guilas Negras -51- (Novela y Guin para Cine).
Publicado en Apr 23, 2013
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- ¿Quién eres tú, jovencito, y qué haces aquí a estas horas?
- Sólo quiero hablar con el Arzobispo Monseñor Crisanto Morcillo González.
- ¿Vestido de tenista?
- Vestido de ser humano sea tenista o no sea tenista. 
- ¿Tienes pedida alguna audiencia con el Monseñor?
- ¿Le parece suficienta ésta?
 
Juan Bautista saca su placa de capitán de policía de la Categoría Especial. 
 
- ¿Cómo sé que es verdadera?
- ¿Cómo sé yo que usted no es un mentiroso? Si ustedes mienten más que hablan yo puedo hablar más que mentir. ¡Tengo algo urgente que debo consultar con Don Crisanto y me pongo muy nervioso cuando me prohiben cumplir con mis obligaciones!
- Está bien... veré que puedo hacer por ti...
- Lo que se tiene que ver es lo que puedo hacer yo...
- ¿Hacer tú?
- Sí. Yo sé hacer bastantes más cosas que rezar como un santurrón y luego olvidar a los necesitados. 
- ¿Estás seguro de que eso hacemos nosotros?
- Sí. Rezan ustedes demasiados padrenuestros y demasiadas avemarías y no logran nada; así que haga el favor de decirle al Arzobispo Morcillo que me reciba pacíficamente o le recibo yo a él de otra manera más eficaz y no rezando precisamente.
- Voy a ver si está visible.
- ¿Es que el Arzobispo de Madrid es un ser invisible casi siempre?
- No. No quise decir nada de eso. 
- Pero al parecer es verdad, señor...
- Obispo. Soy Obispo.
- Ya lo veo. Lo muestra usted muy vistosamente... pero cómo se llama cuando sólo es persona. 
- Amadeo Amador Amores de Campoamor.
- ¡¡Jajajajaja!!
- ¿Por qué se rie usted de mí, jovencito?
- No es de usted. Es que su nombre y sus apellidos me hacen recodar la obra de "El amor de los amores".
- No me hace gracia la broma, el chiste o lo que sea. ¿Que obra teatral es esa que yo no conozco y eso que me encanta acudir al teatro?
- No es teatro, Don Amadeo Amador Amores de Campoamor. Es una película de 1961. Según me cuenta mi cerebrito, su director fue Juan de Orduña y el guión es de Manuel Tamayo, basado en la novela de Ricardo León. Los actores fueron, según me dice mi cerebrito, Arturo de Córdova, Emma Penella, Jorge Mistral, Paloma Valdés, Antonio Durán, Rafael Durán, Adriano Domínguez, Fernando Soler y Manuel Cano. La sinopsis dice que por causa de sus ideas anarquistas, Felipe Crespo huye de Barcelona perseguido por la justicia. Muerto de hambre, llega hasta la casa solariega de Villares y pide protección. Pronto se gana la confianza del rico propietario, hombre de elevada formación moral y religiosa, ciego desde hace años, que vive en compañía de su joven y bella esposa. Cuando ésta conoce la verdadera historia de Felipe, siente repulsión, pero con el tiempo nace en ella una fuerte pasión.
- ¿Y qué narices tiene eso que ver con el Arzobispado de Madrid?
- Hable usted bien. No se dice por narices sino por ganas de conocer. No sé si se habrá dado cuenta, pero el drama habla de moral religiosa y una fuerte pasión.
- ¿Qué estás insinuando, desvergonzado?
- Si le doy una lección magistral de cultura sobre Ricardo León... ¿me hará el favor de conseguir esa audiencia con el Monseñor Arzobispo?
- No sé que me quieres decir...
- Escuche. Tengo todo el tiempo del mundo para esperar a que se decida de buena manera y para que vea que vengo en son de paz le cuento la historia a la que me refiero. Puede que me sirva para descubrir algo importante. Escuche.  “Cuatro paredes, cada una levantada por uno de mis libros”. Esto le decía Ricardo León a sus hijos, mientras contemplaba la robusta fachada de piedra de la Quinta de Santa Teresa, la casa que erigió en la localidad madrileña de Torrelodones gracias al éxito editorial que, cosa rara para un escritor de la época, disfrutó en vida. León vendió nada menos que un millón de ejemplares del "Amor de los amores", todo un best-seller de principios de sigo. La obra, escrita en 1910, narra la historia de un anarquista supuestamente arrepentido que busca refugio y redención en la hacienda de un piadoso terrateniente, a quien conocía desde niño, pero acaba traicionando su confianza y huye con su esposa y su dinero. "El amor de los amores" ganó el Premio Fastenrath de la Real Academia Española e incluso fue llevada al cine en dos ocasiones: en México, en 1944, y en España, por Juan de Orduña, en 1962. La obra es la máxima expresión del estilo literario de León: el "modernismo castizo", como lo bautizó el profesor de la Universidad de Zaragoza Juan Carlos Ara Torralba, uno de los pocos estudiosos de la figura del autor. Este estilo sustituyó el cosmopolitismo del modernismo original por un nacionalismo que rechazaba el presente para evocar épocas “más gloriosas” de la historia y la literatura española y universal, como los clásicos grecolatinos y el Siglo de Oro. Al servicio de este idealismo de tintes quijotescos, León emplea un lenguaje deliberadamente arcaizante. El autor se sentía descendiente de Galdós, Pereda y Juan Valera, y afín a Villaespesa, Juan Ramón y Gabriel Miró. Otra característica fundamental de la literatura de León es su misticismo, asentado sobre un marcado tradicionalismo católico, con menciones recurrentes a Santa Teresa o Fray Luis de León. Las primeras palabras del prólogo de "El amor de los amores" dan buena cuenta de su carácter espiritual: “Lector: si eres amigo y esclavo de las cosas de la tierra y hallas placer en tu propia esclavitud, aparta los ojos de este libro”. El tesón era su otro gran pilar. No en vano, acuñó como blasón un león rampante con la inscripción “Cejar, pero no morir”. Su carrera literaria comenzó en Málaga, donde se crió pese a haber nacido circunstancialmente en Barcelona. En la ciudad andaluza, con 16 años, empezó a escribir versos que aparecieron en el periódico malagueño más importante de la época, La Unión Mercantil. Con sólo 22, se convirtió en el director de Unión Conservadora y fundó La información junto a otros escritores. Su primer libro, autoeditado, fue "La lira de bronce" (1901), una compilación de sus versos adolescentes, en los que se mostraba como un modernista radical. Ese año empezó a trabajar para el Banco de España y fue trasladado a Santander. La localidad de Santillana del Mar le inspiró su primera novela, "Casta de hidalgos" (1908). Figura también, entre sus novelas más ambiciosas, "Alcalá de los Zegríes", escrita un año después. Durante la I Guerra Mundial, estuvo en las trincheras de Francia y de Alemania como corresponsal de La Vanguardia. Tras aquella experiencia escribió el ensayo "Europa trágica". León tuvo como padrino literario y académico a Antonio Maura, militó en su partido y llegó a figurar en una de sus listas electorales, aunque sin éxito. En 1912 se convirtió en el académico de la lengua más joven de la historia, elegido cuando contaba 35 años.  Su candidatura había sido propuesta por Echegaray, Rodríguez Marín y el propio Maura. Pese al éxito literario, el prestigio académico y las similitudes ideológicas con el régimen franquista, Ricardo León cayó, poco después de su muerte en 1943, en "la sima común del olvido español, más espeso que ninguno, tan hondo como la Cueva de Montesinos y tan abrupto como el Tajo de Ronda”. 35 años después de estas palabras, escritas por su colega el académico Emilio García Gómez en ABC en el centenario de su nacimiento, la situación es la misma. Tan sólo el nombre de la biblioteca de Galapagar, el de un colegio de primaria en Málaga, unas cuantas calles y unas pocas entradas perdidas en el inmenso océano de Internet apuntalan su memoria. Por eso su familia, y en especial su hijo Fernando y su nieto Ricardo, quiere difundir la figura del escritor. De una manera sencilla, abriendo las puertas del "pequeño Escorial", como lo llamaba su dueño, para mostrar a todo el que lo desee el legado material del escritor: su extensa biblioteca, situada en una torre con vistas al valle del Guadarrama y presidida por un busto, cómo no, de Cervantes; la sala de vitrinas donde guardan primeras ediciones de sus obras y, sobre todo, la correspondencia que mantuvo con otros escritores e intelectuales de la época, que da cuenta de la importancia de Ricardo León en el panorama literario y académico de la época. Entre estas cartas, destacan las que intercambió con Azorín, Emilia Pardo Bazán, José Echegaray, Antonio Maura, Menéndez Pidal, los hermanos Álvarez Quintero, así como libros dedicados por Unamuno, Valle-Inclán, Pérez Galdós, Concha Espina, Blasco Ibáñez y Gregorio Marañón, quienes declaran sobre su firma su admiración hacia el académico. 47 años antes de recibir el Nobel, un joven y atribulado José Camilo Cela escribió varias veces a Ricardo León buscando aliento y consejo, pues tenía dudas sobre el futuro de una novela que había escrito “con mucho esfuerzo”. Se refería nada menos que a "La familia de Pascual Duarte". Para algunos, León fue “el novelista oficial de una pseudoaristocracia chapada a la antigua”, como dijo de él el poeta y ensayista Eugenio de Nora. En cambio, para Manuel Machado, “Ricardo León era, ante todo, un excelente poeta”, por la forma de sus descripciones y sus diálogos. Y para Eugenio D'Ors, que prologó sus obras completas, León “vertió la quintaesencia del hispanismo en cadencias a lo Renán, y supo llevar a dignidades del Siglo de Oro el habla de los vivientes en el novecientos”. ¿Qué le parece a usted este gran escritor llamado Ricardo León?
- Pues que debió de ser casi un genio o un genio del todo.
- Ya. Que era excelente no me cabe ninguna duda. Lo que no llego a comprender es cómo triunfando tan joven con "El amor de los amores" luego caiga en el olvido si había sido tan exaltado por todos los académicos. ¿Fue la moral nacionalcatolicista de los censores franquistas con la ayuda de la iglesia reaccionaria la que quiso dejarle en el olvido porque estaba tocando temas un poco elevados de tono?
- No... yo... de eso... de líos amorosos entre faldas rojas y sotanas negras... pues... no sé nada... capitán...
- Ya. Entonces haga el favor de avisar al Monseñor Arzobispo de que quiero una entrevista urgente con él. 
- ¿Y qué excusa le doy para que pueda atenderle, capitán?
- Dígale que mi asunto es de vida o muerte; pero vamos a ver quien vive y quien muere en toda esta historia. 
- No le entiendo, capitán. ¿A qué historia te refieres, jovencito?
- A una de un muerto viviente que se ha muerto de verdad tras matar a muchas personas fuesen inocentes o no fuesen inocentes.
- Ahora sí que no entiendo nada. 
- ¿Ha escuchado usted algo sobre un loco asesino en serie que atemoriza a toda la población de Madrid capital?
- Pues... esto... algo he oído por la radio... y espero que pronto descubran quién es para poder todos dormir tranquilos. 
- Tranquilícese, Obispo Amadeo Amador Amores de Campoamor, porque ese loco asesino en serie ya está muerto.
- ¡Qué descanso me das, jovencito! Al menos ya sé que yo no seré su próxima víctima. 
- Ya no habrá más víctimas si podemos evitarlo entre Don Diego y yo. 
- Pues... no entiendo... 
- Pero el Monseñor Arzobispo sí lo va a entender o eso espero yo. 
- No se hable más. Ya voy a avisarle. 
- Eso, eso. No se hable más y pídale usted una entrevista en mi nombre porque yo, la verdad, para hablar de hombre a hombre no pido audiencia alguna porque las audiencias me parecen demasiado ceremoniosas, aburridas y sin sustancia alguna. Lo que quiero hablar con él es de carácter sencillo. No importa si vengo vestido de tenista como, al parecer, tampoco importa que todos ustedes vayan vestidos con faldas negras hasta los tobillos para ocultar sus piernas o vaya usted a saber qué otras cosas más.
 
Al Obispo Amadeo Amador Amores de Campoamor se le nota la vergüenza porque se le suben los colores y los calores a la cabeza y decide salir corriendo escaleras arriba.
 
- ¡Y procure usted bajar despacio no vaya a ser que se pise los faldones y vayamos a tener un disparate porque soy pacífico pero a la hora de disparar también tengo muy buena puntería, una excelente puntería como ya han visto algunos con sus propios ojos, Señor Amador... y no hablo metafóricamente porque son metáforas muy reales como algunos lo han comprobado ya! ¡Cuántas realidades tengo yo para charlar con quien se me ponga por delante ya que por detrás prefiero no tener a nadie con conductas sospechosas! ¿Me ha entendido bien, Señor Amador? 
 
Ya subido al primer piso, El Señor Obispo contesta...
 
- ¿Qué le digo al Monseñor Arzobispo?
- ¡Que le ofrezco algo tan barato como un saludo cordial y gratis de recibimiento y, después de la entrevista, un saludo cordial y gratis de despedida.
 
Mientras baja el Monseñor Arzobispo Morcillo, Juan Baustista rememora...
 
- Se denominan "nerváculos" a ciertos hombres "trepas" llamados, en lenguaje popular, "canelos". Se especializan en ir subiendo peldaños en la escala social y política aprovechándose del trabajo de otras personas. Siempre tienen los nervios a flor de piel (por su mala conciencia que les reconcome el alma) y sobre todo ansían ocupar los lugares más altos para sentarse y apoltronarse en los sillones de los altos dignatarios de un país. Son, al igual que los "mosquitos trompeteros", unos "chupópteros". Por ejemplo, ese tal Canelos que le "barre el piso" a José María menospreciando sus valores profesionales ante las altas jefaturas para arrebatarle el cargo... pero todos los canelos terminan por ser descubiertos...
 
- ¡Buenos días, joven! ¡Ya me han avisado de que es usted todo un capitán a pesar de su corta edad!
- Pero Monseñor... ¡qué manera tan puntual es esta de aparecer ante mí! Soy capitán de la policía madrileña pero no le he "barrido el piso" a nadie. ¿Cumple usted siempre de manera tan espectacularmente rápida cuando se trata de atender a los verdaderamente necesitados? 
 
El Arzobispo, asido a los barrotes del primer piso, recuperó, por fi el aliento y, arreglándose su riquísima vestimenta, se colocó el bonete con la mano derecha. 
 
- Eso es, Monseñor, eso es... colóquese usted bien ese bonete tan bonito que lleva en la cabeza como si fuese la montera de un torero... porque de cosas parecidas vamos a hablar usted y yo. 
 
El Arzobispo Morcillo logra, tras un breve isntante de bajar muy despacio las escaleras, llegar  a la sala de entrada donde se encuentra Juan Bautista.
 
- Pasemos, pues, al Refectorio.
- Siempre usted delante y en primer lugar, porque los ancianos religiosos tiene prioridad en los escalafones de sus religiones... ¿o no es cierto?.
- Sí. El escalafón es el escalafón.
- Pues bien, vayamos al Refectorio, Señor Morcillo, para hablar de hombre a hombre y no de religioso a jovencito, puesto que a mí los escalafones no me dan miedo alguno. 
 
 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela y Guin literario para Cine al mismo tiempo.

Palabras Clave: Literatura Novela Relatos Narrativa Guin Cine.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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