La chica del gato con ojos amarillos
Publicado en Apr 20, 2013
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Marie perdió su alma al entregarse a la oscuridad…
Marie desintegró su corazón para no sentir amor….
Marie no siente nada, mucho menos piedad….
Marie desconoce los sentimientos humanos….
 
Entonces, ¿qué es lo que Marie siente por ti?
¿Simple confusión? ¿Caprichos de una inmortal?
No lo sé…
 
 Pero, Marie desea estar contigo por toda la eternidad.
 
 
 
 
 
 
               
 
 
 
 

El primer cuadro que llamó mi atención la noche que asistí a la pequeña exposición que realizaron los estudiantes de primer año de arte, fue la de una chica sentada sobre una vieja silla de madera cerca a una ventana. Sobre sus piernas descansaba un gato con extraños y brillantes ojos amarillos, que parecían seguirte con la mirada a todos lados. Tenía los toques mágicos de una pintura antigua; el escenario de fondo era una vieja casa, de paredes sucias y cortinas raídas por el paso del tiempo. Mi atención estaba sobre aquella joven de largos y sedosos cabellos negros, labios rojos y mirada perdida. Ella llevaba un vestido hecho jirones de color blanco, que le llegaba hasta las rodillas y esto hacía que pudiese ver sus largas piernas y parte de su delgado cuerpo. No tenía medias ni zapatos y su piel era de un color cetrino.
 
A simple vista, parecía una niña de catorce o quince años de edad como máximo, pero cuando te fijabas en esos ojos distantes que contemplaban al parecer el cielo que podía ver a través de aquella ventana, algo te decía que sabía demasiadas cosas y había vivido mucho más de lo que imaginabas.
 
Era la única pintura que estaba firmada bajo el nombre de “Marie” y no sabía si se trataba de la autora, o tal vez de aquella misteriosa modelo. Aunque la última idea carecía de lógica, ya que, la pintura parecía haber salido de la imaginación de alguien, de un sueño confuso o tal vez de una pesadilla. Era imposible que una joven de aquella extraña y misteriosa belleza existiese en la realidad.
 
No puedo negarlo, el cuadro me impresionó. Había algo especial en la expresión de la joven, además el trabajo del artista había sido muy detallado. Podría jurar que aquella desconocida volvería sus ojos hacia mí y me saludaría en cualquier momento. Un pensamiento algo escalofriante, pero era lo que sentía al contemplarla.
 
Y, por más que busqué otras pinturas que se le parecieran o estuvieran firmadas bajo el mismo nombre, no encontré  nada. Aquel cuadro era único, el más perturbador y el mejor de todos los que había en la galería.  
 
Como practicante y ayudante oficial del profesor de la clase, mi deber era asistir a esa exposición y después reunirme con sus estudiantes para hablarles acerca de las impresiones que me habían causado sus obras y darles consejos para que mejorasen. El profesor Matías Olivo había depositado su confianza en mí y por ello me había esforzado mucho para que mis críticas fueran las mejores. No solo la opinión de una joven de veintiocho años, sino, el punto de vista de alguien que estaba a punto de terminar una maestría en arte y había vendido sus propias obras obteniendo cierta fama en el mundo virtual.
 
Realmente había esperado por una oportunidad así, solo era una novata pero estaba muy feliz de haber sido asignada a ese hombre. Siempre había admirado al profesor Olivo desde el primer ciclo en la universidad. Esos siete años sí que habían pasado muy rápido.
  
Ahora tenía muchas metas, y al terminar mi maestría podría convertirme en profesora, enseñar todo lo que había aprendido durante esos años, y el primer paso era conocer a los chicos de primero, darles mis más sinceras opiniones y felicitaciones. No podía negar que tenían talento, pero podrían mejorar muchísimo con la práctica. Aunque, en esos momentos sentía un ligero hormigueo y ansiedad por conocer al autor o autora de aquel cuadro de la chica del gato con ojos amarillos. Deseaba hablarle y preguntarle algunas cosas, pero tendría que esperar hasta el lunes y antes de eso, tener una reunión con el profesor Olivo para mostrarle mis notas y darle a conocer mis críticas.
 
Tendría mucho trabajo que hacer después de la exposición y mi cuaderno de apuntes estaba repleto de opiniones y comentarios de cada uno de los cuadros.  No obstante, en mi mente quedó grabada esa misteriosa pintura, quizás me había dejado impresionar demasiado, no sabía que era, pero antes de marcharme a casa regresé a contemplarlo una vez más y sentí escalofríos al percibir aquella profunda tristeza con la cual parecía haber sido pintado el lienzo.
 
Era inquietante pero atrayente a la vez. La expresión de la joven me había cautivado por completo; era perfecta, tan humana y al mismo tiempo, como si fuese una criatura maravillosa salida de un confuso cuento de hadas.
 
- ¡Anne! ¡Debemos regresar! – escuché una voz llamándome de repente. Ahí fue cuando reaccioné y guardé mis apuntes, volteé para encontrarme con una de mis compañeras y supe que era hora de volver a casa. Éramos cuatro en total las que habíamos viajado a Italia con el profesor Matías Olivo, para llevar a cabo nuestra maestría gracias a una beca. Estaba muy emocionada, esos dos años habían pasado demasiado rápido y estaba convencida de que era el país en donde quería vivir terminado mis estudios. Si bien vivíamos en un pequeño departamento y no contábamos con suficiente capital para gastos extras, no me quejaba, jamás había sido tan feliz en toda mi vida y por esa razón mis padres habían terminado cediendo ante la idea de que me quedase aquí. Los extrañaba, pero en vacaciones iría a verlos y a mis hermanos, siendo la hija mayor quería que se sintieran orgullosos de mí y por eso trabajaba duro para conseguir mis metas.
 
Mi amiga Liliana, que hace horas quería regresar al departamento, salió rápidamente no sin antes decirme que me esperaría en el auto, mientras disfrutaba de uno de sus contaminantes cigarrillos.  Lamentablemente ella no compartía el mismo amor que yo por el arte, había llegado a Italia con la intención de casarse y establecerse oficialmente ahí. Y por lo general, siempre me dejaba a cargo de todo, así que ahora por ser la última en salir, debía asegurarme que las ventanas estuviesen cerradas y todo se encontrase en orden.
 
Me sentía cansada por todas las actividades que había realizado durante el día y podía sentir la tensión apoderándose de mi cuello. Mientras me dirigía a cerrar las ventanas que estaban al fondo de la galería, pensaba en lo que cenaríamos aquella noche, quizás las otras chicas habían comprado la cena en aquel restaurante en donde acostumbrábamos comer. No pude evitar que una mueca de disgusto se dibujara en mi rostro, solo por una noche me gustaría comer algo que no fuese comida rápida o pasta, pero sabía que tenía la batalla perdida, estaba casi segura de que ese platillo me esperaría al regresar a casa.
 
Las ventanas quedaron aseguradas y me dirigí a la pequeña oficina para recoger mi bolso y mi chaqueta. Pero, sucedió algo muy extraño cuando regresé a la galería con mis pertenencias en la mano. Las luces empezaron a parpadear y sentí una ventisca gélida paseándose a través de la sala. Me detuve por algunos segundos un poco confundida, pero al voltear a ver a todos lados me di cuenta que una de las ventanas estaba abierta. – Deben ser las bisagras que están flojas – me dije mentalmente y me acerqué para volver a cerrar la ventana y asegurarme que no se abriera durante el transcurso de la noche.
 
Una vez terminada mi tarea me dispuse a salir, ya que mi amiga debía estar impaciente por mi demora.
Pero, apenas di unos pasos, sentí la fresca brisa nuevamente acariciando mi mejilla y jugando con algunos cabellos sueltos que tenía. No podía ser, la ventana se había abierto de nuevo. Empecé a molestarme ligeramente, estaba cansada y lo que menos quería era permanecer más tiempo ahí, pero respiré profundamente y estiré un brazo con la intención de cerrarla por tercera vez.   
 
Las luces volvieron a parpadear y permanecí en aquella posición por breves segundos. Pero,  una ráfaga de viento hizo que retrocediera, como si me dijese a gritos que esa ventana no podía estar cerrada. Los escalofríos me invadieron, me sentí nerviosa y supe que algo extraño estaba sucediendo ahí, pero no quería dejar que mi imaginación volara, debía mantener la calma. Pero, al contemplar mi mano, me di cuenta que temblaba debido a esos escalofríos.
 
Respiré lento y profundo, y al moverme escuché una voz llamándome, un gemido que parecía emanar de las paredes.
 
- Anne, Anne…
 
Me quedé paralizada del susto. No pude evitar reaccionar de esa manera, ya que la voz no era la de mi amiga, se trataba de la voz de una persona más joven, quizás una niña. Quise echarle la culpa a mi imaginación, y por ello decidí voltear para contemplar el salón y reírme al no encontrar nada. Al menos esa era la idea en medio de mi temor. Pero, como si fuese una venganza por haber tenido ese pensamiento, las luces se apagaron de repente y todo quedó en completa oscuridad, salvo aquel rincón en donde me encontraba. La ventana abierta permitía que la débil luz de los postes iluminase parte de mi cuerpo y rostro. Pero no era suficiente, rogaba mentalmente para que la luz volviese, ya que empezaba a sentirme muy asustada.
 
Sin embargo, buscando refugio en la razón y en la lógica, supuse que habría sido un fallo en la electricidad. Esto hizo que me relajara un poco. Me acomodé las correas del bolso sobre el hombro y abandonando la idea de cerrar esa ventana, decidí marcharme a casa. Lastimosamente, al voltear y enfrentarme a la oscuridad, volví a escuchar esa extraña voz. Esta vez era más clara y fuerte, como si alguien invisible me hablase o cantase mejor dicho, al oído.
 
- Marie perdió su alma al entregarse a la oscuridad. Marie desintegró su corazón para no sentir amor…
 
Algo se movió en la oscuridad. Mis ojos no podían seguirlo ya que era demasiado rápido y pasaba de un lugar a otro en cuestión de segundos. Ahora sí, que estaba totalmente aterrada, pero mi cuerpo no obedecía a las órdenes de huir de aquel lugar. Mi corazón golpeaba salvajemente mi pecho y el aire empezó a faltarme a causa de la agitación. Y fue ahí cuando vi aquellos ojos amarillos en esa oscuridad, unos ojos que me veían fijamente y parecían atravesar mi propia alma. Junto a esos ojos, había otra presencia, me era imposible distinguirla, pero volví a escuchar esa tétrica canción, esta vez dándome cuenta que era una voz femenina.
 
- Marie perdió su alma al entregarse a la oscuridad. Marie desintegró su corazón para no sentir amor…
      
 La presión se me bajó de golpe y mi cuerpo cayó al suelo al no poder soportarlo más.
 
 
No tengo la menor idea que sucedió conmigo mientras estaba inconsciente. Lo único que sé, es que mi cuerpo recuperó el calor perdido ya que, caso contrario, mi corazón se hubiese detenido. Al abrir los ojos, sentí mi cuerpo descansado, pero con un dolor horrible en el brazo izquierdo. Así que, dirigí mi vista hasta ese lugar y vi un leve moretón producto de la intravenosa que me habían aplicado. Gracias a Dios, estuve inconsciente todo este tiempo, ya que la sangre y las inyecciones hacían que el estómago se me revolviese por completo. Con solo pensar en ello, se me fueron todas las ganas que tenía por comer algo, aunque esto hubiese pasado de todos modos, ya que el olor a alcohol inundaba mi nariz y en vez de ayudarme a recuperarme, quise ir corriendo al baño para vomitar.
 
Cuando volví a tener el control total de mis pensamientos y emociones, me moví para sentarme y acomodar mi espalda contra las almohadas. Estaba claro que me encontraba en el cuarto de un hospital, y solo podía recordar las luces parpadeantes de la galería de arte antes de desmayarme. Cuando estuve sentada y con unas terribles ansias de ponerme de pie para averiguar por mi propia cuenta lo que había sucedido, la puerta se abrió y reconocí la figura de Stefany, una de mis amigas que había venido a verme. Intenté sonreír, pero dudo mucho que la mueca que hice se pareciera en algo a una sonrisa. Estaba muy confundida y por momentos la piel se me erizaba al intentar recordar con exactitud que sucedió.
 
- ¿Cómo te siente Anne? ¿Estás mejor? – preguntó con un tono de voz preocupado.
 
- Creo que sí, pero ¿qué sucedió?
 
- El doctor solo nos dijo que te habías desmayado porque la presión se te bajó. Mencionó exceso de trabajo y estrés.
 
- ¿Solo eso?
 
- Sí, y no te preocupes que hoy en la tarde te darán de alta. El profesor Olivo vino a verte mientras dormías y nos ayudó a reunir el dinero para comprarte la medicina que el doctor te recetó. Solo son vitaminas y algo para el estrés.
 
- Osea calmantes... ya sabes lo que opino de eso.
 
- Te guste o no, tienes que tomarlos. ¡Menudo susto nos diste! Liliana nos llamó por teléfono desesperada porque pensó que habías tenido un ataque.
 
- Bueno, según yo... creo estar bien – dije,  permaneciendo en silencio después de aquello, sentía que olvidaba algo muy importante pero no tenía la menor idea de que fuera.
 
- Por cierto, el profesor Olivo dice que espera que te recuperes pronto para que regreses al trabajo. Felizmente no perdiste clases en el curso de maestría, pero tuvo que hacerse cargo de las críticas de las obras de los chicos. Yo misma le entregué tu cuaderno de apuntes, sé que eran tus más sinceras opiniones y deseabas decírselos en persona. No te desanimes, para la próxima será.
 
- Stefany... ¿fuiste hoy a la galería? – dije cambiando mi expresión a una de seriedad total.
 
- Sí, lo hice para entregar las pinturas que han sido vendidas. ¡Los chicos están tan felices por ello!
 
- Ya veo, así que logramos que se vendieran algunos cuadros gracias a la exposición, eso me alegra.
 
- Sí, pero, Anne tengo que hablarte de algo. Hay muchas personas interesadas en comprar una pintura en especial, pero no podemos encontrar al autor. El profesor Olivo habló con todos sus alumnos, pero ninguno recuerda siquiera aquel cuadro, dicen que cuando fueron a colocarlos en la galería ese espacio permaneció vacío. Hasta pensaron hacer una obra en común para evitar esa pared en blanco. Es como si hubiese aparecido de la nada.
 
- ¿Eh? ¿De qué cuadro me estás hablando?
 
- De una obra llamada “Marie”.
 
Apenas escuché el nombre, me puse muy pálida. Retazos de recuerdos de la noche pasada se me vinieron a la mente, recuerdos sin sentido. Intenté ocultar el temblor de mis labios y felizmente la enfermera entró para pedirle a mi amiga que se retirara por el momento. Realmente, quería estar a solas. Faltaban varias horas para el atardecer, pero las aprovecharía para descansar y quitarme de la cabeza todas esas tonterías que empezaban a atormentarme.
 
Pero, por más que intenté dormir un poco, mis ojos se negaron a cerrarse. Jamás me había desmayado antes. No podía aceptar la idea del estrés, porque a pesar de todo, tenía un horario bien organizado en donde el descanso y las horas de comida eran respetados. Por ello, decidí olvidarme de todo eso, me acomodé en la cama para intentar conciliar el sueño, pero apenas cerré los ojos, sentí una mano posarse sobre mi cabeza y empezar a juguetear con mis cabellos. Al igual que mi madre hacía cuando me enfermaba.
 
- ¿Quién er...? – intenté preguntar, pero mis palabras fueron cortadas con la voz de una chiquilla que empezó a cantar suavemente.
 
- Marie perdió su alma al entregarse a la oscuridad. Marie desintegró su corazón para no sentir amor. Marie no siente nada, mucho menos piedad. Marie desconoce los sentimientos humanos... entonces, ¿qué es lo que Marie siente por ti? ¿Simple confusión? ¿Caprichos de una inmortal? No lo sé…
 
Su voz era suave, pero sus palabras escalofriantes. La desconocida las entonaba como si fuese una canción de cuna. Quería mucho abrir los ojos, pero los recuerdos de la galería inundaron de golpe mi memoria y la cabeza empezó a dolerme. Quería gritar, estirar mi mano para llegar al botón que estaba cerca de la mesa de noche y llamar a la enfermera. En esos momentos pude sentir como me abrazaba y su delgado cuerpo rozó el mío, aquella “cosa” estaba casi sobre mí y no podía hacer nada para evitarlo.
 
Ella seguía cantando  las mismas frases una y otra vez, y sí... sabía que era mujer por unos pechos abultados que sentí contra mi cuerpo. Lo único que pude hacer fue tragar saliva, empezar a rezar mentalmente todas las oraciones que me sabía, pero nada funcionaba, la presencia o ente seguía sobre mí y eso no auguraba nada bueno. No comprendía porque ese extraño ser me estaba persiguiendo, jamás había hecho nada por molestar a nadie y mucho menos, indagar en cosas paranormales que me ponían los pelos de punta. No creía en ello, pero tenía que admitir que esto escapaba de mis manos y realmente se trataba de un caso de acoso de parte de un ser extraño.
 
- Aléjate... – logré decir al sentir sus manos acariciando mi rostro y sus pequeñas uñas subiendo hasta mis cabellos nuevamente.
 
- Marie perdió su alma al entregarse a la oscuridad. Marie desintegró su corazón para no sentir amor. Marie no siente nada, mucho menos piedad. Marie desconoce los sentimientos humanos. Entonces, ¿qué es lo que Marie siente por ti? ¿Simple confusión? ¿Caprichos de una inmortal? No lo sé…  Pero, Marie desea estar contigo por toda la eternidad.
 
- Ya cállate, por favor – empecé a rogarle al no saber que más hacer.
 
- Repite el nombre de Marie tres veces, ella vigilándote está. Tus labios le pertenecen, y el calor que emana de tu cuerpo. Marie te busca, pero desesperada no se encuentra. Ya que sabe, que Anne pronto estará con ella. Ahora Marie solo dice… permite que desgarre tu piel y busque tu fresca sangre. Marie, Marie, vendrá por ti esta misma noche. Anne, Anne, se convertirá en su eterna amante.
 
Escuché cada una de sus palabras creyendo que con esto me dejaría en paz. Tal vez, solo se trataba de un ente burlón, debía de tratarse de una broma. Por ello, después de escuchar su canción nuevamente, abrí los ojos de golpe y lo primero que vi fueron unos ojos castaños y hermosos como los de las muñecas de porcelana, seguido, un rostro muy bello y triste al mismo tiempo. Estaba semi desnuda y el vestido que llevaba con las justas lograba cubrir algunas zonas íntimas. La jovencita me miraba fijamente, como si nunca hubiese visto a una mujer antes y en eso, sus ojos se volvieron tan rojos e intensos que empecé a gritar con desesperación.
 
- Marie vendrá por ti esta noche y Anne será su amante para toda la eternidad.
 
- ¿¡Qué estás diciendo!? ¿¡Qué eres y por qué me acosas de esta manera!?
 
- Marie no acosa a nadie, ya que Anne fue la primera en buscarla...
 
Ante los gritos que di, pronto las enfermeras llegaron y la jovencita desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Tuve que mentir y decirles que solo había tenido una pesadilla, a pesar de los salvajes latidos de mi corazón. Me costó mucho tranquilizarme, y después de aquella horrenda experiencia hice todo lo posible para salir antes del hospital y regresar a casa. Quería empaparme con el trabajo y regresar a mi rutina diaria, si bien sus palabras habían hecho que me pusiera muy nerviosa, tenía que sacar valor de donde fuese para retomar mi vida. Lo peor, era que no podía contárselo a nadie. Ninguna de mis amigas lo entendería.
 
Y, gracias a que el profesor Olivo apareció, los trámites se aceleraron y pude salir del hospital dos horas antes de lo acordado. Me sentía un poco débil y por ello el profesor me invitó a almorzar.
 
- ¿Estás segura que deseas volver al trabajo?  Deberías regresar a casa, darte un largo baño y descansar. Yo puedo hacerme cargo de lo demás.
 
- Claro que no, he trabajado muy duro para llegar a donde estoy y no voy a permitir que un simple desmayo arruine mis planes – dije decidida.
 
- Sí que eres terca Anne, pero bueno, me rindo. Confío en ti y se que jamás me defraudarías, pero si te sientes mal debes regresar al departamento sin protestas, ¿entendido?
 
- Está bien.
 
- Por cierto, las chicas están en la galería. Hoy debemos sacar los cuadros que no fueron vendidos y entregárselos a sus dueños, te necesito allá después del almuerzo.
 
- No se preocupe por ello – le dije con una sonrisa, ahora me sentía mejor a pesar del miedo que tenía  por aquella aparición.
 
Después de disfrutar de un almuerzo como Dios manda, el profesor Olivo se despidió de mí, ya que tenía que regresar a la universidad.  Tomé un taxi con dirección a la galería, pero conforme me acercaba al lugar, empecé a escuchar aquella voz cantando esa canción una y otra vez dentro de mi cabeza. Sentía que me estaba volviendo loca y me llevé ambas manos a los oídos como último recurso. El taxista me observó con una mirada extraña pero no dijo nada, y luego de pagarle y bajar del auto me puse en camino hasta la pequeña galería en donde estaban mis compañeras.
 
Al entrar todo parecía estar en orden. Saludé a las chicas y poniendo manos a la obra, cogí dos cajas grandes y me puse los guantes para no estropear las pinturas. Liliana y Stefany me preguntaron muchas veces por mi estado de salud y tuve que repetir que me encontraba mejor y solo quería volver a mi rutina diaria. Las chicas dejaron de agobiarme por el momento, y permitieron que me hiciera cargo de la última sección. Cuando llegué a ese lugar y coloqué mis cajas en el suelo, dispuesta a empezar a sacar los cuadros de las paredes, mis ojos se desviaron hasta aquella ventana que aun permanecía abierta. Un ligero temblor invadió mi cuerpo, pero siendo de día y con mis compañeras cerca, me sentí segura y evité volver la mirada hacia esa maldita ventana mientras me ocupada de guardar los cuadros.
 
Para mi sorpresa, aquel cuadro que me había llamado la atención no se encontraba por ningún lado.  Ahora estaba convencida de que todo eso había sucedido por haberme quedado viéndolo por largo tiempo. La visión de esos ojos amarillos, las voces y esa chica misteriosa en el hospital, todo tenía que ser producto de mi imaginación. Habían sido alucinaciones y a pesar que no creyera en mis propias palabras, era mejor pensar así a ponerme a analizar sobre lo ocurrido. La sola idea me hacía sentir aterrada por momentos, así que distraje la vista en los cuadros de paisajes que guardaba y me entretuve con la tonta charla de mis compañeras acerca del nuevo novio de Liliana.
 
Al terminar con mi trabajo, guardé las cajas en la camioneta que había venido por nosotras. Los cuadros serían entregados el día de mañana a sus respectivos dueños. Ahora sí, que podría regresar al departamento y dormir por varias horas. Las chicas querían ir a una discoteca para conocer al novio de Liliana y festejar por la venta de los cuadros, pero tuve que rechazar esa oferta, estando ellas fuera tendría el departamento para mi sola y podría tener un verdadero descanso. Así que, después de despedirme de ellas en la puerta del edificio, me dirigí hasta el departamento con la sola idea de darme ese baño y tirarme a la cama.
 
Cuando llegué al cuarto piso, busqué una copia de las llaves en mi bolso. Por un momento temí haberlas olvidado en la galería, y por suerte las encontré junto a mi set de maquillaje. Pero, cuando estaba a punto de introducir la llave me di cuenta que la puerta estaba semi abierta. Observé a ambos lados e intenté agudizar mis oídos para escuchar algo fuera de lo normal. Quizás solo mis amigas la habrían cerrado mal al salir de prisa y no se tratase de algún ladrón, al menos era lo que esperaba de corazón. No teníamos gran cosa en el departamento, pero si alguien habría entrado a robar y se había llevado nuestros objetos personales, esto sería una gran molestia. En eso, me sobresalté llevándome una mano al pecho al ver como la puerta se abría lentamente, pero solo se trataba de un gato negro que de seguro habría entrado aprovechando el pánico. A mi me gustaban los animales y no tardé en agacharme y levantarlo en brazos. Su pelaje era brillante y muy suave, me gustaba la manera en como ronroneaba ante mis caricias. Y luego de eso, lo deposité en el suelo y entré al departamento.
 
Lo primero que quise fue encender la luz, pero el botón no funcionó por más que lo apreté muchas veces. Tal vez la electricidad se habría ido y tendría que bañarme con agua fría. Esto no era un problema para mí, ya que aun era de día y la luz solar se infiltraba por las ventanas. Me dirigí a mi habitación, pero al pasar por la pequeña sala me detuve bruscamente sin poder entender lo que sucedía ahí. Frente a mí, sobre el sofá se encontraba aquella pintura de la chica del gato con ojos amarillos. Tal vez alguna de mis amigas lo habría llevado al no encontrar a su dueño, era lo más lógico, pero al acercarme, rápidamente retrocedí al contemplar que de los ojos de la joven caían lágrimas rojas, parecidas a la sangre.
 
- Esto no puede estar sucediendo – dije empezando a ponerme nerviosa, llevándome ambas manos a la cabeza para pensar mejor las cosas. Rápidamente cogí el cuadro con la intención de envolverlo en papel y guardarlo en el último cajón del armario, en donde no me molestaría más. Pero, estaba en esa tarea cuando escuché unos maullidos muy cerca, levanté la mirada y ahí se encontraba otra vez ese gato negro. Y desde el rincón oscuro en el que se encontraba, pude ver como sus ojos eran de un color amarillo y brillaban intensamente. Lo que al principio me produjo ternura, ahora provoco un temor indescriptible, me puse de pie y busqué una escoba para sacarlo de la casa, pero el animal maullaba lastimeramente y pronto subió por las escaleras escapándose de mis golpes.
 
Mi respiración estaba agitada, pronto volví la mirada a ese cuadro a medio envolver que tenía sobre el sofá. La imagen del gato negro seguía mirándome fijamente, exactamente igual a la de ese animal que se había metido al departamento, y por algunos segundos pensé en algo loco y sin sentido. Pero, los maullidos en el piso superior hicieron que fuera a perseguirlo para acabar con esa locura de una vez por todas.
 
Encontré al gato en la puerta de mi habitación, rasguñando y tratando de entrar. Otra vez me miró con esos ojos amarillos y retrocedí por instinto. En eso, la puerta se abrió por si sola para dejarlo entrar. Me quedé muda, con la intención de correr y contarle a alguien sobre lo que estaba sucediendo, pero algo hizo que permaneciera ahí. Había sido suficiente toda esa tortura mental y quería aclarar las cosas de una vez, realmente no se de dónde saqué valor y empuje la puerta para entrar. Aquel animal estaba destrozando mis nervios y acabando con mi paciencia, pero cuando vi el motivo de su desesperación por querer entrar al cuarto, caí de rodillas cerca a la cama sin poder creer lo que veían mis ojos.
 
- ¿Por qué está sucediendo esto? Dios me proteja – dije con voz temblorosa.
 
- No metas a Dios en esto – me respondieron.
 
- Entonces, ¿eres real?
 
Seguía en el suelo sin poder moverme. La joven de largos cabellos negros se levantó de la cama y pude ver sus pies desnudos y maltratados por tanto caminar, junto a ella el gato de ojos amarillos me miraba como siempre mientras se lamía una pata.
 
- Si Anne dice que soy real, es que lo soy – dijo la jovencita acercándose hasta mí y agachándose para estar a mi altura.
 
- Eres la chica que vi en esa extraña pintura, exactamente igual. ¿Acaso eres un fantasma? ¿Por qué me persigues?
 
- Marie no lo sabe... Marie no tiene corazón, no conoce los sentimientos humanos.
 
- Por favor deja de repetir eso – dije abrazándome a mi misma por el temor que sentía.
 
- Marie sabe que Anne debe ser su amante por toda la eternidad.
 
- Ya basta...
 
- Anne sabe que Marie ha venido por ella, desde que vio ese cuadro, Anne ha amado a Marie, pero aun no se da cuenta de ello...
 
- Estás equivocada, por favor, solo quiero que me dejes en paz.
 
- Repite mi nombre tres veces, vigilándote estoy – dijo la joven empezando a lamer suavemente mi cuello – Marie no desea estar más tiempo sola, Anne es la única a quien le importó Marie,  a pesar de ser solo una pintura.
 
- Déjame Marie, no me mates, deseo hacer tantas cosas… te lo ruego – dije empezando a llorar. Gruesas lágrimas resbalaban por mis mejillas.
 
Las cosas sucedieron muy rápido. La frágil jovencita me tumbó al suelo y a pesar de mis gritos y ruegos no pude evitar que aquellos colmillos que sobresalían de sus finos labios se alejasen de mi cuello. Pude sentir como mi piel era desgarrada y la sangre empezó a caer en mi ropa. Empecé a sentirme mareada y la vista se me oscurecía lentamente.
 
Y, antes de caer en la oscuridad. Vi a Marie arrodillada a mi lado, con mi sangre resbalando por sus labios, sangre que me había robado. Y junto a ella, el gato de ojos amarillos que parecía disfrutar mucho de la macabra escena. Mi cuerpo empezó a convulsionar y un fuerte ardor proveniente de mi pecho hicieron que nuevos y desgarradores gritos salieran de mi garganta.
 
En medio de mi sufrimiento, Marie cantaba, repitiendo varias veces las estrofas mientras era testigo de mi dolorosa y cruel transformación.
 
- Marie, Marie, Marie... – fueron las últimas palabras que pronuncié como humana. Las últimas antes de volver a nacer. No como una persona, si no, como una bestia. En un mundo donde Marie me esperaba con ansias y yo estaba condenada a seguirla para siempre.

 
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Foto del autor Killari Ai
Textos Publicados: 13
Miembro desde: Feb 21, 2013
1 Comentarios 283 Lecturas Favorito 1 veces
Descripción

Su misteriosa belleza fue la que la atrajo. Su piel pálida y sus ojos que parecían pedir ayuda a través de aquella pintura. Solo era un lienzo, una obra de algún pintor anónimo... ¿Solo eso? Anne descubrirá un gran secreto, pero, tendrá que aceptar las consecuencias al conocer a la pequeña y macabra Marie...

Palabras Clave: lesbianas yuri suspenso gato chicas vampiros vampiresa cuadros

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Creditos: Killari Ai

Derechos de Autor: Killari Ai

Enlace: http://killariai.bubok.es/


Comentarios (1)add comment
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Mafka

No entiendo por qué este cuento no tiene comentarios, me parece indignante. ¡Dios! ¡¿Por qué decidí leerlo a media noche?! Simplemente excelente, la narrativa es sorprendente y te sumerge de lleno en la historia. Me alegro un poco de no ser fanática del arte jaajaja quizás me libre de ciertos demonios.
Un saludo desde Chile! espero darme una vuelta por tu perfil y seguir leyendo más de tus historias.
Saludos!
Responder
November 19, 2013
 

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