COSAS DE NIOS
Publicado en Jan 28, 2013
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Cada mañana Pili y Manuel se levantan muy temprano, se duchan, desayunan y se visten. Hacia las siete de la mañana, cuando están casi preparados, Pili se dispone a despertar a Rosario, la madre de su marido, y Manuel a su hijita de tres años.
Pili prepara el desayuno y las medicinas, que coloca en una bandeja y se lo lleva a Rosario a la cama. Ésta con la ayuda de su nuera, toma el café con galletas, el zumo de naranja y las pastillas para la tensión y para los temblores de las manos, síntomas del incipiente Parkinson. Cuando termina el desayuno, se levanta y va al baño. Por el momento se arregla sola para su aseo personal.
Mientras, en la habitación contigua, Manuel trata de despertar a su hijita e intenta vestirla. Una vez con la ropa puesta, la niña camina despacio, desperezándose hacia la cocina. Su padre le pone leche con cereales en un bol y ella sola se lo come todo. Es una niña que se despierta con buen apetito.
Mientras Sonia termina el desayuno, aparecen en la cocina Pili y Rosario ya preparadas para salir y cuando la niña está lista, el joven matrimonio recoge la vajilla y la dejan en la pila. Pili coge su bolso, asegurándose de no olvidar nada y Manuel el maletín que ya ha dejado preparado la noche anterior.
Los cuatro se dirigen al garaje y Pili y su suegra se suben en un coche y Manuel y Sonia a otro. Se despiden con un beso y deseándose un buen día y se dirigen al Centro de Día donde queda Rosario hasta las cuatro, hora a la que vuelve su nueva a recogerla y a la guardería donde se queda Sonia hasta que su padre la recoge a la misma hora.
Pili y Manuel van tranquilos a sus respectivos trabajos, seguros de que la decisión que han tomado es la más conveniente.
Todos los días, de lunes a viernes, se repiten las mismas rutinas y hacia las cinco de la tarde se vuelve a reunir toda la familia. A esta hora acude a la casa Marta, una chica de la vecindad, que cuida a nieta y abuela hasta la hora de cenar, ya que Manuel tiene que trabajar todas las tardes y Pili va al gimnasio.
La niñera ayuda a Pili a hacer la cena, bañar a la niña y a acostar a Rosario. Hacia las nueve regresaba a su casa.
Sonia y Rosario pasan las tardes en la casa contándose mutuamente lo que han hecho en el colegio y se divierten mucho realizando los ejercicios físicos de equilibrio y flexibilidad que la pequeña hace en la guardería y que algunos de ellos son semejantes a los de rehabilitación de su abuela. Ésta suele leerle algún cuento y juegan a hacer torres con los cubos de Sonia o realizan puzzles, parecen dos compañeras de clase.
Cierto día de invierno, en el que fuera hacía mucho frío y llovía abundantemente, Sonia despertó con mucha fiebre. Su madre se puso muy nerviosa, ya que su hija apenas había enfermado y mucho menos había tenido tan alta la temperatura de su cuerpo.
La joven pareja decidió llamar al médico para que visitase a Sonia lo antes posible. Pili podía quedarse a esperar al pediatra, para que Manuel llevase al Centro a su madre.
Pero Sonia no quería que su abuela se fuese, no quería que Marta la cuidase y se puso a llorar. A Rosario se le partía el alma al oír el llanto de la pequeña.
- Creo que puedo hacerme cargo de Sonia esta mañana, hasta que vosotros regreséis - dijo a su hijo.
- No se lo que opinará Pili. A mi me parece buena idea –contestó Manuel. Se acercó a la habitación de la niña a la que su madre no podía consolar.
- ¿Qué te parece que mi madre se quede cuidando a Sonia? Yo creo que sí y además se ha ofrecido a hacerlo.
- Si a ti te parece bien, pues que se quede. Yo llamaré por teléfono cuando salga a comer para saber como va todo –dijo Pili. Y se dispuso a calmar a Sonia, que al saber que su abuela se quedaba con ella, dejó de llorar y entre suspiros dio las gracias a su mamá.
Hacia las nueve llegó el médico y después de examinar a la niña diagnosticó una amigdalitis. Extendió unas recetas y les explicó como y cuando debían darle las medicinas, comprometiéndose a volver al día siguiente para ver la evolución.
Pili fue rápidamente a la farmacia y al volver a casa le dio a la niña la primera dosis del antibiótico recetado y un antitérmico. Sonia al poco tiempo se quedó dormida.
- Muchas gracias Rosario por quedarte con la niña, me marcho más tranquila. Si ocurre algo imprevisto me llamas por teléfono – dijo Pili dirigiéndole una sincera sonrisa.
Sonia durmió dos horas aproximadamente y cuando despertó vio a su abuela sentada en una butaca en la cabecera de su cama. La niña se incorporó de la cama y le dio un abrazo.
- Tita, tengo sed – dijo Sonia.
- ¿Sigue doliéndote la cabeza? –preguntó la abuela.
- No. Quiero agua – volvió a decir la niña.
- Bajaré a la cocina a por un vaso – dijo Rosario.
Cuando bajaba las escaleras notó que las rodillas se le doblaban y tuvo que apoyarse en la barandilla para no caerse. No le dio importancia porque esto le ocurría algunas veces y remitía pronto.
Sin embargo, fue cuando al coger el vaso y acercarlo al grifo para llenarlo, se dio cuenta de que no había tomado las pastillas, con los apuros y el nerviosismo, aquella mañana Pili olvidó darle las medicinas a Rosario y ésta tampoco se acordó de pedirlas, por lo que la dosis matinal se había obviado. El temblor de las manos casi le impedía mantener el chorro de agua dentro del vaso. Sintió una gran inseguridad, tenía miedo de caerse al subir las escaleras, de que le derramase el agua… Se arrepintió de haber quedado al cuidado de la niña. No se sentía segura de las reacciones de su propio cuerpo. Tendría que llamar a Pili. “¡Qué bochorno! ¡No sirvo para nada!”.
Se encaminó a las escaleras con el vaso lleno de agua en su temblorosa mano izquierda, derramando de vez en cuando un poco de líquido. Subía con dificultad y cuando iba en mitad de la escalera se le doblaron nuevamente las rodillas y por no soltar el vaso se cayó quedando sentada tres escaleras más atrás. Dio un grito de dolor ya que se había hecho mucho daño en la cadera.
- Tita, ¿qué te pasa?
- Nada pequeña. Casi se me cae el vaso – contestó Rosario intentando no alarmar a la niña. Quiso incorporarse pero el dolor no la dejaba moverse.
En lo alto de la escalera apareció Sonia y muy alarmada dijo:
- Abuela. Te caíste. Voy a ayudarte.
Sonia estaba un poco mareada por el efecto de las gotas para bajar la fiebre que había tomado y comenzó a bajar. Pero… se precipitó rodando por la escalera. Pasó rápidamente por delante de su abuela, que no pudo sujetarla y llegó al final. Allí en el suelo se quedó inmóvil. No respondía a la llamada de su abuela.
Pili salió de la oficina a las dos para comer y llamó a casa. Nadie cogió el teléfono. Muy nerviosa y preocupada llamó a Manuel.
- Estoy llamando a casa y nadie responde. Es muy raro. Ha ocurrido algo. Tengo miedo.
- Tranquila, voy para allá ahora mismo.
- Yo también. Date prisa.
Llegaron al mismo tiempo, se miraron sin decir nada, abrieron la puerta y entraron en la casa.
La niña yacía sobre un gran charco de sangre. Nada se pudo hacer, era demasiado tarde. Rosario lloraba, Pili también y Manuel repetía incesantemente el nombre de su hija.
 
 
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Foto del autor MARA DE LOS NGELES MELLA FERNNDEZ
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Descripción

Palabras Clave: FATALIDAD DESTINO MUERTE

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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