La Bruja de Venecia
Publicado en Mar 20, 2013
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Sus labios rojos como la sangre,
dieron la buena aventuranza
mas fue su alma de grandeza
quien accedió a la fama.
MAB
 

Los ladrillos pesados de la recamara rugían con el fulgor de dos amantes, el pasillo se aguijoneaba conforme mis pasos, cada vez menos frecuentes por los vuelcos repetidos de mi corazón juvenil.
En la puerta continua se encontraba el gran salón, donde mi estadía se acortaba notablemente desde que mi madre había vuelto de aquel viaje extraño a los países oscuros de Europa del Este. Abrí las fornidas puertas decoradas con pequeños niños con rosas, pies descalzos y mirada angelical.
La sala se encontraba iluminada por velas blancas, la silla de mi difunto padre ahora era leña para el invierno, las cortinas parecían atacadas por una extraña mano escurridiza. En su centro, como si fuera una pesadilla inducida por alguna vieja curandera veneciana, se encontraban mis hermanas y mi madre.
Vestían las vestimentas de las sombras, vestidos negros que tapaban todo su cuerpo salvo aquellos rostros pálidos que murmuraban palabras que hasta entonces no comprendía. Mi hermana mayor, con su voz angelical me llamó. Levanté mi rostro asustado, quise correr, desaparecer de allí cuanto antes, pero como si sus manos se convirtieran en profundas garras me jaló hacia ella.
-         ¡Ersébeth, ven con nosotras!- profirió ordenándome.
 
De reojo divisé una extraña dama, pálida, de cabello rojizo como el fuego ardiente de la chimenea. Con pasos decididos me alejé de mi hermana que parecía bajo un hechizo. La escena en sí parecía extraña e incomprensible por cualquier ser humano, tomé mi ancha falda y atiné a correr pero la mujer de cabellos rojos ordenó que me detuvieran. Mis hermanas, mi propia familia, corrieron como lobos salvajes para atraparme.
Sumergida bajo un efecto somnoliento, un haz de luz blanquecino salió de lo más profundo de mi pecho encegueciendo a las seis arpías que con sus actos dejaban de ser mis hermanas. No comprendía lo sucedido, no sabía si era locura o magia aunque estaba segura de algo, ésta vez correría, pero buscaría a alguien para que me ayudase a combatir a mi familia.
Entré a mi recamara, la miré por última vez, sórdida y oscura me saludaba de por vida. Tomé mi capa negra, algunas monedas de oro. Tomé mi bastón, con el que me ayudaba para caminar en la nieve, suspiré no por mi familia que al parecer estaba sumergida en profundas aguas oscuras sino por el recuerdo de niña que albergaba en mi corazón.
La noche se extendía en toda su inmensidad, la luna teñía de plateado cada forma viviente en las calles. Así evitaba chocarme con los personajes del Carnaval, con sus máscaras emplumadas, llenas de hilo de oro para que, al acabar ésta noche, devolvían a sus dueños a la cotidianidad veneciana.
Un Sonriente, se acercó a mí, con un bastón doble, sombrero rojo, vestido de dorado y negro.
-         ¡Para mi Reina!- exclamó detrás de su máscara.
Era increíble como sus ojos estaban maquillados a tal punto que el iris parecía sangre. En sus manos pálidas y frías, como la nieve del suelo, yacían dos rosas, una blanca y otra negra. Las agarré con delicadeza, cuando estaba por darle las gracias me di cuenta que El Sonriente, había desaparecido. Extrañada por las sensaciones brindadas por las rosas, caminé por los puentes, por las angostas callecillas empedradas escuchando como música del fondo los violines, flautas y tambores.
Tanto caminé, que dudé un instante al cruzar el portón de hierro negro del cementerio. No volvería a casa, además el cementerio tenía mejor predisposición de aceptación que aquel edificio donde se estaban llevando a cabo setenta y siete maleficios. Miraba con admiración y pena las tumbas de los ya fallecidos, todas frías, sin sentimiento, sólo por obligación, colocadas para sepultar de la vida terrenal a los difuntos que allí descansaban.
A lo lejos, observé el paso ceremonial de una mujer con la cabeza gacha con flores marchitas por el tiempo, a su izquierda un niño de tez oscura, con pantaloncitos rojos jugaba a las escondidas con otros niños pero él siempre ganaba. A su derecha, un hombre entrado en edad, depositaba su mentón en aquel viejo bastón de roble, miraba la luna, a los niños, a la mujer, a mí.
Un escalofrío acarició mi columna vertebral, deseaba estar recostada en una cama cómoda cobijada por una manta de lana. El viento me traía el olor a las flores secas, huesos descompuestos, y un perfume de lavanda, similar al perfume de la primavera.
Cerca de una vieja tumba, la más vieja, había una joven, más pequeña que yo, con cabellos rubios, mirada perdida, labios rojizos. Vestía de luto, y llevaba en sus hombros una pequeña capa transparente. Sus manos estaban cubiertas por guantes negros envejecidos por las lágrimas derramadas, a su lado, una rosa roja crecía con extrema belleza.
-  Ersébeth…- murmuró el ánima.
- ¿Q…quién eres?- pregunté temerosa, tapé mis labios con la capa negra de antaño.
-  No temas, no te haré daño- Hizo una pausa eterna, pensé que no iba a pronunciar palabra cuando siguió.- Ya estoy muerta.- Comenzó a reírse levemente, pero más que una risa se asemejaba a un lamento.- No puedo reír como antes, no desde que Agatha nos abandonó.
Pensativa, recordé que en mi niñez había conocido a una mujer de cabello negro, ojos como el cielo en pleno mediodía, tan pálida que parecía hija de la misma nieve. Era una antigua condesa, hermana de mi difunto padre que nos había regalado su antigua morada al mudarse al Palacio principal. Siempre la había querido, me había sentido protegida con su presencia en todas las noches de insomnio durante mi infancia y juventud hasta que misteriosamente decidió desaparecer de nuestras vidas. Su huida se había llevado a cabo el mismo día que cumplí mis dieciocho años. Al estar sola en mi balcón, pensaba que ella me había abandonado porque no era más una niña, ya me había convertido en mujer.
-  Agatha Marosin Roses- murmuré y el ánima asintió.
-  Y… ¿Nunca te sentiste atraída por ella?- preguntó la joven mientras jugueteaba con la puntilla negra de su vestido.
-Si te refieres a que de niña no podía vivir sin ver a “tía Agatha” porque la sentía más como una madre, entonces sí, me sentía atraída a ella.- respondí con el rostro encendido.
 
Ella sólo se rió. Me tomó de la mano, mi visión fue disminuyendo hasta quedarme totalmente a oscuras, no sentía nada físico sólo la sensación de haber estado en un lugar equivocado para mí. Estaba en un lago, caminando sobre él, vestida de violeta hasta mi pelo lo era. Había muchas personas que me rodeaban, bailando, tomando, cantando, eran diferentes a las personas que hacían lo mismo en el Carnaval, salvo El Sonriente, que como si fuera un espíritu dispuesto a perseguirme había decidido aparecer en aquel sueño mientras sabía que estaba totalmente despierta.
La presión provocada por la mano bajó. Al instante, la luz de la luna volvió a iluminar las lápidas, los espectros pululaban sin destino fijo como si vivieran una y otra vez la misma situación. La joven de luto tenía los ojos enrojecidos, como si la sangre de todo un cuerpo hubiera salido por ellos.
- ¿Estás bien?- pregunté mientras me agachaba para verla mejor. Ella no se movía, estaba tan inerte como la muerte.
 
Después de varios intentos de querer llamar su atención ella reaccionó.
 
-  Ersébeth… tú eres la bruja entrante de Venecia.- dijo cambiando el humor desde horrorizada hasta alegre.
Aterrorizada, busqué una salida elegante como: “Se me perdió mi perro y tengo que ir a buscarlo” o “Iré a buscar a mi nana al Carnaval” pero como todas mis ideas improvisadas sólo quedaban en mi cabeza. Alguna vez las ejecutaría, me ahorraría cientos de problemas inoportunos, tan sangrientos mentalmente que juraría que cada uno tiene su propia cuchilla.
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Foto del autor Nela A. Troisse
Textos Publicados: 9
Miembro desde: Mar 19, 2013
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Descripción

Erzbeth, una joven italiana, descubre el secreto de su familia. Una extraa experiencia y una rosa, marcaran su vida para siempre.

Palabras Clave: bruja rosa carnaval Venecia castillo alma magia fantasa ladrillos nieve reina belleza

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Fantasa



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Nela A. Troisse

Deberé continuarla... n.n.

muchas gracias por haberla leído n.n
Responder
March 23, 2013
 

Karina Andrade

hola me gusto mucho la historia aunq si me gustarioa saber q paso despues n.n me kede algo picada
Responder
March 22, 2013
 

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