Me bañé, me vestí, sequé mi pelo, y lo peiné una, y otra, y otra vez...hasta que estaba lista para salir...cada pelo de mi cabellera estaba perfectamente posicionado en su lugar...entonces... sucedió...una ráfaga de viento se apoderó de mi pelo y fue descontrolándolo uno por uno.
Un remolino...en eso se transformó mi cabeza...un remolino que se fue llevando todo con él...gente...autos...hasta incluso altos edificios...
Con el remolino a cuestas traté de continuar con mi caminata...pero me fue imposible...y aunque le insistí que se fuera, que me dejara en paz, el remolino no tenía intenciones de abandonar mi cabeza...¿por qué esto me sucede sólo a mí? me pregunté...todo el resto de la gente caminaba tranquilamente por la ciudad y su cabello (sin remolino a cuestas) bailaba al compás del viento...y ahí fue que me di cuenta de que mi cabello no sabía bailar al compás del viento...mi cabello...tenía otro ritmo...otro tiempo...y lo tuve que aceptar...así como es...indisciplinado...rebelde...con su remolino a cuestas...pero parte de mí...parte de lo que soy... un poco indisciplinada...un poco rebelde...y siempre con un remolino a cuestas...