Dividida
Publicado en Mar 27, 2013
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La llovizna corrompía cada parte de mis emociones, lágrimas saladas, rozaban mi mejilla sin piedad. Me habían plantado, como un objeto sin valor me dejaron sola, en aquella calle, sin un lugar a donde ir.
Miré el cielo encapotado, no iba a mejorar, y yo tampoco. Cerré mis ojos tratando de encontrar todavía en mí aquella fortaleza de mis vidas pasadas, pero, en esos momentos, no veía nada, salvo la oscuridad de la noche y por ende, de mi propia alma. Según mi abuela, una mujer de cabellos canos, sin dentadura firme, ojos cansados y sabios simultáneamente, decía que debí ser, en alguna otra vida, una rebelde. Me acuerdo aquella sonrisa angelical que sosegaba a todos los médicos, mi abuela, mi inspiración, lo único que me quedaba.
Esa noche, cuando la lluvia pasó, me disponía a volver a casa, con el espíritu acariciando el empedrado de la calle, exhausto de tanta decepción continua, cuando una mujer morena, de ojos grises como las nubes, de facciones angulosas, apareció ante mí.
Como si de un espectro se tratara, la pasé por alto, caminaba, sin razón alguna, caminaba, sabía que antes de pisar el hogar de mi abuela tenía que tranquilizarme, volver a mi eje.
-         El amor…- murmuró la mujer, llevaba una pollera roja y una blusa blanca. En sus orejas, dos pendientes de oro macizo brillaban como el sol. Su cabello, negro, estaba sujeto a un pañuelo de hilos plateados.
-         El amor, es lo peor que pudo pasar en éste mundo.- respondí dándome vuelta, con los ojos enfurecidos.
-         El amor tiene sus misterios.- respondió sonriente.
-         ¿Misterios?... ¿Misterio es que te abandonen?, ¿ Misterio es que te ilusionen y te claven un puñal en la espalda?
-         Se está precipitando…
-         No, nada de eso.- respondí dispuesta a seguir mi camino.
 
Un rayo plateado cayó a metros de mí. Asustada, giré hacia el otro lado. La mujer estaba sentada en el suelo, sonriente e implacable como si ella hubiera mandado aquel rayo.
-         Déme su mano.- ordenó. Me incliné hacia ella, tomó de mi brazo obligándome a sentarme en aquella calle llena de agua de lluvia y sueños rotos. Le di mi mano.
-         ¡Vaya!..- murmuró fascinada.- No eres como los demás transeúntes, te esperan muchos cambios, uno de ellos… es tu estado emocional.
-         ¡ Me decepcionarán de nuevo, vaya noticia!- murmuré levantándome hecha la misma furia.
-         No, me temo que no me comprendió. La vi, vestida de rojo, dorado, con un aura diferente, acompañada por nuestro señor.- murmuró.
 
Desesperada, comencé a correr. Me aterrorizaba pensar que aquella gitana tuviera razón, había luchado mucho por ser alguien normal, alguien que tuviera problemas como los demás y que no lo persiguieran las almas o espectros, sinceramente esto de ser diferente, no me agradaba en lo absoluto.
 
De repente la noche se aclaró, la lluvia había desaparecido. Me encontré en un lugar diferente, no era aquel pueblito donde había crecido, eran calles desiertas, sin vida aparente, sin almas, no había nada. Un hombre, caminaba por el cruce de las calles.
-         Disculpe señor…- murmuré tironeando suavemente la capa rojiza que éste llevaba en sus hombros.
 
El hombre dirigió su mirada hacia mí. Sonrío, mostrando sus dientes, su tez eran tan oscura que el mismo cielo de la noche parecía resplandecer. Sus ojos llevaban el fuego de la hoguera.
-         ¿Qué acontece pequeña?- preguntó el hombre.
-         ¿En dónde estoy?- murmuré, sin sentido de la orientación, perdida en mis pensamientos.
 
En ese instante, un hombre vestido de blanco, con un sombrero que tapaba su cabello, de ojos verdes, como el mismo mar, apareció de la nada.
-         Angelus…- murmuró éste acercándose a mí.
-         Marhav… no creo que te incumba.- el de rojo apoyó su mano en mi hombro, un cosquilleo brotó desde mi interior hasta el exterior.
-         Sabes a lo que me refiero Angelus… nada de humanos… ¿ Lo recuerdas?
-         No soy un chiquillo Marhav, sé las reglas. ¿Por casa como andamos?
-         ¡Cállate!- El de blanco tironeo de mí llevándome a rastras. No podía apartar mi vista del otro hombre, de Angelus.- ¿Hija, te molestaría despertarte?- susurró a mi oído.
 
Todo se volví claro, estaba acostada en mi cama, mirando el techo oscurecido por la misma noche. Levantándome de la cama, fui al living donde se encontraban colgados un sombrero rojo como la sangre y otro sombrero blanco, como la misma espuma del mar.
-         Me tienen harta, ¿Será posible que una vez, una puñetera vez, se lleven bien entre ustedes dos?.- dije totalmente sacada de mis casillas.- El día que ustedes se lleven mejor, ese día podré estar más tranquila… Con su permiso caballeros.- murmuré regresando a la cama.
 
¿ Es posible que dos espíritus antiquísimos como lo eran ellos dos, me tuviera divida a tal punto de perder la poca razón que me quedaba?. Mi corazón, pertenecía a uno de ellos, el otro era más allá de mi guardián era mi compañero, mi amigo, mi camarada, mi padre… Aún así eran gustosos de ver quien tenía más de mí… Y, queridos lectores, eso seguiría hasta el fin de mis días. Desafortunadamente para mí, eso sería dentro de mucho, mucho tiempo.
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Foto del autor Nela A. Troisse
Textos Publicados: 9
Miembro desde: Mar 19, 2013
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Descripción

Una joven medium se encuentra en dividida, entre el amor que siente por aquel espritu llamado ngelus y su guardin, Marhav.

Palabras Clave: bruja Tiriri Marab magia misterio gitana destino rojo azul blanco rosa tormenta rayos truenos agua fuego medium

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



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