A que no puedes comer solo una...
Publicado en Feb 10, 2013
Una manita se asoma en una de las ventanas del camión, sus dedos sujetan la envoltura de papas fritas de una marca conocida: Bolsa vacía que volará en un paisaje, cuyo infinito se pierde en la limpia transparencia del aire. Las siluetas de unas monumentales montañas son el único obstáculo del cielo azul. Más cercanas se encuentran las palmas que invitan con sus pencas verdes a saborear el agua de sus cocos para saciar la sed provocada por la temperatura que ha subido como un infierno dentro del autobús donde va el niño que tirará la basura amarilla sobre un pedacito del universo. Una semana antes, él había preguntado a su mamá: ¿Mamá, dode tido la bachura?, mientras atrevesaban la laguna que los separa de su vivienda. Cuando la barca se alejó de esa pregunta, a pocos metros se vio una botella de plástico flotando, que se confundió con las otras que sirven como boyas a los trasmallos, jalados por los desesperados pescadores, quienes pescan menos peces y más basura llevada de la orilla de la carretera a la laguna por la lluvia. A uno de ellos, otra madre que contaminó a su hijo con otro sucio comportamiento generacional le va encontrar en sus entrañas un pedazo de plástico con un letrero; el mismo que trae la bolsa rellena de calorías que viene comiendo en ese momento el hijo de un pescador que gana muy poco dinero y que nunca aprendió a leer: “A que no puedes comer sola una”…
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