11:23pm. Que frio se siente el aire cuando se acerca media noche, las gotas arrítmicas en la ventana y el humo de mi taza de café me recuerdan que estoy vivo, es curioso, los hombres decimos estar conscientes de nuestra existencia, pero, ¿que nos hace estar tan seguros? ¿en realidad nos sentimos vivos? O jugamos a estarlo, basándonos en una cortina de humo la cual toma el papel de nuestra realidad. Si me preguntaran, es probable que primero jugaría con ustedes confundiéndolos con palabras elegantes que suenen bonito, pero al final, diría que sé que estoy vivo, ya que aquellos detalles y momentos importantes que he tenido, los he vuelto infinitos. Me acostumbre a ver la vida como una manilla tejida a mano, la cual se va creando hilo a hilo, segundo a segundo; pueden pasar tantas cosas con esta manilla, se puede acabar el hilo antes de lo esperado, se puede enredar, haciendo difícil continuar con esta, puede quedar frágil o resistente…. Lo cierto es que, siempre llega a un final, y termina adornando otra vida, aportando todo lo que puede reflejar. Ya casi son las doce, y todo parece estar en su lugar, sabiendo que es estar vivo, o al menos mi interpretación de esto, puedo contarles un poco sobre este camino; resulta que, una noche como esta, mirando el reloj mientras esperaba que las manillas se encontraran en el punto más alto, recordé una historia que me había contado un viejo conductor, un señor amable de 72 años, que había quedado solo en la vida, su hijo había decidido darle la espalada, y su esposa lo había dejado luego de irse con otro en una aventura de 15 días, en los cuales el la busco sin descanso; nunca olvidare la sonrisa con la que narraba estos hechos tan desafortunados, nunca olvidare cuando me dijo, que la vida era hermosa..   ¿cómo podía el decir esto? ¡Debía ser un chiste o ironía! No… el había entendido algo que yo no podía ver, en realidad, dure años intentado interpretar esto, escuche mil historias más, me desvele repitiendo sus palabras, y un día, por fin, vi todo claro frente a mí… Decidí hacer mi maleta y salir al mundo, llevaba mi libreta para escribir historias y mi guitarra para contarlas, mi nuevo conocimiento tenía que ser divulgado, y aquel señor solitario, tendría que dejar su legado. Bueno, y es que, estaba seguro que, así como el, debían haber más personas con tanto para contar pero sin nadie que los escuche... aquí cambiaremos un poco las reglas, seré yo quien los escuche, pero para eso, debo ponerme en marcha.