Ocurrió a la mitad de la noche, pero no creo que haya sido consecuencia del desvelo decidir terminar mi relación con Dios. Ya eran muchos años de súplicas e invocaciones pidiendo su ayuda, su apoyo y hasta ahora, nada de lo solicitado ocurrió, siempre me mantuve en un estado de insatisfacción permanente.
 
          No había dicho nada. Todo lo pensaba. No puedo determinar cuánto tiempo estuve así, pero concluí que intentaría vivir sin una Deidad de por medio tratando de resolver mi vida por mí mismo.
 
            Todo parecía sencillo hasta ese momento, pero debo confesar que me preguntaba una y otra vez si, llegado el final, tendría las agallas de no suplicar al que habría negado que me acogiera en su seno. Estaba consciente que si no lo hacía era porque ni siquiera Dios podría perdonar a un cobarde.
 
            Cuando mi consciencia retomó la realidad, estaban a instantes de cerrar. Seguía sin saber cuanto tiempo me había encerrado en esta terminación con la fe, pero estaba consciente del motivo.
 
            Lo primero que hice al llegar a casa fue retirar de las paredes cualquier alusión a la religión o a Dios. De mi joyería desaparecí cruces, escapularios e imágenes de santos. Por mi parte eliminé todas las peticiones y frases conscientes e inconscientes que involucraran a Dios o a otros santos, inclusive de pensamiento. Me convencí de que  estaba solo, alejado de las fuerzas espirituales que había concebido como motores de vida. Ya no sería así. Terminaban los “Si Dios quiere”, “Sólo Dios sabe porque lo hace o porque no lo hace”.
 
            Evaluar lo que era el mundo, la humanidad en sí, me llevaba a convencerme que ningún ser que se jactara de ser nuestro padre permitiría tanto dolor ni tanta pena, simplemente, ¿cuál era el fin de tanta penuria y desconsuelo? Nadie tenía la respuesta todo se reducía a un poco convincente, “Sólo Dios sabe porque hace las cosas.”. Sin embargo, creo que como su hijo merecería una explicación, como cualquier padre la daría a su hijo al provocar algo que lo afectará directamente.
           
            Rompí con Dios por su incomprensión, por su sordera y por su insensibilidad. No me escuchó y pocos, sino es que nadie, pueden decir que son escuchados, pero, ¿y si nadie es atendido?  ¿Habrá alguien ahí?
 
            Ahora estoy transitando mi existencia sin el supuesto soporte de la fe. Voy a luchar por lo que quiero y hacerme responsable de todas y cada una de las consecuencias que traigan consigo mis decisiones y acciones. Terminé mi dependencia religiosa. Respeto a los que sigan considerándola una opción, para mí nunca lo fue.