Mientras todo se marchita a nuestro alrededor, seguimos luchando por buscar nuestro sitio, nuestro lugar. No importa la edad que tengas, ni el tiempo que lleves anhelando un cambio radical que suponga tu elevación personal.
Yo empecé cuando era muy joven a estudiar el comportamiento de mis semejantes, desde entonces, observé que era diferente a los demás, no peor ni mejor, sólo distinta. Mi flexo en mitad de la noche y el cigarrillo entre los dedos, una varilla de incienso para hacer si cabe más acogedora la habitación y perdida entre folios y apuntes que tomaba en el instituto. Prefería garabatear en mi hoja blanca, sin contenido alguno. De fondo sonaban las canciones de mi grupo favorito,  y soñaba cómo sería aquella época que estaba intentando estudiar para el examen del día siguiente. Recuerdo exactamente el tema de la revolución industrial en Europa, aquel tema me cautivaba, llamaba mi atención, y jugaba a imaginar cómo serían las madres de esa época, y los padres, sin derechos y con miles de obligaciones. Pensaba en aquellos críos que no llegaban a alcanzar a casi ningún lado, con sus caritas manchadas por el carbón y la tierra, ya que eran obligados desde temprana edad a bajar a las minas con sus padres.
¿El sentido de la vida cual es en realidad? Nacemos esclavos de nuestras respectivas vidas, crecemos pensando que somos libres porque tenemos un mendrugo de pan que echarnos a la boca, y, la verdad es que mi padre, ferroviario honrado y trabajador como nadie, trabajaba de sol a sol, cargando pesadas piezas para los vagones, y a veces, incluso jugándose la vida porque el tren tenía que salir a la hora exacta y se colaba debajo del convoy para atornillar una diminuta pieza minutos antes de que este abandonara la estación. Y como mi padre, miles y miles de padres honorables a lo largo y ancho del planeta, para que sus hijos tengan una vida mejor que la que le tocaron a ellos vivir,  ahorrando para enviar a sus retoños a la Universidad, para que ganen un sueldo digno, para… ¿Para qué? Henos aquí, en mitad de la nada, con el alma desgarrada por no cumplir las expectativas que todos tenían en nosotros, siendo padres o madres luchando de nuevo por lo que antes lucharon los nuestros, y sometidos, cada día a una sociedad plagada de corrupción y apatía.
Y sigo aquí , como todos vosotr@s, luchando cada día por sobrevivir, peleando cada día por no mirar la TV y sufrir por tod@s y por mí misma. Años difíciles nos están tocando vivir.