En los inicios de su juventud él se disfrazaba de mujer, por supuesto, en ese tiempo sin ninguna tanga,  pero con gestos y contoneos femeninos, acompañados por sus largos brazos con movimiento de gaviota. Llegó a confundir a algunos hombres cuando lo miraban de espaldas sin ver su sonrisa de delfín, quienes se animaron a gritarle piropos: ¨ Aunque ya eres mariposa aquí está tu capullo. Ay diosito santo se me ha aparecido una diosa. Soy pobre, pero por ti sería minero para ofrecerte todo el oro del mundo. Espérame tantito que voy a mi biblioteca a buscarte todo los poemas que hagan honor a tu belleza. Quisiera ser tu reloj para acompañarte a todas horas. Florecita del campo voy a chuparte toda tu miel.  Mamacita, te invito a mi parrillada para que te comas mi choricito quemado. Quisiera ser un bolillo para rellenarme de tu jamón. Quisiera ser pelón para ponerme tu peluchín¨.
      Con los que se portaban caballerosamente nunca volteó para agradecer sus galanterías, pues quería que soñaran con su femenina silueta durante todo el día. Pero a los barbajanes los encaraba y, agarrándose los testículos les decía con su voz ronca: ¨pues aquí se van a tener que comer ésta todititita¨. Lo bueno fue, que sus piernas tenían una velocidad emanada de la naturaleza, las cuales le ayudaron escaparse de algunas palizas de los hombres que iban en grupo, porque los que iban sin compañía, se quedaban sacando baba y, con la cara de varios colores por la confusión vergonzosa que la había jugado ese escultural cuerpo que ahora dice que la naturaleza lo hizo así, y el mundo tiene que aceptarlo, pues está a un paso entre el abismo o cambiar su vida pues ha caminado sobre ella en un reflejo de agua sucia como una inerte piedra sin pasar la puerta de que alguien reconociera su existencia, no como un rey, sino como una reina...