Datos pegados, o el Cuento del patético en un auto
Publicado en Mar 24, 2013
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Laigh conducía por la carretera, presa del calor, el tedio y sobre todo, un gran dolor de estómago. Definitivamente había sido un error no haber pasado a la última gasolinera por un baño; ahora la siguiente estaba a 40 kilómetros y un enorme sufrimiento.
Laigh se arrepentía.
Además, no tenía sencillo para pagar el peaje que se acercaba a una velocidad desagradable, Solo uno de esos grandes billetes que servían únicamente para comprar electrodomésticos, porque todo lo demás era muy barato para ellos. Si, uno de los billetes verdes-morados, de esos grotescamente pretenciosos,  que sirven para levantar el ego de los que miden la dignidad en dinero. El pobre Laigh tendría que esperar mucho tiempo en la casilla del peaje para que la persona que atendía le entregara su cambio y el comprobante de pago. Eso sí sería problemático.
Por supuesto, existía la posibilidad...
No, Laigh no iba a permitirse pensar en esas estúpidas ideas de nuevo. Que fueran tan entretenidas no significaba que fueran buenas; solo le distraían.
“Concentración Laigh! estás realizando un viaje muy largo!”
Aunque...
Bueno, era una posibilidad también. Había que contemplarla. ¿Y si la chica que atendía en el peaje era ella? Ella, obviamente, la imagen perfecta, la muchacha anhelada. La de cabello Rojo, unos ojazos verdes y una mirada simple y sin tapujos. Con la delgadez justa y suficiente, y una voz suave y alegre y brillante, de esas que pueden dar consuelo en un susurro o estallar en una carcajada estridente sin ninguna dificultad. Era obvio e inevitable que una muchacha de esas características debía tener una personalidad maravillosa. Una honestidad a toda prueba, y un gran sentido del humor. Eso seguro. La vida no se puede vivir sin sentido del humor, bien lo sabían los ingleses, aunque no todos lo practicaran. Pero el tema no eran los ingleses, claro que no, era la chica que cobraba el peaje. Con una personalidad como esa, ¿por qué estaría ella cobrando peaje? Seguro que tenía una gran fuerza de voluntad, y era responsable. ¿Por qué no habría buscado un mejor trabajo? oh, por supuesto, era inevitable que una muchacha de esas características y esa personalidad tuviera una vida triste. Seguro que algún familiar estaba muy enfermo y trabajaba durante el día para costear el tratamiento. E incluso puede que estudiara durante las noches. ¿Por qué no? Quizás tenía solo turnos diarios. O quizás no. Era posible, seguro.
Laigh no se percató que mientras vagaba en su mente el peaje se había acercado peligrosamente. Comenzó a ponerse nervioso. ¿qué le diré? se preguntó. Seguro que lo más sabio para empezar una conversación con ella... oh, diablos! no se puede hacer una conversación en un peaje¿ o sí? retrasaría a los otros autos. Y una persona como ella,  de tan altos valores jamás se permitiría algo así. Tendría que entregarle su número de teléfono con el billete enorme. Si! esa era una posibilidad. No una gran solución, pero al menos una forma de no permitir que la mujer de sus sueños se escapara tras de sí. Era extraño pensar en que ella se escaparía porque él se movía, cuando era él quien deseaba quedarse.
No importaba. Las paradojas para después. Santo Dios! allí estaba! El auto de Laigh se había detenido, esperando a que los dos vehículos frente a él pagaran su peaje. Los celos lo devoraron. ¿No sería posible que alguno de ellos también estuviera entregando su número de teléfono entre esos billetes amarillos o rojos? oh, catástrofe de las catástrofe ¿y si quizás ella decidía llamarlo a él, pero tomaba el número de otro? Que terrible error! qué gran pérdida! pero aparentemente el primer auto pasó sin problemas. Siguió camino raudo y veloz, concentrado en el camino evidentemente, y no pareció demasiado interesado en hablar con la chica.
Al menos una amenaza menos, pensó Laigh, relajando los músculos que inconscientemente había tensado. Esta vez no notó la paradoja lingüística. Laigh era de los que se hacía caso a sí mismo. El segundo auto pasó, pero no produjo la misma tensión. Mal que mal, el conductor de ese auto era mujer también. Ahora era su turno. El nerviosismo lo carcomía. Una sensación incomoda le subió por las piernas y el estómago. Era ansia. Y era muy fría. y empeoraba su dolor de estómago inicial.
El auto llegó junto a la ventanilla.
-son 1700 pesos- dijo un muchacho joven, de cabello castaño, con la aguda voz propia de los que comienzan a ser hombres. Tenía una espinilla en la ceja izquierda.
Laigh pagó con su billete enorme, ausente. El vuelto se demoró, y Laigh se aburrió. Al menos ahora tenía sencillo.
Siguió su camino, ausente. El auto avanzaba, la mente de laigh permanecía helada, detenida. Pasó a la gasolinera 40 kilómetros más adelante, y relajó su maltrecho estómago. Se detuvo media hora. Siguió su camino, y muchas horas después vio a lo lejos un peaje.
"Bueno, es solo posible que aquí…"
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Foto del autor Joel Velásquez
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Descripción

Un muchacho joven y un desmedido optimismo hacen un largo viaje en auto

Palabras Clave: Pelirroja Auto Expectativas Viaje Peaje Laigh

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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