Las tres mujeres
Publicado en Feb 23, 2013
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Era una noche totalmente oscura, en el cielo no había ni una estrella en los alrededores no se distinguía absolutamente nada, era la ¡nada absoluta! estaba en ese lugar sola y desconcertada, solo oía en mi cabeza mi propia voz que preguntaba cómo, cuándo, por qué, para qué estaba ahí, no sabía las respuestas; curiosamente no tenía miedo, me invadía un sopor. Volteaba para todos lados, todo era igual, no había nada, empecé a caminar con seguridad, dando pasos firmes, conforme avanzaba me embargaba una sensación de resignación y aceptación, como una condenada a muerte, ¿por qué? No lo sabía.
Sin darme cuenta, llegué a una casa iluminada sutilmente, según se apreciaba por las ventanas, era una típica casa de campo de dos aguas, sin tocar, ni saludar, me adentre a la morada, estaba iluminada solo por unas velas colocadas en porta velas, en algunas esquinas y una sobre una mesa lateral de la estancia, los muebles y el lugar olían a antiguo, me resultaba como un recuerdo remoto, de pronto de la semioscuridad apareció una mujer, era madura como de mi edad, de pelo negro ondulado, lo llevaba suelto cayéndole a los lados de los hombros, su rostro era sereno blanco como la cera de las velas, su mirada era profunda pero cálida, sus ojos grandes y negros, sus facciones eran suaves, usaba un vestido negro, me dio la bienvenida, eso creo pues no recuerdo sus palabras, solo la sonrisa que se dibujo en su rostro, se dio la vuelta y yo la seguí por un corredor totalmente oscuro, llegamos a una recamara, eso supongo, pues me llevo frente a una cómoda con espejo, me senté en el taburete quedando de frente al espejo y ella parada tras de mi, con sus manos tomo mi cabello, lo inspeccionada, sus manos se deslizaron por el largo de mi pelo sin decir nada, yo sólo la observaba por el espejo, de momento llegó otra mujer, era una persona mayor, una anciana, ella me vio a través del espejo y me sonrió, le regrese el saludo con una leve inclinación de cabeza, las mujeres intercambiaron palabras, las cuales no logre entender y la mujer joven se fue, la anciana se coloco a mi espalda y empezó a trenzar mi cabello, una vez que termino se alejo para regresar con un espejo antiguo, lo coloco al nivel de mi nuca de tal forma que pudiera ver su trabajo a través del espejo frente a mi, era una trenzado de varios gajos, como una especie de tapete, pero el color de mi pelo había cambiado se veía de varias tonalidades de café a rubio, que daban un efecto al trenzado, yo sabía que había visto ese peinado en algún lado pero no podía recordar donde, levante la vista para ver la cara de la anciana, su rostro estaba marcado por surcos, arrugas y su pelo blanco lo llevaba recogido, supongo en un chongo, su mirada era gris blanquecina, no obstante irradiaba una vitalidad casi juvenil, nos miramos y yo le di las gracias con una reverencia, ella sonrió y sin decir nada se retiro, me quede sentada sin saber que esperar ni que pensar, nuevamente apareció la mujer madura se  acerco a mi espalda para inspeccionar el peinado, de repente dijo de manera airada ¡no, no esta bien, porque hizo eso! se veía molesta, yo tratando de calmar la situación le dije que no estaba tan mal, además que el trenzado hacía que las tonalidades dieran un efecto al peinado, ella respondió molesta ¡no tenía porque hacerlo, esta mal! no entendía que significaba todo eso, intuía que había algo entre líneas pero no alcanzaba a comprender.
Me sentía apenada y confundida, cuando no se de donde, apareció una tercera mujer, era muy joven sin llegar a ser una niña, igualmente de tez muy blanca y pelo oscuro pero corto, menuda, imagine que se trataba de la hija de la mujer que me recibió, pues se parecían, nuevamente dialogaron sin que yo pudiera escuchar lo que decían y otra vez la mujer se marcho, dejando a la joven a mi espalda y yo sentada frente al espejo con cara ¡de no entiendo, nada! La chica empezó a deshacer el trenzado sin decir nada, solo ocasionalmente muestras miradas chocaban a través del espejo, soltó todo el cabello y lo empezó a cepillar, una vez que término me coloco sobre la frente una especie de diadema de color rojo, por su expresión me di cuenta que había terminado, su rostro reflejaba una especie de triunfo, yo no entendía solo me había puesto una diadema y la anciana había trenzado mi pelo, en fin solo ellas entendían que pasaba, eso pensé, con ánimo de gratitud comente que se veía bien, pero algo paso en ese momento en que me observe en el espejo, en todo momento había visto mi rostro, me persona estaba sentada frente al espejo pero al momento de comentar que se veía bien y voltear al espejo, la mujer reflejada en el, no era yo, bueno si pero no, sabía que era yo pero no era mi rostro, ni mi pelo, ni mi ropa, …. ¡Era mi otra yo! se que es muy loco pero era verdad, era mi otra yo, una mujer de mediana edad, de pelo largo color fuego que le ondulaba como si el viento lo moviera, de tez blanca como la cera, vestía una especie de túnica vaporosa que igualmente ondulaba, estaba frente a ella y me miraba fijamente, estaba sorprendida, pues dentro de mi tenía la certeza que esa mujer era yo, me sentía abrumada, después de un momento supe que esa mujer reflejada en el espejo se me presentaba para enseñarme que ella era mi verdadero ser, había llegado el momento de manifestarse, había llegado el momento de nacer, de dejarla existir; me inundo un sentimiento de alegría, al descubrirme, al ver mi verdadera identidad. Además sus facciones, sus colores, su  energía y su fuerzas vital, me decían que era mucho más de lo que me había permitido ser, al verla me preguntaba porqué no me había dado cuenta, a que le tenía miedo, pero también tome la  decisión de dejarla ser, de dejarla existir, me inundaba una fuerza, un valor que no puedo explicar, en ese momento ¡acepte lo que soy y quien soy! Me levante y me acerque más al espejo, quería ver a mi yo más de cerca, me sentía embargada de esa felicidad parecida a de la madre que conoce por primera vez a su hijo recién nacido, esa alegría mezclada de orgullo por su pequeño.
Me di vuelta para quedar frente a la chica, su mirada era serena con un toque de alegría, como cuando realizar un buen trabajo, cuando nuestras miradas chocaron nos convertimos en cómplices,  ella dio vuelta y empezó a caminar y yo la seguí por el corredor y salimos de la casa en completo silencio, empezamos a avanzar por el camino en total oscuridad, caminaba detrás de ella, voltee, la casa se alejaba entre las sombras, seguimos caminando cuando de repente estaba viendo una iglesia del lado derecho del camino, yo no la había visto cuando llegue a la casa, de donde salió, era una clásica iglesia de pueblo de color blanco, lo extraño era que la veía perfectamente con sus detalles, a pesar de que no estaba alumbrada, era como un fantasma, seguía avanzando y de ves en cuando volteaba, la casa se había perdido y la iglesia se divisaba cada vez más pequeña, al volverme de frente vi en el camino una veladora blanca, igual del lado derecho, quien la había dejado ahí y para qué, nuevamente fui presa de esa sensación de que todo lo que estaba ocurriendo tenía un significado, pues todo estaba impregnado de simbología pero no lograba descifrarla, seguí caminando y la última vez que voltee ya no se veía nada, todo era una absoluta oscuridad, en eso me recordé a la chica que iba delante de mi, pero ya no estaba, en qué momento se fue o para dónde se fue, ni cuenta me di, detuve mis pasos, nuevamente estaba sola en medio de ese lugar pero a diferencia de mi llegada, en ese momento sabía que esa noche había nacido por segunda ocasión.
Lunaoscura
 
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Foto del autor Edith Zepeda Hermenegildo
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Descripción

Las Tres mujeres, relato, ficcin.

Palabras Clave: Mujeres noche espejo

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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