guilas Negras -10- (Novela y Guin para Cine).
Publicado en Feb 24, 2013
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A las 4 y media de la madrugada, Juan llega a la Dirección General de la Policía de Madrid, con su  chapa de capitán en la solapa izquierda de su chaqueta del traje de color azul eléctrico y es saludado militarmente por los policías que montan guardia en la puerta. Una vez dentro pregunta, al policía que trabaja de conserje, por Esteban Estébanez Estebanillo.
 
 
- Tiene usted suerte, mi capitán, Esteban tiene turno de noche y todavía está vigilando el despacho privado del Jefe Superior.
- Muchas más veces de lo que cree usted no es cuestion de tener suerte sino que muchas más veces de lo que cree usted sólo son designidos del Destino.
- No le comprendo bien, mi capitán. 
- ¿Cómo se llama usted?
- Antonio Vidales Bohagas.
 
Juan suelta una espontánea carcajada.
 
- ¡¡Jajajajaja!! ¿Ha dicho usted Boyagas?
- Bohagas, mi capitán, mi segundo apellido es Bohagas. 
 
Juan vuelve a ponerse serio pero haciendo enormes esfuerzos para no reír.
 
- Perdone, Antonio. Como su primer apellido es Vidales le gustará vivir mucho y por eso mismo se habrá dado ya cuenta de que todos podemos oír mal en algún momento de nuestras vidas.
 
Ahora el que ríe es el policía.
 
- ¡¡Jajajajaja!! ¡Lleva usted toda la razón, mi capitán!
- Pues haga el favor de quitarme un poco de toda la razón porque llevar uno solo toda la razón es demasiada carga. Llevar toda la razón es muy pesado. 
- Sí, mi capitán. De ser Bohagas a ser Boyagas hay muy poca diferencia.
- Me alegro de su buen humor y ahora siga usted con su vida de Vidales porque yo sigo con la mía de vivo  y resulta que, para seguir viviendo, tengo que hablar algo muy importante con Esteban. Mejor es que usted y yo no nos volvamos a cruzar en nuestro camino.
- ¿Por qué mi capitán?
- Porque como bien dice su compañero Muga dos gallitos no pueden vivir juntos en el mismo gallinero. ¿De acuerdo?
- De acuerdo, mi capitán,
- Pues dígaselo de mi parte a su compañero Muga. Y no olvide decirle que es de mi parte y hasta con dedicatoria personal. Dígale algo asi como: en el corral de mi abuela uno de los dos va a la cazuela porque con tantas gallinas no sobran ni las latinas y en hablando de amores dos gallos tienen rencores.
- ¡¡Jajajajaja!!
- ¿Le ha hecho gracia la dedicatoria, Antonio? 
 
El policia Antonio Vidales Bohagas se pone completamente serio.
 
- Eso es. Será mucho mejor para usted, Vidales, que no se vuelvan a cruzar nuestros caminos pues entonces tendria usted muchos problemas.
- ¿Qué quiere decir con eso, mi capitán?
- Que espero que esté usted fuera de juego.
- No sé jugar al fútbol.
- Entonces no aprenda jamás. Es un buen consejo.
 
Sin decir nada más, Juan sube al primer piso y encuentra, vigilando la puerta del despacho privado del Jefe Superior de la Policía de Madrid, a Esteban Estébanez Estebanillo.
 
- ¡Hola, Esteban! ¿Me recuerdas bien?
- Creo que le conozco de algo, mi capitán, pero no caigo...
- Procure no caer... procure no caer... porque si no sabe caer como caemos los judocas es posible que se haga mucho daño en los huesos... con roturas incluídas como IVA... 
- ¿Que me está usted insinuando, mi capitán?
- Que pasemos dentro del despacho de Diego Castillejo Ríos porque tengo algo muy interesante que hablar contigo.
- No podemos entrar en ese despacho privado del Jefe.
- No prives tanto, Esteban.
- ¿Cómo dice, mi capitán?
- Que no me seas un primavera. ¿Quieres que llame ahora mismo al Jefe y le explicas tú por qué no podemos entrar a su despacho privado? 
- Es que... es el despacho privado del Jefe...
- Por eso precisamente quiero hablar contigo dentre de ese despacho para que nadie nos escuche.
- Pero...
- Ni pero más ni pero menos. Dentro de media hora el Jefe Superior Diego Castillejo Ríos estará ahí dentro conmigo y no quiero meterte en un lío innecesario. Si te ve hablando conmigo en su despacho privado se va a mosquear.
- ¿Es que he hecho algo malo?
- Que yo sepa, no has hecho nada malo pero tampoco nada bueno. Los personajillos como tú nunca hacen nada malo ni nada bueno porque sois así de insustanciales. ¿Crees en Dios?
- ¡Le advierto que soy agnóstico!
- ¿Tú me adviertes a mí cuando yo soy superior a ti? Mira la chapa por favor...
- Soy agnóstico, mi capitán.
- Por eso mismo no haces nada malo ni tampoco nada bueno. Sencillamente tú y los que son como tú no hacéis más que vegetar y tener miedo.
- ¡No le entiendo, mi capitán!
- Baja la voz cuando estés hablando conmigo.
- Le estaba diciendo que no le entiendo...
- Entonces entra conmigo y te lo explico o, mejor dicho, me lo explicas tú a mi.
 
Esteban abre el despacho con la llave que lleva en el bolsillo derecho de su chaqueta de uniforme. Juan entra, seguido por Esteban, se sienta en el sillón del jefe Superior de la Policía de Madrid y ordena a Esteban Estébanez Estebanillo que se siente frente a él.
 
- Suponte, Esteban, que ahora yo soy el Jefe Superior y que quiero preguntarte algo muy interesante.
- Pero mi capitán... usted acaba de decirme que los agnósticos somos insignificantes.
- Sí. Pero también te he dicho, y a ver si tienes mejor la memoria, que tenéis mucho miedo. ¿Puedes servirme un café con leche, a ser posible templado, y con una rebanada de pan llena de mantequilla?
 
Esteban Estébanez Estebanillo se siente malhumorado por tener que servir un desayuno a hora tan temprana, pero observa que el asunto debe ser muy serio y no tiene más remedio que levantarse, entrar en el pequeño espacio que sirve de cocina y preparar el desayuno mientras que Juan sigue sentado pero estira sus piernas, saca un cigarrillo, lo enciende y empieza a soltar volutas de humo con forma de interrogaciones; hasta que Esteban vuelve con el desayuno en una bandeja y lo deja en la mesa al alcance de las manos de Juan.
 
- ¡A esto yo lo llamo diligencia, sí señor! ¿Ves las interrogaciones que formo con las volutas de humo de mi cigarrillo?
- Sí. Las hace usted con total perfección.
- Lo aprendí, desde que era muy pequeño, para ligar con las chavalas. ¿Qué te parece? ¿Puedes tú decir lo mismo?
- No. Yo soy incapaz de ligar de esa manera.
- Entonces imagina que esas interrogaciones vienen  a ser como incógnitas por despejar. ¿Sabes jugar al fútbol?
- La verdad es que no.
- Pero sabrás algo de despejar incógnitas.
- Sin son muy fáciles de despejar pues... esto... sí...
- ¿Seguro?
- Siempre que no sean muy difíciles de despejar.
- A mí me sirven de inspiración y por eso ligo mucho con ellas.
- ¿Con las chavalas?
- Con toda clase de chavalas pero sin pasarme de listo como, por ejemplo, te pasas de listo tú mismo. Y conste que he dicho por ejemplo. ¿Sabes ya de qué nos conocemos, Estebanillo?
- Estoy seguro de que nos hemos visto antes, pero no recuerdo bien.
- Eso te pasa por beber demasiado alcohol. Los alcohólicos suelen perder muy pronto la memoria. El alcohol no combina bien con el deporte. Es más, te aclaro que combinan tan mal que puden producir muerte súbita como se dice en el tenis. ¿Empiezas ya a recordar?
- La verdad es que yo deportes no suelo practicar.
- Te lo voy a decir solamente una vez, Esteban, porque faltan muy pocos minutos para que llegue el Jefe.
- Pero... ¿qué me quiere preguntar, mi capitán? Ya le he confesado que yono practico ninguna clase de deportes.
 
Juan hace como que no le ha escuchado...
 
- ¿De quién tienes miedo, Esteban?
 
A Esteban Estébanez Estebanillo se le pone la cara aún más roja de lo que es normal en él.
 
- Yo... esto... no sé de quién me está hablando...
- Mi capitán. Te ha faltado decir mi capitán.
- Mi capitán.
- ¿Quizás de Luigi Michelángelo Rizzos Compensatore?
- ¡No conozco a ese hombre!
- Es la última vez que te repito que no levantes la voz ante un superior.
- De verdad... no conozco a ese hombre...
- ¿Y si resulta que en lugar de ser un hombre como Dios manda es un marica?
 
De repente, Esteban Estébanez Estebanillo recuerda a Juan...
 
- ¿Usted? ¿Es usted?
 
Juan recurre, una vez más, a la ironía...
 
- Que yo sepa yo no soy ningún marica ni me parezco en nada a un marica.
- No. Me refiero a que si es usted el que jugaba al tenis.
- A veces sí y a veces no.
- No le entiendo, mi capitán.
- Eso. Hablando bajito nos entendemos muy bien y sin que nadie más se entere.
- Le estaba diciendo que no le entiendo.
- ¿Sabes lo que es una bolea sobre la red cuando se está jugando al tenis en un partido de dobles masculinos?  
- Me parece que usted sabe muy bien la respuesta, mi capitán.
- Pero estoy esperando a que tú lo confirmes o lo niegues.
- Perdón, mi capitán, pero...
 
Estaban Estébanez Estebanillo se queda sin respiración...
 
- ¿Abro la ventana para que se le pase el susto?
- No, mi capitán... espero que sea... esto... sólo pasajero...
- No te preocupes Estebanillo. En la vida hay que aprender a reír a tiempo y no a destiempo... así que estoy esperando a que te recuperes, antes de reírme un buen rato, y me digas a quién le tienes miedo. 
- Yo...
- Déjate de tanto yoyó porque no somos dos niñitos en la edad del pavo. Pero, para sacarte de este apuro, digamos que tienes miedo de "El Padrino". De momento, y solo de momento hasta que no se demuestre lo contrario, tienes miedo de "El Padrino" de la Casa de Campo. Supongamos, de momento, que es de ese marica de quien tienes miedo.
- Gracias, mi capitán.
- No necesito que me me des las gracias durante toda tu cochina vida proque no lo digo para me estés eternamente agradecido. Sólo lo hago porque no me caes ni bien ni mal. Así que como eres insignificante para mí... sólo me interesaba saber de quién tienes miedo. A mí la única que me gusta que me dé las gracias es una monumental chavalilla ecuatoriana que no me la puedo quitar del pensamiento. ¡Anda! ¡Regresa a tu puesto de trabajo antes de que nos vea Diego! 
 
Esteban abandona el despacho y pocos segundos después llega Diego Castillejo Ríos.
 
- ¡Ay va! ¡Hablando de Rey del Roma por la puerta asoma!
 
Diego viene medio dormido o casi totalmente dormido.
 
- ¡He pasado muy mala noche! ¡No tengo ganas de bromas!
- ¿Has pasado muy mala noche, Diego? Te veo como un poco pálido.
- ¿Te parece lindo que me despiertes a la una de la madrugada para hacerme luego despertar de nuevo a las cuatro de la madrugada? ¡¡Te repito que no tengo ganas de bromas!!
- Yo tampoco tengo ganas de bromas pero he tenido a veces que soportar demasiadas... así que por una sola broma no te enfades tantísimo.
- ¡¡Estoy hecho polvo!!
- Curiosa y castiza manera de decir que no puedes ni con tu alma.
- ¡No tengo ganas de chistes, Juan! ¿A qué viene esa frase, Juan?
- ¿Me permites seguir sentado en tu sillón, Deigo? ¡Es realmente cómodo! ¿No te importa sentarte tu esta vez en la silla para poder ponernos cada uno en el lugar del otro?
- Está bien. Pero no sigas por ese camino.
- ¿Por cual camino? Que yo sepa estamos dentro de un despacho privado. El camino está bastante lejos de aquí. 
- ¡No me hace ni la menor gracia! Pero... está bien... me siento en la silla. 
 
Una vez sentado el Jefe Superior frente a frente con el eventual capìtán, Juan continúa hablando después de dar un buen mordisco a su pan con mantequilla y un buen trago a su café.
 
- Estoy aquí desde las cuatro y media... luego estoy más despierto que tú, Diego... como siempre...
- ¡Que no tengo ganas de chistes, Juan! ¿Has tenido alguna conversación con Esteban? Le he visto muy nervioso y eso que siempre está nervioso. Está más nervioso que nunca. ¿Qué ha sucedido aquí durante mi ausencia?
- Si estabas ausente... ¿por qué crees que he estado hablando con Esteban si no estabas tú presente?
- No me líes de nuevo, Juan.
- Tranquilo, Diego... tranquilo... y a ver si te despiertas del todo...
- ¿Qué insinúas?
- Lo que ya te he dicho ayer. Que a veces vas muy dormido por la vida.
- ¡No empecemos de nuevo con la misma canción de siempre, Juan!
- Pues entonces olvida que Esteban esté más nervioso que nunca y atiende a lo siguiente.
 
Juan da otro buen mordisco a su pan con mantequilla y otro buen trago a su café.
 
- Estoy esperando...
- Como dijo Publio Siro, nos interesan los demás cuando se interesan por nosotros.
- ¡No entiendo nada de nada! ¿A qué viene esa frase, Juan? ¿Quién es Publio Siro? ¿Otro italiano trabajando como policía bajo mi mandato?
- ¡Jajajajaja! ¡Eso sí que es un buen chiste, Diego, y no como los que cuento yo! ¡Ay que risa Felisa! ¡Me muero, Felisa, me muero!
- ¿Se puede saber quién es ese tal Publio Siro y en qué departamento de la Policía de Madrid está trabajando?
- Siento decirte que Publio Siro murió en el año 43 antes de Jesucristo. 
 
Diego se avergüenza, por un momento, de su poca cultura general.
 
- Y además, para dejarlo todo bien claro entre tú y yo antes de entrar en faena, te afirmo y confirmo que Calderón es un apellido; o sea, que se llama Pedro de nombre y Calderón de la Barca son sus dos apellidos. A ver si me vas a enseñar ahora a mí lo que es la Historia de la Literatura Española.
 
Otra vez Diego se vuelve a avergonzar un poco...
 
- Esta bien. Reconozco que tengo lagunas culturales.
- Lagunas culturales no, Diego. Lo que tú tienes es lagos enteros de falta de cultura general.
- Bueno... ¿puedo saber ya por qué me has citado esa frase de Publio Siro?
- Es otra intuición mía nada más, Diego... pero detrás de cada frase célebre siempre hay una verdad muy visible... cuando no estamos viviendo demasiado dormidos.
- Sigo sin entender bien del todo.
- Para entender bien del todo es para lo que te pido que me enseñes los 11 catecismos de Ripalda que tienes archivados.
- No puedo. No insistas. Son pruebas del secreto del sumario.
- Me importan un bledo todos los sumarios. Me importan un bledo todos los secretos. Y, por derivación lógica, me importan un bledo todos los secretos del sumario. Por eso te pido que me muestres esos 11 catecismos de Ripalda o te buscas la vida como puedas pero sin mi ayuda.
 
Diego intenta ironizar...
 
- Está bien, Juan... ¿alguna otra frase célebre que recuerdes?
 
Juan ironiza todavía más que Diego...
 
- Las chicas son las chicas. Los chicos son los chicos. Las chicas con los chicos deben estar. ¿O eres tú de los otros, Diego? 
 
A Diego se le corta, de raíz, todas las ganas de seguir ironizando con Juan.
 
- ¡Bien! ¡Bien! ¡No puedo estar a tu altura!
- Si quieres nos cambiamos de sitio y tú vuelves a ocupar tu mullido sillón y yo me siento en la humilde silla... porque en esta vida algunos vais de cómodos por la vida para una sola cosa y otros somos comodines para trabajar de todo. No me importa, en absoluto, que tú seas todo un Jefe Superior y yo solamente haya llegado, y de momento nada más, a capitán solamente.
- ¡Que ya está bien, Juan! Ahora mismo te entrego los 11 catecismos.
- No olvides que son de Ripalda, Diego... no vaya a ser que me des el cambiazo en el último momento.  
- Juan... ¡¡No olvides que estoy contigo!!
- Perdona, Diego... pero el que está contigo soy yo y la única persona que está conmigo no eres tú ya que, dejando a Dios de momento, la única que está conmigo es una monumental chavalilla que no me la puedo quitar del pensamiento. ¿Te enteras, contreras?
- ¿Contreras? ¿De qué me suena ese apellido?
- No me estoy refiriendo a David Contreras Chiles "Goliat".
- Ya sabía yo que me sonaba eso de Contreras.
- Pues te equivocas. "Goliat" no tiene nada que ver en este caso del asesino en serie. ¿Sabes por qué todos los que sabemos de las calles madrileñas le conocemos como "Goliat"?
- Supongo que por algo relacionado con la Biblia.
- Pues esta vez sigues suponiendo muy mal. Le conocemos como "Goliat" porque de niño se leyó todos los tebeos de "El Capìtán Trueno".  
- ¿Me está tomando el pelo, Juan?
- No es esa mi intención. Tienes tanto pelo en la cabeza que me llevaría más de un año tener que tomártelo todo y además tendrías que usar peluca para seguir siendo guapo. Como comprenderás no pienso tardar un año trabajando en este caso.  
- ¿Entonces eso de Contreras a qué viene?
- No te he dicho que no te enteras Contreras, sino que no te enteras contreras, con cé minúscula.
- Pues no sé que significa.
- Si estuvieses más tiempo en las calles lo sabrías. Significa, en realidad y aunque hay diversas variantes definitorias, que tú, que siempre quieres llevar la contraria, no te enteras. Lo digo por lo de Calderón de la Barca y por otras cosas que tú bien conoces aunque no me conoces lo suficientemente bien. ¿Vamos directos ya al asunto?
- Sí, pero... ¿se puede saber qué buscas en los catecismos salvo que es una esdrújula manía que tiene ese asesino de dejarlos sobre el cuerpo de sus víctimas?
- No tan esdrújula, Diego... así que deja que sea yo quien decida si es una manía o no es una manía. Después de saberlo te puedes entretener todo el tiempo que quieras en averiguar si es aguda, llana o esdrújula.
- Está bien, Juan. Tú diriges esta investigación.
- Pues entonces no me quites el pan que debo llevar a casa gracias a mi trabajo.
- De acuerdo. Reconozco que tú eres quien debes decidir los pequeños detalles...
- A lo peor no encontramos pequeños detalles... así que saca ya los 11 catecismos de Ripalda y no les des a nadie la espalda. Rima en consonante pero no es poesía precisamente.  
- ¡¡Jajajajaja!! ¿Quieres decir que me proteja el trasero?
- Más o menos, Diego... más o menos o menos o más...
- Eso me suena a canario.
- Pues sí. Justo suena a canario.
- ¿Justo suena a canario?
- Sí. Justo es un canario quie tiene mi padre enjaulado porque canta mucho. Y ya se sabe que los canarios cantan mucho pero muy bien a la vez.
- Sí. Son buenos pájaros cantando.
- Sobre todo cuando entonan isas.
- ¡Ay que risas, Juan, ay que risas!
 
Los dos sueltan la carcajada al mismo tiempo.
 
- ¡¡Jajajajaja!!
 
El primero que deja de reír es Juan...
 
- Saca ya los catecismos pero espera que le dé otro buen mordisco al pan con mantequilla y otro buen trago al café. 
 
Eso hace Juan meintras Diego espera. Se ha dado cuenta ya de que tiene que obedecer a aquel capitán que él mismo ha nombrado, por obligación de la Interpol, debido a las circunstancias.
 
- No sé si los de la Interpol saben lo que están haciendo...
- No me digas que dudas de la eficacia de los de la Interpol...
- Me estoy refiriendo a lo de haberte designado a ti este caso.
- ¿Alguna queja? ¿Quizás tienes alguna queja de mi persona?
- No... pero...
- Ya estamos otra vez con el pero... ¿puedes dejar de pensar en las peras que hacías en el colegio y dedicarte a las manzanas verdes hasta que maduren lo suficiente?
- A veces no comprendo tu humor, Juan.
- Te estoy dando una solución. Si no quieres presentar una queja de mi persona a los de la Interpol puedes presentar una queja sobre mi personalidad y decirles que, por ejemplo, soy un esquizofrénico.
- No me gusta ese chiste, Juan.
- ¿Es un chiste que algunos dicen de mí que soy esquizofrénico?
- Jamás los de la Interpol te hubiesen dado a ti la dirección de la investigación si tuvieses una personalidad de esquizofrénico.
- Pero puedes inventártelo y así me apartas del caso.
- ¡Venga ya, Juan! ¡Dejate de bromas!
- Pues una vez demostrado que no tienes ninguna queja sobre mi persona y menos aún sobre mi personalidad... saca ya esos 11 catecismos de Ripalda antes de que nos den las uvas. Por si no lo sabes estamos en febrero y las uvas las dan en Año Nuevo. Te vuelvo a repetir que no pienso estar tanto tiempo a tus órdenes.
- ¡No estoy para chistes pésimos!
- Pues si no quieres seguir escuchando chistes pésimos haz lo que te pido o te cuento uno muy bueno que me viene a la memoria en estos momentos.
- ¡¡No!! ¡¡Más chistes no, por piedad!!
- Piedad no tiene nada que ver en este asunto. Al menos si es la misma Piedad que conozco yo.  
- Saco ya los 11 catecismos pero no sigas con los chistes por favor...
- La Piedad que conozco yo no es preciasamente para tomársela a chiste ni de bromas. Eso lo sabe muy bien Andrés Castelo Martins "El Brasileño".
- ¡¡No!! ¡¡Por favor, no sigas!! 
 
Diego Castillejo Ríos no tiene más remedio que levantarse de la silla, dirigirse a un archivador, abrir el cajón más bajo del mismo haciendo un gran esfuerzo pues le duelen los riñones de haber dormido tan mal por la noche, sacar los 11 catecismos de Ripalda, incorporarse como Dios le da a entender pro culpa de los dolores en sus riñones, dejarlos sobre la mesa al alcance de Juan y volver a sentarse en la silla.
 
- ¡¡Aquí los tienes!!
- Cuéntalos, por favor, a ver si están los 11 completos o falta alguno.
 
Diego los cuenta.
 
- ¡Están todos! ¡Están los 11 completos! Pero no sé para qué los quieres.
- Desde luego no me van a servir para catequizarme ahora.
- ¡¡Jajajajaja!! ¡No me hagas reír que me duelen los riñones mucho! Y todo por tu culpa.
 
Juan ya no hace caso a Diego y toma el primero de los catecismo. Descubre que se compone de una Introducción y de Tres Partes en su contenido. Comienza a revisar, una por una, todas sus páginas. No encuentra lo que busca ni en la Introducción ni en la Primera Parte. Tampoco encuentra nada en la Segunda Parte. Pero encuentra lo que busca en la Tercera Parte correspondiente a las Preguntas y Respuestas. Para ser más exactos lo encuentra en la respuesta a la primera de la Pregunta. Es la que dice: "Decid niño, ¿cómo os llamáis"". Alguien ha respondido poniendo una frase escrita con tinta negra y a bolígrafo. La frase es "The Crafty Fox" que en español quiere decir "El Zorro Astuto".
 
- ¿Has encontrado algo?
 
Pero Juan no responde porque parece como si estuviera en otro mundo mientras toma el segundo catecismo de Ripalda y comprueba que, efectivamente, alguien ha escrito esa misma frase con tinta negra y a bolígrafo en la misma primera respuesta. Juan sigue comprobando si en los demás catecismos ocurre lo mismo... mientras Diego se muerde las uñas de ansiedad por saber algo. Juan le dirige la palabra sin dejar de seguir con su labor.
 
- Cuidado con las cutículas de tus dedos, Diego...
- ¡Creía que no estabas aquí!
- No te equivoques otra vez conmigo. Yo estoy siempre donde debo estar aunque ahora mismo me gustaría estar en otro sitio mucho mejor acompañado. Así que guarda silencio hasta que acabe con todos ellos.
- ¿Te refieres a los catecismos?
- Me refiero que tengo que terminar con todos ellos.
 
Juan ya no da más explicaciones a Diego y, uno tras otro, va comprobando que con todos los catecismos sucede lo mismo. Al final los reúne todos y se los entrega a Diego.
 
- Ya está.
- Ya está... ¿qué?
- ¿Sabes inglés, Diego?
- Un poco.
- ¿Nivel Elemental, Nivel Medio o Nivel Elevado?
- Nivel Elemental.
- Es entonces elemental que no te hayas enterado de qué va toda esta fiesta.
- Pero... ¿de qué fiesta me estás hablando?
 
Juan suelta una carcajada antes de dar otro buen mordisco al pan con mantequilla y otro buen trago al café. 
 
- ¡¡Jajajajaja!! ¡De la Fiesta de la Primera Comunión!
- ¡Cielos! ¿Qué estás diciendo ahora, Juan? ¿Me puedes decir si has encontrado alguna pista?
- Escucha, Diego. Y esto no es pedirte un favor sino darte una orden. ¡No le digas jamás a nadie, ni a tu propia esposa, que he estado revisando estos 11 catecismos de Ripalda!.
- ¿Ni a mi propia esposa?
- Ni a tu propia esposa. Si lo haces dejo que te comas tú solo el marrón.
- Pero... ¿no puedo decírselo a Atilano Eros Amazote?. ¡Ten en cuenta que él es el mejor de mis hombres investigando casos muy peligrosos y va a trabajar contigo! 
- ¡Tampoco se lo digas a Atilano!
- Pero... ¡es tu compañero de investigación y vais a ir a cazar juntos al asesino!
- Ahora que hablas de ir de caza, llama a Atilano y dile que no traiga ninguna arma de caza sino los aparejos de pescar.
- ¿A qué viene ese cambio de planes?
- A que hace un día espléndido para ir de pesca como muy bien dice Miguel Ángel Abajo Villarreal del Real, de Madrid por supuesto.
- ¿Y quién es ese?
- Todo un futbolista.
- ¡Pero si está lloviendo a mares!
- Pero le encanta jugar debajo de las tormentas.
- ¿De verdad vas a ir con Atilano a pescar con la que está cayendo?
- No te preocupes. Hoy no cuaja.
- ¡No está nevando, Juan! ¡¡Está lloviendo!!
- Tú limítate a darle la orden a Atilano de que no vamos de caza sino que vamos a pescar algo muy importante.
- ¡¡Lo que vais a pescar es un refriado de padre y muy señor mío!!
- Tranquilo, Diego, tranquilo y deja ahora a Dios en paz. Tú limítate a decirle a Atilano que es una orden de su capitán.   
- Pero si no sabe lo que has podido descubrir en los catecismos irá como ciego si es que has encontrado algo muy importante.
- En el mundo de los ciegos el tuerto es el Rey y, en esta ocasión, el Rey soy yo. ¿Entendido?
- ¿Es que quieres llevarte toda la gloria tú solo si acertáis a pescarlo?
- Si quieres te canto lo de no tengo padre ni madre ni perro que a mí me ladre pero sigo siendo el Rey.
- ¡¡Jajajajaja!! Y eso, traducido al mundo de los policías, ¿qué quiere decir?
- Búscate a algún soplón y que te lo cuente porque yo no le soplo nada a nadie. ¡Hasta luego, Lucas!
- ¡Me llamo Diego!
- Te llamas Diego pero te pareces mucho a Lucas.
- ¿Qué Lucas?
- Te iba a contar un chiste muy bueno en esta ocasión pero prefiero decirte solamente hasta luego, Lucas.
- ¿Pero qué Lucas?
- Si lo repites otra vez te cuento el chiste. Así que silencio absoluto sobre todo lo que hemos hecho y dicho aquí. No olvides darle la orden a Atilano, de parte de su capitán que ahora lo soy yo, de que venga con todos los aparejos de pesca.
 
Juan da el último buen mordisco a su pan con mantequillas y el último buen trago a sus café,. se levanta del mullido sillón del Jefe Superior de la Policía de Madrid, se dirige a la puerta y se despide de Diego.
 
- Hasta luego, Lucas.
 
Diego se limita a guardar los catecimos otra vez cerando con la llave el cajón más bajo del archivador y marca el número de teléfono de Atilano Eros Amazote.  
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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