Los amantes Prohibidos
Publicado en Mar 22, 2013
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Entre la multitud, ese hombre del mar y aquella gitana comenzaron a danzar,
con el sonido de los atabaques,
su amor confiaron
a todos los presentes y más...
 
Pueblo del mar, pueblo gitano
se unieron por fin,
en un amor prohibido que
hace tiempo vi...
 
 
 
 
 
Un amor, tan fuerte como los misterios de la noche.
 
El sol iluminaba sin quemar en aquella zona abandonada, el viento acariciaba mis mejillas provocando que mi miedo se convirtiera en una pesadilla vívida y por mucho que intentara, no podía esquivarlo, estaba sola, me perseguían y mis pies ya estaban notando el maltrato.
A lo lejos, fuera de las ruinas de un antiguo palacio griego hecho por filósofos hacía ya mucho tiempo, se encontraba un bosque espeso, rara vez cruzaba esa civilización de árboles, arbustos, y de animales de extraña calaña. Crucé a paso veloz la puerta natural, los hombres del rey me perseguían por haber bailado en la plaza. Esos hombres impiadosos que gustaban de violar la ingenuidad de las gitanas jóvenes, haciendo que sus prometidos huyeran despavoridos, y, por consiguiente que su clan fuera desvastado por rufianes con capas de oro. Era injusto, bien lo sabía yo, también sabía que no iba a dejar que esos hombres me tocaran, no lo permitiría.
Las ramas me hirieron los brazos descubiertos, mi pollera azul, larga hasta los tobillos, era víctima de mi torpeza, saltaba esquivando las serpientes más venenosas, las ramas más afiladas. Los hombres se acercaban en caballos. Cerca se encontraba el río, lo sentía en mi lengua, lo sentía en mi piel. Era mi única escapatoria. No podía respirar, mi corazón apresurado por la salvación me mantuvo con aliento hasta llegar a tocar el agua cristalina del río.
La maleza me invitaba a aquel lugar. Me arrojé de rodillas cuando tenía en mi mano el fluir del agua en mi mano, miré al cielo y noté como el tiempo había pasado, ya era de noche, la luna iluminaba con su brillo plateado, las estrellas me custodiaban con sus destellos de magia.
-         Shalomé.- rugió uno de los hombres. El caballo blanco que lo había traído hasta ese lugar estaba cansado, abatido, con sed por lo que supuse que no tenía mucho tiempo de vida, era maltratado por aquel hombre sin sentimientos.- ¡Gitana del demonio, ven aquí!
-         No iré.- grité con mis ojos llenos de lágrimas. Mi voz se entrecortaba.- Sé qué quieres hacer conmigo. ¡No te dejaré! Me entiendes… no lo haré.- molesta tomé mi pollera y di un latigazo al suelo.
 
El hombre, que en ese momento parecía una cobra sin remordimientos me agarró del pelo obligándome a caer al suelo. Sentí su cuerpo arriba mío, no escuchaba lo que decía, mis lágrimas impedían que viera algo.
De repente, dejé de sentir el peso, y por una extraña razón creí que estaba muerta. Con mis manos acaricié mi mejilla y noté un corte de navaja en la mejilla izquierda, me dolía pero más me dolía el alma. Sentí como unos brazos fuertes me cargaban, eran fríos y tenían el color de la arena. Levanté mi cabeza para ver el rostro del hombre que me había salvado.
Sus facciones eran perfectas, su cabello resplandecía con el brillo de la luna sobre nuestras cabezas, sus labios se curvaron en forma de una sonrisa pero no dijo palabra alguna. Sus ojos, eran verdes con destellos azulados, como las profundidades del mar. No podía apartar mi vista de aquellos ojos, no podía, ni quería.
-         Gracias.- murmuré apoyando mi cabeza en su pecho.- ¿Quién eres?- pregunté con el tono de una niña inocente.
Las aguas del río, comenzaron a agitarse como si fueran las olas del mar, eran gigantescas, el viento se había vuelto salado y la bruma lo cubría todo. Enceguecida por aquella demostración de la naturaleza, volví a preguntar.
-         ¿Quién eres?
El se rió, su sonrisa era perfecta, llamativa, cautivadora y a la vez mordaz. El río volvió a transformarse en su hermano mayor, el mar.
Con una voz poco natural, tranquila, ronca y señorial, pronunció palabra.
-         Dime Marhav. Ustedes los gitanos son impredecibles. ¿ Verdad?.- preguntó incisivo pero sin maldad.
-         Mi nombre es…
-         Shalomé, lo escuché decir al hombre que ahora no molestará a nadie más.
 
Muerta de fascinación largué un suspiro, no podía creer que después de tanto peligro, estaba viva, acompañada por el hombre que me rescató: Marhav.
Esa noche no volví al campamento, no me interesaba volver esa noche, no si eso me impedía estar junto a él. Caminamos hacia la playa, que misteriosamente no estaba tan lejos como podría haber supuesto.
El mar rugía con aquel misticismo ancestral, destellos plateados aparecían y desaparecían conforme nos acercábamos. Nos acercamos donde el agua rozaba juguetona a la orilla, me sentía fuera de mí. Marhav me tomó el rostro con ambas manos y silenció mis miedos con un beso que jamás en mi vida olvidaré.
Aturdida, ansiosa, enamorada de mi salvador me entregué a él sin miedos, sin preguntas, olvidándome del campamento, de mi danza en la plaza, de los bravucones del rey, de todo.
 
Al día siguiente, me encontraba desnuda abrazada a él, su piel se confundía con la arena que oficiaba de cama. Sus ojos verdes me miraban, sonrió pero luego una lágrima confusa raspó vilmente su mejilla. Y el rostro del joven que me había salvado, alegre y vivaz, se transformó en el rostro de quien perdió todo.
-         Shalomé.- rugió.- No me verás más, no puedo quedarme y tú necesitas volver a tu vida. Mi gitana, mi dulce amor…- acarició mi mejilla, cerré mis ojos. No supe cuando ni como, pero Marhav había desaparecido.
 
Algunos que lo han visto, dicen que se pasea de blanco, como cuando lo conocí, con aquel rostro de haber perdido todo, acompañado por un hombre esbelto, vestido de negro, con bastón en la mano. Dicen, algunos, que aquel hombre al cual le di todo, era el mismo mar hecho hombre y por momentos lo creía.
 
Los ojos de Mareyha
 
La hermosa tarde de otoño se llevaba consigo el arrullo de las aves silvestres. Las gitanas más viejas me preparaban para la fiesta de la noche. Las joyas, las telas más finas de oriente, las indicaciones, todas aquellas flotaban en el aire de mi carpa rojiza. No quería sonar descortés pero me cansaban tantos rostros alrededor, con sus preocupaciones y voces.
Mi madre, una gitana de cabellos oscuros, ojos negros, tez pálida como la nieve que llamaba la atención de cualquier persona que la miraba, vestida de rojo y dorado se acercó a mí ahuyentando a los buitres femeninos.
Me tomó de los hombros y con una sonrisa me besó en la frente.
-         Tienes sus mismos ojos, Mareyha, sus mismos ojos, su misma sonrisa.
-         ¿Sus ojos, su sonrisa?...¿ De quién mama?- pregunté sin levantarme de la silla que sostenía en ese momento mi peso muerto.
 
Mi madre entre llantos, pronunció su nombre.
-         Marhav.
Algunos gitanos del campamento contaban que mi madre en su juventud iba siempre al río cercano y pasaba toda la noche llorando, pidiendo que su amor volviera y él nunca había aparecido, ni una sola noticia por lo que, al saber que estaba embarazada retomó su vida dentro de la gitanería.
Me miré a un viejo espejo, era cierto que estaba hermosa. Las mujeres habían hecho un buen trabajo arreglándome. Tomé aire y salí de la carpa.
Un hombre de cabellos oscuros, ojos negros. Vestido elegantemente de negro con un bastón en la mano derecha me sonrió, parecía conocerme. Lamentablemente, no podía decir lo mismo. Miré hacia todos lados en busca de mi madre, no estaba, ni siquiera estaban los más jóvenes, todos estaban dentro preparándose.
-         Eres especial gitana.- murmuró el hombre mientras tomaba un tronco partido y se sentaba.- No creas que no sé quien eres, ves cosas que nadie ve, hablas con los fallecidos y el mar…
-         ¿ Y el mar?.- pregunté acercándome a él. No parecía tan tenebroso cuando uno se le acercaba.
-         Es tu fuente de vida, tu inspiración, tu hogar.- dijo al fin.- Y todo tiene una explicación.
-         No comprendo.- dije al fin. ¿Cómo sabía ese hombre aquellas cosas?
-         Eres hija de la gitana Shalomé… ¿cierto?- dijo moviendo su cabeza hacia la derecha.
 
Asentí, sólo eso. Sin temor alguno lo tomé del brazo que luego, después de miradas furtivas me extendió. Caminamos hacia el pueblo.
Las calles estaban desiertas.
-         ¿Qué ves?- preguntó el hombre.
-         Nada Señor.
-         Ven.- dijo abrazándome. Comenzó a moverse, girando sobre su eje conmigo acuesta.
En aquellos giros coreográficos mi visión pareció agudizarse porque mis ojos vieron a un hombre, alto, sus cabellos brillaban con la luz de la luna, vestía de blanco, usaba una capa azul, por lo que supuse que tenía frío. Su rostro reflejaba su carácter rígido y una tristeza que muy pocas personas tenían en su interior salvo, las personas que sentían de verdad, las que tenían un corazón espiritual capaz de luchar contra todo. Pero algo me llamó poderosamente la atención, todo su cuerpo pareció perderse en una bruma azul, sólo se veían sus ojos verdes mar. “Marhav”, resonó en mi cabeza sin poder pensar en otra cosa. ¿Acaso él era el amor perdido de mi madre? ¿Acaso él era mi padre?
 
Detrás de nosotros se escuchó una carcajada, tan fuerte que el hombre paró de girar y me miró como si hubiera sido yo quien se hubiera reído. Confundida, miré a todos lados, ni el hombre de blanco, ni el de negro estaban.
Caminé, a la deriva hasta al amanecer. Llegué a la orilla del mar, donde los barcos se podían ver a lo lejos. Nadie parecía darse cuenta de mi existencia. De repente, una rosa blanca vino con el agua del mar.
Una mujer vestida de azul, de tez morena me sonrió.
-         Tu madre está por venir…- murmuró con una sonrisa.
 
Dicho esto, mi madre me abrazó, estaba detrás de mí. Desde ese momento, esperamos en el pueblo hasta que llegara el campamento gitano que va por las costas del mundo, donde siempre se puede ver las olas del mar, sentir su presencia, su fuerza. Cada noche, de luna llena, aparece él. Vestido de inmaculado blanco, con su capa azul y con aquellos ojos que nos recuerdan el amor que las dos sentimos por él.
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Foto del autor Nela A. Troisse
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Descripción

Una joven gitana se encuentra con un misterioso hombre que jamás podrá olvidar. El encanto del Astral y su magia señalan el destino de esa muchacha y de la hija que lleva en su vientre.

Palabras Clave: misterio gitana hombre amor hija magia rosa mar problemas amor noche día camino luna estrellas oro plata danza

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasía



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