dados en el cual nadie gana la partida.
continuación páginas 2 y 3.Ni bien oyó el forcejeo en la cerradura de la puerta principal Laura supo que eran rateros o tal vez algo peor, porque nadie sabe nunca lo que le depara el destino. Aterrada saltó de la cama y esforzándose por dominar el pánico corrió hacia el cuarto donde descansaban sus pequeños mientras aquellos ruidos de la violencia se intensificaban; entonces maldijo haberse metido a vivir de prestado en aquella casa perdida en un barrio recien colonizado, maldijo que ese bueno para nada de su marido estuviese a 500 Km. trabajando supuestamente para mejorar la situación económica  y maldijo a su madre y a Pedro (el actual marido) por alentarla a tentar suerte en otra casa aparentemente mejor.Llegó al cuarto de los pequeños con la lengua afuera, el corazón se le desorbitaba con esos ruidos cada vez más escandalosos con tal de echar la puerta abajo. Se dio cuenta al despertar a los pequeños que afrontaba lo imprevisible, pero naturalmente debía protegerlos aunque ninguna decisión tomada en esa instancia le pareciese la más apropiada.Primeramente debía vencer la aprensión hacia el revólver de su cuñado, extraído de la mesita de luz al lado de la cama grande, que llevaba en su carrera de la culata como si quemase. Involuntariamente se había persignado cuando le echaba una ojeada, aunque confiaba con eso asustar a los ladrones en el caso de que lograsen entrar. Luego cambió de idea y una vez encerrados los pequeños bajo llave en la bohardilla, empezó a entender que al ponerse a tono con las circunstancias cabía obrar con determinación lo cual significaba impedir a los fascinerosos acceder al interior de la casa y dado que quien golpea primero golpea dos veces se propuso usar el arma que no sabía usar y luego llamar a su medio-hermano Julián quien seguramente a esa hora debía estar roncando como un burro serrano.Debió seguidamente buscar un par de gruesos listones del cuarto de trastos y  acercarse al escenario donde los fascinerosos continuaban su trabajosa tarea. La puerta se sacudia como coctelera pero Laura no iba a reparar ya en otra cosa que en martillar aquellos listones cruzándolos imperfectamente sobre los gruesos marcos de la puerta de entrada; sin embargo sí iba a reparar en que a medida que realizaba ese duro trabajo la puerta se afirmaba y dejaba de sacudirse. Era evidente que la estrategia defensiva aportó buenos resultados a lo que debía añadir las vociferaciones histéricas  y la descarga de balas, que de repente se le ocurrió hacer, atronaron el parque trasero sin luna lo cual lógicamente hizo temblar el pulso de los fascineros provistos sólo de navajas pues la supuesta víctima era una flor de turra defendiendo su bastión con garras de leona y no valía la pena jugarse la vida por unos pesos y algún artefacto en posible deterioro. Por lo tanto ( y aunque solamente fuese una mujer la que andaba a la balacera desbordando la medianoche que concluiría en un silencio casi enfático),  comenzaron a desbandarse en todas direcciones como si de repente tomasen consciencia de que en lugar de una madre asustada los acosaba mil mujeres temiblemente endiabladas. 
Habría que fijarse que en este plenilunioque entre mudos despojos se abrieroncírculos sedientos y asustados.Habría que saber que los lirios llegaroncuando tu cuerpo ya no fue gris como el viento.Habría que advertir en la inútil sensación,de este incierto crepúsculo de oro y plata,las murmuraciones de playas desgarradas.Habría que disimular la servidumbre de lossentimientos para entender la soledadque a solas siento en los montes seculares, y en los racimos donde el amor yace.Habría que contemplar en la inútiles entregaslos resabios de tus labios amarrados a mis labios.Habría que sentir piedad ante el rezagado pesoante  la misteriosa levedad de la vida en apremioy ante tu altivez de niña caprichosa que en lasempiterna brevedad de pronto se colgó de la cordura.
Cordura
Autor: alberto carranza  667 Lecturas
Cuando no te veo me declaro muertoy si no me amas me declaro enfermo.Cuando no estás soy un fantasma que gime e igual que un hombre sin alma se abre una llaga,se abre a la insania si no oigo tu voz o o veoojos de terciopelo, manto oscuro que adivinaya a los lejos ya en breves pestañeos...Oye pues brisa acariciante de mi vida,oye pues, boca de labios encantados,vete y espera en aquel lugar donde Dios se apiada,vete y espera que mi amor sea tu amorque mi llanto sea el llanto de la dueña de mi alma,vete y pósate en las tinieblas de la gruta mágica,undete en esos fuegos ardientes, castos, voluptuososdonde descubriremos perfumes vastos y, junto al Arco Iris repentino, desdeñaremoslas despreciables, siempre recurrentes tormentas... 
Hombre sin alma
Autor: alberto carranza  661 Lecturas
Mientras arrastra el madero y es flagelado con sañael gentío alertado se escurre en huecos de arañas;y de esto que nunca termina y de eso que nunca pasase forma un declive, un cieno, una cruz elevada, y en perturbadora perspectiva una mirada cansada,que es cuando el alma perdona y al perdonar se hace pedazos contra la incomprensible muralla.Así arrecia la lluvia y no hay paz que valga.Así, las estruendosas nubes suspiran  y seaborregan si ningún viento las apaga.Entretanto, de los crujientes techos del cielo, deviene la opacidad silenciosa, es que se ofusca,( silencio que engatusa los informes del miedo),se amansa en simples nubes y vuelta a empezarun poco contrito, un poco turbado, un poco sin feen esa turbulencia, en ese retumbe de ubres quemadas,es cuando el Ecce homo agujereado repite la ceremoniade dar su carne inerte, vacía de sangre ya marchita, y testa inútilmente misericordia sobre los deshauciados.
Holocausto
Autor: alberto carranza  646 Lecturas
Acechan ráfagas invernalessobre heridas punitivas invisibles,y sobre la inmensidad del campo, poblado de raros fantasmas,acechan despreciables gritos tercos,cuyo desamor cae a cachetadas,hundido en volcanes secos,quimera letal, quimera lastimada.Acechan los dolores sin memoria,en lamentos de heridas fraguadas deshechas en cruces patriarcalesy sobre la cruz ansata monogramada.Acecha el flujo y el reflujo del tiempo,que protege del viento y del frío,extendiéndose en el sol naciente donde viveAquarius, quien ruega y con sus alas asciende,acechando obsesivamente la cruz Gammadia. 
El sol refulgió parejo en las copudas ramas,la sombra la cubrió perpleja y un pájaroaposentado, sin nido, la sembró de esabelleza inesperada.                                   Un cúmulo de hojas lentas iban posandoen las escarchadas sombras de lucesnimbadas por el tornasol.Ahora, ¿sabes? temo por ti amada, temo porque el silencio ensordina tu amor, temo porque esos besos de flores rosadas,esos besos intensos y recurrentes,transfiguren la escena y píerda tu amor. 
Temores
Autor: alberto carranza  715 Lecturas
Acuerdate de esa tarde que salimos del café,y con la risa estrellada en nuestros  labiosrecibimos la lluvia para jugar con ella.Acuerdate que te fuiste sin mirar hacia mi,pues cuando puse mi mano dentro de tu corazónte ofendí, él se había agitado malamentey yo no pude hacer más que ocultarmey arrepentido silencié en mi mente tu nombre. Debí dejarte partir  bajo esa lluvia incesante,mientras tu sangre ardiente, mojada por esalluvia de sal  ya no se detendría nunca,porque esa lluvia de lágrimas preanunciaba unduelo espantoso, un desconsuelo perenne, unmordiscón de labios en un segundo de eternidad.Arreció la lluvia y te perdí de vista y yo,cobijado debajo del portal con mi alma contritarecibí mi derrota posternado...  
Acuerdate
Autor: alberto carranza  667 Lecturas
Terco y atormentado por los remordimientosme meto en el terreno fangoso que evaporamiasmas. He descendido al mismo infierno,donde hormiguean demonios fraguados porflores malolientes y perros de presa cebados.No me asustan sus colmillos pero si sus ladridoslocos, histéricos, porque los buitres están...tragando y tragando varias piezas de carne.Han cumplido con esa honorable depradacióny no les importa los llantos involuntarios nila piedad , nos les importa la cimitarra quedesgaja cuellos a ojos cerrados ni la guillotinaque derribó a miles de reyes de lo absurdo.Hay un fondo de tambores primigenios queacompañan al cortejo ansioso del derrame;esos malvados seres me odiaron hasta hace un momento; cuando la cuerda enroscó mi cuelloelevaron loas demoníacas al cielo ennnegrecido.Para qué preguntarse si existe el perdón,para qué... para qué...para qué...para qué.
Vida monstruosa
Autor: alberto carranza  699 Lecturas
¿Será bueno ser defenestrados de toda cordura,será bueno estar amordazados desde la cintura,hasta que la frágil lengua raída se haga esclava y un grito sepulcral aislado sesgue el solitario lamentoy una risa cruel soslaye el aliento de la maravillosa flordormida hasta que esa maravillosa flor quede vencida?Para quienes tengan fuerzas, para quienes se tiendan en el pacífico cesped con un hierbajo en sus labios fríos,les pido que rían, les pido que no lloren, solamente rían,pues ya hartos de ser domesticados han sido eludidospor sus hastiados mentores, también han sido hastiadospor todas las alabanzas del pretérito y del futuro.Sientan inciertamente el vago recorrido de heridas abiertas,sientánse unidos a la irremediable desdicha pues hanhecho crujir la grava con esos pasos hacia la muerte,que de un modo sempiterno renegará siempre de la vida,de esa vida que es la suma quebrada de una tontería, aleteando a cada rato bajo el precario cobijo de los Dioses.  
Desgarros
Autor: alberto carranza  668 Lecturas
Ya no se           si antes existió                              un rio manso o tortuoso                                                                                                            de aguas tumultuosasYa no se             si una mano abrió otra mano                                                   y si un desliz se aunó con otroen el pecado.Ya no se               si de tanto amor derramado                                                  se fueron gestando rencoresabriendo surcos a temores extraños.Ya no se                                    si es tiempo de cerrargrietas                                                 y  de enjugar lágrimas temporales.Ya no se                  si de repente el dolor te ciega                                               y comienza el acorde infinitoYa no se                  si aún habrá cosascomo vender la suerte                                                   y el recuerdo de esa noche traslúcida. 
Si un misterio desaparece detrás de otro misterio,si ninguna expectativa alcanza,ni siquiera una que te deje vislumbrarlas flores del duraznero,o a una serpiente tentadora desde su trono,y si vas por ahí, por ese camino sin retornocomo si nada sucediese en el sideral espacio,que vibra y desbroza malezas tristesque anuda la calma- esclavitud de nada-,y si acaso este nuevo día es noche alumbraday en sendos cielos, rosado y negro, halles espíritus benignos en colinas verdeso un perro malditamente extraviado queociqueando soslaye la muerte diez mil veces,y  que mordiente te indignes por las trampasdel descaro y por la saña amenaces conpuños de furia, con la hiel de repente desatada,y cuando te juzgues o cuando sin piedad te juzguen y desfallezcas subiendo escaleraso vayas con pasos sin rumbo, con pasostan largos, tan silenciosos como la cruz negada,o cuando tu silueta se dibuje por sí misma,solitaria en la amarga sombra de la penumbra,iras segura, debatiendo con la frente en altoaquel lugar de las sonrisas enmudecidas,adonde caes sobre espejos hechos trizas,con tu rostro angelical arrasado por las llamas.
No querías ya volarquerías permanecer entre rejas esclavas,querías cubrir mis ojos con tus pupilas gastadas.No querías ya más que descubra tus lágrimasy fui hacia tí con pupilas de espantopero te habité como una paloma mensajera.Con la olvidada señal de un murmurllo antiguo,de un rumor oceánico, te pedía perdón por encender tu oleaje desvanecido.En adelgazadas migajas de antiguas sonrisas,con estrategias usadas para embestir molinos,en desvestidas secuencias me puse a tus pies.Pero no sé si fuiste cruel, si bastó mi entrega,pues siempre inclinabas tu fisonomía  triste ytapabas irónicos pensamientos o enmudecíasen lugar de multiplicar las palabas...Hoy, sobre el ojo ciclópeo del Universo me detengoy te veo.Y aunque tu cabeza de muñeca caiga de ladoansiosamente te amo.No sé si aún crees que soy Judas o un verdugo.Un borrón que tapa las penas enclava tu decisiónde amar.Por eso me inclino y escribo este poema:tal vez tu rostro de hielo que congela mi sangre se vuelva tibieza.
Púas de Espanto
Autor: alberto carranza  671 Lecturas
Las almas retroceden en llamas,persignadala imperiosa guerrra reitera su ferozcometido,los involucrados se funden a lo efímero,funden sus cuerpos con peligrosas ráfagas ,funden sus oídos con bombas y metrallas,con la música zumbadora que acerca alotro mundo.En el repiqueteo ensordecedor que destripa¿alguien se apiadará del que llora sin pausa?La levedad del ser asiste a todas las cobardías,y en ese páramo del descaro deviene la experiencia atroz, infamante, la moralidadchamuscada, los rostros de piedras.La sensación animal del vértigo fue atrapada.Cuerpos mercenarios  en pesada marcha,hollan la arena y sobre esa pesadez solitaria  menoscabada, ya sin nombre, los gemidosson el rito inintelegible.Pero escucha bien, por favor escucha:Esos involuntarios asesinos estan malditosy lo saben.Una vez vieron cielos azules y el rumor del mar fue excelso.Una vez se prosternaron ante las floresmaravillosas.Una vez tuvieron piedad y amaron,una vez pesaron la primer tristeza.Pero al volverse locos de furoressus hijos se avergonzaron,inútiles ruegos lanzaron sus madresy sus padres temblaron.Ellos volvieron amarrados al timón de laverguenza o de la insanía.Y mientras en aquel desierto rojo el cielo se ha vuelto índigolas estrellas se fueron a otro mundo.
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