guilas Negras (Novela y Guin para Cine) -3-
Publicado en Feb 13, 2013
Prev
Next
Varios años más tarde... 

- Hola, Juan... ¡siéntate cómodo, por favor!
 
Juan se sienta en el sillón que le han ofrecido.
 
- ¿Puedo encender un cigarrillo?
- ¡Por supuesto que sí! Mi despacho no es departamento bancario. En mi despacho privado sólo mando yo. Aquí yo soy la ley. No me interesa, para nada en absoluto, lo que digan o piensen los demás ni, tampoco, lo que digan o piensen los gobernantes ni los gobernados de este hipócrita país. Si Adolfo Suárez, por muy duque que sea además de Presidente de España, está pensando ya en dictar una Ley Antitabaco en las oficinas públicas... aquí, en mi despacho privado, esa Ley Antitabaco no cuenta absolutamente nada y no entrará en vigo en este lugar mientras yo esté vivo y pienso vivir muchisimas décadas más. Y como aquí, en mi despacho privado, yo soy la única ley que manda y ordena, yo también voy a encender otro cigarrillo, porque lo hago continuamente y que no vengan todos esos hipócritas y todas esas hipócritas que más les valiera mirar la viga en sus ojos que la paja en los ojos ajenos, como bien dijo Jesucristo, a prohibírmelo. ¡No te jode con los fariseos y las fariseas que a saber qué vicios mucho peores esconden! Que vengan a prohibírmelo a este mi despacho privado que es como mi propia casa porque me paso mucho más tiempo aquí que en mi hogar. Si todos ellos y todas ellas se creen que tienen sus derechos, aunque de los derechos de los demás no desean ni hablar porque tienen muchos otros pecados que ocultar, yo tengo mis cataplines bien puestos. 
 
Juan se sienta frente al Jefe Superior de la Policía de Madrid, Don Diego Castillejo Ríos, y enciende su cigarrillo mientras el Jefe, como imitándole, hace lo mismo con el suyo.
 
- Es importante tener personalidad propia, Diego...
- Perdona, Juan... sólo ha sido una coincidencia...
- Y yo que no creo en las coincidencias...
- Entonces digamos que sólo ha sido para seguir tu ejemplo. 
- Está bien. Es tu conciencia contra la conciencia de todos esos hipócritas y todas esas no menos hipócritas. Ya sabes bien y de sobra que no fumo... pero me encanta encender cigarrillos cuando estoy ante algún asunto importante. ¿Para qué me has hecho venir?
- ¡Muy sencillo de entender! Anda suelto, por las calles de esta ciudad de Madrid, un asesino en serie y tú eres el mejor de todos los investigadores privados para ayudarme a descubrirle. 
- ¿No es eso asunto de la Policía porque para eso cobráis un suculento sueldo pagado por todos los habitantes de este país?
- Ya. Es nuestra la obligación pero, a veces, estamos muy limitados.
- ¿La Justicia tiene límites? ¿Qué límites tiene la Justicia? ¿La que os imponen los poderosos?
- No quiero ni deseo discutir contigo sobre esos asuntos. Sé que puedes convencer hasta a las piedras.
- ¿Por qué no quieres discutir conmigo, Diego? Porque si callan mi voz... ¿hasta las piedras de los caminos la proclamarán a voces? Eso también es de Jesucristo. ¿O porque digo verdades y no cuento mentiras? Si es verdad cambiamos de tema y si es mentira demuestrámelo. 
 
El Jefe Superior de la Policía de Madrid, Don Diego Castillejo Ríos, ríe de buena gana pero cambia de tema. 
 
- Quiero que me ayudes porque tú eres mejor que cualquiera de mis policías. Ni el teniente Nazario Soriano Buendía, uno de los que se creen el mejor de mis hombres, y son varios los que se lo creen, te llega tan siquiera a la suela de tus zapatos. 
- ¿Quién has dicho? ¿Nazario Soriano Buendía? ¿Ese inculto charlatán que no sabe ni dirigir un taller de autodefensa de los ciudadanos o un taller para prevenir de los peligros a las parejas formadas por un solo hombre y una sola mujer paseando por las noches o discutiendo entre ellos por cosas como el sexo de los ángeles?
 
El Jefe Superior de la Policía de Madrid, Don Diego Castillejo Ríos, vuelve a reír de buena gana.
 
- Deja las bromas aparte, Juan...
- ¿Es que es una broma que no sabe ni tan siquiera explicar a los matrimonios cristianos cuál es la mejor manera de convivir y, de paso, defenderse de un atracador?
- Es cierto. Sí. Es incapaz de llevar el peso de un taller de cualquier tema interesante. 
- La envidia es muy mala consejera, Diego. Díselo a tu teniente Nazario cuando le veas cara a cara y de mi parte. ¿O prefieres que se lo diga yo para hacerlo más emocionante? Porque resulta que los verdaderos hombres lloramos a su debido tiempo... pero no por lo que se creen los duros policías como él, sino por todo lo contrario que es lo mismo que decir que no lloramos por lo que ellos piensan sino por cuestiones que ni conocen ni saben. ¿Se lodigo yo en la cara la próxima vez que le vea para que se entere de la verdad o se lo cuentas tú aclarando que se lo dices de mi parte?
- Se lo contaré yo diciendo que es de tu parte porque si se lo dices tú cara a cara no lo podría superar...
- ¿Qué es lo que no podría superar ese tipo tan duro? ¿El trauma nervioso? ¿Es que un tipo tan duro como él tiene traumas nerviosos cuando un hombre verdadero le hace saber que los verdaderos hombres no lloramos por lo que él cree? Díselo tú si quieres, pero no te olvides de contarle que se lo digo yo y que si quiere discutirlo conmigo personalmente aquí te entrego una tarjeta personal donde está escrito mi teléfono privado para que me llame cualquier día de estos si es que quiere reclamarme algo... que, en ese caso, yo le atenderé con mucho gusto.
- No es necesario que me des una tarjeta, Juan. Sería incapaz de llamarte porque no tendría ningún argumento razonable para rebatir cuanto dices. 
- ¿También es incapaz de llamar a un conocido amigo para tomarnos unas copas de ginebra los dos juntos? ¿O cree que no puedo tomarme un par de copas con él y estar a su altura? Dile de mi parte que puedo beber todas las copas de ginebra que él quiera sin caerme del taburete como a él le puede suceder si es que se atreve...
- ¡Olvídales, Juan!
- ¡Tú lo has dicho! ¡Los olvido a todos ellos pero quizás todos ellos no me olviden a mí! En cuanto a tu teniente Nazario el que me tiene que olvidar es él a mí porque yo no me acuerdo ni dónde vive.
 
El Jefe Superior de la Policía de Madrid, Don Diego Castillejo Ríos, vuelve otra vez a reír con ganas.
 
- Vamos a concentrarnos en el caso, Juan.
- ¿Tú crees que, de verdad, yo estoy preparado para esto?
- Has solucionado casos mucho más difíciles que este y has estado en peores guerras callejeras saliendo siempre vivo de todas las batallas. Eres el mejor. 
- Me haces reír, Diego. ¿De dónde has sacado tú esas informaciones sobre mi persona?
- Te sorprendería si te lo digo pero lo sabrás al final.
- ¿No me vas a dar ni tan siquera una pista?
- ¡Imposible! ¡Ya lo sabrás al final! 
- Me estoy refiriendo a alguna pista para saber quien te ha dado informaciones sobre mi persona y no para saber quién confía tanto en mis capacidades físicas y mentales.
- ¡Ah! ¡Creí que te estabas refiriendo solamente a quién me da dado tanta información sobre tu persona!
- Adiós, Diego... yo tengo muchos quehaceres y no puedo perder mi preciado y precioso tiempo en adivinanzas...
- ¡Está bien! ¡Tú ganas de nuevo! Si te refieres a una pista sobre el caso que tienes que resolver... ¡mira todo este lote de fotografías! ¿Reconoces a alguien?
 
Diego Castillejo Ríos le entrega un total de 11 fotografías a Juan y éste, cogiéndolas con su mano dercha, comienza a observarlas con cierta indolencia y, después, las deposita sobre la mesa. 
 
- Como se dice en el juego del mus, no me dicen nada...
- Me han dicho que juegas muy bien al mus.
- ¿Otra información más de cotilleos sobre mi persona?
- Sí. Y de la misma fuente. 
- Pues en cuanto a esa fuente que tanto te habla de mí te digo que, en cuanto a si juego muy bien al mus, es cierta y fidedigna porque, efectivamente, no sólo juego muy bien al mus sino que he enseñado a jugar muy bien al mus a algunos que no tenían ni puñetera idea. Pero soy mejor jugando a mis mágicos solitarios... aunque a veces me dejo bastantes veces ganar al mus para no frustrar a algunos como, por ejemplo, a tu sargento Míguel Moratalla Paredes que, por cierto, no tiene todavía suficiente capacidad para saber beber ni cocacolas porque, al parecer, se cree que yo soy un tonto y no me doy cuenta de nada... quizás porque todavía me conoce muy poco... pero que muy poco... ¿No conoces aquella cancion tan antigua, de nuestras infancias, que decía ¡Miguel, Miguel. Miguel, trolé trolé. trolero; Miguel, Miguel, Miguel date la vuelta del revés!, amigo Diego?
- ¡Claro que me acuerdo! La verdad es que mi sargento Miguel no te conoce casi nada.
- Pues entonces, dejando aparte este tema tan sólo colateral y a ver si tu sargento Miguel Moratalla Paredes entiende lo que es colateral y no se vuelve a colar en sitios y lugares donde no debe porque las noches son muy peligrosas para pipiolos como él, volvamos a retomar el asunto de las fotografías a ver qué nos dicen. 
- Las fotografías no hablan, Juan.
- Bien dicho, Diego... pero otro chiste mejor te puedo decir si te cuento que las fotografías no hablan pero dicen muchas cosas. 
- ¡¡Jajajajaja!!
- Soy demasiado joven todavía para saber quiénes son todos esos y quienes son todas esas.
- Cierto es. Y además tampoco los podrías conocer. 
- ¿Es que nunca voy a ser tan famoso como para conocerles personalmente cuando vengan a pedirme mi autógrafo o es que todos ellos y todas ellas son de tan alta categoría social y yo soy tan bajito que sólo mido uno ochenta metros de estatura que sólo me sirven para ir tirando por la vida de en medio y solamente lo que se debe tirar para no ser multado por los del servicio de limpieza e higiene social?
- ¡¡Jajajajaja!!
- ¡Trastos viejos! ¡Me estoy refiriendo a trastos viejos, mal pensado! 
- ¡¡Jajajajaja!! 
- Soy demasiado joven para saber quiénes son todos estos y todas estas y también todos aquellos y todas aquellas... como aprendí a decir cuándo me enseñaron las clasificaciones de los adjetivos y, mira por donde, sé perfectamente declinar algún que otro verbo como el presente de indicativo de amar. Ya sabes. Yo amo, tú amas, él o ella aman, nosotros amamos, vosotros amáis y ellos o ellas aman. 
- ¡¡Jajajajaja!! Mira lo que hay escrito en el envés de las fotografías. ¡Te lo leo yo para que no cambies el texto a tu gusto, porque sí que tiene mucho gusto para las fotografías, sobre todo y especialmente para las femeninas, y no saques el texto de su contexto. Dice así: "Estimado cabo primero que no llegó nunca en su vida a ser cabo segundo. Bienvenido estés dentro de tu chalecito. Las variedades de las varillas tomateras es mucha pero aquí hay demasiado tomate. ¿Me quiere usted echar una mano en todo ésto? No me estoy refiriendo a nada de lo que piensa porque a la hora de jugar al truque yo también he aprendido algún truco que otro. De las muchas variedades de varillas que hay, estimado cabo primero que no llegó a ser nunca cabo segundo porque no pasó de ser jamás un sorchi pelado, conozco a muchas mejores de las que conoce usted. Espero que ahora ya estés fuera del Cuerpo de la Policía y te hayas convertido en ladrón o te hayan convertido en ladrón, no vaya a ser que alguien te dé un buen tirón de orejas, que las tienes bastante grandes por cierto, y te has quedado compuesto y sin novia virgen aunque tú de novias vírgenes, la verdad, por lo mucho que te conozco, no tienes ni idea de lo que son. Espero a que me ayudes a resolver este lío o, mejor dicho, espero que no me ayudes para nada puesto que no te necesito para nada. Se despide de ti atentamente tu gran admirador a la hora de comer fresas frescas y no te sigas creyendo que has picado muy alto, salvo a que te estuvieras refiriendo a picar en las canteras de piedra de Las Pedroñeras. Nota que adjunto: las tuyas son feas, viejas y además tienes que pagarles una fuerte suma de dinero por cinco minutos nada más. Piensa lo que te dé la real gana y a ver si tomando jalea real resuelves este jaleo y te rejuveneces mentalmente... porque físicamente ya no puedes ni recordarlo y recuerda... recuerda ... recuerda lo de los gorriones y las palomas de palomeras... puesto que ni tan siquiera soy tan borracho como tú y por eso no has llegado más que hasta barrendero y has de saber que lo de los tomates lo digo por los polvos de las molineras, cabo de cuartel y golfo de zurras. Piensa... piensa... sigue pensando... porque la vida se te está acabando... y no mires donde no debes mirar porque a la mujer del ajeno no debes ni tan siquiera admirar. Aprende que saber opinar de mujeres no es saber chismorrear de mujeres y que yo solamente era un niño aprendiendo a mirar antes que a hablar cotilleos de reviejos como tú. Firmado: tu más célebre admirador"
- ¿Quién ha escrito todo eso?
- Es lo que escribe el asesino en el envés de estas grandes fotografías que siempre deja entre las ropas de sus víctimas pero no sabemos a quien va dirigido porque en nuestro Cuerpo de Policía no ha habido nadie que haya terminado trabajando de barrendero.
- Interesante.
- ¿Te dice algo?
- Quizás.
- ¿Quizás sí o quizás no?
- Quizás.
- Pero... ¿qué quieres decir con quizás?
- Diego Castillejo Rios... ¿podrías colocar las fotografías sobre la mesa en el orden de las fechas de sus fallecimientos?
- ¿Es tan importante colocarlas por ese orden?
- Cuando trabajas con mucho orden, a pesar de lo desordenado que soy normalmente cuando no son asuntos graves, sacas conclusiones muy interesantes. Para mí es crucial lo que te he pedido.
- Si tú lo dices...
- Nada de chulerías conmigo, Diego, o te doy un corte de mangas que te dejo piano piano chi va lontano que quiere decir que quien se hace el chulo no llega más allá de lo infantil. Deja tus chulerías para tus subordinados pero no las uses conmigo porque te corto de verdad. Para mí es muy importante saber ese orden para solucionar este caso. ¿O acaso tú también crees que yo digo tonterías cuando me pongo a trabajar en una investigación seria?
- Tonto desde luego que no eres.
- Tontos, pero tontos del todo, sois muchos de vosotros.
- Está bien.. Sin enfadarse.
- Me parece que el enfadado eres tú y no yo. Yo soy así desde que nací pero a ti el tiempo se te está acabando muy rápidamente porque trabajas demasiado con las máquinas. Por eso no sabes pensar demasiado bien y los mal pensados os encontráis un día con un gran susto de muerte. Las personas no somos máquinas, Diego, sino que las personas pensamos... ¿te has enterado ya? ¡Te metes tus cálculos matemáticos donde te quepan porque a mí me sobra con mis reflexiones filosóficas!
- Bueno, bueno, no discutamos ahora. Voy a colocar las fotografías por orden de desaparición. 
- ¿Desaparición? ¿Has dicho desaparición?
- Quiero decir por orden de haberse ido al otro barrio, pero... ¿de verdad es tan importante?
- Primero tengo que corregirte en algo muy importante. No es lo mismo irse al otro barrio que desaparecer... ¿de acuerdo?
- De acuerdo. No había caído en ese detalle.
- Pues para ser el Jefe Superior de la Policía de Madrid parece mentira que no sepas la diferencia. Deberías saber ya que hay detalles sin ninguna importancia y hay detalles muy tascendentales y el orden que te he pedido que coloques es trascendental. 
- Otra cosa más que debo aprender en la vida. 
- Pues sí, señor matemático. Debes aprender todavía ese detalle y otros muchos que irás descubriendo por ti mismo si no me equivoco al final. 
- Bien. ¿De verdad ese orden de las fotografías te va a ayudar en la investigación?
- Si tengo suerte y Dios me ayuda, sí. Si no tengo suerte ni Dios me ayuda... no servirá para nada. Siempre me han salido bien mis intuiciones. Espero que ahora tenga la misma suerte y que Dios no me abandone.
- Tienes una manera muy extraña de trabajar siempre con buen humor aunque los casos sean de suma gravedad.
- Por algo será...
- Si tú lo dices...
- No lo digo yo. No me gusta demasiado hablar demasiado de mí. Lo dicen los demás. 
- En fin... supongo que sabes lo que haces...
- ¿Por qué no te buscas a otro o a otra mejor que yo?
- ¡No! ¡Todos confiamos en ti!
- Colócalas bien colocadas, Diego... y me estoy refiriendo solamente a las fotografías y no a otras cosas; porque me parece que sigues pensando lo que no debes pensar y ya te demostraré que te han mentido mucho más de lo que te crees porque algunos son más falsos que una chocolatina de madera. ¡Verás cómo al final tendrás que hincar el diente quieras o no quieras! Colócalas como te digo y ya me encargaré yo de saber calcular qué es lo que hay detrás de ello y no usando máquinas calculadoras como tú sino haciendo mis cálculos filosóficos y artísticos... y sigo refiriéndome solamente a las fotografías y no a las falsedades y mentiras que alguien te mete dobladas. Ya llegará el momento de decirte la verdad cuando llegue la verdad. ¿Me estás entendiendo?
 
El Jefe Superior de la Policía de Madrid no contesta porque sabe que está pisando sobre un piso muy resbaladizo y se puede dar un verdadero tortazo contra el suelo. Así que se limita a levantarse e ir lentamente hacia el archivo.
 
- Tengo que revisar los expedientes para conocer las fechas.
- Floja memoria tienes, Diego. Cuando te desenchufas de las máquinas calculadoras tienes muy floja la memoria. 
- Creo que tienes razón en eso.
- Eso... eso... chocolates Hueso... y a ver si no pinchamos en hueso a la hora de entrar a matar... y de paso rebusca en tus neuronas mentales a ver si encuentras algo en lo que te haya ofendido yo o en las carpetas a ver si encuentras algún expediente sobre mi persona... no vaya a ser ahora que yo sea el asesino en serie... espabilado...
- Habla en serio, por favor. Tú no tienes ningún expediente abierto contra ti.
- Eso se lo explicas a la secretaria. Quizás sea tan distraída que me haya confundido con un maleante australiano aunque soy mucho más español que tú mismo.
- España es nuetra patria.
- Sí. Pero a veces hasta hay alguien que se apellida España al que se le olvida. Cuando tengas tiempo interroga al señor España.
- ¿A qué señor España te refieres?
- A un jefe de personal de alguna entidad bancaria que no sabe qué hacer para quitarme de en medio... ¿por qué será, Diego?
- No entiendo nada de nada...
- Digamos que dinero negro o dinero blanco pero tan manchado de mierda que parece negro...
- Sigo sin entender nada de nada...
- De momento no me importan ni el tal señor España ni la tal secretaria...  Hace mucho tiempo que lo tengo superado... y ese menda está ya bien quemado...
- ¿Has quemado a España?
- A ver si hablamos con propiedad. Diego. Si yo hubiese quemado a España todos seríamos negros. Quien se ha quemado, y además él solito, es el señor España. ¿De acuerdo que has entendido la gran diferencia?
- Lo he entendido. Tendré que investigar ese asunto.
- De lo que estoy totalmente seguro es de que ya han quemado el expediente donde se decia que yo era analfabeto, borracho, loco y maricón.
- ¿Quién o quienes son los cabronazos que han hecho eso?
- No te preocupes por eso y centrémonos en este caso. Los cabrones siempre caen por su propio peso cuando les pesan ya demasiado los cuernos.
- ¡¡Jajajajaja!!
- Quizás ya se hayan enterado que no soy australiano sino español y que por eso no digo ser o no ser como un buen sir inglés, sino pan al pan y vino al vino como un buen castizo madrileño pero español.
- Pero... ¿qué es todo eso del señor España y de que eres de España?
- No. Del señor España  no soy sino que soy de mi padre y de mi madre. Y en cuanto a lo de que soy de la patria España sólo puedes comprobarlo si ves que enciendo cigarrillos celtas negros y no rubio americano como el señor España. ¿Vas enterándote ya de todo?
- Olvídalo ya, por favor... puesto que ya no existe ese falso expediente sobre tu persona. 
- Lo he olvidado desde que me lo hicieron conocer y me partí de risa. Pero como tengo personalidad, y no como todos ellos, pues soy persona y como persona actúo como ser humano. Juego al fútbol pero nunca he dado patadas a ningún ser vivo como si fuera un balón. ¿Entiendes ya? 
- Entiendo ya. 
- Pues es muy importante que me entiendas para que sepas bien como trabajo en los casos que se me plantean resolver. Vamos a centrarnos en este asesino en serie y olvidemos la Guerra de Troya por culpa de Elena, la cual, por supuesto, no tiene la culpa de ninguna trama de todos esos sinvergüenzas y por eso me indicó que había un expediente verdadero donde estoy calificado como de excelente trabajador e íntegra persona. Por eso he aceptado este caso. 
- Pero... ¿qué me estás contando?
- Que me quisieron retirar antes de tiempo...
- ¿Por qué?
- Porque estaban cagados del todo.
- Cuenta, cuenta. 
- Déjales correr que ya se sabe que carrera de caballos es parada de burros. El asunto es como la Guerra de Troya. Algo entre Agamenón y Príamo. Es mejor dejarlo ya bien claro y contar algún chiste. ¿Sabes por qué Elena se fue con Paris?
- Le gustarían muchos los franceses. 
- ¡Exacto! ¡Adivinaste el chiste! Me parece que ya vamos a poder entendernos mejor tú y yo, Diego. En cuanto a los ignorantes y los alcahuetes, drogadictos, homosexuales y otros etcéteras que andan suelto por lugares como el barrio de Chueca no me interesan nada ni para nada. No voy a perder el tiempo con esa clase de mundos cuando tengo que descubrir a un asesino en serie. Como bien dice mi abuela, si dicen que dizan mientras no hazan...
- ¿De verdad no quieres que ordene investigar esos asuntos?
- De verdad que lo único que quiero es centrarme en nuestro caso.
Diego Castillejo Ríos vuelve a la mesa con los expedientes, saca una placa de capitán del primer cajón y se la pone en la solapa de la chaqueta.
- Queda hasta preciosa la placa de capitán en mi traje azul eléctrico.
- Mientras dure la investigación te acabo de nombrar capitán de policía.
- Parezco icluso a Ulises dispuesto a resolver todo el follón de la Guerra de Troya.
- Recuerda siempre que un jefe de personal vale mucho menos que tú.
- Lo del jefe de personal ni me incumbe ni me interesa porque lo que interesa es lo que me incumbe.
- ¡¡Jajajajaja!!
- No es de risa pero siempre viene bien tener buen humor. Lo único que me interesa es limpiar mi honra y la honra de mis apellidos.
- Si quieres envío a algunos a que investiguen...
- No pierdas energías ni envíes hombres para investigar el asunto de los jefes de personal porque los vamos a necesitar a todos. Ahora que aguanten dichos jefes de personal y otros jefezuchos de poca monta el chaparrón que tuve que aguantar yo soportándolos a todos ellos. Quien se moja el primero no es el que sale más pringado sino que los más pringados son los que ni tan siquiera son capaces de mojarse porque tienen los huevos tan calientes que les escuecen las ingles. Yo, sin embargo, siempre tengo los huevos frescos gracias a que he aprendido lo suficiente a mojarme.
- Me admira tu buen humor.
- A mal tiempo buena cara ya que después de la tormenta para unos llega la calma y para otros llega el tormento. Que cada cual aguante su vela cuando llegue el momento de los naufragios.
- Esos asuntos los limpio yo de un plumazo.
- No, Diego, no es necesario. En esta vida hasta el vigilante se cree elegante cuando le visten con trajes de El Corte Inglés. Todos, en realidad, son tan parecidos que apenas tienen personalidad propia.
- Eso de hasta el vigilante se cree elegante suena a poesía. ¿Te gusta escribir poesía?
- Te lo voy a decir en poesía que es la mejor manera de decir ciertas cosas: el ayudante del vigilante / siempre hace un memorando / todo por detrás y todo por delante / están algunos amando. ¿Qué te parece lo de los vigilantes haciendo memorandos para despedir a algunos que los jefes quieren despedir pero no se atreven a hacerlo en persona? Espero que no te equivoques tu también conmigo; porque tú al menos tienes conocimiento y tienes buena memoria... pero no te marees demasiado con los números y hablemos ya de las fotografías. Colócalas sobre la mesa por el orden de las fechas en que fueron asesinados y asesinadas. Que sea el orden exacto.
- ¿Quieres que las coloque por el orden exacto de fechas en que fallecieron?
- Se dice en que fueron asesinados o asesinadas y no que fallecieron voluntariamente. Nunca me han entusiasmado las fechas exactas, pero sí el orden de las secuencias, puesto que toda secuencia arrastra una consecuencia... ¿o no es cierto que cuando se produce una secuencia es debido a alguna causa?
-¿Cómo deduces todo eso?
- Porque del lenguaje y la comunicación sé bastante más que tú. Eso no sólo lo he aprendido de mis estudios universitarios sino que lo he aprendido, mucho mejor todavá, por los caminos que he tenido que transitar mañanas, tardes y noches enteras. Existe algo, Diego... algo que nunca se aprende lo bastante bien si no caminas buscando algo importante... ¿qué te parece lo poético, lírico y filosófico que me siento hoy? Y no te preocupes por mí, porque estoy bien sentado y bien asentado digan lo que digan los demás. Pero sé siempre ponerme de pie como los hombres para poder caminar. Otros, sin embargo, siempre tienen pegado el trasero en sus butacones.
- Espera.
- Espero. No es lo mismo que sea una pera o que sea un pero... ¿te gustan mis pésimos chistes? Lo que sucede es que no soy famoso como otros y por eso no hago gracia a las gentes. Pero resulta que no me interesan para nada las gentes sino las personas. ¡Y no digamos nada de los que no son gente sino gentuza! Tus chistes si que son más gracioso que los míos, Diego... porque tienes un humor muchísimo más genial que yo. No sabes bien cuánto me muero de risa yo cuando te escucho, mil veces cada año, tu chiste de la Felisa. Es muy gracioso. Es demasiado gracioso, muy original y, sobre todo, de muy buen gusto, Diego, de tan buen gusto que entran ganas de ir al water. ¿Quién te ha enseñado el chiste de la Felisa y también los chistes contra las gordas? ¿Quizás el también teniente Antonio Muros Caramillo que los cuenta de tal manera que hasta se ríe él mismo de lo tonto que es?
 
A Diego Castillejo Ríos se le quitan, de repente, las ganas de reír y busca, ansioso, todas las fotografías que descansan sobre la mesa entre su montón de papeles.
 
- No tan ansioso, Diego, no tan ansioso. Busca mucho más tranquilo porque no me interesan, para nada, vuestros chistes siempre repetidos una y mil veces cada año. El tiempo que tardes tampoco es importante... pero te aviso que me sé un chiste muy bueno para contaros a todos vosotros. Se trata de la vaca Rosalinda y el toro Rascabolas. Pero como no soy un hombre tan chistoso no lo voy a contar ahora. Busca con tranquilidad todas las fotografías pero también te digo que no te duermas demasiado; porque a veces te veo demasiado dormido. Te estoy hablando totalmente en claro pero ya hablaré mucho más claro todavía y en su debido momento. ¿Hablo claro o me pasa lo que a la Felisa, so listo? ¿Se entiende bien lo que digo? ¿Entiendes tú de lo que hablo y de lo que pienso hablar cuando llegue la ocasión de hacerlo? ¿Hablo yo muy deprisa o soy muy lento hablando? A ver si ya, de una puñetera vez, aclaramos todo ese asunto de cómo hablo.
- Perdona.
- No. De perdonar nada de nada. Lo que quiero saber, de una puñetera vez, es si hablo claro o hablo como la Felisa, de que si hablo bien o hablo mal, de que si todos vosotros habláis mejor que yo y de cómo habláis en realidad todos vosotros y cómo hablo yo? ¿Me puedes aclarar todas estas dudas, Gran Jefe?
- Perdona. 
- Me parece que todavía no hablo del todo claro... ¿verdad, lindo Don Diego?... Pues entonces repetiré, con más pausa para que se me escuche mejor, que... no... quiero... ya... perdonar... a... nadie... que... me... quiera... pedir... perdón. Para eso está Dios, lindo Don Diego, y de paso se lo dices a tu teniente Antonio. Dios es Dios y yo no soy Dios. Yo sólo soy Juan. ¿O no soy yo Juan, lindo Don Diego? Pregúntale a tu teniente Antonio quién soy yo porque me parece que lo supo una noche, de bastante jarana por cierto, en una de esas encerronas en que a veces no tenemos más remedio que liarnos a golpes. 
- Es cierto. Siempre has hablado muy claro, siempre te hemos oído perfectamente y sabes pronunciar a la perfección la diferencia entre la c y la z. Hablas perfectamente el español y no como nosotros que, muchas veces, no sabemos distinguir entre la b y la v.
- ¡Vaya con la playa! Ahora resulta que siempre se me ha escuchado con total claridad. ¡Ahora resulta que era cierto lo que yo decía! No se dice tevé sino teuve. Porque a algunos ni se les vé pero ya veremos... ya veremos...
- Perdona.
- No. Déjate de pedirme perdón porque hay otros que siendo los culpables están ahora más callados que un Buda de piedra. Sólo quiero saber por qué decís siempre lo contrario dando la vuelta a la tortilla. ¿Se puede saber por qué decís que hablo tan rápido que no se me entiende cuando vosotros, cuando habláis, os parecéis a la ametralladora de Elliot Ness y no hay ni tan siquiera un dios pagano que os entienda porque hasta os coméis las palabras de lo rápido que habláis? ¿Estamos o no estamos, lindo don Diego? Ahora que soy capitán puedo hablarte con confianza y eso estoy haciendo. ¿Alguien os está obligando a decir todas esas mentiras cuando bien sabéis que no son ciertas? ¿Qué quiere decir tu sargento José María Halcón Maza cuando insinúa que vosotrs me habéis enseñado a hablar bien? Porque resulta que desde que os conozco a todos vosotros he aprendido muchas palabras más feas que las que he aprendido en las calles madrileñas y en los bares de mala muerte. Graciosa paradoja... ¿verdad, lindo Don Diego? ¿Quién es el listo de tu Cuerpo de Policía que hace públicas tan graciosas paradojas? ¿Es alguno que sabe hablar muy bien acaso? ¿Es alguno que saber dormir a las gentes echando hermosos y bellos discursos evangélicos tal vez? ¡Bueno, lindo Don Diego, bueno! Buena está la cosa. ¿Es cierto o no es cierto que hay entre los tuyos alguno que se cree el más perfecto orador del Universo entero pero que tiene que leer sus palabras porque si no fuera así no sabría ni tan siquiera presentarse ante el público con un sencillo "estimadas damas y estimados caballeros aquí presentes". ¿Yo soy un don nadie y todos vosotros sois impotantes, grandes y hasta perfectos? Entonces... ¿para qué huevos me habéis llamado para solucionar este caso? ¿Ya te estás enterando, lindo Don Diego, de que soy lo suficientmente culto para dar charlas enteras sobre la Leyenda de Gilgamésh sin tener que leer ninguna hoja o sobre el pensamiento vivo de Benjamín Carrión sin tener nada apuntado en un papel, por ejemplo, mientras vosotros tenéis que consultar miles de notas para dirigiros al público y, muchas veces,  sólo para justificaros de que no habéis podido encontrar al asesino por ejemplo o que no sabéis cómo resolver un caso por ejemplo? ¿Te estás dando cuenta de que tengo bastante más conocimientos que todos vosotros juntos y los suficientes como para no repetir siempre los mismos chistes mil veces al año? Deja ya a un lado tanta tontería y si no quieres que yo intente resolver este caso del asesino en serie te devuelvo la placa de capitán y me pierdo con el sol cuando muera la tarde y me dejáis en paz para siempre. Se lo dices, de mi parte, a todo tu Cuerpo de Policía a ver qué cuerpo se les pone a todos y cada uno de ellos. ¿Estoy en el caso o abandono este caso y lo resuelven todos tus inteligentes hombres? Sólo me queda decir que sois tan aburridos que aburrís hasta a los muertos del Siglo XX... pero antes de Jesucristo... y en cuanto a lo de lindo Don Diego, para que no te mosquees conmigo, te cuento que es una obra de teatro de Agustín Moreto, publicada en 1662 y se trata de una comedia de enredo de las llamadas "de figurón", cuya trama gira en torno a un personaje central caracterizado como vanidoso. Tiene su antecedente en  El Narciso en su opinión, de Guillén de Castro, con la que guarda una relación muy estrecha. ¿Ya veremos al final de este asunto, si soy capaz de resolverlo adecuadamente, por qué te cuento esto del lindo Don Diego? 
- Pues no entiendo a qué viene todo esto...
- Porque no entiendes ni la mitad de la mitad de lo que sucede a tu alrededor. ¡Tanto estar con las calculadoras te hace imposible que sepas calcular por ti mismo, amigo! Estoy intentando decirte que si las víctimas eran de alta cuna pero de baja cama, de bajo catre o de bajo camastro de esos de los de habitaciones del mogollón donde duermen apiñados los unos contra las otras bajo la acción de algún lozano santo varón o alguna bruja piruja más pasada de moda que una vieja de la Carretera de Aragón... ¿pero entiendes o no entiendes de qué va la cosa?
- ¡¡Jajajajaja!! Creo que te estás refiriendo a Alcalá Galiano.
- No, te equvocas, Diego. Me estoy refiriendo al caso de Alcalá y Lozano... que tuve que resolver dando unos cuantos plumazos por aquí y unos cuantos plumazos por allá. ¡Vaya que sí se enteraron todos ellos y todas ellas de mi forma de predicar consejos! Hasta hubo algunos y algunas que los llegué a convencer para quie abandonaran la mala vida porque, en caso contrario, algún día dejarían de contarlo para siempre. 
- Muy bueno aquello, Juan. Por eso confío tanto en ti.
- Pues entonces, si fue muy bueno aquello del Lozano y la bruja del Lozano vamos adelante... poniendo al burro delante para que no se espante...
- ¡¡¡Jajajajaja!!! ¿Quieres que nos tomemos un café antes de comenzar con la tarea?
- Me es indiferente.
- ¡Te lo preparo yo mismo!
- De acuerdo, Diego, prepara tú los cafés. Te lo acepto, amiguete y a ver si sabemos distinguir entre un Miguel y un miguelete. Está todo este mundo lleno de espías, Diego, de espías y de chivatos... pero también de buenos guardias civiles...
- ¡¡¡Jajajajaja!!! El café te lo sirvo ahora mismo.
- Me da lo mismo lo mismo me da.
- Pero yo quiero que nos tomemos un café como buenos amigos.
- Está bien. Podemos perder unos minutos. No hay prisa... de momento... 
 
 
 
Página 1 / 1
Foto del autor Jos Orero De Julin
Textos Publicados: 7132
Miembro desde: Jun 29, 2009
0 Comentarios 205 Lecturas Favorito 0 veces
Descripción

Novela y Guin literario para Cine al mismo tiempo.

Palabras Clave: Literatura Novela Relatos Narrativa Guin Cine.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



Comentarios (0)add comment
menos espacio | mas espacio

Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.

busy