Alguien vol sobre el nido del cuerpo (reflexiones)
Publicado en Feb 16, 2013
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Pistorius usó su pistola. Y no precisamente hizo un pisto manchego sino un pisto pretoriano. No va de farol el asunto. La tragedia se hizo presente. Los perros no ladran cuando muerden ni los gatos maúllan cuando arañan. Oscar Pistorius desenfundó su pistola como si estuviera realizando el papel de Eliot Nes en la época de la "ley seca" y dejó seca del todo a la inocente modelo sudafricana Reeva Steenkamp. En el escenario parecía incluso a John Wayne haciendo volar por los aires los sesos de aquella inocente atrapada y sin posible salida alguna. Algo así como si la ira de Pistorius tuviese que cebarse en alguien  que tuviese cerca de sí. Resultó que el ser humano, la persona, que tenía a su lado era su propia novia. ¿Quién podría pensar que Oscar tuviese tanto rencor guardado en su interior cuando antes parecía un pacífico seguidor de Nelson Mandela?
 

Cada año, en Sudáfrica, 18.000 locos andan sueltos por las calles. Los Oscar de la violencia están de moda. En Sudáfrica, como sucede en otros muchos lugares, parece como si hubiese vuelto a aparecer aquel famoso loco llamado James Snoock matando chicas en los años 30. ¡Revival! ¡Esto ya se parece a un revival apartando a Evas de en medio! Y en medio del miedo es imposible vivir en paz. Quizás es que algunos, como Oscar Pistorius, se sienten nostálgicos de Carlos Monzón arrojando por la ventana a su Alicia. Los muchos "monzones" que abundan en este mundo hacen estragos entre las inocentes que caen en sus brazos. Son como Atila pero en versión posmoderna y con pistolas. 
 
El verbo disparar se convierte, muchas veces, en un disparate. Disparar contra el primer ser humano, persona, que encuentran a su paso es, sencillamente, un crimen y no una historia de cine. El famoso Oscar, en un momento de brote psicótico existencial, quizás pensó: "O ella o yo pero los dos no podemos vivir juntos" y no se le ocurrió irse a beber un trago al bar de la esquina para poder olvidarla sino que la asesinó de cuatro certeros disparos. Quizás el olimpismo se le había subido a la cabeza pero, pensándolo bien, ya se ve que era muy anormal que tuviese tantísima obsesión  por competir en unos Juegos Olímpicos y no se conformaba con los Paralímpicos que para eso fueron creados. No. El obsesivo Oscar Pistorius tenía delirios de grandeza. Ya va siendo hora de poder detener a tantos obsesionados con entrar en la Historia de las Olimpíadas como caballos arrasando a todos los que pillan por delante. Y es que todo esto de entrar en el Libros Guinness de los Récords debería ser bien revisado porque ni son todos los que están ni están todos los que son.
Supongo yo, porque es cuestión de suponer, que el atleta de las piernas de carbono (me refiero a Oscar Pistorius) pensó que, después de haber participado contra rivales con piernas de carne, era necesario hacer otra "gloriosa" gesta. Y la "gloriosa" gesta que se le ocurrió fue asesinar a sangre fría a la modelo sudafricana (de su propio país para mayor inri) Reeva Steenkamp. A lo mejor es que Oscar Pistorius está deseando entrar en la Historia de los Oscar del Cine siendo protagonista de una película de violencia innecesaria... sólo que una película sólo es un producto más o menos artístico pero cuando se dispara una pistola de verdad y se asesina de verdad a un ser humano, a una persona, ya deja de ser una película para ser una horrible y triste realidad.   
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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