Como un padre amoroso
aunque callado y discreto
dabas sabios consejos
para nosotros, tus nietos.
 
Con tu melodiosa voz
y tu adorada guitarra,
¡cuántas canciones
a diario nos enseñabas!
 
Tus alumnos siempre en la calle te saludaban
te querían y aún te recordaban,
pues en aquel pueblito de Silvania,
entregaste tu juventud a la enseñanza.
 
Había mucha sabiduría
escondida tras tus canas,
mas, solo algunos te escuchaban
pues tu débil voz a pocos alcanzaba.
 
Siempre fuíste sano,
nunca se te vió un resfríado,
ese miedo a quedarte sin tu ser amado
hizo que partieras de un modo inesperado.
 
Cuánto te extraño mi lindo tato...
No te imaginas cuánto te he adorado...
En este mundo de traición y engaño,
siempre me diste consuelo y amparo.
 
Me hiciste creer en la verdad y el honor,
en la honestidad y el verdadero amor,
en un castillo dónde nunca entró el dolor,
me diste vida de princesa, respeto y admiración.
 
Hoy aunque vivo en este mundo de desilusión,
de tristeza, nostalgia, de engaño y dolor...
Quedaron en mi alma la esperanza y el amor
que me diste de pequeña con tanta dedicación.
  
Gracias Tato por hacerme sonreír,
 por darme la fuerza para vivir y ser feliz...
Te recordaré por siempre y siempre vivirás en mí
cuando las letras, la música y la vida me hagan sonreír.
 
Tu nieta,
Caro